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14 No les creo nada

Gabe y Pierre tocan la puerta, se acerca Bianca a abrir para encontrarse a Gabe, un rubio de ojos verdes con una gran sonrisa, el cabello despeinado y un piercing en la nariz y a su lado Pierre, un joven de cabello negro bien arreglado al grito de la moda, una barba pareja y corta, y vestido de negro con un pantalón formal, zapatos y camisa negra, todo lo contrario a Gabe que luce un atuendo juvenil, de pantalón rasgado y una camiseta suelta verde agua con una riñonera cruzada al pecho y unos lentes del mismo color que la camiseta, parece un turista de vacaciones.

   —Bienvenidos pasen —Gabe le da un abrazo y Pierre le estrecha la mano, entregándole una botella de vino tinto—, los estábamos esperando, ya llamo a Francesca que está cocinando ¡Amor llegaron los chicos! —Deja la botella de vino en la mesa y se mete a buscarla a la cocina, llegando con ella de la mano.

   Le muestran el lugar, que Gabe recorre muy animado, hasta se echa en la cama de Bianca, que en realidad es la de “invitados”. Los invitan a sentarse, Francesca les habla de como era antes y como refaccionaron todo conservando la estructura, pero dándole un toque más cálido, cómo si Bianca hubiera participado de las decisiones de diseño. También les cuenta sobre todo a Gabe que se muestra más interesado, como vinieron a dar con el lugar, luego de haber visto tantos y buscado tanto, el motivo por el cual lo compraron es porque les interesaba la ubicación que tiene, escuelas cerca y parque, también una piscina y gimnasio, así también como lugares para salir a comer o comprar comida, lo que facilitaría mucho las cosas si vienen hijos en el futuro.

   La verdad es que Francesca había pensado en todo eso antes de siquiera conocer a Bianca o terminar en la situación en la que están ahora. Ella quería formar una familia y tener hijos. Larga toda la información entusiasmada, pero pronto se arrepiente, porque ese sueño quizás no sea viable en su situación actual. No solo Bianca ha tenido que sacrificar cosas, Francesca también lo ha hecho.

   —¿Planean tener hijos entonces? —La pelinegra se da cuenta del importante detalle que dijo.

   —Claro, en un futuro. Quisiéramos agrandar la familia con Bianqui.
«¿Bianqui? En mi planes no había boda, mucho menos hijos. Yo no quiero ser mamá».

   —Sí, me encantaría tener unos bebitos lindos con sus ojitos —le pellizca las mejillas a Francesca y sus ojos brillan—. No tengo dudas de que sería una buena mamá, tiene el instinto definitivamente. —La piloto recuerda la interacción de ella con sus sobrinos—. Yo seguramente querré consentirlos todo el tiempo, ¿o no mi amor?

   —Bueno, supongo que alguna de las dos tiene que ser el policía malo —se ríe y la castaña se acerca a dejarla un beso en la mejilla, para luego entrelazar sus manos.

   —¿Entonces cuéntennos cómo se conocieron? Se ven tan lindas en las fotos, honestamente soy su fan número uno, vi el vivo de la propuesta como unas cien veces ¿Puedo ver el anillo de cerca? —habla Gabe, el más comunicativo de los dos.

   —Claro —Francesca le acerca la mano— es hermoso verdad. Tiene buen gusto mi vida —El anillo lo eligió ella en realidad, para evitar que le diera cualquier cosa y de una talla que no fuera—, me conoce tan bien —se acerca y la besa en el cuello debajo de su oreja.

   —Yo le dije que lo suyo es una farsa y una pantalla solo para obtener nuestro financiamiento. Sé que Bianca es tan gay que si el arcoíris pudiera tener un nuevo color llevaría su nombre. Ahora Francesca ¿Tú que tanto la quieres? O que tan enamorada estás de tu futura esposa —ella lleva su mano tras su oreja y Bianca coloca una mano en su pierna acariciándola con el pulgar, lo que calma su ansiedad y no se rasca, solo se roza levemente la piel.

   Habían anunciado el compromiso para acallar muchas sospechas con respecto a ellas y la relación, pero no todos les creen evidentemente. Pierre no es el primero que sospecha o desconfía de las intenciones de la pelinegra y de su amor a la piloto de carreras.

   —Ay Pierre —Gabe golpea su mano intentando alivianar el momento—. Discúlpenlo, tiene un trauma severo con los heteros. Habíamos hablado esto en casa cariño antes de salir —con una sonrisa más bien algo escalofriante mira a su pareja que aparta la mirada.

   —No es solo eso, en instagram y redes, Bianca siempre es la más afectuosa, la que primero inicia el contacto y se acerca. Según lo que tengo entendido, la homosexualidad de Francesca fue una sorpresa para varios en su entorno.

   Bianca mira de reojo a Francesca, su hermano ya les había advertido sobre eso, de hecho había sido algo que la gente encargada de sus redes sociales les había observado. Bianca intenta ponerle siempre la mejor voluntad aunque no la soporte, en cambio Francesca parece reacia a demostrar cariño, así sea fingiendo.

   —Bueno basta. Ya sabemos de qué team es Pierre —dice el rubio intentando descomprimir un poco el clima—. Entonces cuéntennos.

   —En realidad yo siempre tuve un crush con Francesca y no te culpo que desconfíes Pierre —la castaña la mira extrañada— ella nunca ha sido la más demostrativa, pero te aseguro que cuando estamos a solas, es un poco más afectuosa —«me tiró un vaso de agua en la cara para despertarme»—, amable —«no quiso comer el omelette porque quería comer huevos revueltos»—, amorosa —«me tiro la almohada porque la despertó 10 minutos antes»—, mi amor —da un trago al vaso de jugo antes de vomitar— es la mejor esposa que cualquiera querría tener —se acerca y la besa, en un beso correspondido, luego la mira unos segundos antes de separarse. La expresión de Pierre se relaja

   —Cuenta el chisme entonces ¿Desde cuándo se conocen y cómo fue? Quiero esa primicia.

   —Solo si juras que queda entre nosotros.

   —Obvio bobis, pinki promise gay. —Gabe coloca sus manos alrededor de su rostro con los codos apoyados en sus rodillas—. Porque supongo que llevan saliendo desde hace tiempo, aunque recién ahora han dado a conocer su relación.

   —Bueno, me gusta mi vida privada, pero con tremenda mujer a mi lado ¿Quién no querría que todos vieran a quien pertenezco? —le suelta la mano a ella y se acomoda en su silla—. En realidad teníamos 16 años y estábamos en la misma fiesta. Yo la conocía por unos amigos, aunque nunca me atreví a hablarle —muerde su labio inferior—, siempre me había parecido linda, pero siempre la había visto con chicos así que no estaba segura de que le pudieran gustar las mujeres. Entonces cuándo la ví en la fiesta —la mira y Francesca le devuelve la mirada extrañada, esa no era la historia que tenían que contar—, tomé coraje con un par de tragos encima y aprovechando que ella estaba afuera en un lugar apartado, me acerqué, me confesé y la besé. Increíblemente me correspondió —claro que no fue así—, pero a la semana siguiente me mudé con mamá a Latinoamérica y no volví a verla, pero nos escribimos por un tiempo. Siempre fue mi tarea pendiente en cosas por hacer en mi vida, ya sabes esa lista que haces de cosas para hacer antes de morir. Luego la vi de casualidad y dije decidí acercarme como al principio sin muchas esperanzas y como al inicio siendo correspondida. Empezamos una relación y decidimos que era momento de casarnos con mi calabacita —le toma la mano y le besa el dorso— ¿Es así, mi vida?

   —Sí, es así. Ella lo cuenta mejor. La verdad que cuando la vi de nuevo, pensé —«la odio»— tengo que casarme con ella, esta mujer será —«mi perdición»— la madre de mis hijos, no quiero permanecer un segundo más —«cerca de esta campesina salvaje»— lejos de la mujer que llevo amando años.
Entrelazan sus manos y Gabe las mira fascinado diciendo aaaw por como cuentan la anécdota. Francesca se levanta y le pide que la acompañe a la cocina para traer el almuerzo que ya debe estar, mientras les pide a ellos que se ubiquen, caminan de la mano y al entrar a la cocina, se separan.

  —¿Qué hace falta llevar?

   —Eso —señala la pelinegra en la mesada— y hielo que hay que sacar del freezer.

   Está a punto de preguntarle que fue es historia, que no era la que habían acordado cuándo escuchan unos casi imperceptibles pasos, Bianca toma a Francesca de la cintura pegándola a ella y besándola en el cuello, la empresaria no entiende que hace y está por apartarla cuándo aparece Pierre en la cocina.

   —Oh, perdón no sabía que… venía a buscar el sacacorchos para abrir el vino.

   —Ay no hay problema, no pasa nada. Ya te lo doy —dice la pelinegra despreocupada, la castaña la deja apartarse un poco, pero no lo suficiente.

   Francesca busca en los cajones y no lo encuentra, recuerda que hay muchas cosas que aún no trae, el sacacorchos quizás es una de esas cosas. Bianca se acerca abriendo el cajón de abajo, poniéndola nerviosa por su cercanía y deja su cuello a una mínima distancia, con ese perfume nuevo que le encanta, sacando el objeto muy cerca de ella. En su última visita pensó que quizás ellos traerían vino, es por lo general lo que alguien lleva a cualquier comida y quizás Francesca no tendría un sacacorchos ya que recién estaba mudando algunas cosas.

   —Perdón amor lo ocupé para abrir el vino que tomamos en la tina ayer y no lo guarde en el lugar. Aquí tienes Pierre ¿puedes llevar también este bowl de ensalada? —él asiente y lo toma—. Voy detrás de ti.

   —Perdón —Francesca le toma el brazo en cuanto se va el hombre y ella la mira sin entender—. Debí acordarme de algo tan básico como un sacacorchos, había muchas posibilidades de que trajeran un vino y no me acordé, se me pasó, no es un excusa la próxima vez te prometo que… —la castaña la frena y la interrumpe colocando una mano sobre la de ella en su brazo.

   —No pasa nada. Yo me acordé y no es algo tan grave, aparte somos un equipo, estamos en esto juntas y sino, sé abrir la botella de vino con un zapato o un cuchillo y tenedor —le guiña un ojo.

   —Eso hubiera sino interesante de ver —comparten una mirada, una sonrisa y Bianca se aclara la garganta.

   —Voy al comedor.

   —Sí, yo tengo que… —mira a la cocina y no sabe que tiene o tenía que hacer.

   —Sacar a carne del horno.

   —Sacar la carne del horno —repite—. Llévate la panera por favor y la otra ensalada.

   —A sus ordenes mi capitán —ambas se ríen, la pelinegra se muerde un costado del labio inferior dando la vuelta para sacar la comida el horno y Bianca se marcha con una gran sonrisa.

   Francesca se queda un momento tratando de respirar, llevándose la mano al pecho y siente sus latidos algo acelerados, tocando su cuello dónde fue besada, recordando que la castaña no acaba de marcarle su error y lapidarla como su familia está a acostumbrada a hacer con ella. Se queda pensado en todo eso hace un momento y sonríe. Mira el horno saliendo de sus pensamientos y saca la carne para ponerla en una fuente para llevarla hacía los comensales que esperan.

   Llega con la comida caliente, carne y verduras al horno en la reducción al vino que hizo para que se cociera. Bianca se levanta para correrle la silla y que ella se siente, luego toma asiento a su lado, besando su mejilla. Gabe suspira, está extasiado de ver en vivo y en directo a su ship favorito, Pierre está más relajado viendo que sus teorías al parecer fueron más bien ideas sin fundamentos ¿hasta que punto están fingiendo en todo esto?

   —Que lindos tiempos, que buenas anécdotas ¿Ya saben a dónde ir de luna de miel?

   —Aún no lo hemos decidido —responde Francesca acariciando la espalda de su prometida y besando su hombro, para luego dar un trago a su copa de vino.

   —¿La boda será una gran fiesta o algo discreto?

   —Discreto —responde Bianca— grande —responde Francesca.

   —Bueno aún no nos decidimos —dice Bianca algo nerviosa—, lo que sí sabemos es que tendrán que despejar la agenda ese día, porque están invitados ¿Verdad amor?

   —Sí —dice Francesca con una gran sonrisa— por supuesto que sí. Digo después de todo, como no invitar a quienes van a diseñar nuestros vestidos.

   Un brillo aparece en los ojos de Pierre siempre quiso diseñar un vestido de novia. Gabe se pone eufórico y Pierre sonríe levantando los hombros, es la primera vez que lo ven así de relajado en lo que llevan compartiendo este momento junto a ellos.

   —Por supuesto que iremos, es más —Gabe toma la mano de Pierre—, queríamos que fuera sorpresa, pero... —Pierre niega con una sonrisa.

   —Les queríamos regalar la estadía de la luna de miel —habla Pierre— claro si no les importa. Tenemos una casita en una de estas islas cerca del mar, no vamos mucho en el año y está completamente equipada, tienen un bote y un auto a disposición —deja la copa de vino en la mesa—. Les mandaremos fotos del lugar, y pueden decidir cuándo quieran. Si no les convence o quieren ir a otro lado, no hay problema, solo tienen que decirnos y no vamos a enojarnos.

   —Bueno es una gran propuesta, la vamos a charlar y con todo gusto les avisamos —responde la de ojos claros, entrelazando una mano a la de la castaña.

   Luego de la propuesta y con una café de por medio en la sobremesa, se disponen a hablar seriamente de negocios, sobre las áreas que quieren invertir, sobre el proyecto y sobre la idea de Francesca de expansión de las empresas. La verdad es que Bianca admira la parte visionaria de su futura esposa, su mirada fresca y la pasión con la que habla sobre lo que le gusta.

  Se despiden de la pareja, con un gran abrazo para cada uno, ambos se han ido entusiasmados con la idea y prometen proponerles el plan de negocios a sus amigos más cercanos y competentes en el medio. Cierran la puerta y de la emoción Francesca la abraza, luego se da cuenta, y la suelta.

   —Bueno salió todo bien —dice secamente aclarándose la garganta—. La verdad que muy bien la mentira de cómo nos conocimos, esa no me la esperaba, fuiste muy convincente.

   —No es mentira, cambié algunas partes para que encajaran, pero en esencia, la primera vez que nos vimos no fue hace meses.

   —¿Qué parte cambiaste?
Bianca intenta sonreír, pero en realidad le duele que no la recuerde y más porque ella fue la primera que le rompió el corazón. Aunque no le sorprende, si se acordara se lo hubiera dicho hace tiempo, al menos para molestarla.

   —No importa Francesca, ni siquiera recuerdas esa noche, ni a mí ¿Qué caso tiene? Ya han pasado 12 años de eso. Dejemos el pasado en el pasado —toma sus llaves— te veo en tres días, tengo una carrera.

   —Bianca —ella frena y da la vuelta. Quiere pedirle disculpas ¿Por no acordarse de ella? ¿Por no recordar esa noche? No sabe por qué, pero quiere pedirle perdón— éxitos en la carrera —pero no lo hace.

   —Gracias adefesia.

   —De nada campesina.

   Ambas ríen y Bianca se retira, Francesca pone en el lava vajilla las tazas, mira el sacacorchos y suspira guardándolo en el cajón. Saca un cajón en el living un regalo que compró para la castaña, un libro de orgullo y prejuicio de tapa dura con cartas escritas a mano, bocetos pintados a mano y la invitación a un baile de la época, es que en cuanto lo vio no pudo evitar no pensar en Bianca y se lo compró sabiendo lo mucho que ella lo apreciaría.

   —Hola ¿estás muy lejos?

   —Mmm no tanto ¿necesitas que vaya?

  —En realidad si.

   —En 15min estoy ahí.

   Gira la moto y pega la vuelta, sube corriendo las escaleras y en el último tramo para, para respirar y no evidenciar que corrió por ella. Mete la llave en la puerta y abre, entonces se encuentra a la pelinegra mirando el atardecer con una taza de café en la mano, por unos minutos contiene la respiración viéndola un momento, el tiempo suficiente hasta que ella se da cuenta de que está ahí.

   —No te escuché llegar.

   —Es que en otra vida fui un ninja.
«¿Un ninja en serio? Qué estupidez acabo de decir».

   —Un ninja muy molesto entonces —se ríe relajada y Bianca también lo hace—. Te quería dar esto —toma el libro envuelto con papel de regalo infantil de autos de carrera y Bianca sonríe—, lo vi hace unos días en una tienda y pensé que te gustaría tenerlo —lo encargó por internet y tuvo que esperar demasiado hasta que llegara—, supuse que lo vas a saber apreciar.

   Bianca rompe el envoltorio y saca el libro de “Orgullo y prejuicio” que había querido desde que vio en bockstagram. Mira a Francesca que finge estar despreocupada como si no estuviera a la expectativa de saber si le ha gustado y como si no lo hubiera estado esperando por días para entregárselo y querer ver su reacción. Una enorme sonrisa se instala en la castaña y se sienta en el suelo como un niño emocionado por haber recibido el regalo que quería en su cumpleaños, lo abre y pasa las hojas con delicadeza, ve las cartas, la invitación, el mapa, lo ama, ama este regalo y ama que haya sido ella quien se lo diera.

   —Me encanta —la mira con los ojos llenos de brillo y felicidad, y Francesca suelta el aire contenido sonriendole de vuelta—, es perfecto. Gracias.
Se levanta y la abraza de repente, la otra le devuelve el abrazo y por un momento hunde su rostro en el cuello de Bianca, se siente bien, su abrazo se siente bien, tenerla cerca se siente bien y el corazón de ambas lo sabe porque no dejan de latir acelerados.

   —No fue nada, lo vi y dije lo compro —se separan.

   —Y el papel de regalo también fue muy acertado —se ríe.

   —Estuve tentada a comprarte también un librito para colorear.

   —¿Me ibas a ayudar a pintarlo? —le hace un puchero y se ríen— Espera que esto si merece una foto y ser presumido ¡Tengo la mejor edición de “Orgullo y prejuicio” ! —le dice emocionada—. Ven

   Entrelaza sus manos, coloca el libro en el mármol con todo su contenido esparcido y le toma una foto viéndose apenas sus manos entrelazadas. Bianca sonríe ampliamente mirando la pantalla de su teléfono para sacar la foto y Francesca la mira a ella. Le manda la foto a su hermano y atiende cuando entra la llamada aún tomada a la mano de ella, que ninguna se molesta en soltar, la mira mientras habla con Lucas y se da cuenta que el regalo no fue sugerencia de ellos, sino más bien una iniciativa de ella. Le corta y siguen con las manos juntas, que la piloto mientras hablaba acariciaba con el pulgar haciéndose la distraída.

   —Me tengo que ir, gracias por el libro me ha encantado —se sueltan finalmente las manos—. Nos vemos en unos días —rápidamente le da un beso en la mejilla, toma su casco y sale.
Francesca se toca la mejilla del beso y sonríe, por primera vez a solas sonríe genuinamente. Algo dentro de ella se siente bien por haber hecho feliz a su futura esposa.

   Se va de ese lugar a su departamento privado que muy dentro de poco tendrá que abandonar para habitar definitivamente este acompañada, aunque en habitaciones separadas… por ahora.

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