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18. Vehemencia.

Nota de autor: Este capítulo contiene contenido 18+, si no te sientes cómodo leyendo esto (aunque no es demasiado explícito), puedes saltarte hasta donde aparece el separador de estrella nuevamente. Ya sabrás cuál es el contexto previo.

Ten una linda lectura. ♡

Cierro los ojos y enredo el cuello de Reed mientras él sube las escaleras conmigo en brazos. No estoy ebria para hacerlo, mi hígado ya ha procesado el alcohol, pero me ha dejado un poco de valor en el pecho. Si me concentro aun siento su aliento en mi cuello, puedo ver las luces blancas y azules creando una atmósfera en la pista de baile, puedo sentir su mano en mi cadera, nos veo bailando lento al ritmo de la música. Siento su mano recorrer mi espalda desnuda y mi piel erizarse ante su frío contacto, hay un sentimiento exultante en mi pecho y creo que tiene que ver con las limonadas azules que tomé.

Si me concentro puedo escuchar a Reed decir que estoy guapísima mientras nuestros nuevos amigos aplauden.

Cuando abro los ojos ya estoy en mi cama y Reed está acomodando las almohadas para que me sienta un poco cómoda, tiene el cabello desordenado y el lunar que tiene cerca del cuello está ahí al descubierto, muy cerca de mis labios. Se me ha subido el vestido hasta la mitad de los muslos pero no hago ni un solo movimiento para acomodarlo. La única luz en la habitación es la de la lámpara rosa que alumbra demasiado bien. Me he quedado dormida cuando subí al taxi.

—¿Y mamá? —pregunto.

—Ha vuelto a la fiesta con Ron—responde. Aún está inclinado acomodando la cama, puedo oler su perfume cítrico y amaderado.

—¿Sí? —Siento una sonrisa pícara extenderse por mi rostro.

—Ja, ¿Cuántos de esos tomaste, Dumbo?

—Los suficientes para tener valor y no tantos para no estar consciente de lo que quiero.

Reed ha extendido la comisura de sus labios en una sonrisa ladeada.

—¿Y qué quieres?

—A ti—respondo sin un ápice de cobardía. Me levanto y lo atrapo haciendo que termine de caer en la cama, él se levanta hasta quedar sentado y en un ágil movimiento quedo arriba de él. Su mirada es muy intensa, y estoy segura que la mía también.

Hay una pausa en la que ninguno de los dos se mueve. Trago saliva y su mirada baja a mis labios y los vuelve a subir, pero no le doy tiempo cuando tomo su rostro y lo levanto para plantarle un beso. Es apenas un rose.

Temo por un segundo que diga que no, pero una de sus manos aprieta mi mandíbula y me besa, no es la clase de beso que nos hemos dado, este es distinto, tiene una carga de fuerza impresionante que me marea, tengo que sostenerme de sus hombros porque siento todo mi cuerpo tensarse, su mano hace trazos en mi espalda. Siento su corazón palpitando con fuerza y el mío ya ha triplicado su frecuencia en un segundo. Me separo en busca de aire, aún afectada con la mirada entrecerrada, el pecho me sube y me baja en un vaivén de emociones intensas.

Y siento una tensión que jamás había experimentado, tengo los labios rojos e hinchados.

—No creo que...—dice.

—Estoy segura—respondo mirándolo a los ojos y entre abro la boca inconsciente.

Sus labios se mueven con fuerza sobre los míos, el corazón me está latiendo con mucha fuerza y la piel comienza arder cuando siento sus manos recorrer mis piernas, su lengua se abre paso a mi boca, un jadeo repentino se me escapa y mis manos están jugando con su cabello.

Mierda. Es lo más intenso que he sentido en toda mi jodida vida y apenas me ha besado.

Sus muslos se aprietan bajo mis piernas y yo las abro un poco más. En ese momento siento las manos de Reed abriéndose paso para quitarme el vestido, escucho el sonido de la tela rozarme la piel y en un solo movimiento lo que llevo puesto termina muy cerca de la puerta.

Siento las plantas de mis pies hormigueando, he quedado en ropa interior y justo en este momento por la forma en la que me mira no hay nada de mi cuerpo que no me guste. Deposito un beso cálido en sus labios, otro más en la comisura de su sonrisa, otro en su cuello y sigo hasta llegar al primer botón, me encargo de desabotonar la camisa y depositar un beso donde mis dedos han rozado su piel blanca. Deposito besos suaves en donde hay hematomas. Él me mira como si no creyera lo que estoy haciendo.

Parece que está comenzando a desesperarse cuando me ayuda a deshacerse de su blusa. Su mirada brilla cuando enciendo la luz que está a un lado de mi cama.

—Quiero tener toda la lucidez posible de este momento.

—Si algo no te gusta, dímelo. Y si quieres que me detenga...—asiento antes de que mi garganta suelte un sonido de placer.

Siento su mano grande y cálida recorrer mi entrepierna y tengo que agarrarlo del cabello. Hay partes de mí que no sabía que existían palpitando con su tacto. No ha dicho nada y eso está haciendo el momento más vehemente.

No sé en qué momento se ha quitado los pantalones, pero no me importa. Recorro su piel cremosa con la mirada y los lunares que tiene regados por el abdomen y los pequeños moretones me hacen querer besarlo con intensidad.

Ya estoy tumbada en la cama y su mano está apartando las bragas mientras deposita besos húmedos en mi vientre, mi espalda se arquea cuando toca un punto sensible. Besa la parte interna de mis muslos y va subiendo, bajando y subiendo. Siento que he perdido el aliento y la cordura cuando me arranca la parte de arriba, la tela cede sin chistar. Y pasa sus labios creando círculos por las areolas, se toma su tiempo y yo me levanto un poco sobre mis hombros, sus dedos se abren paso entre los pliegues, lo está haciendo tan lento que mi cuerpo exige que aumente el ritmo. Podría demandarlo por tortura si no se da prisa.

Joder...Que bien se siente estar así con él.

Da una pequeña lamida entre el espacio de mis pechos y ya es todo lo que necesito para que mi cuerpo exija por él. Quiero decirle algo pero no tengo la fuerza suficiente. Detengo su mano tomándolo de la muñeca, tiene la mirada intensa y parece asustado.

—¿Quieres que me detenga? —pregunta. Su voz parece más grave.

—Joder, Reed—intento decirle—. Déjate de juegos previos y ya...

Una sonrisa pícara se dibuja en su rostro.

—Vale. Definitivamente me he enamorado—dice abriendo el condón. ¿De dónde lo sacó? No sé.

Ensancho una sonrisa cuando se coloca frente a mí y en un solo movimiento me obliga a contener el aire. Sus movimientos son lentos al principio, he soltado un montón de maldiciones cuando aumenta el ritmo, y lo hace más intenso cuando toma mi cadera para moverme.

Reed Baker me va a volver loca.

Todavía tengo la respiración entrecortada cuando Reed se deja caer a mi lado. Ha besado cada parte de mí y me ha encantado. Me veo comparando las veces que lo hice con Tyler y este momento con Reed y una sola caricia de Reed supera el sexo del idiota de Tyler.

Ha pasado una hora ya, me dio un calambre al terminar y se burló de mí hasta que el karma llegó y lo atacó en la pierna. Así que acabamos con un ataque de risa.

Después me mostró un par de videos de sus competencias en otros países. Me he emocionado un poco, demasiado, tuvo que mostrarme un par más.

Reed está acariciando mi abdomen con ternura y deposita un beso en mi frente.

—¿Te sientes bien? —pregunta. Aún le sube el pecho agitado y una sonrisa se me escapa al verlo así. Aun tengo la voz entrecortada así que solo hago un sonido confirmando que estoy de maravilla.

Es la segunda vez en la noche. El reloj marca las cuatro de la mañana y mamá aún no ha llegado. Lo hemos hecho en la mecedora que está en mi habitación. La mejor maldita experiencia de mi vida.

—¿Aún quieres? —pregunto.

—¿En el baño? —pregunta, divertido.

—Hablaba de ir a cenar, pervertido.

Suelta una carcajada haciendo que sus ojos se vuelvan más pequeños. Puedo pasar toda la noche solo viendo su rostro, su nariz perfecta y la línea de su frente, sus lunares esparcidos y la hermosa forma de su sonrisa. Tiene una mano bajo su cabeza que le da un toque de serenidad.

—¿Ahora yo soy el pervertido? —dice con un ápice jocoso, carraspea y cambia la voz a una muy aguda—. Lo suficiente para saber lo que quiero.

Abro la boca con una indignación falsa.

—Yo no hablo así, capullo. Y él que quiso repetir fuiste tú—. Le doy un manotazo, atrapa mi mano antes que llegue a su hombro y jala de mí haciendo que mis pechos desnudos lo toquen.

—Jamás voy acostumbrarme a tenerte así—susurra en mi oído.

—Pues que mal porque no volverá a pasar—digo con una sonrisa triunfante. Me levanto tapándome el pecho y me enredo una frazada en el cuerpo—. Voy a ducharme.

Reed suelta otra carcajada que es interrumpida cuando me ve cubriéndome.

—¿Sabes qué yo te desnude, verdad?

—¿Y qué? —digo avergonzada. Cuando giro veo como me está mirando el trasero. Abro la regadera y me acuerdo que él debe esperar una hora para que vuelva a haber agua caliente después que me bañe—¿Quieres compartir la ducha? Será solo eso, una ducha.

Reed sonríe como un crío y asiente corriendo hacia mí.

No me puedo creer que tenga a Reed dormido en mi pecho. Ya estamos vestidos. Me paso más tiempo del que puedo admitir detallando su rostro y pasando mis dedos por su cabello. Lleva una sudadera negra y unos pantalones deportivos color gris, mientras yo solo he dormido con una polera gigante. Me remuevo para bajar cuando escucho la voz de mi hermana en la cocina y la voz de alguien más que apenas reconozco. Reed murmura algo entre sueños que oprime el centro del pecho: —No te quiero dejar...

Siseo un par de veces como si de un bebé se tratara. Me pongo un pantalón rosa de osos blancos para poder bajar, voy un poco despeinada así que a medida que avanzo paso mis manos por mi cabello para atarlo. Son apenas las nueve de la mañana, huele a tortitas y a gardenias, el olor es tan intenso que hace mi panza gruñir. El típico olor de la casa en vacaciones, un cosquilleo emocionante me recorre el cuerpo.

—¡Buenos días, preciosuras! —digo dando un saltito en el último escalón. Mi felicidad se quiebra cuando lo veo en la mesa con una sonrisa en el rostro. Tiene el mismo corte de cabello. Todo mi cuerpo se tensa cuando está mirándome. Fabiola tiene los labios apretados en una fina línea—¿Qué hace él aquí?

Ni siquiera le sostengo la mirada. Mi voz ha sonado tan agría que estoy sorprendida.

—Sue—habla a mis espaldas y el nudo en mi garganta se forma. No. Trago saliva y recuerdo todo lo que tuve que hacer porque me dejó, así que eso sirve para que el nudo que amenazaba con sacar lágrimas se transforme en coraje.

—Quiero que se vaya de mi casa.

—Hija—intenta decir.

—No soy tu hija. Tú lo dejaste claro, así que vete de mi casa—exijo.

Él se tensa cuando digo eso. Se pone de pie e intenta acercarse a mí. Mamá me pone las manos en los hombros y su contacto hace que la mitad de la ira se disipe por mi cuerpo, Fabiola no ha dicho nada, tiene clavada la mirada en la mesa.

—Sé que no me he portado bien contigo, Sue.

—¿Y has venido hasta acá a decir lo evidente? —respondo llena de cólera.

—Sé que fui un padre horrible. Que no merezco absolutamente nada de ti, pero...

—No fuiste un padre—digo, se me ha quebrado la voz pero levanto el rostro con coraje. Yo ya no derramo lágrimas por él—. Ojalá hubieras sido un padre horrible, ni a eso llegaste. Me abandonaste a los nueve años cuando perdí a la abuela y mamá estaba mal. No te volví a ver hasta que tuve quince años porque yo te busqué.

—Yo sé...

—Y después pusiste a un idiota que no tiene tu sangre por encima de mí. No me creíste cuando te dije que me había lastimado. Te dije que tenía miedo, ¿y qué dijiste?

—No lo creo, es un buen chico—suscita en mi respuesta. Mamá abre los ojos sorprendida cuando lo escucha, se ha tensado y Fabiola tiene la misma expresión que Cali—. He venido a pedirte perdón, Sue...

Estoy a punto de protestar, cuando mamá habla.

—Solo escúchalo, solecito—pide en hilo de voz—. Por favor.

Asiento, pero no quito la mirada desdeñosa de él. Parece que ha pasado varios días sobrio, va como siempre en pantalón de vestir y camisas a cuadros. Tiene una barba corta que probablemente tenga tres días desde la última vez que se afeitó, está tenso y juega con sus manos en un gesto para calmar su pulso acelerado.

—Primero escúchame y si aun quieres echarme, lo haces—intenta hablar, veo como traga saliva. Tiene la piel opaca y luce enfermo—. Últimamente he pensado en la primera vez que te tuve en mis brazos, eras tan pequeña que tenía miedo de que te lastimaras, o que yo te hiciera daño. No podía creer que yo había hecho algo tan maravilloso...No fui un buen padre nunca, porque yo no tuve uno que me enseñara cómo actuar...

Justificándose. Tan lindo.

A la mierda. No tengo que estar escuchando esto.

—¿Cuál es el punto?

—No soy un buen ser humano, soy egoísta. Siempre lo he sido, pero no quiero que tú lo seas...

—No te preocupes, me enseñaste a cómo no ser una mierda. Despreocúpate—respondo con una sonrisa falsa. Mamá me reprende con la mirada y yo finjo que no la he visto.

—Mi niña—dice, dejo soltar una risa amarga y algo dentro de mi se quiebra. Y lo odio por usar el apodo que usaba cuando era una niña y creía en él, tiene los ojos llorosos—. Solo quiero que me des la oportunidad de demostrarte que puedo ser un padre, que puedo estar para ti en cualquier momento. Quiero conocer a tus novios, sé que estás saliendo con Reed, pero quiero saber que te gusta, cuáles son tus sueños...Perdóname, por favor.

Fabiola no dice nada. Tiene la mandíbula apretada como si quisiera decir algo que no puede. La conozco.

—Te perdono—digo sin más. Mamá está sorprendida por mis palabras, tiene una sonrisa en los labios como si tuviera pena, Fabiola alza la mirada en cuanto me escucha y papá ha soltado un suspiro de alivio.

—¿Eso significa que me dejaras conocerte? —pregunta. Sus manos se extienden para intentar tomar las mías, tienen una pigmentación ictérica que conozco bien, está ligeramente amarillo. Cuando observo cada detalle de su cuerpo por encima de la mesa me puedo dar cuenta que ha bajado de peso.

—No necesito un padre—respondo—. No quiero ser grosera pero hace mucho dejé de desear una figura paterna, no te necesité cuando era adolescente, no te necesito ahora. Si has venido a limpiar tu conciencia, te prometo que todo está bien.

—Voy a morir—dice de repente. Las lágrimas en sus ojos comienzan a derramarse con amargura, no puedo si quiera creer lo que estoy viendo y por un momento me ablando, quiero decir lo que quiere escuchar. Pero no puedo—. No quiero morir sin saber que se siente ser tu padre.

—¿Tú lo trajiste? —le pregunto a Fabiola. Ya se me ha quebrado la voz.

—Yo lo hice—responde mamá—. Después de todo es tu padre.

Tengo que parpadear un par de veces para entender lo que he escuchado. Escucho a Reed bajar las escaleras y se detiene de golpe cuando nos ve a todos reunidos en la mesa, ve mi expresión a punto de troncharme y veo en su mirada que no sabe qué hacer.

Fabiola se levanta de golpe de la mesa pero no me mira.

—Voy a comprar para el desayuno—dice la rubia—¿Reed me acompañas?

Reed duda un segundo pero asiento con una sonrisa forzada, me devuelve la sonrisa como si me quisiera transmitir toda su fuerza. Cuando los vio salir y escucha la campana que está colgada en la puerta del jardín y gira hacia mí con una mirada esperanzadora.

—¿Tienes cirrosis hepática? —cuestiono y ni siquiera tiene que responder porque es más que obvio. Él asiente con temor a mi reacción.

Arrugo el mantel sobre mis manos cuando escucho a mamá decir:

—Él no te lo va a pedir, solecito—expone. No tiene que continuar porque sé exactamente a donde va todo esto—, y no estás obligada a hacerlo, pero me gustaría que te hicieras estudios.

—Yo no puedo pedírtelo, no lo merezco—susurra él. Ni siquiera puedo con lo que estoy sintiendo, es una mezcla tan extraña que me provoca náuseas.

—Quiero que te hagas estudios para ver si eres compatible con él. Fabiola también lo hará.

—¿Por qué? —pregunto y es todo lo que puedo decir, mi cerebro es incapaz de formular algo más.

—Porque hay más probabilidad de compatibilidad—responden.

—¿Qué te dijo tu médico tratante?

—Que entraré en la lista de espera para trasplantes—explica—. Pero sería bueno encontrar un donador antes. Y me encantaría tener una parte de ustedes.

Un nudo se forma en mi garganta. Y esta vez es imposible tragarlo, y fingir que estoy bien.

¿Solo por eso vino?

—Necesito tomar aire—digo.

Entonces lo entiendo: No quiere ser mi padre. 

No ha venido aquí por eso.  

Hola, criaturas del cielo. 

¿Qué les pareció el capítulo? 

Espero les haya gustado, fue todo un reto escribirlo y me encanta cómo ha quedado. Coman bien, duerman bien y descansen. 

Nos leemos pronto. Besos. 

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