
Capítulo 37
Todo lo que estaba pasando en los últimos días, me tenía con el alma en vilo.
Afortunadamente las cosas entre mi marido y yo se han solucionado, aunque detrás de todo esto haya terceras personas que puedan herirnos, confío en Alois y sé perfectamente que jamás me haría daño y más con otra mujer.
Sin embargo, sigo preocupada intentando averiguar quién es la persona que esté detrás de querer romper mi matrimonio.
En ese momento llega Alba, nos saludamos y por su rostro apagado sé que le pasa algo.
— Alba, suelta de una vez lo que tanto te está mortificando.
— Vale. Allá voy, pero después no me andes con reproches.
— De acuerdo, pero...habla de una vez.
— Okey. Allá voy.
Me gusta Héctor. Y creo que he comenzado a enamorarme de él.
— No veo ningún problema que te guste Héctor. Sigo sin entender porqué estás así, tan apagada y triste.
— Laura, mi vida es una mierda. Raquel me ha engañado durante años. La vida que llevaba es de una prostituta Laura, no trabajaba en un hotel como cocinera.
Y encima después de haberme prometido que dejaría esa mala vida que llevaba después de abandonarla el desgraciado de Alberto.
Siguió por el mal camino, y para rematar está embarazada.
Dios mío Laura, no sé qué voy hacer. Quiero ayudar a mi hermana, pero ella no pone de su parte. No sé si será por las hormonas o porque le da todo lo mismo.
— No pienses así Alba. Raquel es tú hermana y te necesita ahora más que nunca. Ayúdala. Y sobre Héctor...
— Lo tengo claro Laura. No voy a ilusionarme con él. De echo, él mismo me ha dicho que en varias semanas se marchará para México para empezar a grabar su nueva telenovela.
Vamos a ver Laura, hay que ser realistas. ¿Dónde voy yo con un hombre como él? Si no salgo de una cuando estoy metida en otro problema y debo trabajar duro para sacar a mi familia adelante. He pensado que lo mejor es dejarle claro que no me interesa como hombre.
— No hables así Alba. Todas tenemos derecho a enamorarnos. Si no es con Héctor, que sea con otro hombre. Pero no pierdas las esperanzas.
— Decidido. No soy apta para el amor. Y lo peor de todo, es que cuando estoy con Héctor seme olvida hasta la hora.
Aún así, no deseo pasar por lo mismo que mi madre y mi hermana.
Además, cuando Héctor se vaya estoy segura que se va olvidar de mí. Pues mira no tendrá mujeres hermosas a su alrededor como para acordarse de mí.
— Que pena que pienses de ese modo, con lo bien que te veía con él.
— Bah. Ya encontraré a un tío que me soporte. ¿Y a tí que te ocurre?
— Estoy esperando la llamada del amigo de Héctor. El hacker, para que me diga quién fue la persona quién le envió las fotos de mí y Juan Luis a mi marido, y quién me pudo enviar el dichoso video de Alois con esa perra de Elena en la cama.
Continúo hablando con Alba, cuando de pronto escucho mi móvil.
Hablo con el hacker, actuando con normalidad sin entender mucho lo que me cuenta sobre informática, hasta que me confirma que tras haber investigado, la persona que me mandó las fotos es Elena. La misma que me mandó el vídeo.
Le agradezco el detalle al hacker y tras terminar de hablar con él me levanto eufórica dispuesta a enfrentar a la zorra de Elena.
Alba me sigue. Las dos nos montamos en un taxi, le doy al taxista la dirección del hotel donde se hospeda Elena.
Un rato después llegamos al hotel. En recepción dejo a la recepcionista un mensaje de que quiero hablar con Elena.
Acto seguido y aprovechando que pasan un grupo de turistas, nos mezclamos entre las personas para pasar dentro en busca de esa mujer.
Minutos después, me encuentro tocando la puerta de la suite de Elena.
Nada más abrir la puerta y encontrármela de frente hace que el fuego de mi rabia se extienda en milésimas de segundos por mi cuerpo.
Sin embargo, ella sonríe con una falsedad que a millas se ve que le nace. Y eso hace que me enfade aún más.
Me planto delante de ella clavando mis ojos en sus asquerosos ojos y mis manos arrugan su bata.
Empiezo hablándole muy despacio pero con rabia.
— Escúchame con atención maldita zorra. Si vuelves acercarte a mi marido te juro que su apreciado cabello lo perderá, no estoy dispuesta a ver más fotos manipuladas porque te juro que esto va ser poco para lo que te pueda pasar.
— Quítame las manos de encima. En verdad yo sí tengo ganas de acostarme con Alois. Es muy apasionado en la cama, tanto que me hace de perder el control en el momento que sus labios besan mi piel. Y si tú, ignorante, no ves la realidad eso es tú problema.
Y claro que sí me acosté con Alois.
Ahora sí que no me lo pienso. Voy a darle un buen jalón de pelo cuando Alba se pone por medio.
— Tranquila Laura de esta me encargo yo.
Ey, tú, pedazo de zorra. Esto es una sugerencia, si te atreves a lastimar a mi amiga, te juro que la próxima vez donde te vea te vas a llevar más hostias que pelos tienes en la cabeza.
— En una abrir y cerrar de ojos Alba le da un bofetón a Elena dejándole claro que la próxima vez que intente hacer algo en contra mío van ha ser peor las consecuencias.
Elena cierra la puerta de golpe, y nosotras nos marchamos felices por saber que esa mujer se va mantener lejos de mí y de Alois.
— Alba ¿qué haces?
— Estaba hablando con el hacker. Una vez que me dé la información que necesito, te juro que la tal Elena se divorcia. Le mandaré el vídeo con sus palabras y mira detrás de la puerta. Ves, hay un hombre parado joven semidesnudo. Y hasta donde yo sé, su marido es mucho mayor que ella.
¡Menudo bombazo!
— Me gustaría ver la cara que pondrá su marido — Tal y como dijo Alba, una vez que el hacker nos dio la información sobre los correos y las cuentas de las redes sociales del marido de Elena, no tardemos ni un minuto en enviarle el vídeo.
— Qué bien sabe la revancha.— Le digo Alba mientras voy llegando al bufete del abogado de mi padre.
El abogado me explica el proceso del juicio, de momento mi padre sale en libertad con cargos hasta la espera del juicio, le caerán unos cuantos años, pero menos de lo que hubiera imaginado. Acto seguido, el abogado me comunica que mi padre se va divorciar de Carmen. La demanda de divorcio ya está en curso.
No puedo evitar sonreír, al fin mi padre va hacer algo bueno.
Tarde, pero al menos ha recapacitado y se va divorciar de mi madrastra.
Me siento tan feliz que quiero contárselo Alois. Lo llamo pero no responde. Lo intento de nuevo y al parecer no responde. Me supongo que estará en alguna reunión o en el circuito.
Me despido de Alba quedando en vernos mañana en su casa para tratar de hablar con su hermana.
Vuelvo hacia mi casa pasando antes por el super. Quiero preparar una cena algo especial. Estoy feliz de porque todo se vaya solucionando y por fin podremos tener paz.
Al entrar en casa, veo varias llamadas pérdidas de Alois. Lo llamo de inmediato, es hay cuando me dice que Julen está muy grave en el hospital.
Las bolsas de la compra caen de golpe al suelo. Me quedo helada al pensar que Julen se irá para siempre de nuestras vidas.
Salgo de inmediato hacia el hospital, donde allí me encuentro con Alois y su familia.
Al parecer los médicos no le dan mucho tiempo de vida a Julen.
Lloro en el hombro de mi marido pensando en Julen y la desgarradora noticia de saber que nunca más lo volveré a ver.
Uno a uno van pasando los familiares de Julen para darle su último adiós.
La última en pasar soy yo.
Me quedo observándole recordando el primer día que lo conocí y aunque esté casada con su hermano, nunca me olvidé de él y la manera en la que me trató y me amó.
Y ahora, mil lágrimas caen solas cargando de angustia mi corazón.
Le doy un último beso en sus labios, aquellos besos que me hacían feliz, agarro su mano y la pongo en mi mejilla rezando por su alma.
Mi corazón late más despacio, mis sollozos se intensifican al presenciar como la vida de Julen se apaga.
«Adios mi amor» Fue lo último que le susurré antes de que los médicos pasarán a la habitación para confirmar la hora de su muerte.
Mi corazón está vestido de negro, mis lágrimas demuestran el dolor de haber perdido al hombre que me hizo tan dichosa. Nunca olvidaré los días que pasé junto a Julen.
Entre mis manos sostengo una rosa azul y una blanca.
No pretendo olvidar lo que sentí cuando me besaba, las sonrisas que me arrancaba cuando mis penas parecían no desaparecer.
Agradezco que nuevamente me hizo soñar, y gracias a él volví a creer en el amor.
Una vez que el funeral de Julen finaliza, toda la familia nos reunimos en la casa de Damián.
Todos están con sus rostros tristes, para todos ha sido un gran golpe perder a Julen.
Sin embargo, Damián empieza hablando sobre Julen y de su infancia, de como luchó para alargar su vida hasta que Alois lo para.
— Deja ya a mi hermano en paz.
— Alois, no es el momento de comenzar una batalla. — Le surgiere uno de sus tíos.
— Es verdad, no merece la pena discutir con él. Ahora me marcho.
— Alois, si sales por esa puerta no vuelvas más. — La cosa empezaba a ponerse fea. Tanto que Alois dándole la espalda a su abuelo me extendió su mano para marcharnos juntos.
— Tranquilo abuelo, hoy no has perdido un nieto, has perdido dos. Jamás volverás a saber de mí.
Sin decir nada más, Alois entrelazó sus dedos con los míos para salir juntos de la casa de su abuelo.
Durante el trayecto, no quise mencionarle nada, cada vez que lo miraba más enojado se veía. Por lo que preferí guardar silencio y tratar el tema cuando todo volviese a la normalidad.
Lo que quedaba de día, Alois no se movió del salón. Tocaba el piano, cada nota que salía del instrumento más triste sonaba.
Me acerqué hasta él sentándome a su lado, apoyé mi cabeza en su hombro para que la melodía inundarse mis odios.
Al terminar de tocar la melodía, ambos nos miremos con nostalgia, sabíamos que aún persiste en nuestros corazones el recuerdo de Julen.
Varios días después, aún con el recuerdo fresco de la perdida de Julen, fui al cementerio.
Allí en la tumba de Julen se encontraba Damián mirando la tumba en silencio.
Me acerqué sin dirigirle la palabra, me quedé unos minutos pensando en Julen y lo que significó para mí.
— Se ha ido para siempre Laura. — Damián mi habló con una voz rota.
— Nos ha dejado para siempre señor Irzu. Ve, ni el dinero pudo salvarle la vida. Julen nos ha dejado para siempre, tan solo nos queda sus fotos y recuerdos.
— Laura, quiero pedirle que hable con Alois, convencerlo para que me perdone. — ¿En verdad Damián estaba arrepentido?
— Señor Irzu, lo siento pero no le garantizo nada. Alois está muy resentido con usted, si desea que lo perdone, haga algún mérito por ello. Demuestrele su bondad y cariño. — ¿Sabrá lo que significa cariño?—
Pienso para mis adentros.
— Demasiado tarde. ¿No crees? Mis nietos no quieren saber nada de mí, me siento un anciano destruido e inservible.
— Tarde se ha dado cuenta. Espero que sepa ganarse la confianza de sus nietos de nuevo.
Miré a Damián, el cual seguía con su cabeza gacha mirando la tumba de Julen. Me marché para visitar a Raquel la hermana de Alba.
Aprovechando que no había nadie en casa, Raquel me ofreció una taza de café y con su mirada afligida empezó a contarme porque le había mentido a su familia.
Sus palabras sonaban arrepentidas, sus ojos no brillaban, no era feliz. Había decido seguir con el embarazo porque el padre de su bebé era el hombre del cual estuvo profundamente enamorada.
Le di unos cuantos consejos prometiéndole ayudarle, y aún así no estaba contenta. Sus lágrimas iban y venían como su arrepentimiento aumentaba por haber fallado a su familia.
La abracé consolándola, quería hacer algo para que se sintiera bien, le hablé de comprar regalos para el bebé incluso para que hablase con el padre de su hijo.
Pero Raquel se negó.
Sólo me devolvió una sonrisa forzada.
Seguimos hablando hasta que llegó Alba.
Pasé todo el día con ellas. Llamé Alois para decirle que no podía reunirme con él para comer. El teléfono daba apagado. Me extrañé de que su móvil estuviera apagado. Dejé qué pasara un rato más, y volví a llamarlo.
— Laura ¿qué ocurre? — Me pregunta Alba.
— Es raro, Alois tiene el móvil apagado. El no suele tenerlo desconectado. Me estoy preocupando.
— Llama a Héctor, quizás estén juntos. — Me surgió Alba.
Llamé a Héctor, pero no obtuve respuesta. Comencé a ponerme nerviosa.
Me despedí de Alba y Raquel y me dirigí hacia el circuito donde entrena Alois, cuando Matilde me llamó comunicándome que tampoco sabía nada de Alois.
Era de noche, nadie sabía nada referente a mi marido. Sentí que mi corazón se iba a desbocar cuando Héctor me dijo lo que ocurría.
Alois había desaparecido. O mejor dicho, se lo habían llevado a la fuerza.
Me encontraba tan mal, que solo tenía ganas de llorar, era pensar que algo malo le pudiera ocurrir Alois que apenas podía sostenerme de pie.
Me reuní con Matilde, Estrella y Héctor.
Los cuatro estamos muy nervios y preocupados por Alois.
Hablemos durante un rato sacando nuestras conclusiones, hasta que Matilde surgirió de ir a casa de Damián.
En su pequeña habitación rodeado de libros y fotos, Damián se encontraba sentado con su mirada perdida en la nada y un vaso de licor en la mano.
La primera en hablar fue Matilde.
— Damián Irzu, ¿Dónde está mi hijo?
— Vaya Matilde, hace años que no te veo. — Se mofó Damián.
— Responde desgraciado, ¿Qué le ha pasado Alois?
— Te preocupas como una madre. Qué irónico, cuando nunca quisiste saber nada de él.
— Miserable. Tú me lo arrebaste, me hundiste en la miseria llevándome hasta la cárcel. Nunca dejé de buscar a mi hijo y tú lo sabes perfectamente. Ahora dime qué ha sucedido con Alois.
— Abuelo, por favor, si sabes algo habla. No es normal que Alois haya desaparecido así como así.
¿No comprendes la gravedad de la situación? Estamos preocupados por él.
— Héctor, sigues queriendo a este viejo que tanto te presionó para que hicieras mi voluntad.
— Abuelo, a pesar de no haberme escuchado, habernos echo la vida difícil, sigues siendo mi abuelo.
— Héctor...mi querido nieto... Déjame que me ocupe yo de todo. Pronto tendremos Alois a nuestro lado.
Todos guardemos silencio mirando a su vez a Damián, el cual se había levantado del sillón mostrando de nuevo ese hombre frío y calculador con corazón de acero.
Tal vez debíamos confiar en él, sin embargo, la preocupación crecía por querer saber qué ha sido lo que ha pasado con Alois.
Y lo que es peor.
Dejar de imaginar que algo malo le hubiera ocurrido viviendo en nuestro interior la esperanza de poder verlo con vida.
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