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Farah aún podía recordar esa sensación de vértigo que se extendía por su estómago y al resto de su cuerpo debido al miedo. El terror que la asfixiaba y la hacía sentirse mareada. Ella aún podía recordar esa horrible noche que tanto la atormentaba.

—¡No puedo creer que esa... esa... esa mujer realmente nos esté acompañando! —dijo Ophelia de mal humor, sacando a Farah de sus pensamientos.

Farah observo a su hermana con un poco de diversión. Sin embargo, sus manos se movían nerviosamente sobre su regazo.

—¿Hablas de Aurora? —preguntó Farah con un tono ligeramente divertido. Miro rápidamente a Desmond y luego a Evangeline. Los tres compartiendo una mirada cómplice.

El carruaje en el que viajan se movía incómodamente. Pero los Cresswell tenían caballos fuertes y grandes, por lo que el viaje no era realmente terrible.

Desmond puso los ojos en blanco pero en realidad estaba un poco divertido con la situación. Sabía que a sus hermanas y sobretodo a Ophelia no le gustaba Aurora, la nueva esposa de su padre. Su madrastra.

Aurora en realidad no era mala. Había sido muy amable desde que la conocieron hacía tantos años cuando comenzó a trabajar en la hacienda Cresswell. Claro que nunca imaginaron que esa mujer terminaría casándose con su padre luego de la trágica muerte de su madre.

Ophelia puso los ojos en blanco dramáticamente, dejando salir un profundo resoplido de irritación.

—Ni siquiera digas su nombre. Ya puedo escuchar a todos hablar de ella. Además, es su culpa que no fuéramos a Mayfair el año pasado para mi debut en la sociedad —Ophelia se cruzó de brazos y frunció el ceño cada vez más.

Los otros tres hermanos dejaron salir una pequeña risita por el comportamiento de Ophelia, pero en el fondo la comprendían. Desde la muerte de su madre, las cosas habían sido un poco... complicadas, por decir lo menos.

Evangeline, que estaba sentada frente a Ophelia y a un lado de Desmond, tomó la mano de su hermana entre las suyas con cariño.

—Oye, no es tan malo —le dijo Evangeline con una voz suave y tranquila— encontrarás un marido grandioso, ya lo verás. Además, no debutarás sola. Farah estará contigo.

Ophelia no pudo evitar sonreír con cierta ternura. Su pequeña hermana siempre tenía las palabras adecuadas.

Lord Cresswell había decidido que sus hijas debutarían a la edad de veintiún años. Él sabía que solían ser más jóvenes las chicas debutantes en la sociedad, pero el hombre realmente detestaba de mandar a sus hijas a la sociedad a una edad tan temprana fondo él mismo las consideraba unas millas después de todo, él se había casado con su primera esposa cuando ella tenía apenas los dieciséis y él ya había cumplido los veintiséis.

Ophelia odiaba la idea, pero respetaba a su padre y no se atrevería a llevarle la contraria.

El resto de la conversación fue un poco más tranquila, sin Ophelia ofendiendo a su madrastra y más bien con Evangeline hablando de las nuevas partituras que había aprendido.

Por otro lado, Farah se dedicó a mirar por la pequeña ventanilla. Los viajes en carruaje siempre la ponían muy nerviosa y deseaba poder llegar a casa lo antes posible.

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Mayfair no había cambiado en absoluto. Los cuatro hermanos salieron del carruaje en cuanto este se detuvo frente a su hogar. Un edificio de dos pisos con patio interior y con poco más de veinte habitaciones. Después de todo, Lord Cresswell siempre había deseado la comodidad para su familia. A pesar de todo.

Otro carruaje se detuvo frente a la casa casi de inmediato, de donde salió Tristán de un salto y corrió hacia el interior de la casa con un caballito de madera en la mano. Detrás de él salió Luwine, quien ayudó a su nueva esposa a salir del carruaje y quien traía en brazos a su hijo, Dorian.

Ophelia puso los ojos en blanco exageradamente y se fue con pasos firmes al interior de la casa.

—Iré con ella —dijo suavemente Evangeline, siguiendo a su hermana.

Desmond y Farah se dirigieron una rápida mirada pero permanecieron en sus lugares.

—Bienvenida a Mayfair —le dijo Luwine a Aurora, quien miraba con gran impresión la casa.

Aurora nunca había salido de Francia, donde trabajó en la hacienda de los Cresswell desde que tenía quince. La mujer acomodó al bebé en sus brazos y se acercó un poco más a la bonita casa. Algunos de los sirvientes ya estaban llevando todo el equipaje al interior.

—Es precioso —dijo Aurora con un acento francés aún muy marcado.

Farah suspiró pesadamente, estaba agotada y tampoco tenía ganas de que su padre le pidiera que le diera un recorrido por la casa a Aurora, por lo que lentamente se fue caminando, dejando a Desmond con su padre y su madrastra. Desmond ni siquiera se dio cuenta hasta que su padre lo miró fijamente y preguntó por el resto de sus hermanos.

Farah caminó por el patio interior de la casa, la punta de sus dedos deslizándose por los pilares de piedra. Había varios sirvientes caminando apresuradamente intentando llevar el equipaje a sus respectivos lugares.

La chica subió las escaleras hasta que finalmente llegó a su habitación, estaba justo como la recordaba, ni siquiera había polvo. Pero incluso así, Farah tenía esa pequeña sensación de vacío en el pecho. Se suponía que ese año sería presentada en sociedad y no le desagradaba la idea, al menos no por completo. Pero nunca imaginó que lo haría sin su madre y eso era lo que más le dolía. No tendría a su amada madre para enfrentarse a todos esos aristócratas que mayormente esperaban obtener algo de la fortuna de los Cresswell.

Con un suspiro, Farah salió de la habitación, sin querer pensar demasiado en la situación y se dedicó a recorrer los jardines de la propiedad, los cuales lucían realmente preciosos y bien conservados.

—Casi creí que era una ilusión —Farah escuchó una voz y levantó la mirada.

El rostro de Farah se iluminó y una sonrisa se extendió por su rostro antes de comenzar a correr y abrazar a Castiel. Su mejor amigo de toda la vida, al menos desde que tiene memoria. Castiel la recibió con los brazos abiertos y la apretó contra su cuerpo con fuerza.

—Cass, me alegra mucho verte —dijo ella cuando se separó del hombre.

Castiel colocó ambas manos en los hombros de la chica y la miró con una suave sonrisa.

—También me alegra verte de nuevo, Farah. Nunca es lo mismo solo hablar por cartas —dijo él— por cierto, lamento mucho lo de tu madre. Imagino que aún debe ser un poco duro.

Farah bajó la mirada un instante pero volvió a mirar al hombre frente a ella.

—Estoy en eso... —dijo ella y dejó salir un pequeño suspiro— aún no estoy lista para hablar de eso.

Castiel asintió en comprensión y con una mirada de profunda tristeza. Farah no había escrito mucho al respecto en sus cartas pero podía notar que era un poco más complicado de lo que pensaba.

—Está bien, Farah. No lo haremos si no quieres —él suspiró profundamente y miró a su alrededor la propiedad de los Cresswell— ¿quieres que hablemos de tu debut?

Farah puso los ojos en blanco con diversión y le dio un suave golpe en el pecho al hombre.

—Tampoco —dijo ella con firmeza— me hace sentir como un trozo de carne dispuesto y emplatado. Así que no. Mejor hablemos de ti. ¿Ya estás en busca de esposa?

Ambos comenzaron a caminar por el jardín. Farah aún no había sido presentada en sociedad, por lo que no tendría que haber ningún inconveniente porque caminara y conversara con Castiel.

Castiel bajó la mirada mientras pensaba en sus siguientes palabras.

—Algo así... —murmuró, sus dedos recorrieron un arbusto recién recortado— soy solo un barón, y la mayoría de las chicas buscan a alguien más... —él lo pensó un instante y dejó salir una risa— alguien más como tu hermano.

Farah hizo una mueca de disgusto.

—Pero al menos tienes un título. Es mucho más d ello que otros hombres podrían desear. Así que anímate, encontrarás una buena esposa —Farah le dio una suave palmada en el hombro y le dirigió una sonrisa.

Pero Castiel hizo una mueca. Solo había una chica que realmente le interesaba y deseaba captar su atención, pero ella jamás lo voltearía a ver ni por error. La sola idea le causaba risa.

—Por cierto, el año pasado apareció una pero a que se hace llamar Lady Whistledown —dijo él, cambiando de tema.

Farah lo miró con curiosidad.

—¿Lady Whistledown?











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