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Capítulo 16 (Final)

Triste y pensativa, Emilia volvió a su casa tenía la esperanza que Ámbar leyera su carta y pudiese perdonarla por todo el daño que le causó. Cuando llegó a su casa se sorprendió al ver una silueta parada frente a la puerta, sabía perfectamente de quien se trataba con rabia se acercó.

— ¿Qué haces acá?—gritó enojada.

—Quiero hablar contigo—respondió el chico.

—No tenemos nada que hablar, Benicio—dijo Emilia cruzándose de brazos.

—Por favor, Emi estábamos tan bien—dijo Benicio.

— ¿Bien? El único que está bien eres tú, nunca te importé siempre me viste como tú premio de consuelo, un capricho para ti—recriminó Emilia.

—Sabes que me gustas—refutó Benicio.

— ¿También te gusta Ámbar?—preguntó Emilia.

—No—respondió dubitativo Benicio—Emi, si me das otra oportunidad prometo amarte como tú lo haces—agregó con seguridad.

—No, no necesito un amor a medias lo siento, pero no hay oportunidades para nosotros—sentenció Emilia y entró a su casa esta vez había tomado una decisión.

Estaba por dormir cuando el timbre volvió a sonar como su madre es enfermera, y trabaja en turnos de noche tuvo que levantarse a abrir molesta pensando que sería de quien se trataba.

—Te dije que no Ben...—calló al ver que era Ramiro quien le sonreía.

—¿Esperabas a alguien?—preguntó el ruloso.

—No, ¿Qué haces aquí?—cuestionó Emilia.

—Vine a verte... Supongo que lo ayer con Ámbar te afectó bastante quería saber como estabas—respondió Ramiro.

—Me siento bien, incluso después de haber terminado con Benicio—dijo Emilia con tranquilidad.

—Benicio es un tonto, no se da cuenta la clase de chica que eres—comentó Ramiro.

—No soy la clase de chica que él quiere que sea, y él no es la clase de chico que yo quiero, pero debí saberlo antes cuando el engañó a Ámbar conmigo debí saber que nunca me tomaría en serio—dijo Emilia con completa resignación.

—A veces aprendemos ciertas cosas a porrazos—rio Ramiro—Otras veces deben pasar muchas cosas para darnos cuenta de lo que sentimos en realidad—sus ojos se clavaron en Emilia.

—¿A qué te refieres?—preguntó Emilia sintiendo esa tensión que se comenzó a formar.

—Nada... El viernes es la fiesta de Emma y quiero que estes allí—Ramiro cambió de tema radicalmente.

—Claro que estaré—dijo Emilia sonriente.

—Emi...Sonríe más seguido—Ramiro se despidió.

El viernes llegó muy rápido para Emilia quien todavía lloraba en algunos momentos, pero siempre recordaba lo que Ramiro le había dicho de su sonrisa así que procuraba sonreír más seguido, para la fiesta escogió algo sencillo, y se fue a la fiesta.

Llegó a la casa de Pedro, estaban sus amigos, y otros chicos del colegio que habían compartido con Emma, dejó su regalo en la mesa y buscó con la mirada a alguno de sus amigos, localizó a Nico platicando con una chica pelirroja así que no quiso interrumpir.

—Emi, te estábamos esperando—Ramiro se acercó a ella.

—Linda fiesta—dijo Emilia.

—Jazmín y Yam son una excelentes decoradoras—admitió el de rulos.

— ¿Yam? ¿La chica que se muere por ti?—preguntó Emilia.

—Somos amigos—respondió tajante Ramiro—Hay alguien más en mi pequeño corazón—agregó.

— ¿Quién?—preguntó Emilia.

—Ramiro, gracias por organizar esta fiesta—interrumpió Emma.

—No fue nada, compartimos muchos momentos—dijo Ramiro.

—¿Y Ámbar?—preguntó Emma.

—No lo sé le envíe un mensaje, pero no lo respondió—contestó Ramiro.

—Si estoy yo aquí dudo que venga—murmuró Emilia.

*****

— ¿Por qué tengo que acompañarte a esa fiesta?—preguntó Simón mientras permanecía sentado en el sillón.

—Porque Delfi nos invitó—respondió Matteo.

—Ya sé, pero mejor vas tú yo me quedo aquí viendo tele—dijo Simón.

— ¿Me vas a abandonar en una fiesta?—preguntó Matteo.

—Es que no quiero ir ni siquiera compartimos tanto con Emma—contestó Simón con desgano.

—Siempre vamos juntos a las fiestas—recordó Matteo.

—Lo sé... Pero tú estarás con Delfi mientras yo estaré observándolos no quiero ser el violinista de su relación—comentó Simón.

— ¡Hey!—exclamó Matteo divertido—Sé que no quieres ir para no encontrarte con Ámbar o Benicio así que no insistiré en que vayas—agregó dándole una palmada a su amigo.

—No hablemos de eso—pidió Simón claramente todo el tema lo ponía triste—Ese traje te queda bien—dijo una vez que su amigo estaba casi listo.

Matteo salió del departamento en unos minutos se encontraría con Delfi estaba nervioso, pues la chica lo hacía sentir muchas cosas y había algo en ella que le atraía demasiado.

—Eres demasiado puntual—la voz alegre de Delfi se escuchó.

—Punto para mí—respondió Matteo.

—Entonces lo tendré en cuenta—Delfi se acercó para saludarlo.

—Bueno vamos—dijo Matteo.

Como la fiesta era en casa de Pedro fueron caminando, ya que estaba relativamente cerca las cosas entre los dos fluían de maravillas tanto que cada vez que se miraban sonreían automáticamente, sin dudas algo sucedía entre ellos y no podían dejar ir esta oportunidad.

—Te ves linda hoy—habló Matteo con nerviosismo.

—Gracias—dijo Delfi sonriéndole.

—Es decir siempre te ves linda, debe ser porque lo eres—balbuceaba Matteo mientras Delfi solo se reía.

—Gracias de nuevo—dijo la pelinegra.

—Delfi... Yo sé que es demasiado rápido apenas hace unos días terminaste con Nico y decirte esto sonaría extraño, pero es que me gustas—suspiró al decirlo—Entiendo por lo que estás pasando—fue interrumpido por los labios de Delfina, Matteo reaccionó de inmediato y siguió el beso sin dudas el que marcaba el inicio de algo hermoso.

—Me gustas—sonrió Delfi, Matteo le devolvió la sonrisa y ambos continuaron su camino.

*****

—Ves que Ámbar nunca me va a perdonar—dijo Emilia triste a Ramiro.

—Dale tiempo—aconsejó Ramiro.

—Por estúpida perdí a mi mejor amiga, con la que ahora estaríamos hablando mal de los vestidos de la gente, o de lo linda pareja que hacen Nico y Jazmín o sobre lo bien que te queda ese rulo que cae por tu frente—Emilia le tocó el rulo a Ramiro lo que hizo que el ruloso sintiera muchas cosas extrañas, incluso estuvo a punto de confesar algo que tenía que guardado, pero los aplausos de un chico.

Era Benicio quien había llegado en compañía de Gastón y Jim, su risa acompañaba esos aplausos que opacaron la buena música que sonaba de fondo, el chico estaba con una actitud agresiva.

—¿Y ese escándalo?—preguntó Emilia con molestia.

— ¿Tan rápido olvidas a quien dices amar?—preguntó Benicio acercandose a ella.

— ¿Qué quieres? Benicio—preguntó fastidiado Ramiro enfrentándolo.

—Quiero hablar con tu amiga—respondió el italiano.

—Te dije que no teníamos nada de que hablar—le gritó Emilia.

—Tú y yo tenemos que hablar—Benicio comenzó a tirar del brazo a Emilia.

— ¡Oye déjala!—gritó Ramiro empujándolo y tirándolo al suelo.

Benicio se levantó y comenzó a repartir golpes en la cara de Ramiro quien cada vez podía defenderse menos, fue en ese instante cuando Gastón quiso frenar a su amigo, pero fue en vano ya que recibió un golpe el descontrol se había apoderado.

— ¡Cálmate, Benicio!—gritó Emilia.

— ¡No! Hasta que hables conmigo, Emi yo te amo—decía Benicio.

—No quiero escucharte—dijo Emilia con molestia.

—Hablarás conmigo por las buenas o por las malas—Benicio volvió a tirar del brazo a Emilia.

—No, déjame en paz—pidió Emilia.

—Benicio es mejor que te vayas—sugirió Nico.

—Nico tiene razón, te llevaré a casa—dijo Gastón a Benicio lo quedó más elección que irse del lugar, pero claro no sería lo último que haría.

*****

Ámbar se encontraba en su habitación descansando, ir a la fiesta no era una opción para ella no quería encontrarse con nadie sobre todo con Emilia después de todo aún le tenía un poco de rencor.

—Ámbar, te buscan—avisó la madre.

— ¿Quién?—preguntó Ámbar sorprendida.

—Un chico Simón dijo que se llamaba—respondió la madre.

— ¿Simón? ¿Qué hace aquí?—se preguntaba la rubia­—Bajo en seguida—dijo.

Simón jugaba con sus anillos estaba algo nervioso, lo que le causó cierta ternura a Ámbar quien lo observaba desde la puerta, tomó aire y habló.

— ¿Qué haces aquí?—preguntó haciendo que Simón se volteara.

—Hola Ámbar—se acercó a saludar—Quería hablar contigo—agregó.

— ¿Conmigo? ¿Sobre qué?—cuestionó Ámbar.

—Sobre lo que sucedió hace un par de días—respondió Simón con algo de inseguridad.

— ¿Vienes a pedirme que perdone a Emilia? La respuesta es no—dijo Ámbar tajantemente.

—Ámbar...—dijo Simón meditando cada palabra—No vine a pedirte nada de eso—añadió.

— ¿Entonces qué quieres?—preguntó la ojiazul.

— ¿Por qué me querías usar para vengarte de Emilia?—preguntó sin tapujos.

—Yo...—fue interrumpida.

— ¿Por qué? Si sabías lo que sentía por ti—encaró Simón.

—Era lo único que tenía para atacar a Emilia—habló Ámbar con vergüenza—Pero te prometo que yo no quería hacerte daño a ti—agregó rápidamente.

— ¿No querías? Pero lo hiciste... Ámbar he estado enamorado de ti desde que nos conocimos, y por un momento creí que podía conquistarte... Pero no fue así—la tristeza en Simón era evidente.

—Cada vez que salíamos me detenía a pensar si era justo lo que estaba haciendo, y siempre era la misma respuesta no, no es justo para Simón me decía, pero por alguna razón no podía decirte la verdad y es que en cada momento me sentía tan bien contigo que comencé a olvidarme de la venganza y solo quería pasar más tiempo contigo—se sinceró Ámbar.

— ¿Cómo podría creerte?—preguntó Simón.

—Porque todo este tiempo, alejados me di cuenta que te quiero, que fui una tonta por querer utilizarte para vengarme de Emilia—dijo Ámbar.

—¿Qué hay de Benicio?—preguntó Simón.

—Benicio fue mi primer amor... Pero ahora te quiero a ti—Ámbar abrazó a Simón.

—No es tan fácil olvidar a alguien aunque quieras a otra persona, Ámbar a pesar de todo te creo, sin embargo por ahora es mejor que no nos veamos... Tal vez en otro momento tú y yo podamos estar juntos—dijo Simón tomando las manos de la rubia.

—¿Por qué no intentarlo ahora?—preguntó Ámbar.

—Porque estamos mal... Tú no te recuperas del todo respecto a lo que sucedió con Benicio y yo no he olvidado lo que hiciste—afirmó Simón.

—Está bien—susurró Ámbar.

—Lo siento... Podría decirte mil cosas, pero no es justo ni para ti ni para mí... Intentar algo ahora nos haría daño—dijo con tristeza.

—Vete—pidió Ámbar.

Simón se quiso acercar, pero se arrepintió prefirió dejar las cosas como estaban al fin y al cabo a él también le dolía la situación. Salió de la casa y Ámbar se quedó sentada en el sillón a punto de llorar su madre que había escuchado todo la abrazó...

—Ámbar, todo estará bien—dijo en un tono de ternura.

—Nada está bien—dijo Ámbar para irse a su habitación.

La rubia entró de golpe a su habitación sentía mucha pena por las palabras de Simón, pero también sentía rabia por creer que podía usar a la gente a su antojo, se paró junto al espejo quería llorar sacar todo... Desvió su vista hacia la carta que días antes le había entregado Emilia, recordó esa frase que le dijo "léela cuando quieras llorar"...Sin dudarlo abrió la carta y comenzó a leerla.

Querida amiga...Te fallé

Perdón si en algo me equivoqué, Cada lágrima significa que estoy arrepentida, Recuerda que dijimos que la felicidad de la otra sería la nuestra...Te amo amiga, y perdón si alguna vez te fallé.

Sabes que herirte no estaba en mis planes en mis planes y no me voy a excusar diciéndote que soy humana, pero tampoco voy a entregarme a la decepción, porque combinada con tu odio sería una terrible decisión. Me voy con mi error, si es que al amor se le puede llamar error, de corazón espero que el dolor se convierta en sonrisa y el rencor en perdón... Sin embargo, cuando te sientas triste, y quieras llorar como una Magdalena recuerda que puedes encontrarme, porque siempre serás mi mejor amiga, mi hermana aquella que me cuidaba y defendía de todos, aquella con la cual podía reírme de cualquier tontería, Ámbar siempre estaré para ti.

Emilia

Su corazón terminó por quebrarse leer esas palabras la hicieron reflexionar y sin dudas valía más la amistad que un amor que la destruyó por completo, ahora solo le importaba hablar con aquella chica a la que alguna vez llamó mejor amiga. El amanecer se le hizo corto, pues no había dormido muy bien la noche anterior, sin embargo, debía ir a casa de Emilia. Dudosa no sabía si tocar la puerta o no quizás estuvo unos minutos pensando en lo que diría, tomó una bocanada de aire y tocó, la madre de Emilia la observó brindándole una sonrisa.

— ¿Está Emilia?—preguntó asustada.

—Sí, en su habitación adelante—respondió la mujer. Ámbar subió hasta la habitación de Emilia tocó la puerta, y desde el otro lado escuchó una voz que decía pase.

— ¿Ámbar?—preguntó cuando la vio frente a ella.

—Leí tu carta—respondió Ámbar—Lo siento tanto, Emilia te perdono—dijo.

—Ámbar—Emilia se levantó rápido de su cama— ¿Eres tú?—preguntó sorprendida.

—Leí tu carta...Solo tengo para decirte que también estoy aquí—Ámbar comenzó a llorar, Emilia se acercó a ella para abrazarla.

Ninguna tenía claro como sería su relación a partir de ese momento, pero se tenían a la otra y eso bastaba para querer recuperar aquella amistad tan fuerte que las unía, hay cosas que no se pueden perdonar, sin embargo, un chico es eso solo un chico.

*FIN*

Les amo!

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