Capítulo 5
En el momento que sentí los labios de Héctor sellados a los míos, solo pensé que se abriera una zanja debajo de mis pies para que me tragase la tierra puesto que delante mío se encuentra su abuelo, el cual nos habíamos conocido en casa de su otro nieto y por lo que me enterado no se llevan para nada bien.
¡Menudo lío estaba metida!
Pero como iba yo a saber que Héctor y Alois son parientes.
En el momento que vi aquel anciano suplicarte Alois me dió tanta pena que vi injusto que siguiera negándose.
Pero ahora cuando lo tengo enfrente lanzándome una mirada negra, pienso que le tengo que dar una explicación.
— Héctor ¿qué haces? Aparta tus babas de mí. Déjame necesito...
— Eres mi novia, por lo cual no tiene nada de malo que nos besemos.
— Si no quieres ganarte un guantazo, aléjate lo suficiente de mí.
Y ahora tengo que ir al baño.
A mí pesar, Héctor me agarró de la mano clavando sus ojos en mí dándome a entender que debía continuar con mi interpretación puesto para eso me había pagado.
Maldigo mil veces. No tardo en recomponerme para seguir haciendo el teatro de mujer enamorada.
Héctor comienza a presentarme algunos invitados, yo tan solo me limito a sonreír y apoyar mi cabeza en su hombro como si me faltase un tornillo.
Aquello no iba conmigo, y yo estaba en mitad de aquel circo romano esperando que se acabase todo esto para ser de nuevo yo.
Una orquesta empieza a tocar, a lo lejos veo a Bianca, por fin me sentí un poco aliviada de ver alguna cara conocida.
Con precaución me acerqué hasta ella, necesitaba que me aconsejara me sentía perdida en una red de araña incluso podía percatarme de todos los ojos que había puestos en mí.
Nerviosa hablé con Bianca, ella me aconsejó lo que debía de hacer recordándome que debía guardar la calma, y antes de actuar pensar en mis palabras y no separarme de Héctor, él cuidaría de mí.
Eso espero porque en estos momentos no siento mi vestido puesto en mí.
Siguiendo el consejo de Bianca, volví al lado de Héctor, el cual su rostro seguía duro, molesto hasta enojado diría yo.
— ¿De qué conoces a Bianca? — Por fin me dirigió la palabra y lo hizo justo cuando bailábamos.
— La conozco de aquel día que fui a repartir a tú casa, la vi tan afligida que me preocupé por ella y ahora somos amigas. ¿No te importa, verdad?
— No. — Su voz retumbó en mis oídos incluso me dio hasta miedo.
— Héctor, yo no les conozco de nada, y pienso que cuando esto acabe nosotros no volveremos a tener contacto. Bianca se ha portado muy bien conmigo, me ha llevado a un spa, de compras...No te enfades por favor.
— No estoy molesto, solo que no me gustaría que supieras mucho de mi vida.
— Tampoco me interesa, bastante tengo yo con la mía. Qué no es poco.—Exhalo— Recordando a los tres que hay viviendo en mi casa y todos los problemas que me están causando.
— Laura ven vayamos hacerle entrega el regalo a mi abuelo y después podremos irnos.
— De acuerdo. — Estaba muy nerviosa, mis pies me dolían horrores por los tacones y estaba preocupada de poder hacer algo raro y quedar como una idiota ante esta gente que se ve que le sobra los billetes.
Injusto es el mundo, unos trabajando como esclavos para llegar a fin de mes y otros con nada han levantado imperios y encima hay que ser sus perros fieles porque ellos son los que te dan el trabajo.
Así funciona el mundo, unos tienen mucho y otros nos quedamos por debajo de nuestras posibilidades luchando para poder tener un plato en la mesa.
Héctor me lleva hasta donde se encuentra su abuelo. Mis pequeños traicioneros hilos de inquietud fluyen rápido por mi organismo.
Los ojos de Damián quedan fijos en mi, no hace falta ser adivina para saber lo que estará pensando.
—Laura podemos hablar en privado por favor. — La voz ruda y autoritaria de Damián hace que tiemble como un flan de gelatina.
Antes de marcharme le echo un vistazo a Héctor, el cual trata de hablar con su abuelo, quiere estar presente, pero el anciano se niega a escucharle.
Me lleva hasta una biblioteca, todo está en silencio, él cierra la puerta a sus espaldas.
No niego que la situación me intrigue y a la vez me haga de plantearme que bien parada de todo esto no voy a salir.
— Entonces eres la novia de Héctor y a la vez estás liada con Alois. Eres astuta, viniendo de una chica de barrio como tú.
Pero si algo le digo, es que te voy a dar dinero para que se aleje de mis nietos.
Bastante problemas ya tenemos como para que una mujer como tú lo complique todo aún más. — Guardo silencio escuchando una a una las palabras del anciano egoísta.
Mi pecho se alza fuerte de lo furiosa que estoy.
Al verlo sentado en un sillón escribiendo algo en un cheque, aquello ya me supera y acabo reventando.
— Mire señor Izur, yo no voy a negar que sea pobre. Pero soy honrada y si quiero dinero trabajo como una burra para pagar mis gastos y ayudar en casa teniendo que soportar a los holgazanes de mi hermanastros y la bruja de mi madrastra.
Ve, yo también tengo problemas y por ello no me vendo. Sí, admito que mi desesperación por querer tener mi propia casa me hubiera llevado aceptar el dinero de Héctor, cosa que ahora me siento mal conmigo misma.
Pero quiero aclararle y me da igual si me cree como si no, ni conozco a Héctor y mucho menos a Alois. Si me vio en su casa fue porque tuve un percance con él en mi trabajo y se ofreció a llevarme a casa. Pero yo me quedé dormida y no llegue a decirle donde donde vivo.
Ahora que lo sabe todo, coja ese cheque y donelo a una asociación, yo tengo dos manos para trabajar no necesito limosnas.
— Sabes, tienes agallas muchacha. Nunca antes nadie se ha atrevido hablarme de ese modo.
— Yo no tengo porqué callarme cuando se me está juzgando tan severamente sin haber echo nada malo.
— Eres orgullosa y eso me gusta.
Pero admito que esta noche has echo un milagro sin saberlo. Y por ello quisiera hablar contigo. No en estos momentos, pero tome esta es mi tarjeta, vaya a mi oficina y allí podré exponerle lo que deseo que haga.
Sin añadir nada más, Damián se levantó y juntos volvimos a la fiesta.
A mí encuentro salió Héctor abrazándome a la vez que me susurraba si estaba bien o si su abuelo me había dicho algo incoherente.
— Tranquilo Héctor estoy bien. Ahora dime qué tengo qué hacer.
— ¿Quieres que nos vayamos? — De pronto el rostro serio de Héctor había cambiado, su comportamiento grosero se había convertido más amable.
— Sí, me gustaría irme si no te importa.
— De acuerdo, vamos a despedirnos de mi familia y después nos vamos.
A pesar del mal trago que había pasado, la compañía de Héctor suavizó de algún modo el ambiente contaminado.
Una vez que habíamos iniciado el viaje de vuelta a mi casa, Héctor quiso saber lo que había hablado con su abuelo.
Quitándole importancia al asunto le dije una pequeña mentira, para mí suerte se la creyó.
— Gracias por haberme traído. Adiós Héctor, ha sido un placer haberte conocido.
— Un momento Laura, tampoco quiero que las cosas terminen así.
No sé...me gustaría saber de ti.
— Bueno ya sabes donde trabajo, pásate cuando quieras y salimos a tomar algo. — Le guiñé un ojo y con un beso en su mejilla, salí del coche respirando por fin aliviada.
Al poner un pie dentro de mí casa, me topé de frente con Ricardo. Él como siempre tan molesto comenzó a mirarme de arriba abajo silbando.
— Menudo vestido, si hasta te ves hermosa y todo. ¿Quién te lo comprado el tipo que te ha traído con ese coche tan costoso?
— Vete a la mierda y déjame en paz. — Intenté quitarmelo de encima sin éxito.
Él me agarró por mis mofletes estrujándolos haciendo una O. Su mirada era lujuriosa y su risa malvada. Su rostro estaba tan cerca del mío su aliento a whisky golpeó mis fosas nasales.
— No vuelvas más a retarme porque podría pasarte algo muy castastrófico.
Mide tus palabras querida hermanastra.
En ese momento apareció Carmen, tuvo que escuchar mi voz alta, Ricardo me soltó y como siempre tratando de echarme la culpa nuevamente. Por supuesto Carmen lo creyó, en mitad de la discusión apareció Jeny observando envidiosa mi vestido.
— ¿Mamá has visto que vestido lleva puesto Laura? Y luego dice que no tiene dinero, ves como miente, es una mentirosa.— Señalándome con el dedo Jeny gritaba formando un berrinche.
— Cuando vuelva tu padre pienso contarle todo esto y que te ponga en tu lugar, al parecer te estás descarriando. Vamos hijos a dormir que es tarde.
Todos desaparecieron de la habitación dejándome sola en mitad de la habitación dejando que mis ojos se llenen de lágrimas mirando en dirección hacia el cielo pensando en mi madre. Si ella estuviera viva todo esto no me estuviera sucediendo, cualquier madre protegería a su hija y me comprendería.
Pero con estos tres haciéndome la vida imposible, solo me queda esperar para terminar mi carrera y marcharme cuanto antes de esta casa que me está asfixiando cada vez más.
Al día siguiente me levanté temprano y me preparé para asistir a mis clases.
Nada más llegar a la universidad, pasé deprisa apreciando como en el pasillo los demás miraban sus móviles y murmuraban algo que no alcanzaba a escuchar.
— Gracias a Dios que doy contigo. — Fatigada hablaba Alba contándome lo sucedido.
Al parecer alguien había flirtrado una foto mía y de Héctor cuando me dejó en mi casa y no solo eso, si no que habían hablado sobre mí.
— Alba...— Pronuncié titubeante sin salir de mi asombro.
— ¿De verdad eres la novia de Héctor Irzu el actor de telenovelas?
— Nooo.
— Pero...si lo conoces...¿Verdad?
— Alba no te voy a mentir, si lo conozco pero no soy su novia. Sólo le ayudé diciendo que era su novia ante su abuelo. Pero no hay nada entre nosotros. No sé quién ha podido decir todas estas atrocidades.
Alba y yo nos quedemos pensando sacando nuestras propias conclusiones hasta que la alarma nos indicó que pronto sería la próxima clase.
Después de las clases, los demás alumnos seguían mirándome y murmurando entre ellos, al aparecer hoy iba ser la comidilla de la universidad.
Nada más salir de la universidad, miré mi móvil, tenía llamadas de Héctor. De inmediato lo llamé, intenté decirle que yo no tenía nada que ver, aún así el no paraba de juzgarme. Harta de escucharlo, le colgé.
Seguido llamé a Bianca y quedé con ella en su casa.
Me monté en un taxi el cual me llevó hasta la casa de Bianca donde ella inquieta y preocupada me esperaba.
Después de ver con detenimiento las fotos subidas por revistas del corazón y los despiadados comentarios, me tapé mi rostro con ambas manos muerta de la vergüenza.
— Tranquila Laura, esto es normal. Alguien habrá filtrado la noticia y esto ha sido todo un boom, y más tratándose de un personaje famoso como es Héctor.
— Pero...y yo...Bianca he pasado de ser una chica anónima a ver mi rostro en Internet y hasta hablan de mi vida en varios medios de comunicación.
— Déjame, hablaré con uno de los abogados de Héctor qué es muy amigo de mi padre y pondrá fin a todo esto.
— Gracias por todo. No sé cómo podría recompensarte por tu ayuda.
— No tienes nada que agradecer Laura, me has demostrado que eres una gran chica y yo valoro mucho lo que haces. Ven quédate a comer conmigo.
— De acuerdo.
Cada vez que conocía a Bianca mejor me caía. Era un mujer hermosa, vulnerable a sus sentimientos referente a Héctor y una persona muy gentil además de ser guapa y elegante.
Me dijo que ella es diseñadora y tiene su propio taller de costura.
Aún no ha cosido para grandes firmas pero hace ropa para gente que pueda permitirse comprar algo bonito y no necesariamente tan costoso.
Cómo el vestido que llevé a la fiesta de cumpleaños de Damián.
Al caer la noche me encontraba estudiando en mi habitación.
Al llegar a casa no había nadie por lo cual lo agradecí.
De pronto un golpe en mi libro hizo que me sobresaltarse. La mirada fría y de odio por parte de Carmen me puso alerta de inmediato.
— ¿Se puede saber qué pretendes con relacionarte con alguien como él?— Cabreada me tiró la revista a la cara esperando impaciente una respuesta.
— ¿No crees que ya soy mayorcita para saber lo que tengo que hacer?— Carmen se recompone riéndose irónicamente.
— No me extraña tú comportamiento, eres igual que tú madre.
Aquellas palabras fueron fuego para mí. Sin pensarlo dos veces me levanté y le di un empujón haciendo que está cayera al suelo golpeándose en un brazo.
— Retira ahora mismo lo dicho. Retiralo y no vuelvas a mencionar a mi madre ella está muerta desgraciada. — Grité y de la misma rabia le agarre de su cabello.
En ese momento pasó Ricardo y al ver a su madre y a mí en una pequeña batalla, él me empujó haciendo que chocará contra el armario dejándome sentada en el suelo.
El cual aprovechó para abofetearme.
Mi rostro me dolía, y el muy bruto me había lastimado el labio. Ya no podía soportarlo más, me escapé de casa comenzando a caminar por la calle sin rumbo fijo.
Me encontraba pérdida, lloraba de la misma frustración notando fluir por cada poro de mi piel. De pronto una luz me cega y lo último que escucho es el sonido de las ruedas chirriar en el asfalto antes de tapar con mis brazos mi rostro.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro