20. Como suena la verdad.
R E E D.
El sábado veintisiete, en mi primer descanso de la terapia, un dolor se extiende en mi pecho, apenas y se siente, pero está ahí. Empezó dos días antes del viaje. Los resultados de la tomografía llegan en tres días, debo esperar.
Me siento muy cansado. A veces los mareos son tan constantes que temo desmayarme enfrente de Sue.
Pero para ser honesto, yo lo sé, el doctor Hamid y Rudy también; que probablemente el cáncer ha diseminado a otras partes del cuerpo. Aun así me aferro a la esperanza que tiene Sue, Lila y mamá en que todo va a estar bien.
Agosto termina tan lento que cuando volvemos de casa de Cali. Un domingo a media noche le entrego el documento con la estrella que le he comprado. Sue está sonriendo de qué va todo, tiene el cabello revuelto y se ve jodidamente perfecta.
—¿Qué es esto? —pregunta, tiene la voz quebrada y el fantasma de una sonrisa.
—Tu lugar en el cielo—respondo—. Calíope.
Sé que le gustaba más su segundo nombre porque le recuerda a su abuela.
Y antes de que pueda decir algo le pregunto si puedo ser su novio.
Se ha quedado estática y como si obligara a ella misma, da un paso con temor y me abraza con fuerza, todo de mí se tensa, incluso mi respiración que solo reaparece cuando su perfume dulce inunda mis sentidos. Nunca me voy a acostumbrar a su tacto, y con frecuencia me cuestiono si ella se siente tan afectada cómo yo.
Me golpea con determinación con el folder pero no dice nada. Intercala una mirada entre el cielo y mi rostro como si supiera cuales son las coordenadas exactas de la estrella.
—Joder, Sue. Me vas a volver loco—suelto.
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