si le pido que beba usted no tiene que beber
-¿A cuántas mujeres hubiese tenido en su camioneta?-
la albina le miraba de reojo y sin pestañar, al tiempo en que murmuraba para la rubia.
-Podriamos hablarle- opinó la última.
Ella no podia más (hablarle) aparte de sus canciones, le tenia en sus aires y al cerrar los ojos, al ojear los libros de biología y al agarrar el micrófono.
Un alma que ella no conseguiria deborar.
Pero que podría adorar.
Miró como caminaba hacia una rubia y se perdían en palabras.
Con rostro firme y dura mirada se digno a voltear.
-con qué objeto.
Sus latidos se incrementaron al pensar en la idea.
-Hmm. Quizá, sujerirle que sea tu compañero para el trabajo de inglés, oí que reprobo en ello. Serias quién le ayude a aprobar el semestre, Mangle.
La ojiambar volteó a ver sus cabellos sacudidos en sus movimientos, meneados bajo el frío sol de otoño.
Una extraña sensación le llegó de repente y pensó la conclusión
Nada perdía con intentarlo.
Admiro el polvoriento suelo y sonrio para sí.
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