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Capítulo 28

El cambio que necesitas

Ese día James llevaba el cabello peinado hacia el lado izquierdo, diferente de otras oportunidades en las que Penélope lo había visto, pues hubiera jurado que ni siquiera pasaba el peine por su cabeza. Además, su camisa a cuadros bajo un suéter oscuro estaba fuera de sus pantalones, no llevaba una correa como lo hacía de forma habitual y las zapatillas blancas que traía tenían manchas cafés. Parecía que lo habían sacado de la cama a la fuerza, pero Marks decidió obviarlo ya que ya era bastante extraño el que se hubiera animado a hablarle en persona en medio de un pasillo de la universidad.

—Peny, yo... —balbuceaba mientras una rodilla le temblaba—, te envié un mensaje de texto ayer, pero supongo que no te llegó. —La sangre de Penélope se congeló por completo, apenas en ese instante recordó que no llegó a responderle—. ¿Tú crees que podamos salir este fin... de semana? —Pasó saliva.

Penélope parpadeó un par de veces antes de planear la respuesta que le daría a ese muchacho frente a ella, quien se notaba había hecho el esfuerzo de acercarse a su persona y armarse de valor para invitarla a salir. La única respuesta que quería darle no le gustaba.

—Creo que sería un poco difícil, James. —Entonces vio cómo el muchacho relajó sus hombros tensos—. Mejor esperemos a terminar con los trabajos finales y, mira, en menos de una semana será Día de Acción de Gracias.

—Sí, lo entiendo. —Suspiró—. También tengo las compras pendientes con mi familia... ¿Tal vez iniciando diciembre?

—Te avisaré cualquier cosa, ¿sí? —Guiñó un ojo.

—Está bien. —Asintió luego de esbozar una suave sonrisa y al no hallar la forma correcta de despedirse, optó por alejarse con lentitud.

Al repetirse para sí misma la respuesta que había dado, Penélope cupo en cuenta de que tenía varios trabajos pendientes, aquellos de los que pendía del hilo sus buenas calificaciones. Las clases finalizarían luego de la primera semana de diciembre, después comenzarían los temibles exámenes finales. Además del trabajo y sus quehaceres domésticos, tenía muchas tareas acumuladas, por lo que no tenía tiempo siquiera para estar ahí de pie en un rincón de Emory. Las clases del día habían terminado, por lo que salió corriendo hacia el aparcamiento, si tenía suerte, Riley seguiría allí y podría llevarla a Mex.

Del otro lado del campus, Harley estaba recargado en una columna del pabellón junto al estacionamiento. Jude estaba en su silla de ruedas a su lado, Riley se ubicaba frente a ellos sentado en el asiento del copiloto dentro de su auto, pero con la puerta abierta. Este escribía en su celular.

—Ya deberías irte —sugirió Wood.

—Estoy esperando a que venga alguien para irnos juntos —respondió él sin quitar la atención de su móvil.

—Camile saldrá un poco más tarde, me escribió diciendo que te fueras sin ella.

Entonces Riley alzó la mirada hacia su amigo.

—¿Eres cercano a Camile?

—No, pero tiene mi teléfono... No sé quién se lo dio. —Frunció el ceño extrañado.

—¡Riley! —Los tres muchachos se giraron hacia aquella voz femenina que llamaba.

Melissa se acercaba corriendo con su mochila en la espalda. Agitaba en alto su brazo hasta que llegó al lado del auto del chico, quien se puso de pie al tenerla cerca.

—Me crucé con Josua, me dijo que buscaría a Camile y nos fuéramos adelantando —informó agitada.

—Bien —aprobó Thompson—. Jude, ella es mi amiga Melissa, compartimos un par de clases —presentó dirigiéndose a la joven en su silla.

—Hola, Jude —saludó Melissa con una sonrisa. Ignoró a Harley, ya que este se había apartado con audífonos en los oídos—. Riley me ha contado mucho de ti, ¿cómo te va en la rehabilitación? ¿Cómo te sientes?

Jude no esperaba la repentina aparición de una persona que no conocía y era cercana, al parecer, a Riley. Escaneó por completo su delgada y atlética figura. Cabello castaño, casi rubio, lacio, pero con algunas ondas que, de seguro, se habría arreglado en un salón de belleza; un cerquillo recién recortado a la perfección cubría su frente; sus redondos y expresivos ojos oscuros se ubicaban bajo largas pestañas; sus labios y mejillas estaban teñidos de un rosa natural, no necesitaba maquillaje. Se veía sana y feliz, incluso con su piel caucásica, no era pálida, y no se veía frágil, más bien, se veía fuerte, con una larga vida por delante. Sintió cómo su corazón dio un vuelco de pronto, se vació su estómago y tuvo que ignorar el nudo en su garganta antes de responder.

—Recién empecé ayer mi rehabilitación. —Jude ni siquiera intentó sonreírle a Melissa—. Pero todos los días me siento mejor.

La sonrisa en el rostro de Melissa también desapareció. Miró de reojo a Riley y esbozó una leve morisqueta.

—Me da gusto. —Luego se dirigió a Riley—. ¿La llevarás hoy al hospital?

—Hoy no le han asignado, pero creo que el fin de semana sí, ¿verdad, Jude?

Jude no respondió en voz alta, ni siquiera miró al muchacho, solo asintió apretando los labios con fuerza para evitar que las lágrimas de sus ojos vidriosos cayeran por sus mejillas. Riley decidió no insistirle, Melissa tampoco emitió palabra alguna y Harley comenzó a palmar su pierna al ritmo de la melodía que escuchaba, aislado de sus compañeros a pesar de estar junto a ellos. Riley revisó la hora en su reloj de muñeca.

—Bueno, creo que mejor nos vamos, Melissa. Woody está suspendido.

—Oh, está bien.

La muchacha escondió sus manos en los bolsillos de su chaqueta rosa y subió al asiento del copiloto. Riley cerró la puerta y luego miró a Jude. Ella tallaba sus ojos con la cabeza gacha. Él se dispuso a decirle algo, pero sus labios apenas habían logrado entreabrirse cuando escuchó unos pasos acercándose de prisa. Se giró hacia el sonido y vio a Penélope corriendo hacia ellos con su cabello alborotado y las mejillas rojas.

—¡Riley! —exclamó con fuerza al llegar y lanzó la mitad de su cuerpo sobre el capó del auto.

Riley rio.

—Debiste escribirme si ibas a tardar un poco, Peny.

—No se me ocurrió... —balbuceó con la cara estampada aún en el capó—. Pensé que si corría era más rápido.

Riley sonrió y miró a Jude, quien ya tenía los ojos puestos en él, por lo que se avergonzó al ser descubierta. Él le lanzó una mirada llena de compasión.

—Jude, te escribiré más tarde. Cuéntame si Woody se porta mal.

—Sí... —musitó ella casi inaudible.

—¡Jude! —Se incorporó Penélope de un brinco—. ¿Cómo estás, te sientes mejor?

—Sí, algo... —respondió la joven pelirroja algo huraña. Su mirada delataba la incomodidad que sentía, ambas sabían que sus interacciones habían sido tan escasas desde que se conocieron que existía la posibilidad de que Penélope no fuera del todo honesta con su preocupación.

Por tal motivo, Peny comenzó a sudar frío y desviar su atención. Así, encontró a Harley a un lado con su celular en mano, concentrado en la pantalla. Su corazón de pronto se agitó, recordó la noche anterior y pensó que había sido un error decirle que le gustaba. Imaginó que él la ignoraría como de costumbre, así que pensó que mientras más tiempo pasara, sería mejor para olvidar el dichoso evento que en realidad no debió tener lugar.

—Vamos, Peny. Se hará tarde —dijo Riley dirigiéndose al asiento del conductor—. Harley nos ignora cuando tiene el teléfono.

—Sí... —respondió ella con una sonrisa nerviosa. Abrió la puerta del asiento de atrás y miró a la pelirroja antes de subirse—. Adiós, Jude. Nos vemos.

La aludida respondió con un rostro inalterable y un ligero meneo de su mano izquierda a la altura de su cuello para despedirse. Peny entonces, de forma automática, dirigió la mirada a Harley, en ese segundo él se quitó ambos audífonos y observándola también pronunció:

—Cuídate, Marks.

De pronto, la sangre de todos los demás presentes se heló, a excepción de Melissa que con su teléfono en mano y dentro del auto, no se había percatado. Riley, que aún no se había introducido en el auto miró a su amigo con los ojos muy abiertos y las cejas levantadas; Jude hacía lo mismo y Peny, con una pierna dentro del auto y la otra aún fuera, no había conseguido cerrar la boca ante lo que acababa de escuchar. Riley lo acababa de decir, Harley los ignoraba a todos, era común que no saludara ni se despidiera de nadie. Aquella era 'la' ocasión.
Harley Wood apenas consiguió ocultar su molestia ante tales reacciones, volvió a ponerse los audífonos y cerró los ojos para escuchar su música. Jude lo miró entonces con picardía y una sonrisa burlona.

—Bueno... —Reaccionó Riley—. Vámonos ya.

Riley y Peny se metieron al auto y solo entonces partieron hacia el restaurante. Cuando se perdieron entre el concreto y los demás autos de la pista, Jude codeó a Harley en las rodillas de forma divertida. Él frunció el ceño y la miró de forma sombría. Ella le alzó una ceja y debido a que él se ruborizó apenas, ella estalló en una risotada.

***

Todos los alumnos e incluso el profesor ya se habían marchado del salón de clases. La pizarra aún tenía el título del tema del día, la tapa de un plumón se había extraviado, por lo que este se hallaba en el pupitre del maestro con la punta envuelta en papel higiénico. Residuos de grafito, trozos de papel y el polvo del ambiente ensuciaban el suelo de la habitación en completo silencio. Solo una muchacha de rubios cabellos cortos se hallaba en su asiento con la cabeza descansando sobre su mesa. La mochila a su lado estaba abierta, varios papeles sueltos sobresalían de ella, un par de lapiceros la acompañaban en el suelo. La única persona a su lado también estaba tumbada sobre la carpeta, pero con los ojos entreabiertos la observaba fijamente.

Debido a que la chica dormía con la boca abierta su saliva hizo que se atorara. Tosió un poco incorporándose en su asiento. Talló sus ojos para limpiar las lágrimas que habían quedado en su rostro al despertar de repente, y al girarse vio al muchacho mirándola con un atisbo de sonrisa. La calidez invadió su pecho de repente.

—No tenías que esperarme, grandote —habló para que solo él pudiera escucharla.

—Te estás esforzando demasiado, preciosa. —La voz de Jos era más grave de lo habitual, tal vez también se había quedado dormido unos instantes—. Seguro que no duermes llegando a casa...

Los ojos de Camile se ensombrecieron marcando aún más sus ojeras. Pasó su lengua por su labio inferior y limpió su garganta antes de responder.

—Mi papá tiene la pierna fracturada desde hace unos meses. Mi mamá es quien trabaja para pagar los demás gastos... Y yo debo de atender a papá apenas llego y pagar la universidad... —Intentó sonreír, pero la curva en sus labios no alcanzó sus ojos.

—El trabajo de mesero se presta a que nos exploten y no recibimos suficiente como para pagar tu mensualidad... —Acercó el dorso de su mano para apartar algunos cabellos desordenados de su rostro. Ella tenía la mirada vidriosa puesta en el vacío, hacía varios días que sus ojos no se iluminaban con la radiante sonrisa que solía presumir—. ¿Tú crees que esto resulte, Cam? ¿Habrá algo más que...?

—No. —Apartó la mano de Josua, pero se acercó a él arrastrando su silla, rodeó su cintura con sus brazos y recostó su cabeza en el pecho de él.

Para su sorpresa, Josua no realizó ningún intento por apartarla, más bien, rodeó sus hombros con uno de sus brazos y reposó su mejilla en la cabeza de ella. Por mucho que quiso decirse lo contrario, sabía que Josua la apoyaba como un amigo. La última vez que habían hablado del tema, él había sido muy claro con el hecho de que su novia lo esperaba en Minnesota. La calidez que había sentido hacía tan solo unos segundos se convirtió en ardor, lo que provocó que lo abrazara con más fuerza e incluso cerrara sus ojos imaginando que ese instante tenía posibilidades de ser eterno. Podía sentir el olor de su colonia y desodorante, tal vez un poco de sudor, sabía que a pesar del frío él era bastante activo hasta subiendo las escaleras de los pabellones.

De pronto sintió cómo la otra mano de Josua acariciaba con la yema de sus dedos la mejilla que no tocaba el pecho de él. Luego pasó a la comisura de sus labios provocándole tímidas cosquillas. Entonces se apartó apenas unos centímetros de ella, los suficientes como para agacharse a su altura y dejar un suave beso en sus labios. Camile no abrió los ojos, los cerró con más fuerza y fue soltando poco a poco el dorso del chico para llevar sus brazos a la altura de su pecho. Pensó que él pensaría de inmediato en lo que hacía y se alejaría, pero siguió allí, besándola con lentitud e incluso mordió levemente su labio inferior, apenas ejerciendo presión. Luego regresó sus dedos a la ya acalorada mejilla de ella y después de acariciarla, le plantó un delicado beso. Se puso de pie con violencia, cogió su mochila y sin mirarla a los ojos se dirigió a la puerta del salón. Camile tampoco dijo nada, mas no sabía si lamentarse o no por lo que acababa de ocurrir. Ya no había ardor ni calidez en su pecho, solo un vacío en el estómago.

—Creo que hoy no iré a Mex... —avisó Josua desde el umbral dándole la espalda—. Pero te pagaré de todas formas el sueldo completo del mes.

—Jos... —llamó ella con un hilo de voz.

—Nos vemos, Camile.

Josua se marchó dejando a Cam sola con una explicación en el aire que no quería leer y lágrimas en los ojos que no sabía por qué reprimir.

***

Dos muchachos jugaban con un balón en medio de la loza deportiva. Pocos estudiantes alrededor caminaban en pequeños grupos o a solas, ya estaban finalizando las últimas clases de la tarde para dar pie a las nocturnas. Aun así, aunque hubiera pocas personas transitando en los alrededores, a Jude y a Harley les gustaba sentarse en las gradas alrededor de la loza. Lo habían hecho tantas veces que la costumbre los alcanzó. Harley la había cargado hasta casi la última grada y había plegado su silla de ruedas para recostarla a un lado de ellos.

—Oye, Roja, —habló Harley rompiendo con el silencio entre ambos—. ¿Sientes algo por Riley?

Jude sintió el calor subirle hasta las orejas y una particular e incómoda sorpresa ya que pensaba que Harley sería de los últimos en preguntarle algo similar. Si hubiera podido caminar, hubiera salido corriendo de allí en ese instante.

—¿Por qué preguntas cosas raras? —Se abrazó a sí misma y fijó la vista en el vacío.

—Sé que sientes algo, no soy idiota, pero dime que no es suficiente como para... —hablaba con su cabeza recostada en su mano, que a su vez se apoyaba en el codo sobre su pierna, denotando aparente desinterés; sin embargo, se quedó pensando en cómo continuar su oración. Tal vez para decirlo despacio, tal vez para no lanzar palabras poco asertivas.

—¿Para?

—Como para deprimirte si él no sintiera lo mismo...

A Jude se le escapó un suspiro y sin quererlo, su faz se entristeció. La imagen de Riley y Melissa juntos no desaparecía de su mente. Lo único que quería creer desde que la había visto era que solo se trataba de lo que Riley había dicho, una 'amiga', y nada más. Sin embargo, la pregunta de Harley la perturbaba, sabía que ellos eran amigos cercanos. Él debía saber la verdadera relación que Riley tenía con Melissa, también sabía los sentimientos que ella tenía por Riley, por eso preguntaba. Y de pronto, lo odió tanto, lo odió porque sabía que no podría mentirle.

—¿Tú te deprimirías si Marks no siente lo mismo por ti? —preguntó ella mirándolo de reojo.

El chico se ruborizó apenas, por lo que frunció el ceño antes de responderle.

—He vivido la mayor parte de mi vida con la idea de que nadie siente nada por mí, ¿eso responde tu pregunta?

—Vaya... —Resopló—. Deberías matarte.

Harley bufó.

—Lo intenté.

Jude se tragó una risa irónica que estuvo a punto de soltar. Lo único que no se esperaba era que Harley evitara comentar algo más o menos ofensivo sobre su accidente y la relación que tenía con al menos uno de sus intentos de acabar con su vida. Se silenció unos segundos, en los cuales escuchó las fuertes ventiscas que venían del norte.

—¿Eso te lo regalaron? —Jude señaló el amuleto que colgaba del cuello de Harley.

Él se vio un poco incómodo al hablar del tema, por lo que ocultó su cadena bajo su camiseta y musitó:

—Sí...

—Siempre lo traes contigo —comentó Jude de todas formas—. Ojalá un día alguien me considerara lo suficiente importante como para guardar siempre consigo algo que yo le regale.

—Tonta, solo es de la suerte.

—Pues, es muy bonito, Harley. —Soltó una risita.

—Cállate —murmuró antes recostarse en el hombro de Jude tomándola por sorpresa.

Ella no se movió ni un milímetro tan pronto como sintió el peso de la cabeza del chico. No sabía bien qué hacer, hasta ese instante esa había sido lo más cercano a una caricia de parte de Harley que recordaba, o unas palmadas en la espalda o cualquier buen trato que ella pudiera esperar de su parte... Parpadeó un par de veces antes de que llegara a su mente cada contacto que había tenido con él. Entonces no supo decidirse si lo detestaba o incluso si lo quería. Wood no tardó en emitir un ronquido desde la garganta. Ella tocó con su índice el hombro del muchacho esperando una respuesta de su parte. Al no obtenerla, rio para sí misma.

—Tonto... —susurró mientras acariciaba los cortos rizos castaños del joven, los alborotó un poco antes de recostarse también sobre la cabeza de Wood y cerrar sus ojos.

***

Era poco más tarde de la medianoche cuando Camile llegó al pequeño departamento en el que vivía con sus padres. Las luces ya estaban apagadas, pero supuso que, como todos los días, su padre estaría despierto, esperando a que ella llegase del trabajo. Así, entró en su habitación y confirmó que su pequeña lámpara anaranjada seguía encendida. El hombre tenía aún la pierna enyesada, varios almohadones bajo ella la mantenían en alto sobre la cama. Sus decaídos ojos todavía estaban abiertos.

—¿Cómo te fue, pequeña? —preguntó desde la cabecera con un libro en manos que dejó sobre su abdomen al ver a su hija acercarse.

—Bien, papá, como siempre. —Sonrió—. ¿Ya tomaste algo? ¿Te traigo algún café?

—Lo que deberías hacer es dormir, Camile. ¿No estás en exámenes?

—Todavía no. —Llevó una de sus manos a las de su padre y las apretó con fuerza—. Recién en diciembre comenzamos.

—Hija, ¿cómo vas a pagar tu universidad? ¿Estás segura de que fue una buena idea renunciar a tu trabajo? ¿Estás tomando estas decisiones con la cabeza fría, Camile?

La joven tensó el gesto, frunció los labios y pensó en qué podría responder que sonara convincente o al menos cómo mostrarse lo suficiente cansada como para irse a dormir. En ese instante su madre se asomó desde el umbral de la puerta del dormitorio.

—Lo mismo quisiera saber yo, Camile. —La mujer en bata cruzó los brazos sobre su pecho y se recargó en la puerta—. ¿Te parece que una buena amiga se aprovecha así de sus amigos?

—Ellos lo hicieron por voluntad propia y son libres de renunciar cuando quieran... —Se apresuró en contestar.

—Bien, en cualquier momento pueden dejarte colgada, ¿cómo te ayuda a ti eso a pagar tu pensión? —rezongó su madre.

—Hija, estamos preocupados. No entendemos por qué haces las cosas, no conocemos bien a tus amigos, no sabemos dónde está el restaurante donde trabajas y tampoco nos dijiste por qué renunciaste a tu anterior trabajo en el que pagaban mucho mejor, ¿qué está pasando? —preguntó su padre con una grave voz que perturbó a la chica hasta los huesos.

Ya no estaba ayudando, se sentía como una molestia en su hogar y lo que era peor, tenía un secreto que pesaba más que ella.

—No quería preocuparlos... —balbuceó—. Estoy tratando de hacer las cosas bien.

—Camile, será mejor que llames a tu exjefe y le digas tu situación, tiene que ayudarte de alguna forma, sobre todo si hacías bien tu trabajo... —suplicó su madre dejando una mano en el hombro de la joven, quien no hacía contacto visual con ella—. Cam, cariño, no sé si vamos a poder seguir manteniéndote. Necesitas buscar algo seguro, porque queremos que estudies, pero no con estos ingresos... No podemos más...

—Sí, yo... —Su voz se quebró—. Lo lamento, estoy cansada, ¿sí? Lo lamento, lo siento.

Con ello Camile se apresuró en salir del cuarto deshaciéndose del agarre de su madre. Cruzó un pequeño corredor para llegar a su habitación. No se molestó en cerrar la puerta, la dejó entreabierta, se tumbó sobre su cama apenas dejando caer sus zapatos y tomó su teléfono del bolsillo de su chaqueta. Lo había ignorado desde su última clase, después de ver a Josua el tiempo se le había recortado tanto que su turno en Mex lo había percibido más breve que otras veces. Al revisar su móvil tenía algunas llamadas perdidas de Penélope, un mensaje de Harley, uno de Josua que le había enviado antes de su encuentro por la tarde, y, por último, tenía tres llamadas perdidas y un mensaje de texto del señor Takahashi.

Señorita Mawson, nuestros fortuitos encuentros me son nostálgicos. Últimamente el valor de las acciones se ha incrementado y no me importaría gastar lo que fuera necesario para que nuestra relación se reanudara. Conociendo su situación, imagino que no ha de ser muy favorable en estas épocas. Llámeme o, mejor, búsqueme en cuanto tenga la disponibilidad. Cuídate, linda.

Una acidez en su boca apareció de pronto en el paladar de Camile, apretó su teléfono entre sus manos con fuerza y luego lo arrojó airosa a un rincón de su dormitorio. Cubrió su cabeza con sus almohadas y gritó tan fuerte como se lo permitieron los pulmones mordiendo el edredón. Lágrimas amargas tiñeron de gris sus sábanas blancas, el pulso se le aceleró y sintió el hígado a punto de reventar. De pronto se halló perdida en un oscuro remolino, Camile estaba enfadada consigo y con el mundo en el que alguien la había arrojado a existir. Mientras, detrás de su puerta, su madre era testigo de una ira que no comprendía.

***

Imagino tu cara de emoción, vaquero. ¿Y por qué no se lo dices también? Se te nota a leguas. No seas cobarde.

Harley releyó el mensaje de Riley varias veces antes de decidir no responderle. Dejó el teléfono sobre su velador y le dio la espalda sobre su cama. Debido al ajetreo de Mex y los trabajos de la universidad no había podido hablar con él a solas sino solo por mensaje de texto. Le acababa de contar lo sucedido la noche anterior con Marks y ya sentía arrepentimiento. Estaba seguro de que a partir de ese momento no lo dejaría en paz.
Unos golpes se hicieron escuchar desde su puerta. Harley se incorporó de inmediato.

—Muchacho, ¿puedes venir un momento? —Oyó la voz de Ned.

Wood endureció el gesto extrañado por la petición del hombre con el que vivía, ya que pasaban la mayor parte del tiempo ignorándose. En su sangre sintió el asomo de una mala noticia. Salió de su dormitorio y se dirigió al comedor, en la mesa se encontraba el matrimonio en silencio. Jennifer tenía una taza de café humeando entre sus manos. Ned suspiró un segundo antes de mirar a los ojos a Harley y decirle con una voz grave:

—Te hemos albergado en nuestro hogar durante más de seis años... Y Jennifer y yo creemos que es momento de que hagas tu vida aparte.

—¿Eh? —Parpadeó tratando de asimilar lo que acababa de oír.

—Harley, tienes lo que queda del año para buscarte un lugar donde vivir.

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