Corro lo más rápido que me permiten mis patas, en realidad estoy sorprendida de haber llegado tan lejos, estoy sorprendida de haber escapado.

Ser una omega en una manada con el mandato en los alfas es en realidad lo cosa más aterradora a la que me he enfrentado jamás, mi cuerpo se sacude al pensar en todas las humillaciones que he pasado debido a mi condición, tomo eso como una motivación y acelero el paso, las pisadas de los betas tras de mi se escuchan cada vez más lejanas.

Tal vez debería darles un poco de contexto.

Así que como ya mencione soy una omega, veinte años y actualmente expulsada de una manada muy tradicional y retrograda, al punto en el que nuestras formas lobunas es la única manera de presentación que conocemos. Soy una cambia formas, sin embargo he olvidado la última vez que he estado en mi cuerpo humano, no puedo recordar nada además del color de mis ojos.

La razón por la que estoy huyendo podría resultar bastante graciosa si no fuera porque de hecho estoy a punto de colapsar, puedo olfatear la ira de los lobos tras de mi.

No suelo ser alguien que desobedezca la autoridad por absurda que me parezca, de ser así no habría sobrevivido veinte años en la manada, aunque también podría decir que gran parte de ese crédito se lo debo a mi madrina, quien se encargo de mi los últimos años desde que mis padres murieron y se aseguró de disciplinarme y mantenerme a raya para que no me saliera de sus manos, pero supongo que no podía evitarlo por siempre.

Hoy fue la presentación de algunos de los lobos de la manada, entre ellos el hijo del líder, quien se supone que tomaría el mando cuando su padre se retirara, para la sorpresa de todos no se revelo como un alfa si no como un omega, la clase a la que su padre ponía por debajo y manipulaba con su asquerosa voz de mando.

Entre todo el silencio sorprendido me reí, no pude evitarlo, me parecía irónico y de hecho una buena jugada del karma, estaba un poco contenta por la desgracia ajena y digamos que esa falta de respeto por la autoridad no estaba permitida, cuando como castigo quisieron que sirviera como una tercera consorte -otra esposa sin ningún título o autoridad y sin ningún otro propósito que servir y complacer al alfa- Me negué y escape, así que ahora corro por el bosque esperando poder escapar de las consecuencias.

Al menos el propio jefe de la manada era consciente que permanecer a su lado como esposa representaba un sacrificio para cualquier ser mortal.

Me inquieto cuando olfateo el mar y escucho el sonido de las olas, sé que voy directamente a un callejón sin salida pero tengo la esperanza de que de alguna manera pueda lograr escapar.

Los arboles se quedan atrás y se da paso a las pocas palmeras y a la vista de la arena y el mar, aún tengo ventaja contra los lobos pero no sé que tanto me durara eso.

Ladeo la cabeza cuando veo el barco y reconozco de inmediato que no pertenece a la manada, de hecho no pertenece a ninguna manada que resida en la gran isla. Entonces lo sé de inmediato, se trata de humanos.

Incluso aunque siento ganas de retroceder no lo hago, corro más de prisa al ver la gran tabla por la cual algunos de ellos suben a toda prisa.

Continuo cuando siento que los lobos se detienen, inseguros, su miedo a la humanidad es más grande que sus ganas de asesinarme. Casi sonrío pero en cambio aprovecho la oportunidad cuando nadie más sube y me adentro en el barco.

Todo el mundo parece bastante ocupado como para notar a la pequeña loba gris en territorio enemigo, la tabla por la que acabo de pasar empieza a elevarse y yo que veo una escalera hacia la parte de abajo no desaprovecho la oportunidad y bajo por ella, me escondo en una esquina y me permito descansar.

Tal vez esto sea un error o tal vez sea la decisión adecuada, solo lo voy a saber cuando despierte de nuevo y tenga que enfrentarme a ello.