12 Práctica para la entrevista
Renzo y Leo las han citado para practicar para la entrevista. Francesca los invita a encontrarse en el departamento que compró y acondicionó para ella, pero que va a tener que compartir mientras tanto con Bianca. Ha mudado algunos muebles mientras que otros le han llegado esta semana y ha podido dejar en condiciones habitables el lugar. El timbre suena y están los tres Rossi parados frente a ella.
—Bienvenidos, pasen por favor —se aparta y los deja entrar, la piloto castaña entra de mala gana con los brazos cruzados, se queda asombrada por el lugar, la decoración y la elección de los colores— ¿te gusta?
—Sí —dice impresionada, pero pronto cambia su actitud—. Bueno, esperaba un sucursal del infierno, con llamas y gente ardiendo en un hoguera o algo así, pero no está nada mal.
—Solo ve a sentarte Rossi —le dice la de ojos claros y la otra sonríe— ¿Quieren tomar algo? —le pregunta a sus cuñados— café, té o algo fresco.
—Yo quiero un café —le dice Bianca.
—Cariño, cuándo los adultos hablan, los niños se callan.
Ambos hermanos se miran y luego a su hermana, que está a punto de largar una sarta de palabrotas o darle un viaje con boleto de idea a su futura esposa con destino a la mierda.
—Algo fuerte no sé whisky o vodka…
—O cianuro. Las brujas tienen ese tipo de veneno, ¿verdad cariño? —le dice Bianca.
—Hay venenos mejores y más sutiles, mi amor, pero los vas a probar cuándo nos casemos no seas ansiosa. Ya vengo entonces.
Desaparece y entra en la cocina. Respira una, dos, tres y mil veces, contando hasta un millón, vuelve con dos tazas de café para ellas, dos vasos vasos y una botella de whisky que saca de la alacena para ellos.
—Con Leo hicimos una lista de preguntas para que respondan, veremos que van a responder, cuales son sus ideas, las anotaremos y se las van a aprender así sus historias concuerdan. Entonces comencemos.
1.¿Cómo sería su historia de amor perfecta?
2.¿Desde cuándo están saliendo?
3.¿Cómo se conocieron?
Renzo sigue leyendo la lista de preguntas, Bianca deja de escuchar y se respalda bien en el sillón subiendo los pies en la mesilla del living, Francesca le pega en las piernas para que baje los pies, ella los baja y la mira enojada.
—Es caoba roja de Canadá y cuesta más que toda la ropa que traes puesta.
—Al menos mi ropa barata no tiene sarna, que hace que me rasque como un perro detrás de la oreja —su comentario hace que Francesca baje la mano avergonzada y por su expresión se da cuenta de que se ha pasado.
—No es sarna, es un salpullido, pero no es contagioso. Si me disculpan.
Pasa por en medio de todos y sube las escaleras con el rostro rojo sin mirarlos, sus hermanos la miran con reproche.
—Nunca sabes cuándo callarte —niega con la cabeza, Lucas, exhalando el aire contenido.
—Ve a pedirle disculpas —ella frunce el ceño—. No seas un idiota y ve a disculparte, ahora.
De mala gana sube las escaleras y la escucha sollozar detrás de una puerta que queda entre abierta, está por bajar de nuevo cuándo la dueña de casa sale y se la encuentra dándole la espalda. La ha cagado, los comentarios ofensivos tienen un límite y ella los ha traspasado.
—¿Necesitas algo?
—Quería pedirte disculpas por haberme comportado como una idiota, no creo que tengas sarna, ni lepra o que seas contagiosa.
—Solo dijiste que tenía sarna.
—Bueno quizás pensé lo de la lepra —a su espalda escucha una risita que la relaja—. Entonces te espero abajo.
—En realidad me ayudas a colocarme el parche —voltea y la mira, tiene los ojos algo rojos.
—Claro.
Extiende la mano le saca la pega y le coloca una cinta como la que que usan los deportistas para las torceduras color piel, se la pone justo en dónde tiene rojo y se ve que está a punto de lastimarse. Ambas se miran por un momento y sin decir nada la piloto baja. Sus hermanos la miran satisfechos al ver bajar a Francesca, ella ya ha recuperado su temple y no evidencia haber derramado una sola lágrima. Al bajar se encuentran con Leo que acaba de llegar, al parecer Renzo pidió refuerzos.
—Bianca ¿alguna idea para responder las preguntas que acabamos de hacer? —pregunta Leonardo.
—Para la primera pregunta tengo una idea. Me encantaría que mi historia de amor fuera cómo la del Titanic —todos la miran extrañados—, verla morir ahogada, y aparecer en New York con un diamante de millones de dolares sin preguntas incomodas —sus hermanos se dan un golpe en la frente.
Tiene que volver a evidenciar que la pelinegra le cae mal, no puede permitir que un momento de debilidad con una disculpa, dejen ver que ella bajó la guardia.
—Yo quisiera que fuera cómo la de Romeo y Julieta, para verte morir envenenada —responde Francesca y pronto esto se transforma en una batalla campal de las dos gritandose.
—¡Ya basta las dos! —dice Lucas subiendo bastante el tono. Ambas se quedan calladas, mirándose serias—. Les recuerdo que esto no es un juego y si no son convincentes en lo que digan, la fusión y reputación de las empresas irá en picada. Tómense esto en serio. Cada uno responderá las preguntas con lo que se les ocurra, excepto claro sobre cual es su color favorito y demás gustos, eso tiene que ser real. Pero antes —se para— levántense —ellas lo miran— las dos ahora —de mala gana se paran—, dense la mano y planten un tregua.
—Es ridículo Leo, no tenemos 5 años.
—Créeme mis hijos de 5 y 8 años se portan mejor que ustedes dos ¿Y bien?
—Tregua —dice la de ojos claros estirando la mano primero.
—Tregua —la castaña le estrecha la mano.
—Siéntense juntas, así van aprendiendo a tolerarse, niñas.
Ambas toman asiento al lado de la otra calladas, sus piernas se rozan y pese a querer evitar el contacto, ceden ante el impulso de seguir peleando y se quedan calladas ambas respondiendo las preguntas. Bianca espía un poco la hoja de Francesa, que la mira de reojo y se acomoda para que la otra no vea. Luego intercambian hojas y cada una lee las respuestas de la otra, a Bianca le sorprende que hay cosas de Francesca que no han cambiado cómo su color favorito, su canción favorita, su animal favorito y el lugar preferido para irse de vacaciones, se había tomado la molestia en su adolescencia de averiguar lo que más pudiera sobre ella para invitarla a salir, o elegir el mejor lugar para declararse ante ella.
—Bueno nos pasemos las hojas y elijamos la mejor historia.
Votaron y anotaron en hojas aparte las historias que ambas se tenían que aprender para coincidir en sus historias. El primero en irse fue Leo para ir a buscar a sus hijos a la escuela y luego con algo de desconfianza se fue Renzo aunque no muy tranquilo, ya que podría ser el último en ver a su hermana viva en la escena del crimen.
—Tendrías que ver el departamento, digo de todos modos aquí es dónde vas a vivir también por un tiempo —se levanta y Bianca la sigue.
La guía por la casa y si hay algo que le reconoce a la de cabello negro es su buen gusto, el departamento es amplio y está decorado de manera impecable, definitivamente si ella buscará un lugar para vivir sería en algo así. Es acogedor no está cargado de muebles y podría ser un hogar para recibir familia o amigos, o tener un familia. El piso es de madera clara, las paredes tienen colores en armonía que van del beige, al gris claro o un azul grisáceo y los pocos muebles que hay parecen haber sido restaurados, dejando su color natural a la vista.
—La verdad es que es lindo tu hogar.
—Gracias. Está será tu habitación —entran ambas— tendrás baño propio, closet y bueno si necesitas algo más para estar cómoda me avisas.
Es la primera vez que tienen una conversación sin atacarse y se siente bien, no querer matarse cada cinco minutos. Caminan de nuevo abajo y le muestra la planta baja. La cocina también tiene muebles de color gris claro, la mesada es de mármol blanco con vetas grises, un gran ventanal da la vista a un pequeño jardín interior y los electrodomésticos son nuevos, están perfectamente brillantes y ordenados a la vista, parece la casa de una revista que vende muebles. Salen al balcón con vista perfecta de la ciudad, pero que está lleno de plantas y verde. Le entrega copia de las llaves con un llavero que tiene un auto y una gallina, Bianca lejos de enojarse se ríe, las toma y las guarda.
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