Capítulo 3.-
Mientras ella estiraba sus brazos y piernas, se tomó un minuto para apreciar el suave tacto que tenían las sábanas contra su cuerpo desnudo. Pudo disfrutar de su soledad con los rayos del sol en su cara hasta que fue interrumpida por... Ted.
Para Pam, lo único bueno de pasar la noche con Ted, era que al día siguiente, él le preparaba un abundante desayuno, servido en la cama. Ted siempre se sentaba frente a ella embelesado por su belleza mientras ella fingía que él no existía, revisando sus redes sociales, y de paso, las de FussBreak.
Algo en ella se retorció en cuanto vio los usuales comentarios en el video que Susane editó. Nadie había percibido que esa no era la usual calidad de FussBreak. ¿Pero qué más daba?
—Iremos esta noche a Madero's. ¿Quieres ir? —Ted trajo la atención de Pam de vuelta a él.
—¿Para estar rodeada de hombres sudorosos? No, gracias —No quitó sus grandes ojos cafés de la pantalla de su teléfono.
—De hecho invité a Suze —Ahora, definitivamente había captado la atención de Pam— Vamos. Dale una oportunidad.
Pam, aún desnuda volvió a comprobar los comentarios y reacciones que había tenido el último video de FussBreak.
...
Horas más tarde, Pam y Ted caminaron entre las mesas altas de Madero's, cubiertos en una luz roja brillante y el reflejo del partido de Calagary Flames contra Vancuver Canucks. Y esque hacía tiempo, Pam había aprendido que para asistir a Madero's, debía evitar los pantalones ajustados y dejar los tacones altos en casa. También, se limitó con las sombras en sus párpados y su largo cabello lacio, debía estar recogido por completo porque alguna vez tuvo un incidente cuando a los Winnipeg Jets les quitaron la victoria, y los fanáticos no pudieron controlarse.
—Mira —Ted apuntó a una chica solitaria— Suze llegó primero.
—Claro que sí —dijo aburrida.
Al verlos, Susane de inmediato bajó su teléfono celular y saludó a ambos con efusividad, manteniendo su distancia con Pam.
Ted obligó a ambas a mantener una corta y sosa conversación en la que los tres pudieran participar. Mientras esperaban a los invitados faltantes, pero la atención de Ted se vio arrastrada en varias ocasiones a la gran pantalla que colgaba unas mesas delante de ellos.
—¿Vio los comentarios del video que edité, jefa? A muchos gustó —comentó con amabilidad, detrás de un silencio incómodo.
—Sí, Susan. Buen trabajo —Pam arrastró las palabras, seguido de un gran sorbo de limonada.
—Oh, ¿y qué opinó acerca del tema que dejé en su escritorio de...?
—Susan —la detuvo en seco— Este no es lugar para hablar de la oficina.
—Claro. Lo siento —Se escondió tras su tarro de cerveza.
De nuevo, volvió aquel momento donde sólo se escuchaban abucheos y aplausos para los diferentes equipos. Pam aprovechó el tiempo para ver con odio la bebida que Susan había elegido. Mientras, ésta se dedicó a analizar el lugar y elogiar en su mente la creatividad que habían tenido, para amoldar los diferentes artilugios de varios deportes que adornaban las paredes.
Tras el trecer gol de Calagary Flames, Susan se sorprendió al ver que James Holt llegaba junto a su compañero de clases de la universidad.
—¡Suze! —Se alegró su compañero al estrecharla en sus brazos.
—¡Damian! ¿Qué haces aquí? —preguntó ella.
—Pues venimos a ver lo que resta del partido y a tomar una cerveza. Ted nos invitó.
Pam quedó sobre el respaldo de su silla con los brazos cruzados. Leyó en un segundo el plan de Ted, despedazándolo en su mente. Éste se rehusó a verla.
—James y Damian son amigos desde niños —explicó Ted a Susan entre gritos— De vez en cuando nos reunimos a tomar una cerveza.
Susan alzó ambos pulgares, entendiendo así como le fue fácil a Ted conseguirle aquel puesto de asistente en FussBreak.
—¿Limonada, Pamela? —James la miró divertido.
—Sabes que no bebo cerveza —escupió, malhumorada.
—Bueno, al menos te gusta el hockey, ¿no?
—¿Me ves disfrutando el juego?
—¿Entonces a qué viniste?
—¿Cuál es tu equipo, Suze? —preguntó de inmediato Damian.
—Definitivamente Canucks.
—Chica lista —Damian le ofreció cinco y ella los chocó con felicidad.
La siguiente hora, fue una ingrata fortuna para Pam. No pudo quitar su rostro lleno de desprecio cada vez que los tres hombres y susan bromeaban entre sí, comentando lo mal que iba aquel partido para los Canucks. Se tomó su tiempo para de verdad analizar a Susan.
Parecía que a todo mundo le caía bien, podía hablar de cualquier cosa con quien sea, y era amable, servicial. Siempre era optimista y dispuesta a aprender. También tenía la horrible costumbre de dejar las tazas de café a medio tomar por donde quiera, y solía robarse dos donas o un paquete de galletas casi diario. Cada vez que el departamento que se encargaba de los videos de cocina sacaba algo nuevo, ella pedía repetir la muestra que les habían dado.
Dejando de lado su mórbido problema de peso, tenía un rostro dulce y amable, que no necesitaba ser delineado por maquillaje para que otros vieran lo bonita que era. Su cabello, también lacio que acariciaba su espalda, parecía más sedoso que el de Pam. Y no tenía las orejas perforadas.
—Qué basura —proclamó Ted una vez que anunciaron el marcador final.
—Ahí están tus treinta dólares —masculló Damian mientras dejaba un par de billetes frente a James.
—Y es por esto, damas, que FussBreak es una compañía millonaria —bromeó él.
La noche pasó rápida, haciendo que el peso que Pam tenía sobre sus hombros la noche anterior, se fuera disolviendo. Soltaba carcajadas sinceras a los ocurrentes comentarios de Susan, y después de un par de horas, se animó a pedir una cerveza clara. Lo que todos en la mesa vitorearon.
Poco después, Ted sugirió que ocuparan una mesa de billar, pero las chicas sólo se dedicaron a mirarlos desde la mesa.
—Susan... —inició Pam.
—Jefa —esta vez fue ella quien la interrumpió—. ¿Por qué no me llama Suze? Como los demás.
—Suze —girando sus ojos— Te debo una disculpa.
Susan frunció sus cejas, sin estar completamente segura que aquello era sincero.
—Nunca me di la oportunidad de conocerte, y te juzgué un poco mal.
—¿Está ebria, jefa?
Pam soltó una carcajada involuntaria que fue contagiosa para Susan. Tal vez así era, pero en el fondo, sentía que las palabras que explotaban en su boca, tenían sentido.
—Eres inteligente. Me cerraste el maldito hocico cuando traté de despedirte. Puedes ser mucho más que una asistente cualquiera —Colocó su mano sobre la de Susan— Podrías reemplazar a quien fuera. El día que sea.
Susan enderezó su espalda, cersiorándose de ubicar a Ted por el rabillo del ojo.
—Me equivoqué, Suze. Lo siento.
Susan no estaba segura si era el alcohol hablando. Asintió.
—La siguiente ronda va por mi cuenta —Pam tomó su tarro y no dejó de chocarlo contra sus labios hasta que estuvo vacío.
Ted, al otro lado del bar, sonrió para sí mismo.
—¿Funcionó? —Damian notó esa sonrisa mientras fijaba su objetivo en la bola nueve.
—Sabía que iba a caer tarde o temprano —admitió Ted— En cuanto Pam bebe su primera cerveza, es un gatito que ama el mundo. Suze está feliz con lo que le gusta, con lo cual me seguirá ayudando en proyectos y exámenes. Pam es feliz con la obsesividad compulsiva de Suze, lo cual la hace más feliz para mí. ¡Todo mundo gana!
—Míralas tan juntas —insinuó el pelirojo—. ¿Pam también se desenvuelve cuando toma cerveza?
—Oh, sí.
—Tal vez sea tiempo de tener un barril de cerveza en la oficina —pensó James en voz alta.
—¿Me das trabajo? —preguntó Damian, con ojos suplicantes.
—Claro que no, vago. —James agitó su codo para que su amigo se quitara de encima.
—Sólo espero que Pam no la ocupe demasiado. —El tono de Damian se volvió serio. Ted lo miró— ¿Recuerdas el concurso para Nueva Zelanda?
—¿Irán a Nueva Zelanda? —James dudó.
—Es el plan —dijo Damian.
—La universidad está lanzando un concurso para tres estudiantes. El premio es una beca por todo un año en la Universidad de Auckland —explicó Ted— Los tres nos inscribimos a mitades del semestre pasado.
—Y arrastraron a Suze en eso porque haría todo el trabajo por ustedes —James concluyó.
—¡De verdad aprecio a Suze!... Sí, es por eso. —Ted no pudo contra la mirada acusadora de James.
—Pero la verdad es que este trabajo no puede hacerlo sola —intervino Damian— En realidad la estamos ayudando y haciendo nuestra parte. Debemos hacer un informe detallado de por qué queremos ir a Auckland, qué especies marinas y terrestres estudiaríamos y cómo lo haríamos. ¡¿Sabes qué clase de bichos existen ahí?!
—Ni una maldita idea.
—¡Nosotros tampoco! —gritó Damian—. Suze nos pidió investigar dos criaturas a cada uno, para unificar nuestras partes. Además, debemos dar una presentación oral... No podemos esperar a que ella sola haga todo.
—Espero que eso sea remotamente más interesante que FussBreak. ¿No faltó ya dos días a clases por estar trabajando? Parece que ya sabemos qué le apasiona más. —James sonrió a la bola blanca antes de golpearla.
Ted y Damian intercambiaron miradas.
—Despídela —ordenó el pelirojo.
—¿Qué? ¡No! —James argumentó a la bola blanca— Hace el trabajo que los otros asistentes no quieren, ordena perfectamente artículos de oficina y utilería, trabaja horas extra, le pagamos una miseria y es feliz... aunque se acabe las donas. Personas como ella llegan cada mil años.
—¡Tú tienes otros asistentes! ¡Nosotros sólo una Suze! —exclamó Ted.
—¡Tú fuiste el que me rogó por semanas que le diera una oportunidad! —James lo volteó a ver.
—Pues sí... pero... Lo de ella es la biología, no los web shows. ¡Debes pensar en su futuro!
—Oh, Dios —Damian susurró para sí. Prefirió voltearse a ver la escena.
James dirigió la punta de su taco de billar al cuello de Ted. No le hizo ni pizca de gracia su argumento.
—Disculpa. ¿Quién dice que no puede tener un futuro en FussBreak? ¿Eh? ¿Piensas que es un maldito chiste?
—N-No es eso.
—Ted, sólo cállate —Damian dijo con resignación—. James, todos aman FussBreak. —Dio un par de palmadas a los hombros de James.
—Sería más fácil que dejara la escuela y se concentrara en nuestro concurso con MUT. Al menos eso le dejaría algo de dinero —masculló James con odio.
—Ambos tienen buenos puntos —mintió Damian— pero solo tenemos una Suze. ¿Por qué no hacer algo interesante?
—¿Qué?
—Hagamos una apuesta. Quien pierda, tendrá que dejarla ir.
Ted se apoyó sobre la mesa de billar para escucharlo con mayor atención.
—¿Quieres apostar una asistente en un juego de billar? —James no se vio muy sorprendido.
—Claro que no —El pelirojo hizo su cabeza hacia atrás— Debe ser algo en lo que todos tengamos la misma oportunidad de ganar.
—Podrían seducirla ustedes dos —Ambos voltearon furiosos a ver a Ted.
—¿Seguimos en la secundaria? —preguntó James, fingiendo la voz de un adolescente.
—¿Cuál es el punto débil de Suze? —preguntó Damian.
Por un momento, los tres analizaron la pregunta.
—Bien... la comida. —Ted se atrevió a lanzar lo único que le venía a la mente a los tres hombres.
—¿Actividad física? —Quizo adivinar James.
—¡Geografía! Se pierde fácilmente.
—Por su trastorno obsesivo-compulsivo, yo diría que el desorden...
—Me parece que no sabe nadar.
—Actividad física, Ted. Eso es una actividad física. —giró los ojos.
Damian dejó pronto de escucharlos para pensar en una respuesta más profunda. Era obvio que ninguno de los tres había pasado suficiente tiempo con ella para conocerla en verdad. Suze era una buena persona, eso nadie lo debatía. Pero debía haber algo en ella que fuera la clave para decidir dónde sería mejor conservarla.
Volteó sobre su hombro para comprobar que las chicas seguían en la mesa. Damian soltó una sonrisa al notar que Pam estaba ahora junto a Suze. Ambas se veían inmersas en su plática como si fueran buenas amigas desde hace tiempo.
—¡Pam! ¡Suze! —Las llamó Damian.
Mientras Pam daba pequeños saltos involuntarios, Suze se encargó de anclar su brazo para que no cayera al piso.
—¿Una partida? —El pelirojo le extendió su taco a Pam.
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