veintiocho.
Sus pupilas se dilataron al mismo tiempo que sus ojos se pusieron vidriosos.
—Demasiado —contestó con un hilo de voz—. Hubo demasiado... y no fue suficiente.
Me partió el corazón ver a Bathsheba en aquel estado, abriéndome el suyo de par en par, mostrándome todo el dolor, rabia y frustración que escondía en él; el inconfundible tono de traición, que había visto en el pasillo cuando le había empezado a gritar a Barnabas. Ambos habían compartido una historia, y no había tenido un final feliz.
Recordé el gesto desolado del demonio cuando había perdido la oportunidad de un mínimo acercamiento con ella en el corredor, la esperanza que se había visto reflejada en sus ojos antes de que mi doncella se volviera a esconder en lo profundo de su corazón y sacara a relucir aquello que la había mantenido entera.
Miré a Bathsheba sin saber muy bien cómo actuar. Había tenido amigas en la aldea, pero ninguna de ellas lo suficientemente íntima para compartir momentos de esta índole; me mordí el labio inferior mientras me sentía estúpida. Una humana inútil, incluso para eso.
—Lo siento —fue lo único que se me ocurrió susurrar.
Bathsheba sacudió la cabeza, indicándome que no era necesario disculparme, recordándome que yo no tenía culpa de nada; sus ojos se encontraban desenfocados, clavados en algún punto de la alfombra que teníamos a nuestros pies... con su mente atrapada en el pasado. En los recuerdos.
Pensé que sería bueno para ella compartir en voz alta eso que llevaba tanto tiempo callando. Quizá eso la ayudaría, el decirlo en voz alta y poder sacárselo de dentro como si fuera una pequeña espinita.
Dejé que el silencio se extendiera entre nosotras como una oferta: no la obligaría a hablar si ella no quería, estaría a su lado hasta que estuviera preparada para decírmelo. Bathsheba habría hecho lo mismo por mí.
—A pesar de mi aspecto, soy mucho más joven que ese maldito embustero —dijo cuando estuve a punto de creer que no hablaría, que no abandonaría su coraza y seguiría aferrándose a ella como si fuera un bote salvavidas—. Cuando lo conocí era muchísimo más posterior a su existencia... además de ingenua e inocente —se le escapó una risa desganada y casi pude escuchar sus pensamientos: «Como si un demonio pudiera ser ingenuo e inocente»—. Mi hermana y yo pertenecemos a una jerarquía menor, nuestra vida no fue siempre como la que llevamos ahora... tuve que hacer multitud de cosas de las que ahora me arrepiento para que pudiéramos salir adelante.
»Me ofrecí a grandes señores demoniacos para hacerles sus trabajos sucios, evitando que sus manos se mancharan de sangre. Lo hice, intentando proteger a mi hermana del horror de lo que suponía no haber nacido en un estrato superior; lo hice sin saber que caería en las redes de uno de los peores demonios mayores que existen.
Pestañeé, intentando asimilar la información de Bathsheba sobre cómo era su mundo. Nayan ya había dicho en alguna ocasión que ninguna de mis dos doncellas parecía ser la compañía adecuada para mí; era evidente la enorme diferencia que había entre las gemelas malvadas y mis doncellas. El abismo que parecía existir, y que quedaba patente en la forma en la que habían tratado a Bathsheba o Briseida cuando habían tenido oportunidad.
Luego caí en la cuenta de que mi doncella había afirmado que Barnabas era un demonio mayor, alguien que contaba con demasiado poder. Quizá rivalizando con el propio Señor de los Demonios.
—Entré al servicio de Barnabas —prosiguió Bathsheba con tono lúgubre, aún perdida entre las brumas de sus recuerdos, de su dolor—. Empecé a endurecerme a causa de la crueldad que mostraba, empecé a aprender de él. Supongo que mi interés por estar a su altura, de conseguir que no se arrepintiera de haberme aceptado, hizo que se fijara en mí; y yo fui tan estúpida de no saber frenarlo a tiempo. Una parte de mí estaba encantada de recibir ese tipo de atención, otra era capaz de reconocer la gran oportunidad que representaba para mi hermana y para mí.
»Comencé a hacer planes, ilusionada por poder brindarle un futuro mejor a mi hermana... una oportunidad. Mientras Barnabas siguiera manteniendo algún tipo de interés en mí, yo estaba más cerca de conseguir lo que necesitaba; el tiempo pasó y mis intenciones de aprovechar la posición de Barnabas fueron diluyéndose, bajando en mi lista de prioridades.
»Me cegué, no fui capaz de ver nada de lo que se ocultaba tras su atractivo rostro y retorcido sentido del humor. Permití que me enredara según sus propios planes, permití que mis responsabilidades quedaran relegadas a un segundo lugar mientras ese maldito demonio jugaba conmigo.
De nuevo recordé la expresión de Barnabas en el pasillo, no creí que hubiera sido una actuación por su parte. Realmente creía que había sido algo natural, lejos del papel que solía desempeñar para sacar de quicio a Setan.
—Ella apareció aquel día —escupió entonces Bathsheba entre dientes con una rabia feroz, más de la que podía sentir hacia el demonio de ojos grises—. Barnabas pareció sorprendido de verla, aunque yo no me interesé, pues no sabía mucho de los estratos superiores... de los demonios más poderosos; le dijo al demonio que tenía entre manos algo grandioso, pero que necesitaba efectivos para llevarlo a cabo. Alianzas, como las denominó ella —añadió con desdén.
El ambiente de la habitación pareció enfriarse de golpe mientras Bathsheba retorcía las manos, indicando que había llegado a un punto bastante complicado de su historia. Tragué saliva y coloqué una de las mías sobre el puño que había formado ella de manera inconsciente.
—No tuvo el valor siquiera de decírmelo —la voz se le rompió y el fuego de su mirada titubeó ante el dolor de aquel momento que debía estar reviviendo en su mente—. Fue ella la que vino a mí para reclamarme como suya, a mi hermana y a mí... pues mi vida está ligada a la de Briseida y las decisiones que tomábamos repercutían en la otra —apretó las manos y cerró los ojos—. Pasamos al servicio de la Maestra, donde no pude proteger a mi hermana de los horrores a los que teníamos que enfrentarnos las criaturas menores, los que no habíamos sido bendecidos con un destino mejor. Poco después de ello llegó el amo y... y resultó ser completamente distinto a lo que imaginaba.
»Fue amable; amable de un modo que hacía mucho tiempo que no recordaba —suspiró sonoramente—. Le debemos mucho. Al amo, quiero decir.
Esbocé una temblorosa sonrisa al terminar de escuchar su desgarradora historia. Me resultaba muy complicado imaginarme a una Bathsheba más joven, una chica que había hecho lo imposible por cuidar de su hermana; que había hecho cosas impensables para protegerla, para tratar de darle un futuro mejor. Mi doncella había dedicado casi toda su vida a sacrificarse por Briseida y su pasado le había dejado demasiadas heridas que tenían que cerrarse, además de multitud de cicatrices que la habían endurecido. Que la habían convertido en la mujer que tenía ahora a mi lado y que había logrado mantener a raya las emociones. Las lágrimas.
Di un pequeño respingo cuando las manos de Bathsheba dieron un triste apretón a la mía; sus ojos habían vuelto a convertirse en dos pozos oscuros, casi vacíos de vida. Me arrepentí de haber hecho aquella pregunta, de haberla empujado a que ahora se encontrara de ese modo.
—Lo peor de todo es que deseé que apareciera —susurró, avergonzada consigo misma—. Incluso esperé que lo hiciera mientras la Maestra nos anunciaba que Barnabas me había vendido, que apareciera por sorpresa y dijera que era un error. Que jamás me dejaría en manos de aquella desconocida.
Tenía la garganta reseca cuando Bathsheba finalizó, con aquel breve apunte sobre sus pensamientos más íntimos. De nuevo me pareció ver la esperanza reluciendo en el fondo de sus ojos, pero allí no había nada; en su interior había mucha más rabia y traición que la ahogaban, que le recordaban la pasividad de Barnabas y el sucio modo en el que había jugado con ella.
Recordé mi trato con el demonio, que no podía romperse.
Recordé cómo me había protegido —y defendido— de aquel demonio de piel oscura.
—Conozco a Barnabas —dijo entonces y supe que el tema anterior había quedado zanjado—. Sé lo que me hizo a mí y no querría por nada del mundo que lo hiciera también contigo.
Me escocieron las comisuras de los ojos al ser consciente de que nadie nunca me había protegido de ese modo. En mi familia me había tenido que acostumbrar a ver la pasividad de mis propios padres ante mi infernal tía, y me resultaba complicado concebir que un demonio —la misma mujer que había bromeado cruelmente sobre mí a mi llegada a aquel castillo— se hubiera convertido en alguien parecido a una madre; en el tipo de persona que yo había deseado que fuera mi propia madre.
Alguien que se arriesgaba a proteger lo que le importaba. Lo que quería.
De repente sentí la irrefrenable necesidad de darle un abrazo, de consolarla del mismo modo que ella había hecho conmigo. Quería devolverle una pequeña parte de lo que había hecho por mí, de explicarle sin necesidad de palabras lo que significaba después de aquellos meses que llevaba allí cautiva.
Quería pedirle perdón por no haber escuchado sus advertencias —por segunda vez— y por haber actuado a sus espaldas.
Quise decírselo, pero el anillo que llevaba en mi dedo se apretó... impidiéndomelo y recordándome que parte del acuerdo era no inmiscuir a nadie más de nosotros dos.
Me pregunté si Barnabas habría escuchado toda la conversación, si sabría cómo se sentía Bathsheba al respecto antes de eso; seguía convencida sobre lo que había visto en ese pasillo, los sentimientos reflejados en los rostros de ambos. En el dolor que parecían compartir en silencio.
En lo real que parecían, incluso viniendo de un demonio con tan mala fama como Barnabas.
«Yo también guardé la esperanza —dijo la voz del demonio rubio en mi cabeza—. Guardé la esperanza de que una parte de ella me hubiera esperado, hubiera querido conocer mi versión de lo que sucedió cuando Hel acudió a mí...
»Pero la he perdido. La perdí en el mismo instante que esa maldita mujer le dijo que había traspasado nuestro acuerdo y que le pertenecía.
»La perdí cuando la obligó a participar en ese maldito enfrentamiento que nos condujo a todos de cabeza aquí.»
***
Y lo que prometí: una aproximación a cómo son nuestros amados protagonistas c:
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