Capítulo 32
Durante todo el día pude quitarme de la cabeza a Laura. Aunque siempre pienso en ella, presentía algo.
La llamé varias veces a su móvil, pero siempre estaba apagado.
La noche fue la peor, la había buscando por toda la ciudad, los nervios empezaban a fluir rápidamente por mis venas.
Apenas había dormido, estaba duchándome en casa de Héctor, cuando Alba me llamó confirmándome mis sospechas.
A Laura se la habían llevado al hospital, al parecer alguien la había golpeado.
Salí de inmediato de la ducha. Me vestí con lo primero que tomé prestado de mi primo, para salir rápidamente hacia el hospital.
Junto a mí iba Héctor conduciendo.
Ni mi primo se fiaba de mí, pues estaba furioso y al mismo tiempo intranquilo.
Héctor hacía lo posible para que me calmarse inútilmente, pues estaba deseando de llegar al hospital para saber qué ha ocurrido con mi esposa.
— Joder Héctor písale al acelerador pareces una anciana conduciendo.
— Alois, ¿vale ya, no tío? ¿Qué quieres que tengamos un accidente? Además ya queda poco para llegar.
Resoplé varias veces revolviéndome el cabello de lo desesperado que me encontraba.
Al fin pudimos llegar al hospital.
Nada más informarnos en la habitación donde se encontraba Laura, fuimos directos hacia allá, donde nada más salir del ascensor busqué a Alba. Ella lloriqueando me abrazó repitiéndo que está bien.
— Alba ¿Estás bien? — Le pregunto pasando mis manos por sus brazos mientras Héctor le hace entrega de un pañuelo.
— Sí, o eso creo. Alois cuando la he visto en el suelo tirada manchada de sangre y su rostro... — Escuché con atención a Alba. Tanto como mi ira iba aumentando tan solo de pensar que algo malo le hubiera ocurrido a Laura.
— ¿Alba sabes que ha ocurrido con exactitud?
— No lo sé. Yo iba dirección hacia mi trabajo cuando he visto un coche parado en mitad de la carretera,y gente gritando, entonces he decido acercarme para ver que ocurría, y ahí es cuando he presenciado que se trataba de Laura. El hombre se ha montado muy rápido en el coche y se ha ido.
— Maldita sea. — El odio no me deja de pensar con claridad y acabo golpeando la pared. Me da igual si me rompo la mano.
Solo quiero saber cómo está mi esposa.
Intranquilo, paseando de un lado a otro por el pasillo espero a que aparezca un doctor.
Tuvo que pasar casi una hora hasta que un doctor habló conmigo.
— Señor, debo comunicarle que su esposa está bien, solo tiene algunas fracturas en dos costillas y la mano enyesada. Pero debido a los golpes, la señora a perdido a su bebé. Lo siento mucho, no hemos podido hacer nada, la paciente comenzó a sangrar y no hemos podido salvar el feto, de echo estaba de muy pocas semanas.
Me quedo callado, intento ingerir las palabras del doctor. Cuando éste se va, yo caigo desplomado en la silla.
Aún no me puedo creer lo sucedido. Laura estaba embarazada, iba a darme un hijo. Un hijo.
— Alois, Alois dime algo primo me preocupas.
— Héctor, qué voy a decir. — Como un zombie caminé hasta la habitación de Laura.
Ella estaba dormida, al parecer le habían puesto un calmante.
Tomé asiento en una silla y me senté agarrando su mano. La miraba constantemente pensando en que hasta ayer llevaba un hijo mío en su vientre y ahora no. ¿Cómo se lo diré?
Tan solo de pensarlo, ya me atormenta la idea de qué manera voy comunicárselo a ella.
La observaba cómo dormía, se veía tan hermosa, tan bella a pesar de tener su rostro herido, logrando enfurecerme más.
Me levanté de la silla aprentando mis puños expulsando blasfemias preguntándome quien diablos le ha podido hacer esto a Laura.
Miré por la ventana como el aire revolvía las pocas hojas de los árboles, me quedo contemplando el cielo pensando en la manera de proteger a mi familia.
Al escuchar la voz de Laura me volteo para ir hasta ella, poder acariciar su mano y decirle cuánto lo siento por no haber podido estar a su lado cuando la han lastimado.
— Alois mi amor no tienes que disculparte, las cosas pasan. Sé que quieres protegerme y cuidarme, como yo también lo quiero hacer contigo. Te amo.
— Laura, sabes que ... — Me siento tan nervioso y al mismo tiempo tan triste, hasta las palabras seme agolpan en mi garganta, pues una cosa es pensar en la manera de cómo decir las cosas, y otra muy distinta hacerlo de frente.
— Alois... Perdóname. En verdad no sabía que estaba embarazada. Me lo suponía y me iba hacer un test para confirmarlo. Pero ahora...Nuestro hijo...— Ver a Laura llorar el corazón seme parte en dos. La abrazo susurrádole que todo va estar bien, pues lo principal es que a ella no le haya ocurrido nada malo y aún somos jóvenes para tener hijos.
— Mi amor me siento tan mal...
— Escúchame Laura. Lo importante es que tú estés bien. El médico ha dicho que tus pruebas han salido bien, a pesar del aborto todo está bien. En unos meses podemos seguir intentando si queremos tener hijos.
Por eso mi amor, no te preocupes, que ya mismo nos ponemos hacer la tarea y verás que sobresaliente sacamos.
Ahora dime...¿Sabes quién te ha echo esto? ¿Porqué estuviste toda la noche fuera? Me tenías muy preocupado.
— Me quedé sin batería y no pude llamarte. Me reuní con tu abuelo y este me dijo que mi papá está en la cárcel y para retirar la denuncia yo debía divorciarme de ti. Porqué no valgo para tener hijos.
— Será desgraciado el viejo asqueroso. ¿Quién es él para decidir por mí?
Maldito viejo, te juro que lo asfixio con mis propias manos.
— Alois no hagas nada de lo que te puedas arrepentir.
— Tampoco me voy estar quieto viendo como mi abuelo sigue entrometiéndose en mi vida y mucho menos le voy a permitir que te lastime.
— Alois ...
Besé la mano de Laura buscando la calma que tanta falta me hace.
Ya había llegado el momento de enfrentarme a mi abuelo, y hacerle entender que las personas tomamos nuestras propias decisiones, no somos marionetas que nos puede manejar a su antojo.
A la mañana siguiente, mi madre y Estrella fueron a visitar a Laura. Yo mientras tanto aproveché para reunirme con Héctor.
Había estado toda la noche pensando en mi vida en general, llegando a la conclusión que mi abuelo solo me ha estado utilizando.
Primero fue para salvarle la vida a Julen, y después cuando se enteró de la enfermedad de Julen, muerto su único hijo, su legado pasaría a manos de sus yernos. Cosa que eso no le hace gracia a mi abuelo, por eso tanto a mí como como a Héctor nos ha adiestrado como perros para hacer lo que él disponga.
Pero...eso ya se acabó.
Nada más bajarme del coche, camino con paso firme apretando mis puños decidido a enfrentar a mi abuelo.
Cómo esperaba está reunido con algunos familiares.
Me da exactamente igual quien haya en la habitación. Quiero enfrentarlo y hacerle entender que ya no soy su mascota.
Nada más tenerlo enfrente mío, siento como la ira fluye rápido por mis venas como si de un veneno se tratase, lo engancho de la camisa a mi abuelo.
Nuestras miradas se cruzan en un punto de enojo.
— ¿Qué pretendes hacer Alois?— Me quedo callado observándole sintiendo como alguien trata de separarme de él.
— Alois, no lo hagas. No ves que eso es lo que quiere. Ven conmigo. — Me niego a irme con Héctor no si antes haberle dejado claro a mi abuelo que no me da miedo sus amenazas y mucho menos voy a estarme tranquilo mientras lástima a mi familia.
A pesar de poner resistencia y gritarle a mi abuelo. Héctor logra sacarme a fuera al jardín.
— Déjame Héctor. Déjame que va probar mis puñitos. Te juro que me las paga ese ogro.
— Basta Alois. Mírame. Antes de nada cálmate y escúchame con atención.
Alois, entiendo que después de lo que te ha ocurrido quieres hacer un saco de boxeo con su cara. Pero esa no es la solución Alois.
— Y que no, dice el otro. Alguien tiene que ponerlo en su lugar, y ese seré yo.
— Alois, insisto. No hagas una tontería. — Quería ir a desquitarme con el culpable de que mi vida haya sido una amargura. Las manos y el cuerpo de mi primo sobre mí, me impedían moverme para no lograr mi objetivo.
— Quítate Héctor, esto no te concierne.
— Alois, tranquilízate, ¿de acuerdo? Escúchame. Claro que me concierne todo este asunto, porque al igual que tú yo también he sido la marioneta del abuelo. Desde pequeños nos han educado para que hagamos las cosas según dicte él, jamás hemos sido escuchados cuando nos quejamos, nadie nos ha tomado en serio cuando decidimos hacer otra cosa. Ser actor, para mí es mi vida, y tú eres piloto de coches.
¿Porqué vamos a destruir nuestros sueños por culpa de un dictador como el abuelo?
Alois, yo te puedo soltar para que vayas a golpearle y así aliviar tu dolor. Pero mañana volverás a la empresa y seguirás haciendo lo que él dice.
¿No es mejor darle su escarmiento de otra manera?
— Como qué.
— Siempre hemos hecho lo que más le conviene al abuelo, hemos seguido sus instrucciones como soldados.
Pero ahora...ha llegado el momento de decidir nuestra vida. Dejarle claro que nosotros tomamos las decisiones en nuestras vidas, hacemos lo que nos guste a pesar de equivocarnos. Pues de los errores se aprende y uno se hace más sabio.
— ¿Me estás queriendo decir que dejemos la empresa?
— Te estoy diciendo que nos liberemos de estas cadenas, que somos unos tíos de casi 30 años y somos libres de escoger nuestros sueños, de hacer lo que nos gusta sin ser sometidos a comentarios negativos o lo que es peor. Quitarnos de un plumazo nuestros sueños para complacer a otros.
Me quedé observando a Héctor pensando una y otra vez en sus palabras.
Respiré hondo pensando en mi familia y lo que acaba de suceder con Laura.
Héctor llevaba razón, de nada servía armar bronca y después volver al principio.
Había llegado la hora de alejarse de todo, de comenzar de nuevo mi vida donde la dejé, de poder hacer las cosas a mi manera.
Puse una mano en el hombro de mi primo, le sonreí algo más calmado.
Asentí con mi cabeza mientras le apretaba ligeramente en su hombro.
No hizo falta hablar más, pues Héctor me entendió perfectamente.
Firmaríamos la renuncia de la presidencia y de ese modo estaríamos rompiendo todo vínculo con mi abuelo y de ese modo rompiendo las cadenas que el mismo nos ha ido poniendo con el paso de los años.
Me marché con Héctor hacía el hospital para estar de nuevo con Laura.
Durante la noche pensaría en la manera de vender mis acciones para construir mi propia empresa.
Mientras trabajaba en el ordenador, pensaba en el disgusto que le vamos a dar a mi abuelo.
Porqué si algo ha tenido claro él, es que tanto Héctor cómo yo debíamos seguir adelante con el legado que deje, el apellido Irzu debe seguir manteniéndose como el más respetado quitándote de encima a toda persona que no haga nuestra voluntad. Así ha sido la manera de hacer las cosas de mi abuelo y por lo general yo no estoy de acuerdo.
Debo proteger a mi familia y la única manera es dejándole claro a Damián Irzu, que a pesar de hacer maldades, nada le ha salido bien.
Me separó de mi madre, años después la encontré y todo está hablado y perdonado.
Puso a Laura en mi camino para que hiciera de alcahueta para que volviera hacer su voluntad. Me enamoré de ella y ahora soy feliz de estar casado con ella. Y por supuesto lucharé para tener un futuro feliz y tranquilo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro