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Capítulo 23

El amor de su amistad

El restaurante de comida extranjera "Mex" era el más popular en el estado de Georgia, galardonado tres años consecutivos como el mejor destino gastronómico en el sur del país, le había sido otorgado su quinto tenedor hacía unos meses ya que sus méritos a nivel estético y la calidad del sabor de sus manjares eran dignos de destacar incluso por celebridades internacionales. Bien era sabido que Mex se había iniciado hacía treinta y cinco años como un pequeño local en el cual comer de paso cada vez que no se tenía una opción diferente; sin embargo, con el pasar del tiempo, la reputación del lugar creció debido a la ascendente popularidad de las delicias traídas de culturas latinas y su exquisita preparación. Pronto hubo suficiente presupuesto para implementar trabajadores, áreas, platillos en el menú y objetos necesarios como mesas y losa para  contar con dominaciones a premios importantes a nivel estatal, nacional y, últimamente, internacional.
Como ya ha sido mencionado, su último reconocimiento había convertido a este restaurante en una empresa de la que los principiantes en el mundo laboral, jóvenes recién graduados de la secundaria o preparatoria, anhelaban conseguir un empleo ya fuera como lavaplatos, mozos o azafatas. Con exactitud, a finales del año 2004, luego de que se hiciera un cambio en el puesto administrativo, se realizó una completa renovación del personal debido a un incidente con la higiene que había tenido lugar en la cocina, para desdicha del prestigio del resturante.

Cómo hubiera tenido Mex espacio en la vida de Harley y compañía, si no fuera porque un muchacho iba a este restaurante con sus padres cada fin de semana, ya que estos eran primos segundos del nuevo administrador; aquel chico iba de vez en cuando a visitar a su hermano mayor, quien ya estaba casado y esperaba un hijo, el que a su vez era vecino de un estudiante de segundo año de la universidad de Emory, gracias a quien un amigo de la secundaria de Riley siempre tenía sus apuntes de las clases al día, ya que era un asiduo ausente. Cierto día, por coincidencias difíciles de explicarle al universo, este viejo compañero de Riley faltó a clases, por lo que le encargó a Thompson pedir prestados sus apuntes a su amigo, justo ese día el primer muchacho nombrado había ido a visitar a su hermano mayor, con quien hablaba de detalles de su vida mientras ingresaban a casa cuando Riley salía del domocilio de al lado con dos cuadernos en mano. "¡Si vieras cuánta gente le falta a Mex! Y con lo que te pagan, todo el mundo postula, pero te piden tantas cosas que ya fue...", había escuchado como un comentario al aire antes de que los vecinos ingresaran a su hogar.
En ese momento, el joven universitario no prestó mucha atención a esas palabras, pues lo que menos le interesaba a él era buscar un empleo cuyos ingresos no necesitaba; sin embargo, un par de noches más tarde, mientras jugaban videojuegos en la oscuridad de la habitación de Jude, Harley resopló con ira: "¡Para todo nos falta plata!"

—¿Y ahora qué, Woody? —preguntó Riley sin soltar el mando de juegos ni despegar la mirada de la pantalla de la televisión.

El aludido solo resopló con pesar, a lo que Jude, quien se hallaba detrás de ellos, en su cama, le lanzó una almohada sobre la cabeza.

—¿Qué pasó? —preguntó ella con la misma curiosidad.

Entonces, como una suave brisa de otoño en los paisajes de Atlanta, los recuerdos de aquella noche junto a Camile Mawson en una cafetería de pobre iluminación, llegaron a la memoria de Harley para provocarle algunos suspiros más. No sabía si se había tratado de su inesperada confesión, de las lágrimas en sus ojos que pocos minutos antes habían lucido tan radiantes, de la extraña confianza que él le había despertado para que ella se envalentonara a contarle sus más recónditas oscuridades, aquellas que, según lo que había salido de sus labios rosas, no conocían ni sus amigas más íntimas ni sus padres; o de su propio e inexplicable deseo que había nacido en él de ofrecerle consuelo de algún tipo; pero estaba seguro que a algo de ese momento debía adjudicarle la ansiedad que sentía en el pecho cada vez que la veía en la universidad después de aquella conversación. Quizá porque sabía que era el único capaz de ver más allá de sus estridentes carcajadas o de sus sucias bromas tan masculinas que dejaban a varios chicos con la boca abierta, veía en sí mismo la necesidad de hacer algo para aliviar el dolor que nadie percibía, ni siquiera Marks o Regina Berry. Pues no conseguía evitar reflejarse en esa niña rubia de ojos azules que se quebraba ante cualquier tristeza por ínfima que fuera como un gusto no correspondido, ya que tenía otro secreto más pesado sobre sus hombros que, aunque tratara de esconderlo, era el verdadero causante de ese vacío en el pecho que solo llenó con llantos esa noche. "¡Yo también merezco que alguien piense en mí, Harley!", había exclamado con ira, sintiéndose destruida y al borde del abismo, en cierto momento que ya no pudo soportar querer tragarse la amargura; sin embargo, treinta minutos después, ya con el rostro seco y la misma sonrisa de todos los días, le guiñó un ojo y, dulce, se despidió con un "gracias por hoy, mi chico malo" antes de perderse en las calles y las luces de los postes.

Como si se tratase de una grave cuestión moral o de su identidad, Harley se preguntaba, incesante, si debía de hacer algo por ayudarla o permanecer impasible ante su desgracia, que, después de todo, nadie antes había pensado en los sentimientos de él... Para su sorpresa, aún así, su deseo no era tan egoísta, aunque se preguntaba cómo obtener el dinero que ella necesitaba en la beca de Emory y el tratamiento de su padre, para hacerla cambiar de trabajo si el japonés miserable le pagaba todo lo que ella pedía. ¡Y a qué costo! ¡Qué costo!

—Necesito dinero... —contestó luego de su prolongado silencio y con la mirada perdida.

—¿Cuánto quieres? —preguntó Riley, a lo que Harley le clavó su gris mirada con la boca entreabierta—. Habla ahora o calla para siempre.

—Qué...

—No creo que se merezca un centavo, Riley —interrumpió Jude—. Si quieres plata, trabaja, vago.

—No es común que pidas dinero, ¿pasó algo, Harley? —insistió el muchacho.

—Eh... Pues... —titubeó al haber oído la oferta anterior—. Es mucho dinero, sobre todo porque es mensual...

—¿¡Y ahora en qué mierda te metiste!? —cuestionó, indignada.

—¡No es para mí, flacucha!

—¡¿Entonces?! —preguntaron al unísono.

—Pues... —balbuceó hasta darse cuenta de que esas dudas no tenían el mismo tono ni formas que su particular y habitual manera de expresarse—. Bah, les voy a contar...

Luego de oír la historia de Camile, una chica a quien, si bien ellos no conocían del todo, los había dejado lo suficiente circunspectos como para dejar que transcurrieran unos segundos sin decir palabra alguna, solo se miraban a sí mismos pensando en la vida, en qué estaban haciendo ellos en ese momento.
La pantalla de la televisión mostró un mensaje en un fondo negro que comunicaba que el juego se había terminado, por ello, tanto Riley como Harley dejaron a un lado los mandos de la consola y se limitaron a suspirar.  Luego de un momento, Thompson le lanzó a su amigo un lapicero que había encontrado por ahí en el suelo para llamar su atención y le dijo:

—¿Estarías dispuesto a trabajar para ayudarla?

—¿Qué tipo de trabajo? —preguntó de inmediato alzando una ceja.

—¿Alguna vez has trabajado en tu vida? —cuestionó Jude.

—No —respondió, indiferente.

—Lo que sucede es que conozco un lugar, Harley, en el que pagan bien pero Cam tendría que trabajar medio tiempo y no sería suficiente, así que...

—¿Planeas que trabaje para otra persona? ¿Piensas que sería capaz de dejar mi sudor y esfuerzo para obtener dinero que tendría que darle a alguien más? —sarcástico, planteó.

—Si te interesa... —observó Lessin.

—Yo sí lo haría... —Riley se encogió de hombros.

El chico de ojos grises no pronunció en ese momento otra palabra, solo pensó que no era el adecuado para llevar a cabo actos que se envolvieran de generosidad para alguien que apenas trataba. Por ello, pensó que lo mejor que podía hacer era platicar con las mejores amigas de Camile: Regina y Marks. Aunque, cuando lo meditaba de más, no comprendía por qué se estaba involucrando tanto. Aún así, prefirió solo dejarse llevar por la impulsividad de sus deseos. Entonces, dos días después de esa charla en casa de Jude, cuando Camile hubo de estar viendo al equipo de fútbol entrenar en el campus principal de la universidad, Harley fue a buscar a Berry y a Marks en los lugares que se les solía ver antes de irse a casa al término de las clases.
En uno de los pasillos que llevaba a los alumnos al estacionamiento, Wood pudo hallarlas.

Ambas chicas se detuvieron al verlo reclinado en los casilleros mirando el vacío con una paleta en la boca. Habían estado platicando entre ellas con comodidad hasta que sintieron la ligera ventisca de la presencia de su compañero.

—Harley, ¿cómo estás? ¿Qué haces? —Amable, preguntó Regina.

Él no respondió, siguió en su misma posición unos segundos más, como tratando de recapacitar, dar media vuelta e irse pero no le funcionó.  De repente se enderezó, se giró hacia las chicas y les clavó una dura mirada.

—¿Hola? —volvió a preguntar Berry alzando una ceja.

En lo que respectaba a Penélope, ella permaneció en silencio mientras pudo. Después del día del cumpleaños de aquel chico, se sentía diferente sobre sus sentimientos hacia él, estaba confundida y su corazón se aceleraba sin razón cuando se hallaba cerca; por eso y por esa inevitable y mala actitud que lo gobernaba, prefiría evitarlo. Por lo contrario, Wood no sentía ninguna vergüenza al tenerla cerca, la veía a su rostro esperando que sus ojos se encontraran, pero no le estaba funcionando.

—¿Ustedes saben cómo hace Mawson para pagarse la beca? —Fue directo y sin rodeos con las manos en los bolsillos de su casaca oscura.

Ambas se miraron confundidas sin saber muy bien qué responder.

—Trabaja —respondió Regina.

—¿Y saben en qué? —Entrecerró los ojos.

—¿Tú sí debo imaginar? —La misma joven llevó una mano a su cintura al sospechar de aquella pregunta.

—Pregúntenle por un tal Takahashi —Esbozó una media sonrisa— y, mejor, suenen molestas o angustiadas. Cuanto antes, mejor. Luego de que ella les haya dicho lo que hace con ese sujeto, busquen a Riley, que tiene una idea.

Dicho esto Harley dio media vuelta y se marchó dejando a sus compañeras con la mente en blanco, tratando de adivinar sus palabras, a qué hacían referencia y por qué parecía conocer algo sobre su amiga Camile que ellas no. De cualquier modo, casi a las siete de la noche, cuando el equipo de fútbol hubo de terminar su práctica, Camile y Josua se toparon con Regina y Penélope en el estacionamiento, con los brazos cruzados sobre su pecho y un gesto duro en la faz. La sangre desapareció de la cara pálida de Camile, soltó la mano de Jos que había tenido sujeta todo el recorrido y tuvo que soportarlo cuando sus amigas pronunciaron esa palabra: Takahashi.

***

—Harley Wood, eres un cerdo... —acusó Jude luego de oír la forma en la que el chico le había comentado a las amigas de Mawson sobre su "situación"—. Todavía no entiendes sobre sensibilidad, ¿no?

—Al menos su mensaje no se distorsiona con eufemismos... —defendió Riley.

Harley se encogió de hombros y se recostó en el sillón de lado tratando de encontrar el sueño. Divagó algunos segundos bajo la sombra de las pláticas de Jude y Riley, los únicos con los que podía dormir sin sentir que debía de ser cauto o estar alerta; con los años había aprendido a ignorar a Jennifer y a Ned, pero esa paz no la sentía con nadie más. No sabía cómo ser un amigo ni tampoco qué era con exactitud lo que se sentía tener alguno pero cada instante que pasaba con esa flacucha pecosa y ese idiota sensible significaba para él más de lo que pudo haber imaginado alguna vez, pues los disfrutaba. La "tortura" a la que pensó que se sometería por su propia conveniencia para no ser denunciado, se había convertido en una rutina agradable en la que a diario experimentaba emociones nuevas en su corazón... Pero no sabía cómo llamarlas, ¿acaso era así la alegría?
Una punzada llegó a su pecho instantes antes de perder el conocimiento cuando imaginó que las mismas emociones las embargaba a Mawson, Marks y Berry al estar juntas. Qué bueno sería que hasta el dolor se compartiera en la amistad, así no volvería a sentirse solo y Mawson comprendería que algunos secretos no merecían mantenerse siempre en las sombras.

—Mex es un restaurante que está buscando personal para azafatas y mozos —explicaba Riley de camino a casa—, me parece una buena oportunidad presentarnos, digo si quieres ayudar a Camile.

Harley resopló.

—¿Por qué piensas que quiero hacer eso?

—Creo que el hecho de hablar por ella es un buen paso para hacerlo. Aunque sea podrías mostrarle otras alternativas... —Wood fijó su mirada en el suelo mientras seguían caminando—. Si no quieres, está bien. Yo sí enviaré mi hoja de vida, a ver si me tienen en cuenta...

—¿¡Tú!? —exclamó—. Tu familia nada en dinero y quieres un trabajo. ¿Qué te pasa, idiota?

—Un trabajo debería ser para algo más que solo conseguir dinero, ¿no te parece?

—Qué...

—Cuando te juegas tu imagen profesional y hay dinero de por medio, aprendes, primero —Alzó su dedo índice al indicarle de forma pausada y marcada—: responsabilidad, segundo: liderazgo, tercero: toma de decisiones, cuarto: trabajo en equipo, quinto... ¡Harley!

—¡Ya entendí! —gritó desde unos metros delante de él, pues había apurado su paso para dejar a Riley atrás—. ¡Demonios, pareces una anciana!

—¡Qué imprudentes son los niños de hoy en día! —exclamó haciendo un gesto con la mano e imitando la voz de una mujer mayor—. ¡Tu desprecio atraviesa mi corazón, jovencito!

***

Esa noche fue intranquila para Harley, se había recostado en su cama prometiéndose que iría despacio en cada acción que decidiera tomar para no arrepentirse después. Si pensaba en Camile y su característico humor podía jurarle al mundo que vivía de forma despreocupada, lo mismo sucedía con Josua y, quizá, con muchas personas del mundo... ¿Por qué él no podía tragarse la oscuridad también?
Veía su celular y arrugaba más su faz al ver que los mensajes de Riley no dejaban de llegar: "Piénsalo, Woody... ¡Esto podría cambiar tu vida!" "Serías una persona nueva!" "¡Jessy y yo estaríamos orgullosos de nuestro vaquero!" "Anda..." "Pásame tu hoja de vida y yo la hago llegar, cariño". "¿Qué tan difícil puede ser describirte y poner tus estudios?" "Si quieres yo te lo hago: amargado, egoísta, imprudente, egocéntrico, victimista... ¿Ves que es fácil?" "Sé que quieres, te lo huelo hasta acá". En cierto momento, se hartó, arrojó el teléfono lejos a una esquina de su dormitorio y se cubrió la cabeza con una frazada para tratar de conciliar el sueño y olvidarse de todo lo ocurrido en el día.

A la mañana siguiente se levantó con una actitud diferente. Había soñado con la cabellera rubia de su madre y su blanca y tierna sonrisa que lo abrigaba durante noches de insomnio. Ella tenía un corazón muy grande, o siempre creyó eso al menos, pero él sentía que había nacido con una estrella diferente, una más oscura y que planeaba colapsar en cualquier momento para apagarse por siempre.
Al llegar a la universidad, sacando algunos libros de su casillero, se topó con Marks y Berry, quienes cruzaban un pasillo perpendicular. Ellas se detuvieron al verlo y borraron la sonrisa que habían llevado hasta entonces; Harley sintió su sangre helada corriendo por su cara. Regina tensó el gesto y se aproximó, firme, hacia el chico, seguida por su amiga. Fue dura, decidida y algo acusante cuando vociferó sacando el pecho:

—¿¡Desde cuándo lo sabes!?

Wood alzó ambas cejas, pues no se esperaba agresividad tan temprano.

—Me enteré dos días antes que tú... —Recibió una bofetada de la muchacha, torciéndole el rostro—. ¡Hey! ¿¡Qué carajo te pasa!?

—¡Esperaste demasiado, imbécil! —vociferó.

—Rey... —llamó Marks detrás de ella con una frágil voz.

—¡¿Sabes de lo que se pudo haber enfermado en solo dos días o lo que le pudo haber pasado!? ¿¡Tienes acaso una maldita idea de lo que es para una mujer una humillación de ese tipo!? —Apretó los dientes con rabia y se empinaba para tener menor distancia con él, quien la observaba inmutable—. ¡Contéstame! ¿¡Por qué tú no tienes alma, Harley Wood!? —Lo tomó de su camiseta y haló con fuerza.

—¡Rey! —exclamó Marks interponiéndose entre los dos jóvenes al tomar a su amiga de sus brazos—. Camile se lo comentó como algo personal, él ni siquiera tuvo que haberlo contado, pero nos lo dijo a nosotras.

—¿¡Y cómo sabemos que no se lo dijo a medio Emory!?

—¿¡Crees que me interesaría tanto!? —refutó, colérico.

Regina gruñó y trató de zafarse del agarre de su amiga, pero esta la sujetó con más fuerza para impedir que volviera a golpear a Wood. La ira brotaba de los ojos de Berry en forma de amargas lágrimas mientras berreaba que no era justo, que la dejaran desfogarse, que era una mala amiga, cómo no se había dado cuenta, que debían cuidarse entre ellas, pues eran todo lo que tenían...
Luego de unos instantes la joven solo lloró en silencio en el hombro de Marks, la abrazó con fuerza, y siguió deshaciéndose pensando en quién sabría qué, quizá más allá de la situación de Mawson; Marks, apenada, sonreía apenas hacia Harley imaginando, tal vez, que eran un total importunio, pero no era así... El muchacho, allí de pie a dos pasos de ellas, solo las observaba sin expresión en su rostro, tratando de comprender cómo podía remover así los sentimientos de algunos la lluvia de corazones ajenos. ¿Habría alguna vez alguien capaz de hacerlo sentir de esa forma?

***

La manera en la que transcurrieron los eventos en los siguientes días, tan tensos y oscuros como el invierno lo había propuesto desde un principio, determinó el ambiente que llevó a Harley y a Camile a enfrentar nuevamente el secreto que esta había podido ocultar de su familia y amigos por dos años. Ese día, por algún motivo, tanto Rey y Penélope como Josua y Riley se habían ido saliendo de clases quién sabía a dónde sin haberle dicho nada a la primera pareja mencionada. Por ello, aquel había esperado a la muchacha de rubios cabellos en el campus este de Emory, ruta que ella tomaba cada día para irse. Grande fue su sorpresa al verlo recostado en una columna con las manos en su abrigo y el hálito a la vista debido al frío de esa noche. Sin pensarlo mucho, ella le sonrió con amabilidad y se acercó sin la menor sospecha.

—Quiero que me acompañes —confesó él señalando a un lado con la cabeza.

—¿Qué dices?

—Ven. —Dio media vuelta y caminó en las sombras, lento.

Ya con un desconcierto que le hacía tiritar el meñique, ella lo siguió a lo largo del campus, saliendo de la universidad y a través de algunas calles, topándose con otros varios que se dirigían con o sin prisa a sus hogares respectivos, con o sin compañía, para bien o para mal, oh, cuán fuerte corrían esas gélidas brisas que azotaban las calles.
De pronto, Harley se detuvo en seco, ella lo imitó a dos pasos detrás y guardaron silencio unos segundos.

—Dime, ¿qué hay que hacer... —De repente, pronunció sin girarse— para que renuncies a lo que haces ahora por dinero?

Camile no contestó. Ante su mutismo, él se volvió para verla con su mirada en el suelo y una triste curva que eran sus labios. Notó cómo sus ojos se tornaban vidriosos y trató de cuidar sus siguientes palabras, ya que sabía que si ella lloraba, ya no diría o haría nada con lucidez. Así, se acercó a ella, con el mayor desenfado, tomó su rostro y enjugó las lágrimas que aún no rodaban sus mejillas, la obligó a mirarlo y le dijo casi mezclando sus vahos:

—Te vas a zafar de eso. Habiendo otras opciones, no puedes seguir haciéndote miserable.

—Es que tú no entiendes... —respondió con un hilo de voz.

—Tú eres quién no entiende, Mawson...

—Harley... —Quebró su voz.

—Escúchame —interrumpió—. No podrás cambiar el pasado más tarde, no tienes que hacer esto. Conozco a más de uno que haría mucho por ti, ¿por qué no lo aprovechas? No seas estúpida. Deja ya de acudir al miserable de Takahashi. Solo ya no vayas...

Ella comenzó a llorar sin zafarse.

—Es que... no entiendes...

—Si no me escuchas, lo harás con ellos —aseveró.

—¿Qué?

—Vamos. —Tomó su mano y la haló hacia el final de una calle, de prisa, casi corriendo detuvo un taxi con un brazo en alto, dio al hombre una dirección desconocida para Camile, y la obligó a introducirse en el vehículo.

Durante largos minutos él se negaba a darle a ella mayor información sobre su destino, evitaba sus preguntas o solo la ignoraba, a lo que Camile prefirió rendirse y observar el camino que tomaban alejándose cada vez más del centro de Atlanta. Media hora de vías sin congestión vehicular fue necesaria para que llegaran lo antes posible a una zona de desapacible apariencia, de edificios altos, luces en los establecimientos comerciales como casinos, hoteles, supermercados, cines, plazas, parques extensos y gente en cantidades fue lo primero que captó los sentidos de la joven. El taxi se detuvo frente a una construcción de tres niveles, con estacionamiento a sus espaldas, amplios ventanales, una entrada que se separaba de la acera por pequeñas zonas verdes y una pileta, portones que se decoraban por diminutas luces que los enmarcaban y unas letras grandes que brillaban diciendo "Mex" en la zona más alta del edificio.

Los universitarios se bajaron del automóvil luego de que Harley le pagara al chofer y ante la espectativa y curiosa mirada de su compañera por el imponente restaurante que se hallaba frente a ella, él tomó su hombro y con un ligero estremecimiento ante el gélido clima que amenazaba con lluvia, preguntó, capcioso:

—¿Cuánto crees que les pagan a sus camareros?

Ella vaciló un poco, suspiró un hálito visible a sus ojos, juntó sus manos a la altura de sus labios para tratar de calentarlas con su aliento y, algo divertida, contestó:

—¿No mucho?

—¿Eso crees? ¡Já! —Mofó—. En esta cosa entran como ciento veinte personas para tragar en mesas finas a costos altos. ¿Nunca oíste hablar antes de Mex?

—No.

—Yo tampoco, pero es famoso, ganó concursos y eso. —Se encogió de hombros.

—Eso es bueno... —resopló—. Pero...

—¿Te imaginas ganar seis veces el sueldo de un mozo de Mex?

—¿Los camareros no reciben menos del mínimo?

—No en Mex. —Negó con la cabeza.

—De todas formas, Harley, ¿tratas de decirme que trabaje aquí en lugar de...?

—No —interrumpió—. Trato de que vengas... —La volvió a tomar del brazo, cruzaron juntos la calle cuando el semáforo cambió a rojo para los autos y entre la multitud que se aglomeraba frente a cada vitrina que lucía trajes y vestidos, hallaron la entrada a una juguería tan repleta de personas que a Camile le costó trabajo hallar a sus amigos, quienes reían en una mesa de una esquina del local.

Harley la acompañó hasta que se encontraron a dos pasos de los otros chicos. Regina, Penélope, Riley y Josua  le sonrieron con cariño a la joven, quien, en un principio, no pudo ubicar la razón de su reunión. Con delicadeza, Rey se puso de pie y tomó entre sus manos las de Camile y las besó con ternura antes de verla a los ojos y decir con una voz suave y serena:

—¿Qué harías tú si tu ángel favorito necesita tu ayuda? —Camile torció una sonrisa sin comprender—. Te conozco desde hace diez años, mi Cam, y eres una de las personas más importantes para mí. Haces feliz a todo aquel que te rodea, ¿nos dejas tratar de hacerte feliz, por favor?

—Rey... ¿Qué...? —balbuceó—. ¿De qué hablas? ¿Cómo podrían...?

—¿Tú sabías que en Mex pagan bien para ser un camarero? —interrumpió Penélope acercándose a ambas—. Estuvimos calculando y con el sueldo de los seis, aunque sea medio tiempo, podrías cubrir bien que lo debes pagar, sin mencionar las propinas de los fines de semana o las horas extra de los domingos.

—¿¡Qué!? —Se sobresaltó.

—¿No sería divertido trabajar todos juntos, Camile? —Riley también se levantó de su asiento, puso su mano sobre el hombro de la chica y le esbozó una media sonrisa—. ¿Nos dejas ayudarte?

—¿¡Están locos!? ¡No puedo aceptarlo!—Se alejó de ellos de forma más agresiva de la que hubiera deseado y se le humedecieron los ojos—. No tienen idea de cuánto los adoro, pero nunca dejaría que ustedes...

—Cam —llamó Josua al fin, quien se había mantenido en silencio hasta el momento, pero al acercarse a ella pareció que no había nadie más en varios kilómetros a la redonda—. Preciosa, —La tomó de los hombros— admiro lo que haces y eres alguien que jamás olvidaré por miles de razones. No es una molestia servir algunas mesas si una de las chicas más bonitas de Georgia puede respirar tranquila. —Secó una lágrima de su mejilla que había querido caer—. Después de todo, quieras o no, ya tenemos el puesto.

Del bolsillo de su chaqueta sacó un gafete con su foto tamaño carné que llevaba en la parte superior unas letras doradas con el nombre de "Mex". Le sonrió, radiante, a lo que Camile se giró hacia sus amigas, estas, a su vez, le mostraron que tenían el mismo gafete pero con sus nombres y fotografías respectivos; al ver a Harley y Riley, le faltó el aliento cuando ellos, que no eran sus grandes amigos, no la conocían bien, a su parecer, no habían compartido mucho con ella, de igual modo, le mostraron sus gafetes del mismo restaurante. En aquel instante, ya no pudo contenerse más y dejó libres sus lágrimas para que pasaran por su rostro, su cuello y llegaran hasta su pecho. Se preguntó qué pudo haber hecho para que la vida la tratara de esa forma.

—¡Vamos, no vayas a llorar, angelito! —exclamó Rey pellizcando una mejilla de Camile.

—Te has puesto muy pálida, hermosa, ¿una sonrisita para calentarnos un poco de este frío bestial que hace? —Animó también Josua pellizcando su otra mejilla.

Había muchas cosas que hasta ese día de su vida no comprendía sobre el mundo, la gente que la rodeaba y el porqué de su reaccionar, siempre lograba sorprenderse antes de que la hora de dormir llegara y desde muy niña se había preguntado con ansiedad cuándo sabría todas las respuestas que quería; sin embargo, ese día en la juguería, mientras el mundo seguía girando en su mismo sentido alrededor de la más brillante estrella del universo, y la gente se perdía en sus propias chácharas, y las licuadoras trituraban las frutas, y los baristas las picaban, y el cielo amenazaba con su lluvia con ira lanzar, a Camile nada le pareció más fútil que saber el motivo del actuar de sus amigos, pues no era complejo descifrarlo: algunas cosas se hacían solo por maldad y otras, solo por amor. Entonces rió pues qué estúpida había sido al querer averigüar un porqué que no le había servido de mucho descubrir, porque le hacián cosquillas las manos frías de sus amigos sobre su cara, porque los camareros no recibían mucho dinero como paga, mucho menos si eran empleados de medio de tiempo, porque le pareció encantadora la ingenuidad de sus compañeros, porque se había sentido sola por tanto tiempo teniéndolos a ellos, porque al carcajearse con fuerza había contagiado a todos, menos a Harley, y los demás clientes ya habían comenzado a mirarlos. Siguió riendo hasta que le doliera el estómago y sus mejillas se tornaran rosadas, rió y rió con energía, tuvo uno de esos ataques que te dejan con una divertida sensación en el alma después, de esas que no se repiten mucho, de esas que ya no se sienten.

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