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Capítulo 34

Había pasado cerca de cuatro semanas desde que me dieron el alta.
No voy a negar que no tengo miedo cuando salgo a la calle.
Sin embargo cuento con el apoyo de Matilde, Estrella y Alba me siento algo más relajada.
Ellas están siempre al pendiente mío cuidándome para que mi recuperación sea más agradable.
La que me trae más preocupada es Alois.
Desde hace días lo noto más extraño, apenas conversábamos como antes y se la pasa todo el tiempo encerrado entre cuatro paredes hablando por el móvil y pegado al portátil.
Me siento algo triste de que no me muestre algo de atención, he intentado que me diga algo, sin éxito. Se ha encerrado en sí mismo y no logro comunicarme con él.

Harta de esperar a que Alois me diga qué está ocurriendo.
Voy directa hacia la oficina, si Alois se niega a decir algo, al menos que sea Héctor quien me explique qué está sucediendo.

Nada más llegar la vestíbulo de la empresa, me topo con Damián. Nuestras miradas permanecen quietas observándonos por unos segundos desafiantes.
Sin ningún temor me acerco hasta donde se encuentra él parado agarrando un maletín.
Con paso firme y decidida ha enfrentarlo empiezo hablándole algo borde.

— Buenos días Damián, me imagino que ya estará feliz porque mi padre está en la cárcel. — Su mirada se endurece, hace un gesto con la cabeza a sus guardaespaldas y después me contempla con enemistad.

— Antes de hablar, asegúrate de medir tus palabras. Tú padre está  donde debería de haber estado desde hace años. El que me desobedece, paga por ello, así funciona esto. Y ahora si no quieres hacerle compañía, ya sabes lo que tienes qué hacer.

— No sé que tengo que hacer. — Me hago la tonta sin apartar mis ojos de los suyos.

— Divorciarte de Alois. Te lo digo por las buenas. — Precisamente cuando iba a responderle me deja con la palabra en la boca y se aleja.
Me quedo pensativa durante unos instantes. ¿Qué estará tramando para hacer que  me divorcie de Alois?

Con el corazón desbocado y con leve temor me subí al ascensor.
Pulsé la planta donde se encontraba la oficina de mi marido.
Nada más poner un pie en el recibidor, su secretaria me retiene actuando de una manera algo extraña.
Intento esquivarla, pero la mujer cada vez más nerviosa me dice que no puedo entrar, supuestamente porque mi marido está reunido.
Intento ser amable, pero la insistencia de la secretaria de no ir hasta la oficina de mi marido me saca de mis casillas, por lo cual la hago un lado comenzando a caminar la oficina de Alois.
Antes de llegar, primero escucho como la puerta se abre y sale una mujer alta, con un largo pelo cobrizo, vestida con un vestido celeste, el cual le sentaba demasiado bien para mi gusto.
No sé porqué, me quedo pegada en el suelo, observando como la pelirroja habla de una manera muy amable para mí gusto con mi marido.
Siento como los celos me enloquecen al ver como esa mujer le da un beso en la mejilla y lo abraza susurrádole algo en el oído a mi marido.
Comienzo a enfurecerme, pues la mujer se ve a toda legua que es una descarada, tanto que camina como una modelo en pasarela dirigiéndose hacia la salida.
Mientras tanto yo la miro con odio hasta que desaparece en el ascensor.

Enojada, camino hacia la oficina de mi marido.
Tan ciega de celos iba, que no pensé en tocar la puerta, directamente pasé y nada más poner un pie me quedé a cuadros.
Alois se encontraba recogiendo algunos papeles del suelo y su mesa estaba vacía.

— ¿Laura? — Podría ser algo mal pensada, pero ver el escrito vacío, papeles tirados en el suelo y el cabello de Alois desaliñado, me hace de pensar y no es precisamente en nada bueno. Y más siendo testigo de la cara de sorpresa que ha puesto nada más verme.

— Sí soy yo. Y esa mujer que se acaba de irse, ¿Quién es?

— Ah, ella es Elena, una ex novia, que ahora está casada con un empresario de coches, y como me sigo llevando bien con ella, le pedido un favor. ¿Pero porqué has salido de casa, debes de guardar reposo?

— ¿Una ex? ¿Y le has pedido un favor? Interesante Alois.

— Laura no me digas que estás celosa.

— Yooo... Para nada. ¿O tendría que estarlo? — En verdad si lo estaba. Tampoco se lo ha decir, pero si seguía clavando mis uñas en las palmas de mis manos acabaría haciéndome sangre.

— Laura, no debes de temer nada. Elena y yo estamos casados, de echo te respeto y te quiero mucho. Antes de conocerte tuve algunos rollos con mujeres, pero desde que mi corazón te eligió todo en mí se transformó hasta el punto que soy todo tuyo.

— ¿Entonces porque está todo desordenado?

— Porque mira, aquí tengo una maqueta con el próximo circuito de coches que pienso construir, y se la estaba mostrando cuando los folios cayeron al suelo. — Vale. Lo que me ha dicho tiene su lógica, además Alois me explica con entusiasmo en lo que consiste la maqueta. Hasta yo lo veo interesante lo que Alois quiere hacer en un futuro.
Me siento decepcionada conmigo misma por haber dudado de él, pero no puedo sacarme de la cabeza que Damián esté tramando algo con la intención de separarme de Alois.

En la noche, me encontraba sentada enfrente de Elena cenando los tres en un restaurante.
Ella, además de ser bellísima, adoraba Alois. Al parecer estuvieron saliendo un tiempo, pero la relación no cuajó y quedaron como amigos.
Elena trabaja en la empresa de su marido, y al mismo tiempo está ayudando Alois para que saque su proyecto adelante.
En toda la velada, me sentía segura del cariño de mi marido, Alois sólo tenía atenciones para mí y puedo decir que Elena me cayó muy bien.

En la noche, en la oscuridad de nuestra alcoba, la pasión emanaba de nuestros cuerpos. El fuego me quemaba y las caricias y besos de mi marido me producían esa sensación de no querer separarme de él nunca pues lo amo con toda mi alma.
No sólo le ofrezco mi cuerpo para que sacie su apetito, le entrego mi alma en el momento que sus ojos almendrados se clavan en mí pronunciando esas palabras mágicas haciendo que mi corazón se ablande y solo haga que lo deseé más.

A primera hora me encontraba hablando con el abogado de mi padre.
Al parecer y tras haber estudiado el caso. Mi padre será juzgado por tráfico de drogas y armas ilegales.
Le caerán unos cuantos años.
Aquello me entristeció, tener que enterarme de que mi padre pasará muchos días en las penumbras de una celda.

Después de hablar con el abogado me fui directa hacia una cafetería.
Al entrar vi a Juan Luis detrás de la barra.
Lo conocía por ser un compañero de trabajo, y bueno porque me gustaba, pero nunca llegué a decírselo. A pesar de todo  nos llevamos muy bien, aunque haya pasado algún tiempo sin saber uno del otro.

Juan Luis me sirvió mi café y una tostada.
Durante un rato estuvimos  exponiendo cada cual sus problemas.
Juan Luis seguía viviendo con sus padres y había roto hace meses con su novia. Por infelidad.
Yo le conté lo feliz que me siento en mi matrimonio y el me felicitó.
Seguimos hablando durante un buen rato hasta que el turno de Juan Luis tocó su fin.

— Vienes, voy al hotel de la avenida, debo de hablar con Paulino para  recoger los menús que debemos servir en el próximo catering, si quieres podemos ir a comer juntos después.

— De acuerdo. No tengo nada que hacer. — Sonreí emocionada de poder pasar un día con un amigo.
Hacía tanto tiempo que no quedaba con mis compañeros o amigos de trabajo.
Pienso que Alba lleva algo de razón cuando me dice que desde que me casé paso demasiado tiempo en casa o con Alois. Casi ya he perdido contacto con algunos de mis amigos.

Al entrar al hotel con Juan Luis, este me dijo que lo esperase en el vestíbulo pues iría hablar con su jefe y volvería de inmediato.
Mientras esperaba sentada en el recibidor, me percaté que no estaba sola. Había un hombre algo más mayor que yo leyendo un periódico de una manera que me hizo sospechar.
Pues quien abre un periódico y se tapa la cara para leer.

Con disimulo lo observaba cada vez que pasaba página, sus ojos me observaban de una manera nada discreta. Al ver su rostro, me quedé pensando donde había visto aquella cara, pues aquel rostro me sonaba de algo, pero no sabía de qué.

Por fin apareció mi amigo, me susurró al oído que nos fuéramos y eso fue justo lo que hice.
Levantarme y mirar con desconfianza aquel hombre alto delgado que seguía con sus piernas cruzadas leyendo el periódico.

Después de salir del hotel, Juan Luis y yo fuimos a caminar por un parque.
Allí, nos entró la nostalgia, pues los recuerdos empezaron agolparse en él. Sus ojos ya no lucían risueños, más bien tristes, al recordar la manera de enterarse como su novia le había sido infiel varias veces, acusándole  a él de haberla dejado sola, cuando mi amigo solo trabajaba duro para poder casarse y comprarse una casa.
Me dio tanta pena por él que acabé abrazándole.

— Gracias Laura. En verdad necesitaba desahogarme con alguien. — Juan Luis se separa de mí dedicándome una tierna sonrisa.

— Tranquilo, para eso somos amigos.

— Ven vayamos a comer cerca del paseo marítimo. Hace poco han abierto un restaurante y dicen que es barato y se come bastante bien.

Acepto encantada irme a comer con mi amigo.
Durante el trayecto, llamo a Alba para que se reúna con nosotros.

Al llegar, Alba ya nos espera en la puerta. Juan Luis y ella se saludan y los tres pasamos dentro del restaurante.
Hacía bastante tiempo que no me lo pasaba tan bien en compañía de dos amigos. Por lo cual, quedemos en irnos por la noche a tomar unas copas.
Alba y yo parecíamos dos quinceañeras bailando en la pista sin ningún reparo ni vergüenza de que varios hombres allí presentes nos coman con los ojos.
Juan Luis se unió a nosotras y los tres bailemos y bebimos hasta media noche.
Avisemos un taxi y me fui a casa de Alba. Le mandé un mensaje a Alois para que no se preocupara.

Nada más pasar a casa de Alba, los ronquidos de su abuela nos hicieron de reír.
Qué manera de roncar tenía Consuelo, se le podría oír desde la calle.

Alba y yo nos quedemos de inmediato dormidas en el sofá cama.
Allí amanecimos al día siguiente con un fuerte dolor de cabeza debido a la borrachera que agarremos la noche anterior.

Consuelo, la abuela de Alba nos prepara el desayuno no si antes regañándonos como aquellas niñas de trece años cuando hacíamos alguna travesura.
Terminemos el desayuno y tras darme una ducha y ponerme ropa prestada de Alba, decidí ir a buscar mi coche antes de ir a casa. Me despedí de Alba, ésta se fue hacia su trabajo y yo en busca de mi coche.

Al llegar a la discoteca, me asusté lo bastante como para casi llamar a la policía. Mi coche no estaba aparcado donde lo dejé.
Un "gorrilla" me dijo que mi coche se lo habían llevado esta mañana un hombre de con un traje.
El hombre que se gana la vida aparcando los coches y recibiendo las donaciones que le dan, me describió al hombre que se había llevado mi coche. Sin duda la descripción hacía referencia a mi marido.

— Buenos días Alois. ¿Te has llevado tú el coche esta mañana? — Pregunto algo nerviosa pues siento que me va caer una reprimenda por parte de Alois.

— Sí. Esta mañana fui yo a recogerlo y quiero verte en diez minutos en casa. Tú y yo tenemos que hablar.

Tragué saliva ante el tono tan serio y autoritario del cual me había hablado Alois.
Acto seguido llamé a un taxi y le di una propina al "gorrilla" por su ayuda.

Nada más llegar a casa, Alois estaba sentado en el sofá con la tablet encima de sus piernas mirando la pantalla con una expresión muy seria.

— Hola mi amor.— Dije acercándome a él para darle mi beso de buenos días.
Al parecer Alois estaba tan molesto que se levantó clavando sus ojos en mí furioso.

— ¿Dónde estuviste anoche Laura? — Jamás había visto Alois hablándome de esa forma con tan poca cordialidad mirándome tan enfadado.

— Ya te lo dije. Estuve con Alba y un compañero que hacía mucho que no veía.

— ¿Con Alba? Acaso me has visto cara de gilipollas Laura. Sé perfectamente que tú anoche no estuviste con Alba, si no con tú compañero. Y por lo que veo te llevas muy buen con él. — Alois me extiende la tablet, donde veo fotos en la que salimos Juan Luis y yo en el parque, cuando nos abracemos, en el restaurante comiendo, entrando y saliendo del hotel, incluso en la discoteca bailando.
Pero de Alba no hay ni rastro.

— Alois te juro que también estuvo con nosotros Alba. Además yo nunca te sería infiel. ¿Porqué debía hacerlo si estoy enamorada de tí?

— Eso me gustaría saber Laura. Porqué has pasado la noche con otro hombre. Aquí en las fotos se ve muy bien cuando entrais y cuando salís del hotel. Dejaste el coche en la discoteca para no levantar sospechas.

—Alois, esto es un Photoshop. Además te prometo que Alba estuvo comiendo con nosotros y después nos fuimos los tres ama discoteca, he dormido en su casa. Llámala si quieres y compruébalo.

Alois no dijo nada más. Se fue sin apenas mirarme dejándome sola y con la incertidumbre de saber si me ha creído o no.
Llamé de inmediato a Alba para contarle lo sucedido.
Ella intentó animarme mientras yo lloraba de la misma desesperación.
¿Cómo habían llegado esas fotos a las manos de Alois? ¿Quién fue quién me estaba espiando? O si detrás de todo esto estaba la mano de Damián metida.

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