
Capítulo 2
Cuando te vi, tuve un buen presentimiento
De esos que llegan una vez en la vida
Tal y como predije, Marcela ha hecho una gran torta de chocolate y Ben, mi sobrino, no deja de saltar a mi alrededor.
— Cálmate grillo loco — revuelvo su cabello café.
Lastimosamente es el mismo retrato de mi hermano a excepción que sus ojos son azules como los de su madre.
— ¡Ya estás bien, tía!
— Si... ¡Y ahora puedo hacerte cosquillas!
Sale corriendo y mi deber es ir tras él para hacerle cosquillas. Lo alcanzo tirándole al sillón y ahí le hago cosquillas hasta que casi se orina.
— Pasen a la mesa, la comida ya está lista.
Ambos hacemos una carrera de quien llegue primero a la mesa. Lo dejo ganar y me satisface ver su sonrisa orgullosa.
— Como que te has vuelto más lenta, tía.
— Es la edad, sobrino — revuelvo su cabello
— Tienes 18.
— Y tu 7, así que cállate — le saco la lengua.
Nos sentamos uno al lado del otro, Marcela, mi cuñada se sienta a la cabeza de la mesa y mi hermano llega sonriente sentándose a su lado.
— Niños, sírvanse.
Ben como siempre comienza a echar demasiada comida en su plato, apuesto a que no la comerá toda.
— No seas glotón.
— Tengo que comer para desarrollar.
— Igual vas a desarrollar si comes decentemente.
— Soy un chico decente.
— ¿Quién dice eso?
— Mi mamá.
— Pues tu mamá miente.
— Chicos por favor, coman y ya — Marcela nos regaña.
Todos empezamos a comer en silencio con la tranquilidad reinando, no paso desapercibida la sonrisa estúpida de Ryder.
— ¿Qué pasa contigo? — no puedo más con él.
— Solo estoy feliz. Tengo una esposa hermosa, un hijo encantador, una hermana estupenda y comida en mi mesa ¿qué más puedo pedir?
— Es que te ves raro.
— ¡Es cierto! — apoya Ben.
— Gracias hijo.
— De nada pa.
Mi cuñada y él se ven, al parecer tienen una conversación por telepatía, luego se giran hacia mí sonriendo tan grande que dan miedo.
— Tenemos una noticia para ti — empieza Marcela.
— Sabemos cuánto lo quieres, así que estamos felices en decirte esto.
Guardo silencio, esperando que sigan con la increíble noticia que tienen para dar.
— Hemos abierto una cuenta para los fondos de tu universidad — empieza Ryder. Ay no — Sé que anhelas estudiar medicina, así que averiguamos sobre algunas universidades e hicimos cuentas y todo es perfecto. No tienes que preocuparte por nada.
— ¿Qué te parece? ¿Cómo te sientes? — los ojos de Marce brillan.
Me siento abrumada y desesperada. Ellos no tienen porqué estar gastando, de alguna forma u otra me siento mal por hacer responsables de mi a personas que no tienen que serlo. Ellos me han aceptado desde el principio, me convirtieron en parte de su pequeña familia.
A pesar que viniste a incomodar.
Tienen un hijo del cual hacerse cargo, un hijo que está creciendo, simplemente no puedo adueñarme de lo que le pertenece a Ben.
¿Ves? Ahora echas a perder el futuro del pobre niño.
No, no puedo aceptarlo.
— No es necesario — digo finalmente — He mandado varias solicitudes de becas.
— Oye, eres inteligente y tienes buenísimas notas, pero debes tener en cuenta que esas universidades son muy competitivas ¿que harás si no quedas?
— No sé, algo se me ocurrirá, trabajaré, supongo.
— ¿Eso es lo que quieres?
No, quiero estudiar medicina, graduarme y trabajar en ello, es lo que siempre he querido y me decepciona no estar segura de poderlo cumplir.
— Alejandra, no te preocupes, para nosotros es un honor invertir en tu enseñanza.
— Gracias Marce pero no. Ya suficiente han hecho por mi — suspiro — Yo estaba pensando... tal vez es hora de buscar a mi papá, quizás pueda mudarme con él.
— ¿Por qué? — Ryder luce desconcertado — Estás bien aquí, no lo necesitas.
— No pretendo seguir siendo una carga para ustedes...
Pero lo eres.
Estas enferma y arrastras a todos contigo.
Moriré en algún momento y los dejaré libres de mi. Entiendo completamente si estoy resultando ser una pesada, ellos en primer lugar no tenían deber en aceptarme.
Solo incomodas.
Supongo que les daba lástima la adolescente de 14 años. Mi hermano se responsabilizó de mí cuando no debía, tiene un hijo y una esposa que mantener.
Tu solo estas aquí, desperdiciando su oxígeno y su comida.
— No eres ninguna carga, somos familia, no entiendo por qué estás diciendo eso — replica molesto — Amo tenerte aquí, eres mi hermanita.
— No soy tu responsabilidad.
— Lo eres.
— Si pues no debo serlo.
— Cállate, no sigas diciendo estupideces, todos aquí te queremos mucho...
— ¡Y ese es el problema!
Marcela y mi sobrino, en las discusiones que tengo con Ryder nunca intervienen.
— ¿Cuál es el puto problema?
— ¡No quiero que me quieran!
Respiro agitadamente, me siento muy agobiada, no sé qué hacer, qué pensar ni que decir, no quiero soltar algo que los lastime pero estoy sofocada.
— ¡¿Te estás oyendo?! ¡Es ridículo lo que dices! Dame una buena razón ¡Solo una!
— ¡Moriré!
Jadea.
>> Te vi derrumbarte cuando mamá murió, te vi llorar hasta quedarte dormido, te vi perderte en la tristeza, no quiero que tengas que pasar por lo mismo de nuevo, ni tu, ni nadie. No lo merecen, son personas geniales y yo no merezco que lloren por mi.
Un silencio sepulcral llega, mi respiración tanto como la de Ryder están tan agitadas como si hubiéramos corrido tantos kilómetros. Mi cuñada baja la mirada con los ojos inundados de tristeza y Ben... oh no, Ben.
— ¿Morirás? — dice al borde de las lágrimas.
Ryder tira los cubiertos en la mesa y se va furioso, azotando la puerta de su oficina.
— Cariño, a tu habitación por favor — Marce besa la frente de Ben y este obedece sin mirarme.
No digo nada, en este momento puedo sentir la mirada de ella sobre mí y me siento como una niña que está a punto de ser reprendida.
No debí decir eso.
Siempre lo arruinas.
— Comprendo tu temor — su voz es dulce — pero no es tu decisión, no puedes elegir por nosotros, sabemos que estas enferma pero no permitimos que eso te defina o dicte cómo debemos tratarte.
>> Eres demasiado importante para nosotros, y vivimos con el constante miedo que un día simplemente no despiertes, pero sin importar eso, nos permitimos amarte y nada cambiará todo el aprecio que te tenemos. Puedes gritar todo lo que quieras, puedes creer que no te merecemos, pero no está en tus manos que te elijamos.
— Yo...
— Ryder nunca te dejará ir, estoy segura que prefiere mil veces llorarte si un día no estás a dejar que te alejes. Te amamos y no importa si duele el proceso o el final, no hay amor que no duela, lo importante es lo vivido durante el tiempo que amamos.
— Lo siento tanto.
— No tienes que disculparte, estás asustada — acaricia mi mano — No perdamos la fe, solo eso te pido.
— Gracias.
Besa mi frente — De nada. Iré con Ben.
Sola en la mesa miro fijamente el pastel de chocolate. Suspiro, otra vez me dejé llevar por mis temores, supongo que tengo complejo de salvadora. Me levanto, camino a la oficina de mi hermano.
En el camino miro con nostalgia todas las fotos que están colgadas en la pared, unas con mamá, cuando Ben nació, la boda de ellos dos, algunas de mi graduación y en todas ellos profesan amor hacia mi.
He sido bendecida por la familia que me ha tocado, pero ellos han tenido mala suerte por tenerme a mi, una chica llena de inseguridades y temores.
Llego hasta esa habitación en donde se escondió tantas veces para llorar la muerte de mamá, él nunca lo supo pero yo siempre lo escuchaba sollozar y me iba llorar a mi habitación. Doy dos golpecitos y luego entro.
Lo encuentro sentado en su sillón, su cara hundida en sus manos, me parte el corazón verlo así y saber que soy la culpable de su tristeza.
— Perdón.
Alza la vista, sus ojos se ven tan tristes, sus párpados caídos, su cabello cae en su frente y sus labios están curvos hacia abajo.
— Perdóname por todo lo que dije — mi voz sale ahogada — Te quiero tanto y estoy tan agradecida y solo pensar en estar lejos de ti me rompe el alma. Lo siento tanto por ser una mala hermana.
Suspira — Ven aquí — me siento en el brazo del sillón y él envuelve sus brazos en mi cintura.
— Perdóname Ryder — acaricio su cabello.
— No hay nada que perdonar, te quiero.
— Y yo a ti — me alejo entusiasmada por mi nueva idea — Para compensarte, mañana voy a ir al refugio, así tu puedes salir en familia con Marce y Ben.
— Para que sea en familia tendrías que ir también, tonta.
— Bueno, entonces mejor dejen a Ben donde su abuela y salen los dos solitos — sonrío ampliamente — Necesitan tiempo en parejas.
— Pero no te gusta ir mucho al refugio.
— Lo haré por ustedes.
— Bien, lo hablaré con Marce.
Respiro tranquila, no hubiera podido salir de aquí sin haber arreglado las cosas con él.
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Marce dijo que había otro trabajador además de ella y que él era el encargado de abrir y cerrar el refugio. Entro al lugar e inmediatamente se siente un espíritu hogareño de tranquilidad y paz.
El refugio pertenece a Marcela, según lo que me contó Ryder, cuando ella tuvo su primer empleo empezó ahorrar hasta conseguir un terrenito donde construyó para poder hacer este hogar para animales abandonados de la calle.
Es admirable. Sinceramente me parece increíble el entusiasmo y vocación que ella tiene al ayudar a los demás.
El mundo necesita más personas como ella. Personalmente no me gusta venir mucho, de hecho casi nunca lo hago, y no porque odie los animales, todo lo contrario, pero cada vez que la visitaba me daba un bajón cuando me contaba que encontraron otro animalito tirado en la calle en condiciones críticas.
Por nada me echaba a llorar durante las historias contadas para luego salir hecha una furia con la humanidad, incluyéndome.
— Hola ¿alguien por aquí?
Soné la campanita del mostrador, se supone que alguien debe estar aquí por si vienen a adoptar alguna mascota, pero ese alguien definitivamente no está.
— ¿Hay alguien por aquí?
— Si en un dado caso no hubiera nadie ¿pretendes que el silencio te responda?
Me sobresalto, busco al dueño de la voz correspondiente. Abro mis ojos como dos platos enormes, otra vez él.
¿Coincidencia? No creo en esas cosas.
— Bienvenida, la dueña del refugio no está, pero soy el encargado — me extiende su mano ¿no me recuerda? — Evan Green.
— Ya lo sé — la estrecho — Alejandra Valencia.
— ¿Qué sabes? ¿Mi nombre? — se estremece — ¿Eres una acosadora?
Sus ojos brillaron con diversión, no sé qué tiene este chico que es tan transparente.
— Me refiero a que ya... olvídalo, Marcela es mi cuñada, vengo a sustituirla.
— Oh, ¿Ahora serás mi jefa? — Sus grandes ojos verdes se abren fingiendo horror.
— Te apellidas verde y tus ojos son del mismo color — no puedo evitar decirlo.
— Siempre he dicho que todos tenemos concordancia con nuestros nombres — me señala — Tu apellido debería ser Brown.
— Me gusta más el blanco.
— Entonces White es lo ideal — guiña un ojo.
Escondo una sonrisa, la forma en la que habla, incluso mira, es tan espontánea y no sé cómo reaccionar ante algo tan transparente.
— Entonces...
— Ah, puedo enseñarte todo, presentarte incluso, si quieres.
— Si quiero.
Quiero golpearme por lo rápido que respondí, soné urgida.
Sonríe — Excelente, los animalitos son cariñosos, no tendrán problemas en recibirte.
Camina por delante de mí ¿ya había mencionado lo alto que es? Porque es mucho o tal vez soy demasiado pequeña. Su espalda es delgada, tiene un caminar elegante, incluso su cabello se ve perfectamente desordenado, es como si fuera imposible que se viera mal.
Se gira un momento para sonreír — Es bueno tener nueva cara, ellos se alegran cuando hay gente nueva.
— ¿Vienen seguidos para adoptar?
— Gracias a Dios vienen muchas personas.
O tal vez vienen a verlo a él.
— Por el momento solo hay 15 perros, 6 gatitos y 3 avecillas que rescatamos luego que fueron atacadas, seguimos con la esperanza de que un día alguien vendrá por cada uno de ellos.
— Seguro que si.
Llegamos al patio trasero, inmediatamente muchos perros se vienen a nosotros moviendo la cola y lamiendo todo lo que puedan.
Es un lugar amplio pero cerrado que los protege del sol o la lluvia, tienen la libertad de correr y caminar por donde ellos quieran, al igual que las aves tienen sus propias jaulas que simulan ser una casa, incluso tienen pequeños árboles dentro.
— Estamos esperando la confirmación del veterinario para dejarlas ir.
— Entiendo...
— Amiguitos, tenemos una invitada especial, Alejandra — sonríe con calidez acariciando a uno pequeño peludo — Ellos son los consentidos.
Acaricio a todos los que puedo, regalando sonrisas y unos cuantos murmullos de afecto. Son tan cálidos.
— Andando, aún faltan los reyes de acá — dice burlón.
Lo sigo sin entender a que se refiere pero caigo en cuenta cuando miro a los gatos sentados en lo alto con cara de ser lo mejor del mundo.
Suelto a reír, siempre he amado las personalidades de los gatos.
— Mira nada más, si pareciera que gobiernan el mundo.
— Lo hacen aquí y lo harán algún día cuando estén fuera de aquí — carga a uno — Se llama bizcocho.
— ¿Por qué ese nombre? — sonrío — no puedo tomarlo en serio.
— El primer día que lo trajimos no quiso salir de su escondite, hasta pasadas las horas lo encontramos robándose los bizcochos de Marce.
Reímos juntos y por primera vez en mucho tiempo me siento tranquila en mi propia piel.
Luego de las presentaciones, sé que no me costará trabajo manejar los nombres de todos, me explica los horarios de las comidas y los días que les toca baño y cita con el veterinario. Estoy orgullosa de todo el trabajo que se realiza aquí, rescatan a estos animales para darles un techo, comida y amor hasta que alguien venga por ellos.
Y pensar que en su momento estuvieron solos en la calle, siento pateados como basura, de pensarlo se me estruja las entrañas.
El día pasa volando, conozco mejor a cada uno, ayudo a Evan a alimentarlos, jugamos con ellos y cuando llega el momento de cerrar me lleno de tristeza.
¿Por qué los mejores días pasan rápido?
Evan me explica que ellos no quedan solos durante la noche, vienen dos chicas a hacer guardia y se van en la mañana cuando él vuelve.
— Me encantó venir hoy.
— Me alegra escuchar eso, es terapéutico pasar tiempo con ellos.
Sucede otra vez. No decimos nada pero nuestros ojos quedan conectados unos a otros. Sus verdes contra mis cafés. Su transparencia contra mi oscuridad. Su rostro sigue iluminado, sus ojos son dos esferas brillantes que hacen ver su rostro hermoso y cálido.
— Te acompaño a casa.
— Oh, gracias.
— ¿Te gusta caminar? No tengo auto.
Abro mi boca para responder, pero una llamada a su celular me interrumpe, alza un dedo para que le de un minuto. Sonríe a quien sea que lo llamó y escucho que murmura un adiós Kai.
— Me encanta caminar. — termino por decir.
En silencio cómodo caminamos hombro con hombro, bueno mi cabeza apenas le llega al hombro.
— ¿Cuántos años tienes? — me arriesgo a preguntar.
— 19 ¿y tu?
— 18.
— Así que futura universitaria.
— Tal vez...
No pregunta nada, supongo que es lo normal teniendo en cuenta que hasta hoy nos conocimos, tampoco es que le soltaría toda mi información personal a un desconocido.
— Es aquí.
Miro mis pochis sucios, muevo mis pies con algo de nerviosismo.
— Gracias eh... por acompañarme.
— De nada. Espero verte pronto.
Sonríe levemente y se va, otra vez pasa rozando mi brazo pero ahora no me quito, quedo estática con la esencia de su tacto.
¿Qué pasa conmigo?
Sacudo mi cabeza. No puedo caer. Me niego a caer.
Como loca saco el celular de la bolsa del jeans y con el corazón acelerado le escribo a mi amiga.
Kathwoman: He conocido a un chico.
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