28. Pérdida ambigua.
Hay un concepto extraño que siempre me ha resultado interesante, un concepto que creo que se puede aplicar a muchos casos. Se llama pérdida ambigua; es este proceso de pérdida confusa que sucede cuando no sabes si la persona que amas sigue con vida, está ausente, perdida o no. Es un proceso que sucede donde normalmente no tiene respuestas, y tener una pérdida ambigua conlleva al duelo.
Un duelo que tiene cinco etapas naturalmente, negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Pero tengo la firme creencia que las pérdidas ambiguas tienen una etapa previa a esas cinco: El miedo a la incertidumbre. El miedo constante de no entender y saber qué es lo que pasa o deberías hacer, al final del día aunque sigas preguntándote el resultado es el mismo. La respuesta es que no hay respuesta.
Hay un cuadro en la sala de espera en oncología, cerca de las salas de quimioterapia con una frase muy peculiar de un escritor y médico argentino que dice: "Jamás te persigas creyendo que ya deberías sentirte mejor. Tus tiempos son tuyos. Recuerda que el peor enemigo en el duelo es no quererse".
Y lo entiendo. Juro que lo entiendo en este momento, acostada con la cabeza cayendo de la cama. Percibo como toda la sangre comienza a descender al cerebro y cuando siento un tirón cerca de la fosa nasal sé que es momento de levantarme, pero no lo hago.
No quiero vivir una pérdida ambigua con Reed.
Así me mantengo un par de segundos hasta que escucho el sonido de una moto aparcar.
Los primeros seis días se sienten como una llama incandescente que quema mi pecho en cada segundo. Lila pasó los primeros tres días consolándome y los siguientes tres con su hermano que se marcha lo más pronto posible para recibir su tratamiento. He pasado más tiempo del que debería escuchando nuestras canciones y viendo las películas románticas que odiaba ver y que ahora me recuerdan a él.
Antes de Reed Baker mi vida era prácticamente normal, no creía en el destino, ni en cosas que no puedo explicar. No me fiaba de los capullos que andan en moto que tienen la mejor sonrisa de todas, no me gustaban las películas románticas que son predecibles. Pero ahora puedo apostarle a la suerte que todas esas cosas son posibles y que aunque suenen poco probables, pueden pasar.
Cuando la puerta está siendo aporreada con desesperación tengo la esperanza de que sea él, pero no, él no podría venir cuando le he terminado en el hospital.
Aunque pienso que lo de nosotros pudo funcionar, estoy segura que Reed necesitaba sanar primero, y no me refiero al cáncer si no a los problemas que se desarrollaron después de eso. Así que dije lo que él quería escuchar y eso fue todo.
Reed no vendría. Es decir, ya no.
Giro en dirección a Juana que está en la silla giratoria, muy cerca del ordenador. Vuelven a tocar y me levanto a grandes pasos, voy echa un desastre y aunque sé que no es él, hay algo dentro de mí que quiere que sea.
Tal vez viene por nuestra Juana. Mía y de Reed. Tú has perdido la custodia cuando le has terminado.
Me paso las manos planchando mi playera como si tuviera mil arrugas y cuando abro la puerta me doy cuenta que no es Reed. Si no Marco, está agitado y creo que se debe a que ha subido las escaleras corriendo.
Tiene un libro en las manos, y no entiendo todavía qué hace aquí.
—Toma—dice en un jadeo extendiendo el libro a mí—. Reed quería que lo tuvieras.
Es el primer libro que le leí en las videollamadas de los sábados. Tiene una hoja arrugada y la carita feliz que él ha colocado en la esquina para recordarme que la noche que lo conocí llevaba una ropa interior roja con esos emojis.
—Esto es de él—digo—. No tienes que dármelo.
—Sí, tengo. Reed me ha mandado, me ha amenazado, así que he venido aquí.
Sus palabras hacen que una emoción momentánea aparezca en mí.
—¿Él te ha mandado?
—Sí, eso he dicho. Y ya debo irme—menciona con una sonrisa fruncida.
—Marco—lo llamo. Pone mala cara cuando se vuelve a mí y espera por mi respuesta—¿Te ha dicho algo más?
—¿Después que le terminaras o ahora que me ha mandado? —pregunta, arisco.
—Vale. Lo pillo.
—Pues que bueno, porque él te necesita más que nunca y lo has dejado.
Escuchándolo hablar así hasta yo creería que soy la mala en esto. Lo cierto es que no hay villanos en la vida real, solo circunstancias extrañas que nos hacen tomar decisiones que conllevan a distintos caminos. No puedo hablar por todas las personas del mundo pero sí por mi capullo y yo.
No estábamos listos para esto. Nadie lo está.
Ambos sabemos que soltarnos es lo mejor que podemos hacer para no limitar al otro, y aunque puede parecer ilógico lo cierto es que no hay un acto más grande de valentía que ese: Soltar cuando no quieres hacerlo.
—Ni siquiera sabes qué pasó—murmuro.
—Pues no—afirma—. Pensé que le hacías bien, Sue, pero ahora me doy cuenta que no es así.
Sus palabras atraviesan como una punzada mi pecho, tengo la intención de decirle algo, pero no puedo. Y con eso último se va.
Parpadeo un par de veces antes de cerrar la puerta.
¿Tenías que darme nuestro primer libro, capullo?
Dejo el libro en la estantería donde está la pila de revistas viejas y me dirijo a la cocina por el bote de fresas con crema que Reed ha preparado, uso el tazón naranja en el que solía comer y tomo el tenedor que tiene un diente chueco del que siempre se burlaba. La pequeña televisión reproduce una película de misterio y suspenso que tanto me gusta, pero es difícil prestarle atención cuando siento el pecho apretado.
La termino cambiando por una romántica que es de lo más triste, ya estoy llorando sobre el tazón y no sé si se debe a que el soundtrack es malísimo, a que estoy terminándome el postre de Reed o a que me he vuelto de lo más sensiblera.
Cuando la película acaba ya han pasado casi dos horas.
Mi teléfono suena con un mensaje de Lila.
Lila: Vuelo 4413, asiento 3. Hora de viaje: 15:30 pm.
El libro tiene una nota con solo una oración, no sé si la escribió días previos a todo o recién. Con su caligrafía pulcra, escribe casi en el aire sin recargarse en el papel. Está en la parte final del libro, con un remitente como si se tratara de una carta: Infinita y siempre tuyo, Reed Baker, ¿Una vez más?
Mi mente se inunda con nuestra escena en la noria, con mi sueño de besar a alguien en lo alto.
Una vez más, capullo.
El corazón me late tan rápido como puede.
Kevin enciende la radio porque según eso calma los nervios. Aunque de los dos el que está más nervioso es él, con cada paso que avanzamos el motor del auto rechina y no estoy muy convencida de que esto nos lleve al aeropuerto.
Irene va detrás porque no sabía a quien llamar para pedir un consejo.
Intento llamarlos pero el buzón llega enseguida, por un minuto creo que no quiere hablar conmigo, pero creo que son políticas del aeropuerto cuando pasas a revisión, eso y que el cacharro viejo le roba la señal a mi teléfono.
—Este es mi momento de película—dice—. Donde llego a detener al amor de mi vida. Solo que yo no llego a detener a nadie y solo manejo, pero es casi lo mismo.
—Claro—asegura la morena, alentándolo—. Suena como de película.
—¿A que sí? —sonríe divertido pero la amabilidad desaparece cuando tiene que girar en un retorno—. Esta es la parte en la que la protagonista le dice al chico que no se vaya, y ella se da cuenta que la única opción es irse con él mientras él la besa apasionadamente.
—¿Según quién? —cuestiona, Irene.
—Según los dramas coreanos—responde casi ofendido.
Kevin dobla a la derecha mientras maldice a todos los que se atreven a cruzarse en su carril. Me pongo a mirar a mi alrededor como loca en busca de que nos dejen pasar, he tenido la idea de que quizá no quiera verme.
—PRENDE LA DIRECCIONAL, IDIOTA—grito al carro que ha pasado casi rozándonos. Si Reed me viera estaría orgulloso de mi porque ya sé pelear en los carriles.
—SÍ, LO QUE DIJO ELLA—añade el rubio.
No dejo de mover mi pierna, ni de sentir vértigo cada que acelera. Reviso mi teléfono y llamo como mil veces al teléfono de Lila hasta que se le ocurra responder. Diez minutos después Kevin está aparcando a media avenida, mientras Irene y yo corremos a la entrada del aeropuerto, el viento revolotea mi cabello haciendo que no puedo ver del todo.
Irene va abriéndose paso entre la multitud regalando codazos y jalándole con ella para que no me pierda. Escucho a Kevin pedir permiso un millón de veces hasta que estamos en la central, pidiendo información del vuelo, lo único que sabemos es que es un vuelo a Canadá.
Un vuelo que ya ha despegado hace seis minutos.
Se ha ido...
Giro a todos lados con la esperanza de verlo, pero lo único que veo son matas de cabello de todos los colores y tamaños, pero no a él. No me he despedido. Ni siquiera le he visto por última vez. Al final del pasillo, cerca de la puerta de la salida la veo, Lila.
Viene caminando a nuestra dirección pero sé que no nos ha visto. El señor Baker viene con ella y parecen estar consolándose uno al otro. Camino directo a ellos, la morena tiene los ojos cristalizados y en cuanto me ve frunce una sonrisa triste.
—Ha esperado un rato más—dice—. Creyó que no vendrías.
Hola, bebés. Este es el capítulo final en la versión de Sue, espero que lo disfruten y les guste. Fue todo un reto para mí escribir esto, me di cuenta que la mayoría de películas o libros que hablan del cáncer; siempre terminan con alguien muriendo. No quería que de eso se trata la historia de Reed. Es decir, desde el inicio la idea fue esa, que muriera porque era una forma de sanar algo del pasado al que me he aferrado por años, porque no sé soltar. Pero no podía ser egoísta y simplemente ignorar el hecho que las historias que tratan una enfermedad que conlleva un tratamiento difícil solo dice: Te daré una historia de amor antes de morir.
Espero que realmente les guste y nos leemos en el epílogo.
Gracias por llegar hasta aquí y vivir este corto pero arduo proceso de escritura. Me seguiré esforzando para que ustedes sigan recibiendo escritos buenos, son la razón por la que sigo escribiendo e intento no cometer errores.
Besotes.❤🩹
Con mucho amor: Ivonne.
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