Capítulo 7
Con pecas rojas y un agridulce sabor en la boca
Con la congoja en el pecho y los nervios gastados, Jude decidió no ir a clases aquel viernes.
"No ha sido mi semana", se lamentaba tras haber introducido el termómetro en una jarra de agua caliente para engañar a su madre con una supuesta fiebre. "Falta si quieres, ya verás cuando llegue tu padre", le había dicho ella.
De todas formas, Jude deseaba dejar en claro que el motivo de su ausencia en el salón de clases no era otro que uno personal que había afectado a su ánimo en sobremanera. Trataba de decir sin palabras: "¡Por eso miento, mamá! No me siento bien, no me importa si un termómetro dice que estoy perfecta, soy capaz de mentirte con tal de no moverme de mi cama. ¡Así de mal estoy!" Para su mala fortuna, su lenguaje corporal solía ser bastante impreciso y, a veces, contradictorio.
A las dos de la tarde el oscuro cielo dictaba las seis con la garúa cayendo incesante. Poco le importó a Jude el frío, cogió la misma falda verde y el típico bivirí, puesto que eran las prendas que se hallaban a su alcance, y así salió con dinero en mano para comprar el pan de la noche.
Las gélidas ventiscas la estremecieron por completo al solo poner un pie fuera de su edificio; sin embargo, no dio vuelta atrás y siguió el breve camino rumbo a la panadería más cercana.
Después de andar bajo la lluvia y repleta de pensamientos inútiles que la angustiaban, llegó al local que llevaba un toldo en la entrada y decía en su letrero: "Bakkary's".
Con el único propósito de dilatar cada segundo, la joven permaneció de pie en el peldaño de la instalación y vació su mirada para contemplar su oscuro interior. Hubiera jurado que había permanecido allí durante horas enteras, aun cuando no era cierto según el reloj.
—Jude, eres tú...
Una suave voz ronca la sobresaltó de repente obligándola a girarse hacia el susodicho. Una amigable y sutil sonrisa fue lo que vio sin siquiera lograr destapar sus oídos del abrupto y breve paro cardiaco del que había sido víctima. Sabía que los autos seguían transitando en la pista, el viento agitaba sus cabellos y la lluvia caía con la misma fuerza, pero por un instante, su mundo se había detenido en alguna parte de su ser.
"¿Por qué?"
—No esperaba verte por aquí, ¿vives cerca? —Sonrió y levantó su paraguas para que los cubriera a ambos.
Fue entonces que recuperó el habla y la razón.
—Hola... —pronunció, agitada.
Ante la falta de palabras de parte de la muchacha, él soltó una leve risa.
—¿Te acuerdas de mí?
—¡Claro! Riley, ¿no? —Fingió vehemencia, como si su nombre no hubiera sido lo único en lo que había pensado desde su último y primer encuentro.
—Excelente. ¿También tienes libres estas horas?
—¿Libres? —Olvidó que había faltado a clases—. Ah... Claro, claro. ¿Que tú igual?
Riley mordió sus labios como si tratara de saborear cada sonido que provenía de ella, como si se jugara el papel de un policía frente al sospechoso de un crimen.
Aquello solo consiguió ruborizar a Jude y convertirla en un manojo de nervios.
—¿Qué, qué ocurre? —balbuceó.
El chico negó con la cabeza y volvió a denotar su amplia sonrisa.
—Nada, pecocita. ¿Vienes por el pan?
—Ah...
—Porque yo sí. Entra, te acompaño. —Señaló la entrada y con una leve curva en sus labios, la muchacha ingresó al local sujetando con fuerza los tableros de su falda.
Riley cerró su paraguas y siguió a Jude. Para ella, el aire acondicionado del lugar, la luz amarillenta, lo impecable de las repisas y vitrinas, pasaron hasta un tercer plano; apenas se percató de la cicatriz de quemadura en medio del rostro de la mujer que los atendía, ni siquiera notó el letrero de "piso húmedo" a un lado de la sala ni al niño albino que sujetaba a su mulata madre de sus pantalones. Estaba muy ocupada viendo sus pies, el vacío frente a ella y la sonrisa de su acompañante. Cada oración que él decía, cada exclamación y cada gesto en su faz era para ella, sentía que de verdad solo eran para ella, como si no hubiera nadie más en el planeta, como si solo los dos se hallaran flotando en la pesada oscuridad o en una empírica luz.
Pero debía disimularlo con escasas sonrisas y silencios que fingían desinterés. En ningún momento había planeado negarse a sí misma lo que sentía por aquel desconocido, no le dolía admitirlo... pero sí la hubiera destrozado que él lo supiera.
Compraron sus respectivas bolsas de panes para sus hogares y salieron del establecimiento. Él volvió a cubrirlos con el paraguas en alto y sin que ella se diera cuenta, Riley comenzó a seguir los pasos de Jude. Ella decidía a dónde ir mientras ambos seguían su plática.
—¿No te asusta la universidad? —preguntó él—. Porque cuando yo inicié estaba aterrado. Este no es el mundo de los profesores fastidiosos y los compañeros divertidos, es el real. Aquí no estás protegido. ¿No te parece increíble?
—Sí, pero, en realidad, jamás... me he sentido muy protegida que digamos... —Se encogió de hombros—. ¿Nunca te fastidiaron en el colegio por algo? ¿Jamás fuiste "ese chico raro"?
—Mm... No, en verdad... Era yo el que fastidiaba.
—¿¡Qué!? —exclamó Jude con una gran sonrisa, a lo que Riley rió—. ¡No puede ser! ¡Qué maldito! —Golpeó el pecho del chico con el reverso de su mano e imitó su carcajada.
—No hacía nada malo. Solo ponía gusanos en sus carpetas o pasta dental en sus emparedados. Lo hacía con todos, era muy divertido... para mí.
Jude negó con la cabeza sin borrar de su rostro la gran sonrisa que llevaba.
—Eras terrible. Demasiado travieso. Hubiera querido hacer algo así.
Riley volvió a reír. Ante el silencio que se volvía más pronunciado con el pasar de los segundos, el muchacho bajó la mirada a su acompañante y notó que esta mordía la mitad de su labio inferior. Supuso que se trataba del frío que, incluso estando abrigado, él lo sentía a través de sus huesos.
—Oye, Jude... —llamó y se detuvo en seco.
—¿Ah? ¿Qué pasa?
—Mm...
Riley la observó una vez más y comenzó a desprenderse de su chalina. La joven lo miraba sin comprender qué hacía o por qué, y fue así hasta que él envolvió su delgado y pecoso cuello en la prenda tibia.
—Pero Riley...
Él la silenció con un susurrante "Shh" y prosiguió abrigándola con la chaqueta que llevaba puesta encima. Jude lo miró sin poder pronunciar palabra alguna, no quería que se enfermase por su culpa, y también estaba tan avergonzada.
El chico no tardó en ponerle a ella su saco y acomodar los detalles en ella como el cuello. La escrutó con un semblante serio, asintió, la abrazó por los hombros y la invitó a seguir caminando a su lado. Ella fue dócil, pero seguía torturándose con sus pensamientos.
—Riley...
—Todavía tengo una camisa debajo de esta chompa, Jude. Me abrigué demasiado, estaba comenzando a sudar... —mintió con una convincente amabilidad.
—Pero...
—Si me rechazas, estaré llorando toda la noche, Jude.
Ella rió y él volvió a sonreír por ello.
De repente, en un curioso intento, Jude alzó uno de sus brazos con lentitud y cada vez estaba más cerca de la cintura de Riley. Ya que él la tenía abrazada, ella dudó muy poco sobre imitarlo. Así ocurrió. Quizá, no fue demasiado tiempo pero en ese instante, Jude caminó bajo la gélida lluvia junto a una persona que no podía pronunciar de manera más dulce su apodo de "pecocita". Era el único que le había gustado desde que tenía memoria y ahora significaba tanto que apenas consiguió reírse a escondidas al imaginar que él y ella eran una pareja.
¿Y si lo fueran, caminarían así todo el tiempo? ¿La sensación de amistad y calidez jamás se perdería? ¿Él siempre la turbaría de formas que nunca antes había conseguido? Hubiera deseado caminar con él hasta el fin del mundo.
Una llamada del teléfono de Riley lo obligó a soltarla y darle el paraguas.
—Perdón, Jude. Un segundo. —Se acercó el teléfono a la oreja y habló—: Mamá, ¿qué pasó? Ah... Bien... Sí... Sí, sí, ya llego. Adiós. —Colgó.
"No te vayas, Riley".
Jude quiso decir algo pero Riley la interrumpió y solo pudo soltar un balbuceo.
—Jude, tengo que irme, es urgente. Nos vemos luego, ¿sí? Lo siento. —La tomó de los hombros y besó su mejilla, raudo—. Adiós y cuídate mucho.
—Pero... —susurró.
Riley no le dio tiempo de si quiera terminar lo que estaba diciendo o despedirse, solo se alejó corriendo tan rápido como pudo cubriendo su cabeza con los brazos.
Entonces Jude se dio cuenta de que todavía traía puestos la chalina y la chaqueta de Riley, así como todavía sostenía el paraguas sobre ella.
La temperatura del ambiente podía estar a muy pocos grados sobre el cero, pero un sentimiento que brotaba con gradualidad en su pecho calentaba a Jude debido al recuerdo del beso de Riley en su mejilla.
Riley, Riley, Riley, Riley, se repetía en su mente sin cansarse y sin sentir frío alguno bajo el agua que le regalaba el cielo a su frágil cuerpo. Sus piernas flaquearon y estuvo a punto de caer, pero se enderezó y logró que su equilibrio y razón volvieran a ella. Debía volver a casa.
***
Tras algunas horas de mutismo en la oscuridad de su habitación, Jude seguía tumbada en su cama con su celular en la mano mientras se distraía de cualquier nombre masculino que iniciara con la letra "R".
Las palabras de una aguda voz que cantaba desde su teléfono no conseguían animarla ni ayudarle a olvidar la expresión de su madre cuando la vio al entrar a su departamento con objetos que no le pertenecían; pero la centraban en un problema mayor... y, en ese momento, creyó que era lo que necesitaba, solo distraerse.
"Hola, mi nombre es Ana y estoy aquí para salvarte", decía la canción que oía. ¡Cómo olvidar la época en la que había descargado esa 'cosa'!
"Muy inteligente de tu parte haberme llamado. Trabajaremos juntas y no dejaremos huella". Una lágrima caía por su mejilla, ella no movió ni un músculo por tratar de detenerla.
"Tendremos alas eventualmente. Quiero abrazarte", justo en aquellas notas, era cuando su pecho más le ardía y se sentía ahogada.
"Te ayudaré a controlarte", ojalá hubiera sido real esa promesa. "Voy a doler como el infierno..." Tenía razón.
"Voy a tragarme tu dulce alma". Se formó un nudo en su garganta, soltó el teléfono y abrazó la chaqueta de Riley contra su pecho.
"Se clavará en tu quijada... Está pintado en el espejo... Desnuda hasta los huesos, hasta el alma, hasta no sé dónde. Desnuda hasta el núcleo, hasta la carne y ¡oh! "
Jude tapó sus oídos, lloró en silencio y reposó su nariz en la prenda del muchacho para imaginar que estaba cerca, a su lado, acompañándola y protegiéndola, aun cuando se sabía no más que una tonta. Cerró sus ojos y cuando las fuerzas se le terminaron, terminó de oír "eres ingrávida..."
La melodía que la perturbaba se detuvo de repente y vibró su celular. Al reclinarse más cerca de él se dio cuenta de que estaba recibiendo una llamada de un número desconocido. Tuvo miedo de que se tratara de Ana o Mia, pero luego de unos segundos, optó por contestar.
—¿Sí? —preguntó con una voz temblorosa.
—Buenas noches. ¿Puedo hablar con Jude?
Esa voz... ¿Era un mensaje del cielo?
Su corazón se disparó en un galope constante y sintió subir su temperatura de pronto.
—¿Ri-Riley? ¿Qué rayos? ¿Cómo obtuviste mi número?
Oyó su suave risa a través del auricular y se estremeció. La felicidad no cabía en ella.
"Dios... Riley..."
—Llamé a una amiga, quien llamó a otra amiga, quien llamó a una conocida y obtuve tu apellido. Por suerte, no hay muchos Lessin en la zona. Llamé a tu casa y tu mamá me dio tu número de celular. —Volvió a reír—. ¿Está bien? No volveré a hacerlo si no te gusta. Lo siento, yo...
—No, no te preocupes —interrumpió, apurada—. Si me lo hubieras pedido, te lo habría dado de cualquier modo... Eh, ¿qué pasó? ¿Te llevo tus cosas a tu casa?
—Pues necesitaba la chalina. —Hubo un breve silencio en la línea—. Perdóname, Jude, es que no era mía y lo olvidé. ¿Crees que podríamos vernos en una cafetería?
—¿Eh? —Perdió el habla—. ¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Ahora? ¿Hoy?
—Si no te molesta...
—No, no, está bien... —Sonrió con amplitud y llevó un mechón de su cabello detrás de su oreja—. Ah, ¿cuál cafetería? Solo conozco a Sakimi que está a una calle de aquí.
"Oh, por Dios. Oh, por Dios", se repitió en un susurro con la mano cubriendo el auricular del teléfono. Luego volvió con él.
—Es perfecta. Odio Starbucks. ¿Nos vemos en una hora allí?
—Sí, sí, sería genial... Estaría bien... Eh, nos vemos, Riley.
—Adiós, Jude.
Ambos colgaron y perdieron el contacto pero ella casi pudo visualizar la sonrisa que él debió tener al pronunciar su nombre.
Lanzó un grito mudo y se revolcó en su cama con el ánimo en el cielo, pataleó y le sonrió al vacío antes de reírse abrazándose a sí misma con fuerza.
Tal vez, en ese momento no se percató pero desde ese muchacho su vida estaba tomando un rumbo diferente al predispuesto. Aunque, quizá, no era el mejor.
***
Habían transcurrido varias semanas desde la última vez que Jude sintió tanta calidez y comodidad en sus ropas, mejor aún, bajo el gélido invierno. En su pequeña cabeza sabía muy bien que no debía elegir su bien solo por un muchacho, pero creyó que mientras beneficiara a su salud traer botas y chompas, no importaba el motivo.
La ansiedad se denotaba en cada padrastro que quitaba de sus dedos y en cada mordida que le daba a sus labios sin darse cuenta. Mientras las personas a su alrededor limpiaban los toldos de sus tiendas, barrían los charcos de sus entradas y pasaban un estropajo a sus ventanas, Jude le era indiferente al frío porque en su mente solo existía una cálida sensación: Riley.
Cruzó una pista de doble vía cuando el semáforo cambió a rojo y pudo visualizar al muchacho que la había citado en una de las mesas junto a las vitrinas de la cafetería. Él leía el menú del local con atención, por lo que no se percató de la gran sonrisa que dejó en la joven con solo su presencia. De inmediato, Jude corrió a la entrada del lugar e ingresó.
A medida que caminaba entre las mesas y oía con mayor atención la canción 'The one got get away' que tocaban los pequeños parlantes que colgaban del techo, se iba preparando en su interior para hablarle.
"Gracias por tu chalina, Riley. También traje tu chaqueta y el paraguas... Gracias, Riley. ¡Hubieras visto la cara de mi mamá cuando entré a casa!... Riley, llegaste. ¿Has pedido algo? Yo te invito... Qué bueno que llegaste, Riley... ¿Sabes? Estaba llorando cuando me llamaste, pero luego me sentí bien... Gracias, Riley... Te quiero, Riley..."
Entonces, cuando estaba a tan solo a una mesa de él, una chica se le acercó y compartió una sonrisa con Riley antes de sentarse a su lado. El corazón de Jude se rompió cuando se dio cuenta de que era Penélope.
No pudo evitar estrujar entre sus manos las prendas del chico. ¿¡Qué hacía la chica del feo moño allí!?
'In another life, I would be your girl...' "Estúpida canción", pensó.
—¡Jude! —llamó Riley al verla.
—Oh, ¡hola, Jude! —Penélope también alzó la voz para saludarla.
Ambos sonrieron y Jude tuvo que forzar el mismo gesto y acercarse mientras maldecía su suerte en su mente. "¿Por qué?", llegó a preguntarse varias veces en tan solo un segundo.
—Siéntate aquí, ¿qué vas a tomar: chocolate, leche, té o café? —preguntó él, amable.
—Gracias... —respondió con un semblante ecuánime—. Yo pagaré mi té... pero gracias.
Tanto Penélope como Riley percibieron el mal humor que traía Jude, por lo que el muchacho decidió limitarse un poco más en su comunicación, pero no ocurrió lo mismo con la otra muchacha.
—Hey, Jude... ¿Mucho frío? —Sonrió Marks al verla abrigada.
La joven de rojizos cabellos le dirigió una oscura mirada y frunció los labios, motivo por el cual, la chica junto a Riley se estremeció.
—Sí. Te traje lo que me prestaste. Gracias. —Se dirigió al chico y le estiró sus pertenencias.
—De nada, Jude —contestó tan frío como ella al recibirlas.
Por fuera demostraba muy poco sentir además de la molestia que la embargaba por completo; pero en su interior, cada partícula de felicidad se desmoronaba y en sus oídos se percibía el estruendo de cada derrumbe emocional.
Pasó saliva y comenzó a juguetear con sus cabellos mientras desviaba sus ojos a cualquier punto que no fuera una de las personas frente a ella. Riley tamborileó sus dedos sobre la mesa y miró a Penélope, quien se encogió de hombros.
—Jude, me encontré por accidente aquí con Peny y la invité a estar un rato con nosotros, ya se va y me dijo que te conocía. ¿Está bien? —habló Riley.
—Sí, sí, está bien... —contestó sin ánimos y sin verlo a los ojos.
—¿Estás bien? —volvió a preguntar el muchacho.
—Sí, es, es... solo que me duele la cabeza —mintió acomodando un mechón de su cabello detrás de su oreja.
—Bien. —Suspiró Thompson dándose por vencido con ella.
Jude sabía que era muy incómoda su actitud para sus acompañantes, pero estaba enfadada con Penélope y por eso no se esforzaría por cambiarla, ni siquiera por ella y por Riley. Solo pensaba en la misma pregunta: "¿Por qué tuvo que elegir esta de todas las cafeterías de la ciudad?"
Pese a que el mundo seguía su curso a su alrededor con risas, pláticas y sorbos o mordiscos, para ella no existía más que su sentimiento encolerizado, pero ni siquiera para él el tiempo pasaba más de prisa.
—Iré a ver por qué demoran tanto en la cocina, ¿sí? —Penélope se puso de pie—. También pediré tu té, Jude.
La aludida asintió y vio cómo la muchacha del cabello desordenado y atado se alejaba meneando con ligereza las caderas. "Ah, genial. Tiene confianza en sí misma, es una coqueta y quién sabe cuánto tiempo estuvo con Riley...", pensó.
—Jude...
Ella se sobresaltó al oír su voz y se giró de inmediato, un poco asustada por llegar a creer que él pudo haber leído su mente.
—Dime.
—¿De verdad estás bien?
—Sí, sí —balbuceó ella—. ¿Por qué no lo estaría?
—No lo sé... Te noto enfadada. ¿En serio estás bien?
—Claro... Yo...
El chico levantó su mano por encima de la mesa y la estiró hacia Jude sin llegar a tocarla. La joven no supo cómo reaccionar y toda su piel se erizó en el mismo momento en que sintió su pulso detenerse.
Podía ver su palma blanca, amigable y sutil ofreciéndose a ella, ¿se suponía que debía tomarla?
"Riley no sabe qué está haciendo...", pensó.
—Vamos, dime. ¿Te desagrada Penélope? —preguntó llevando sus ojos hacia la joven Marks.
Jude lo imitó y vio cómo Penélope reía en su plática con el corpulento hombre detrás del mostrador. Torció los labios con disgusto.
—¿Es eso? —continuó el chico—. Porque yo creo que es muy simpática.
—¿Simpática?
—Sí. —Se encogió de hombros—. Me hizo reír hace un rato. Es divertida.
"Es simpática. Es divertida. Es simpática. Es divertida. Es simpática. Es divertida... Lamento no ser simpática ni divertida..." Mordió sus labios para contener una lágrima y aunque la mano de Riley se la ofrecían a ella y no a Penélope Marks, no le pareció suficiente. Solo quería volver a su habitación y fingir que no existía porque el chico que le gustaba, tal vez, jamás sentiría lo mismo por ella.
—Jude... —repitió él, con ternura, tratando de tocar una flaqueza pero ella se empecinó en ocultar lo que sentía... aun cuando Riley ya se había dado cuenta.
Quiso esconderse, perderse, irse, deshacerse o desaparecer, cualquier otro estado era mejor que el sentimiento de rechazo. La muchacha estaba segura de que permanecería así para siempre, pero el ruido de un vaso de vidrio cayendo al suelo, seguido por un leve grito, volvió la atención de todos los presentes al mostrador del local.
"Dios...", jadeó Jude al ver que frente al charco de leche en el suelo se hallaba Penélope, petrificada, y nadie más que Harley Wood, el chico de los tatuajes.
—Harley, perdón, no te vi... Yo...
Penélope, llena de preocupación apenas alcanzaba a balbucear mientras que Harley no despegaba la mirada del suelo y pasaba su mano por toda su faz, gesto que demostraba su hartazgo. Se veía igual que un volcán a punto de erupcionar.
—Marks —pronunció al fin, con los ojos bastante abiertos—, ¿me has seguido hasta aquí?
Su voz era pasiva y el volumen, bajo. Se estaba conteniendo y hasta Jude sintió en sus poros lo que se aproximaba. Hubiera deseado no estar allí en ese momento, comenzó a sufrir de un tic nervioso en su rodilla izquierda.
—Harley, yo...
—¿¡Me has seguido hasta aquí!? —vociferó y las diez personas que se hallaban en las mesas comenzaron a alborotarse.
Sin que transcurriera un segundo más, Riley se puso de pie, raudo, y trotó hacia Penélope y Harley.
—¡No! —contestó la interlocutora de Harley—. Vine aquí por mi cuenta.
—¿¡Ah sí!? —Se acercó a la joven para intimidarla y siguió con la misma fuerza en cada palabra—. ¡Pues qué coincidencia!
—¿Qué pasa, amigo? —se interpuso Riley—. Es solo leche, yo te la pago. Estás asustando a la gente.
—¿¡Quién mierda eres tú!? —respondió con la misma exaltación al chico que acababa de unirse.
—Les voy a pedir que se retiren, por favor.
Apareció un hombre de prominente barriga y el uniforme de la cafetería, con toda la intención de sacarlos del local a todos los involucrados en el escándalo. Para su mala fortuna, no consiguió docilidad de su parte.
Harley refunfuñó, se deshizo del contacto con el empleado y caminó con fuerza en cada zancada hasta la entrada.
Penélope no esperó a que el hombre a su lado pronunciara palabra y decidió seguir a Harley con la idea de que el problema ocurrido solo podía remediarlo ella. Riley fue detrás y vocalizó un "lo siento" hacia Jude, quien tampoco esperó para tomar las pertenencias del muchacho y salir de Sakimi con él.
Se respiraba un mal presentimiento en el aire.
—Harley, Harley —llamó Penélope al hallarse ya en la fría calle, pero él no se detuvo—. Harley, espera, por favor.
—¿¡Y ahora qué mierda quieres, Marks!? —Se giró con brusquedad al detenerse.
El ceño de Wood era todo enfado y molestia. Ni siquiera él hubiera podido describir cuánto hervía su sangre.
—Quiero disculparme contigo...
—¿¡Disculparte!? —Se acercó a ella—. ¿¡Crees que una disculpa lo solucionará todo!? ¡No somos niños de jardín, Marks!
—Wow, cálmate. —Riley intervino y se posicionó entre ambos—. ¿Te vas a poner así porque se derramó tu leche? ¿Tienes problemas de ira o de calcio?
—¡Tú no te metas conmigo! —vociferó y lanzó un golpe a Riley, quien cayó al asfalto.
—¡Riley! —exclamó Jude desde la puerta de vidrio de la cafetería.
Muchos transeúntes fueron testigos de la agresión; sin embargo, ninguno se acercó ni ayudó con una alerta a la autoridad, solo siguieron con su camino. Algunos de los clientes de Sakimi se acercaron a las ventanas para contemplar la gresca, aun así parecía no importarles lo que en verdad sucedía.
—¡Harley! ¿¡Por qué hiciste eso!? —reclamó Penélope desde una distancia prudente—. ¿¡Qué te pasa!?
No hubo respuesta alguna puesto que Riley se levantó con fuerza del suelo y derribó a Harley con un golpe en el estómago. Una vez bajo del chico, Harley apenas pensó en regresarle una patada que lo empujara lejos y cuando sucedió, Riley no contuvo los seguidos golpes con los que hizo gemir a su adversario al reventarle una ceja y provocar el brote de sangre en su nariz.
Para Penélope era la primera vez que veía a alguien hacerle frente al chico de los brazos tatuados y era escalofriante.
Wood consiguió incorporarse para patear el estómago de Thompson en el suelo, pero este lograba levantarse una y otra vez. Cualquiera hubiera dicho que jamás se detendrían, ni con Peny llamándolos para que se detuvieran ni con algún transeúnte llamando a la policía.
"¿¡Qué te pasa, amigo!? ¿La leche significa tanto para ti? Bebé...", decía Riley de repente y recibía como respuesta un "Ah, mierda, ¿quieres que te mate?"
Ninguno pensaba lo que decía o hacía, solo se movían por impulsos, con deseos de defenderse y vencer solo con sus manos, puesto que Harley nunca sacó la navaja del bolsillo.
Una maraña de gritos, blasfemas, sangre, golpes y más gritos, más blasfemas y más sangre con golpes y el sonido hueco del concreto al recibir un cuerpo cansado, esa era toda la pelea.
Jude se mantuvo de pie, con los dedos tembleques mientras sujetaba la ropa y se preguntaba por qué no podía tener un día normal. No era justo.
De pronto, Riley gimió con fuerza al volver a caer al suelo y la joven pelirroja no pudo seguir aguardando: corrió en su ayuda.
Llegó hasta Riley, se arrodilló a su lado y lo tomó de los hombros.
—¿¡Qué demonios te pasa, Harley!? —regañó Jude—. ¿Te has vuelto loco?
—Oh, J, no te acerques para estupideces —jadeó Harley, bañado en sudor y algo de sangre—. Si no te quitas, también te...
—¡No me importa! —refutó la muchacha.
—Jude, aléjate —ordenó Riley mas ella ni siquiera parpadeó.
—Si así lo quieres...
Harley tomó su navaja de uno de los bolsillos de su chaqueta y la empuñó. Jude se tensó por completo y Riley nunca dejó de ver al otro chico a los ojos, impenetrable, desafiándolo a actuar de inmediato.
Wood dio un paso al frente y tomó impulso para acercarse a atacar una vez más, pero un parpadeo antes de que lo hiciera...
—¡Harley, no lo hagas! —gritó Penélope aferrada a la cintura del muchacho—. ¡Ya fue suficiente, por favor, detente!
Ya nadie pronunció palabra alguna, casi podía oírse el respirar de los presentes, agitados como uno solo y esperando aún lo peor.
Harley se quedó tieso unos instantes más, como si no concibiera lo que sucedía, luego Penélope creyó que él ya no seguiría con la gresca, por lo que se zafó de él con suavidad. Harley guardó su navaja en su lugar, se acercó a Marks y murmuró: "No vuelvas a tocarme" antes de alejarse cojeando.
Cuando Wood estuvo a unos metros de ellos, sintieron cómo su corazón volvía a latir.
—Juro que no lo tenía planeado. —Sonrió Riley, sin prestarle atención a su ojo morado y al rasguño en su mejilla.
—Tonto... —contestó Jude al curvar sus labios también.
Por un momento, la niña de rojizos cabellos se sintió tranquila, un poco más feliz.
A diferencia de Jude, Penélope permaneció de pie viendo cómo la silueta de Harley se perdía en la neblina con una gran parsimonia. Riley tenía a Jude, más tarde, a sus padres y varios amigos, ¿pero quién se encargaría de Harley? No pudo evitar sentir lástima por él, ya que estaba tan solo, tan vacío, tan enfadado y maltrecho que no sería una sorpresa que no tuviera padres. ¿Acaso estaba solo en el mundo? ¿Siempre debería de sufrir por su mal carácter? ¿A alguien le importaba si quiera?
No pasó mucho tiempo antes de que la policía llegara y arrestara a Riley por disturbio en la comunidad. Por suerte, sus padres se encargaron del asunto y salió impune. Él nunca dio el nombre de Wood a las autoridades, había dicho que un asaltante desconocido lo había atacado. Los testigos no conocían a Harley, pero creyeron que sí se trataba de un delincuente y todo quedó como nada más que una molesta anécdota.
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