—Delfi ¿Viste a Emilia?—preguntó Ámbar.

—No, lo último que dijo fue que iba al baño porque se sentía mal—respondió Delfi con tranquilidad.

—Iré a verla tal vez se desmayó, y nadie sabe—dijo Ámbar con preocupación.

—Tal vez habla con el profesor para que te de permiso—la pelinegra también estaba preocupada por su amiga.

—Si—dijo Ámbar parándose de su asiento—Profesor Pereira, resulta que Emilia se sentía mal, y fue al baño, pero no ha llegado y me preocupa que se hubiese desmayado o algo ¿Puedo ir a verla?—preguntó preocupada.

—Si, vaya cualquier cosa me avisa—dijo el profesor comprendiendo la situación.

Ámbar salió del salón de clases decidida a buscar a su amiga.

*****

—¿No me van a responder?—volvió a preguntar el muchacho.

—¿Qué viste, Gastón?—preguntó Emilia.

—Lo vi todo—respondió Gastón.

—Gastón...Yo—trató de defenderse Benicio.

—A mi no me tienes que dar explicaciones Benicio—dijo Gastón.

—Gastón ¿No dirás nada?—preguntó preocupada Emilia.

—No—dijo el chico secamente.

—Gracias—la rubia lanzó un suspiro de tranquilidad.

—No lo hago por ti, lo hago por mi amigo—dijo Gastón serio.

—Oye tampoco tienes que ser tan mala onda—habló Benicio.

—La profesora de biología nos espera—dijo Gastón, Benicio le dijo a Emilia que luego hablarían por lo que ella se encaminó hasta su respectivo salón.

—Emilia ¿Dónde estabas?—preguntó Ámbar cuando vio a su amiga.

—En el baño me sentía un poco mal—respondió Emilia.

—Pensé que algo te había pasado ¿Te sientes bien?—preguntó la rubia con preocupación.

—Sí, sólo fue un dolor de estómago—dijo Emilia—Gracias por preocuparte—dijo con culpa por haberle mentido a su amiga, ¿Pero que más podía hacer? Decirle la verdad significaría perderla para siempre ¿Qué tenía eso de malo? Ah sí el hecho de que Ámbar había estado junto a ella cuando nadie más lo estuvo, ¿Era suficiente para mentirle? Tal vez no, pero era lo único que podía hacer.

*****

—Périda y Banderbield que honor tenerlos en la clase—dijo la profesora cuando vio a ambos chicos ingresar a la sala.

—Dijiste que ella nos esperaba—susurró Benicio.

—Lo dije para que te vinieras y no te quedarás con Emilia alguien más podría haberlos visto—dijo Gastón.

—¿Y bueno se quedaran ahí parados, pasen a sus asientos?—ordenó la profesora.

—Por supuesto que no—dijo Gastón y ambos fueron a sentarse.

*****

—Qué bueno que salimos temprano—dijo Matteo subiéndose al auto de su amigo.

—Si, vamos a descansar lo necesito—dijo Simón encendiendo el motor de su auto.

—Sin preocupaciones hasta mañana—comentó Matteo, y su teléfono comenzó a contestar—¿En serio? ¿Y Miguel no puede? Bien yo iré—finalizó la llamada.

—¿Pasó algo?—preguntó el mexicano con intriga.

—Miguel el chico que hace el turno de semana tuvo unas cosas que hacer, y justo salió un reparto entonces la jefa me llamó a mí y tengo que ir a entregar unas estúpidas flores a nombre de algún chico que cometió un error con su novia y ella verá las flores y lo perdonará—dijo Matteo.

—O tal vez la chica está de cumpleaños—dijo Simón.

—Como sea, hermano debes acompañarme—dijo Matteo con diversión.

—Está bien—Simón cambió de ruta hacia la florería, Matteo se bajó y fue a recoger el pedido era una ramo de tulipanes en tonos amarillos, y rojos con cuidado tomó la tarjeta y subió al auto.

—¿A dónde vamos?—preguntó Simón.

—Al colegio La Messina—dijo Matteo leyendo la tarjeta.

—Es donde estudia Emilia y Ámbar—suspiró cuando dijo Ámbar.

—Es para una tal Delfina Alzamendi de un tal Nicolás Navarro—leyó en la tarjeta.

—No me suenan pero verás a Emilia y yo a Ámbar—dijo entusiasmado.

—Oye ¿Desde cuándo estás enamorado de Ámbar?—preguntó Matteo divertido.

—Desde que yo tenía 12 y ella 10 me defendió de Emilia cuando me quiso pegar con un palo porque dije que Ámbar era más linda que ella—rio al recordar—Pero como iba a encontrar bonita a mi prima sería raro—dijo Simón.

—Estás loco—Matteo le dio un golpe—Lo que no entiendo es por qué nunca te confesaste—preguntó Matteo.

—Es simple cuando Ámbar tenía 15 traté de hacerlo, pero Emilia me contó que ella estaba de novia con Benicio un chico italiano que había llegado a su colegio entonces decidí nunca más ir a casa de Emilia cuando Ámbar estuviese allí, por eso es que tampoco te habías encontrado con ella antes—explicó Simón.

—Vaya si que eres valiente—bromeó Matteo—Bien llegamos y ahora como vamos a encontrar a esa chica—añadió buscando con la vista a alguien que pudiese ayudarlo.

—Vienen saliendo—Simón fue hasta la puerta.

La multitud escolar venía saliendo a paso veloz las clases del día lunes ya habían terminado, y todos querían llegar lo más rápido posible a sus hogares, entre tanta gente Matteo hacía maniobras para evitar que le estropearan las flores que llevaba y que debía entregar.

—Ahí viene Emilia—dijo Simón señalando a la chica.

Emilia reconoció de inmediato a su primo, y se acercó hasta él.

—¿Qué haces acá?—preguntó cortante.

—También me da gusto verte—respondió Simón.

—Vamos Emi—dijo Ámbar quien venía detrás de la rubia mexicana—Hola Simón tanto tiempo—se acercó a él y le dio un beso en la mejilla—Emi, tu novio te trajo flores—gritó Ámbar emocionada.

—No, me hubiese encantado, pero estas flores son para otra chica—dijo Matteo.

—Oye tienes el descaro de engañar a mi amiga con alguien de su mismo colegio, y encima lo dices como si nada—Ámbar le gritaba a Matteo.

—Ámbar, Matteo trabaja en una florería—dijo Emilia tomándola del brazo.

—Pasando a otra cosa ¿Ustedes conocen a Delfina Alzamendi?—preguntó Matteo.

—Delfina si es nuestra compañera de seguro sale pronto--dijo Emilia.

—Ámbar... ¿Cómo has estado?—preguntó Simón.

—Bien ¿Y tú?—preguntó la rubia.

—Yo bien...—Fue interrumpido.

—Ella es Delfina—dijo Emilia señalando a la chica pelinegra.

—¿Tú?—preguntó Delfi al unísono con Matteo.

—¿Se conocen?—preguntó Emilia.

—Él me chocó con su bicicleta—dijo Delfi.

—Ella iba por la ciclo vía—argumentó Matteo.

—Tú no te fijaste—gritó Delfi.

—Yo sólo te vengo a entregar esto—le dio el ramo de flores.

—Odio los tulipanes—dijo Delfi.

—Pues dile a tu novio él fue quien las pidió—explicó Matteo.

— ¿Nos vamos?—dijo Simón cuando vio que Benicio se acercaba.

—Vamos, Emilia ¿Quieres salir?—preguntó el chico, Emilia asintió y juntos se fueron.

Miércoles

Otro día de escuela llegaba para los chicos, ya era mitad de semana por lo que las clases eran algo más relajadas, lamentablemente ellos no estaban tan relajados.

—Desde que llegó ese chumi, chemo o como se diga, Jim ni me registra—se quejó Gastón.

—¿Te refieres a Michel?—preguntó Benicio.

—Si, ni siquiera me habla para decirme que me calle—dijo Gastón.

—¿Por qué te importa tanto Jim?—cuestionó el italiano.

—Porque es raro que no me moleste—explicó Gastón.

—Ajá si obvio, ¿Acaso te gusta?—inquirió Benicio.

—No seas tarado Benicio, es imposible que me guste Jim para nada—negó Gastón.

—Sabía que te gustaban pelirrojas—bromeó Benicio.

—Y yo no sabía que eras tan débil con las rubias—respondió Gastón.

—¿Sabías que Emilia tiene novio?—dijo Benicio.

—No, ¿Ella te contó?—preguntó Gastón.

—No Ámbar me dijo que el chico de la florería era el novio de Emilia ¿Puedes creerlo?—decía Benicio con un tono de tristeza.

—Oye ¿No estarás celoso? Tú y Emilia ¿Qué tienen? Nada no son novios y así como tú te diviertes con ella para después volar a los brazos de Ámbar, Emilia hace lo mismo contigo—soltó Gastón sinceramente.

*****

—Cuando bailo voy siguiendo el compás del corazón, voy vibrando no importa nada más que mi can...Perdón no te vi—se disculpó Ramiro.

—No te preocupes venías con mucho ritmo—dijo ella.

—Oye ¿Eres nueva?—preguntó el de rulos.

—Algo así soy Emma estoy de intercambio vengo de Inglaterra—explicó tiernamente la rubia.

—Soy Ramiro Ponce—se presentó el chico.

—Ramiro el cantante—sonrió ella.

—Algo parecido sólo tarareaba—dijo Ramiro.

—Tarareas muy bonito entonces—dijo ella.

Una especie de coqueteo nació entre ellos lo que pondría muy celosos a algunos que harían de todo para terminar con esta situación...

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Capítulo nuevo!!

Ramiro y Emma?

Las Amo!