27. Tienes que soltarla.
R E E D.
Cuando estaba botado en el frío piso, muy cerca de la entrada, cuando el mareo me invadió y los pulmones comenzaron apretarse reclamando aire.
Algo pasó, siempre había creído que en ese momento lo único que puedes pensar es en ti, en la muerte, en qué te queda tan poco tiempo. Pero, no me pasó a mí, yo pensé en ella.
Sus rizos revueltos, la sonrisa inocente que tiene en el rostro cuando me ve, la forma en la que le emociona hablar de libros, pensé en qué no la vería más. Que todo esté tiempo jamás le dije cuánto la amaba.
—La estás deteniendo—dice mamá mirando hacia el ventanal, tiene una sonrisa fruncida y hace su mejor intento por parecer serena.
Giro en otra dirección con la intención de que prosiga. La garganta me duele, se siente como si me hubieran metido una mano y tuviera todavía un pedazo de algo atorado.
—Le estás quitando el brillo, Reed. Ella no te va a dejar, tiene complejo de cuidadora y está enamorada de ti—continua—. La quiero porque la he visto crecer toda mi vida, pero si no te alejas tú, vas a terminar rompiéndola.
Sus palabras se quedan en mí a flor de piel, es como si mamá entrará a lo más profundo de mi y escarbara mis miedos.
Y eso era a lo que más temía; detenerla o romperla de la misma forma que las personas en su vida lo habían hecho.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro