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Capítulo 25

Aún tengo grabado el día que Alois puso en mi dedo el anillo, donde  pasaría a ser su esposa.
La idea de ser la mujer de Alois no me terminaba de  convencer, pues aún me invadía el amor que siento hacia su hermano.
Por ello hablé con Alois, necesitaba decirle que no lo amo y nuestro matrimonio todo sería en aparecía.

Aún siento amor hacia Julen, me cuesta mucho quitármelo de la cabeza y ahora más cuando lo veo tan desmejorado y apenas pronuncia palabra.
Su mirada se pierde en la nada, intento cuidarlo lo mejor posible, en cada caída siempre estoy ahí cerca de él ayudándole a incorporarse.
Y sin embargo, me siento frágil de no poder hacer más por él. Me mata por dentro ver al hombre de mis sueños como se va deteriorando y yo incapaz de poder hacer más, intento darle lo mejor de mí rezando cada día para que siga conmigo.

Los días han ido pasando como su enfermad ha ido avanzando, ya no es el mismo Julen del principio.
Aquel hombre del cual me enamoré perdidamente por su nobleza, por sus manera de tratarte tan cariñosa, por permitirme conocer que todos los hombres no son tan machistas como Ricardo.
Ahora Julen, es un ser vivo encerrado en un abismo, una enfermedad que llegará el día que lo apartará antes de tiempo de nuestro lado para siempre.
Lloro cuando estoy sola pensando en Julen y al mismo tiempo me siento mal con Alois.

Desde hace meses que somos marido y mujer, admito que él se está portando bien conmigo. Sé ve que le importo y en ocasiones pienso si estará enamorado de mí.
Durante todas estas semanas que vivimos juntos nunca se ha declarado, y en mí ha sembrado la duda, pues comienzo a sentirme atraída hacia él.
Vamos juntos a visitar a Julen a la clínica, los dos seguimos preocuparos por su hermano y aunque me dolió mucho tener que separarme de él, tuve que aceptar que Julen estaría mejor hospitalizado en una clínica donde los médicos estarían al pendiente de él.

Hoy he decido venir sola, Alois hace días que tuvo que marcharse de viaje de negocios, y aquí me encuentro sujetando la mano de Julen volviéndome loca del mismo coraje que siento al tener que presenciar como el hombre que amo lo he perdido en cierto modo.
Le hablo enseñándole las fotos que nos hicimos juntos, solo estamos él y yo viviendo el presidente y ahora se ha ido, llevándose el calor que calmaba mi ansiedad.
¿Por qué la vida es tan cruel e injusta?

La hora de visita termina, me despido de Julen haciéndole prometer que volveré, aunque esté así tumbando en una cama sin saber qué pasa a su alrededor como si de un muñeco se tratase, no pienso abandonarle.

Al salir de la universidad busco a Alba, estoy preocupada por ella, lleva unos días sin venir a clases y trabaja demasiado, supongo que será para pagarle el tratamiento a su madre.

Como ya suponía, Alba me cuenta lo mal que lo está pasando, debe de dejar las clases para trabajar si quiere pagar las facturas de casa y el tratamiento a su madre.
A pesar de que mi amiga es una mujer luchadora y fuerte, verla derrumbarse, se me parte el corazón en dos.
La consuelo dándole ánimos e intentando encontrar una solución, pues al igual que ella me ha ayudado en mis peores momentos yo también la ayudaré.

— Alba no llores más, mira hablaré con Alois y le comentaré lo que te ocurre y si él puede darte un trabajo en la empresa.

— Gracias Laura. Pero yo lo único en lo que tengo experiencia es de camarera y limpieza.

— No sé ya se me ocurrirá algo, déjame que hable primero con él.

— Laura, ¿Cuándo piensas llamar Alois marido? Ya lleváis meses de casados y hasta donde yo sé, ni dormís en la misma habitación. ¿Crees que Alois se merece lo que le haces? — Me quedo pensando en lo que me ha dicho Alba, guardando silencio.

— Es que aún amo a Julen, y...

— Excusas Laura.
De acuerdo, amas a Julen y por desgracia él está enfermo, admiro lo que haces amiga, pero Alois te está ofreciendo lo que toda mujer deseamos. Es guapo, cariñoso, siempre está al pendiente de tí, es comprensible respecto a lo que te ocurre. Pues chica, no entiendo porque no lo quieres.

— No es fácil Alba.

— Debes intentar acercarte a tú marido Laura, porque todo hombre tiene su límite y no veo yo Alois meses de abstinencia. Si tú no se lo das, va ir a buscarlo en otro lugar, si no tiene ya alguna amante. — Trago saliva con temor ante la idea de que Alois tenga otra. Pero...aunque me niegue admitirlo, Alba lleva razón, me he portado demasiado distante con Alois y todo tiene un precio.

— Alba, sabes que no tengo mucha experiencia con hombres. ¿Me podrías ayudar?

— Lo primero que debes hacer, es echarle un vistazo al Kamasutra, y con un buen camisón y tú sensualidad estoy segura que va caer.
Al fin de cuentas es tú marido. — Alba alza sus cejas con una risita burlona.

Acto seguido, vamos hacia una tienda de lencería y un sex shop.
Mientras que yo me muero de la vergüenza, dándome la sensación que tengo menos idea del sexo que una adolescente, Alba mira cada cacharro de esos tocándolo con tanta destreza que cualquiera diría que sabe lo que hace, cuando yo sé que Alba sólo ha tenido un novio en su vida y le destrozó el corazón cuando sacó de ella lo que quiso.
Se acostó con ella y después fue contando a sus amigos cosas referente de ella, por supuesto más inventado que verdad.

Desde entonces, admiro a mi amiga por saber poner en su lugar a los tíos que solo buscan sexo, no si antes intentando convencerte con palabras bonitas hasta que consiguen su propósito y después se van cuando ya han logrado convencerte para terminar en la cama.
Sonrío para mis adentros por el mal carácter que se gasta Alba, no como yo que siempre me sentido débil ante el acoso de Ricardo.
Y ahora que él está en la cárcel, puedo al fin respirar, pensando de alguna se ha echo justicia a pesar de que nada ni nadie podrá borrar todo lo que en mi piel está marcado por culpa de él.

Sin embargo, Alois no es Ricardo.
Esbozo una sonrisa pensando en la sorpresa que le daré esta noche cuando regrese de su viaje.
Ya me imagino hasta la cara que pondrá cuando me vea vestida con este picardías rojo con encaje negro en el pecho haciendo que mis pechos se vean más voluptuosos.
Después de anotar mentalmente los consejos de Alba, me voy hacia mi casa donde comenzaré a preparar la cena y después me pondré el picardías, quiero provocar a mí marido, poder gozar juntos en la cama hasta terminar saciados uno del otro.
Aunque en mi corazón siga vagando el amor que siento por Julen, necesito que Alois me seduzca y conocer el amor envuelta en sus brazos y poder al menos  ir olvidándome poco a poco de Julen y de este sentimiento que tan atrapada me tiene y no me deja volar hacia otro hombre.

Preparo la cena, miro la hora, todo está listo.
Le doy un último retoque a la mesa encendiendo las velas.
Por último, sintiéndome satisfecha con  mi trabajo subo rápido a la habitación para cambiarme.
Qué buen recibimiento le voy a dar, y que excitada me siento cuando me miro en el espejo y veo el resultado.
Me pongo una bata y bajo nada más escuchar la voz de mi marido.
Me rocío con un poco de perfume ansiosa y nerviosa por ver la cara que pondrá nada más verme.

— Alois, Qué bien que estés en casa.— Le rodeo por su cintura por detrás poniéndome de puntillas para besarlo en su cuello.
Al voltearse, sus almendrados ojos quedan fijos en mí siguiendo la línea de mi figura. Una sonrisa maliciosa aparece en su rostro, sus ojos se han oscurecido, llegando a excitarme al momento.
Siento por dentro un calor sofocante, tomo la iniciativa de besarlo enterrando mis dedos en su mechones de pelo.
Esa melena castaña que me vuelve loca, nuestras labios se mueven al compás de nuestras lenguas danzantes quemandome más y más, sus dedos rozan con delicadeza mi cuerpo, el fuego que me pringa hace que me acerque más y más a él notando como varios espasmos sacuden ligeramente mi intimidad.

— Vaya recibimiento. — Jadeante se separa de mí tomando de nuevo mi boca.

— ¿Te ha gustado? — Me cuesta respirar, siento que soy de gelatina en las hábiles manos de mi marido.
Puedo sentir su respiración y sus caricias en mi piel, sin saberlo Alois está borrando las huellas de Ricardo y eso me llena de dicha al poder dar el paso de poder entregarle mi precioso tesoro a mi marido.

— Sí, pero no pienso que aún estés preparada. Por cierto, ¿has hablado con mi abuelo?

Frunzo mi ceño, no entiendo porque me hace esa pregunta.
Aún así, le respondo que sí.

— Sí, hace dos días nos crucemos en el hospital cuando salía de ver a Julen y me preguntó para cuándo vamos a darle un bisnieto. — Le digo con la esperanza que vuelva a tomarme y apague este fuego que ha comenzado a esparcirse por mi cuerpo.

Al observar a Alois, me encuentro un semblante diferente, su mirada es más oscura, su mentón está demasiado apretado y sus músculos están demasiado tensos como para acercarse a mí acorralándome entre la puerta y su cuerpo.
Presencio en sus pupilas hay una llama de ira instalada, tanto como para darme un empujón contra la puerta  subiéndome hacia arriba agarrándome por mis muslos rasgando la lencería con una brutalidad que me excita al momento. Su boca es más posesiva, y eso me impresiona activando en mi cada célula de mi cuerpo.
Sus manos agarran fuerte mis muñecas alzando mis brazos por encima de mi cabeza logrando estimularme de una manera  descomunal.
Alois sabe cómo torturarme de una manera placentera, tanto que me dejas complacer por sus besos cargados de erotismo, sus sensuales caricias a la vez que me aferro a él abriendo mis piernas para entregarle mi honra.

— ¿Esto es lo que quieres Laura? — Casi no puedo hablar, estoy jadeante y ansiosa por llegar a más, lo crea o no Alois me hace enloquecer, y lo que más deseo es que me lleve a la cima del placer.

— Sssiii...— Vuelvo a cerrar los ojos antes de sentir mi cuerpo templado.
Alois se ha apartado de mí como si tuviera la peste para dejarme claro que no volverá ha tocarme.

— ¿No puedes hacer esto Alois? Estoy a caldo...Al menos termina, no puedes dejarme así, joder.

— No comprendo, hace unas semanas me decías que no podías y ahora quieres que termine. ¿Qué pasa que mi abuelo te está metiendo prisa para que te quedes embarazada?

— ¿ Tú abuelo? ¿Qué tiene que ver él ahora? Sí, estoy que ardo, joder Alois tú también necesitas terminar, por favor hágamoslo.

— No. Yo me daré una ducha fría y tú si tan ardiendo estás deberías hacer lo mismo.

Alucino con las palabras de Alois y su carácter. Será imbécil.
Ahora que este no me deja así, esta noche llego hasta final como de lugar.
Lo sigo hasta su habitación, allí lo espero a que termine de darse una ducha.
Minutos más tarde, sale desnudo con una toalla liada a su cintura.
Se ve tan atractivo con esas gotas resbalando por su piel y su melena mojada y revuelta pienso que me quedo sin sentido.

— Laura, ¿Acaso no has visto un hombre desnudo? ¿Me vas ha desgastar con la mirada?

— Madre mía... qué rico qué estás. Estás buenísimo Alois. — Hipnotizada es poco a como me quedo viendo la desnudez de mi marido.

— Vete por favor. Necesito dormir algo, mañana tengo que madrugar.

— Pues va ser que no. De aquí no me muevo hasta que no termines lo que has empezado hace un momento.

— ¿Tan desesperada estás? Por favor Laura vete antes de que pueda hacer algo que te lastime.

— Mientras me hagas el amor, yo estoy encantada. Y sí, estoy ansiosa por que me hagas tuya. Y si  te preocupa algo, usemos precaución.

— De verdad me desconciertas. Pero si insistes ...Que no se diga que no hago bien mi papel de marido.

Muy bien no me presta como Alois habla de nuestro matrimonio, siento que hasta se haya podido arrepentir, y aún así yo estoy cayendo en su encanto tocando la fibra de mi corazón replanteándome que pudiera sentir algo lindo por él. Amor.



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