Un merecido final.
Al regresar a casa ni siquiera intentó explicarle a Emma o a Draken lo que había sucedido, cada que abría la boca se le escapaba un lamento entrecortado, combinado con lágrimas, era un desastre. Estaba tan angustiado que sentía que se asfixiaba. Por fortuna, su familia siempre fue paciente y comprensiva con él, como si Mikey hubiera sido el eslabón más débil, y probablemente así era. Se encerró en la habitación, siendo el rostro de Takemichi lo último en lo que pensó antes de quedarse dormido. Lo había perdido, de nuevo; él no haría nada al respecto, de nuevo.
Los siguientes días fueron como una mancha sin forma, no estaba seguro de cómo se movía para trabajar. El optimismo inicial se había ido por el caño, no había visto a Takemichi ni siquiera en el edificio en donde él trabajaba, tal vez era mejor así. El trato con Taiju se cerró satisfactoriamente, con los documentos en mano y una felicitación, estaba listo para volver a Manila, debido a su estado de ánimo, programó el viaje para el día siguiente. Quedarse en Japón sería el recordatorio constante de lo mucho que lo había arruinado con Takemichi.
Su hermana le había preparado una comida especial lo noche antes del viaje, mientras empacaba podía oírla ir y venir, a veces se asomaba para preguntarle cómo se sentía, ella estaba muy preocupada; Draken igual, pero en la normalidad era más reservado y, como ya habían tenido la conversación, estaba seguro de que su mejor amigo solo le diría un: te lo dije, aunque bueno... sus ojos se lo repetían constantemente. Tomó una libreta de su mesita de noche y cuando trató de meterla en su mochila, una fotografía cayó perezosamente en la madera, soltó un suspiro pesado y se inclinó para tomarla y cuando la miró con detenimiento, se dio cuenta que eran Takemichi y él en el pasado. Ni siquiera recordaba mucho del onsen al que habían ido en el viaje improvisado, pero fue la primera vez que se relajó en mucho tiempo después de la muerte de Shinichiro. Takemichi estaba tomando su mano y, como siempre, sonreía como si estar a su lado fuera todo lo bueno del mundo. Él sonrió, fueron buenos momentos. Mientras seguía viendo sus cosas, Emma se acercó a él con una taza de té.
—¿Estás seguro de esto? —preguntó su hermana, haciendo un ademán con su mano para señalar la maleta y todo lo relacionado al viaje. Ella tenía una sonrisa tensa y parecía más preocupada que nunca por él, no la culpaba.
—No —respondió con sinceridad.
—Tampoco lo estabas la primera vez que te fuiste, tus ojos estaban tristes mientras abordabas ese avión. Recuerdo que pensé que no deberías irte si estabas así, y ahora pienso lo mismo, no deberías irte si estás tan triste.
—No tengo otra opción.
—¿Por qué?
Mikey se encogió de hombros y no respondió, tenía las emociones al límite, si hablaba de ellas se desmoronaría de nuevo.
—No le debes nada a nadie, Mikey, solo a ti mismo. No debería ser tan difícil tomar una decisión, en especial si es por tu bien y tu felicidad.
—No lo entiendes, Emma, solo quiero que Takemichi sea feliz.
—Entonces deberías decírselo.
—No me escuchará, ya no lo hará, no después de todo lo que nos dijimos en el parque. Él dijo que me odiaba.
Emma le envió una mirada comprensiva y se acercó a él para poner una mano en su hombro y darle consuelo.
—¿Y de verdad crees que te odia? A veces decimos cosas cuando estamos enojados —Emma continuó animándolo—, trata de vivir sin arrepentimientos, hermano, ¿qué es lo peor que puede pasar si le deseas que sea feliz?
Mikey no tenía una respuesta para eso, tampoco estaba seguro de dar el gran paso. Él se iría al día siguiente y dejaría todo lo vivido en el pasado, enterrado en lo profundo de su mente; sin embargo, su hermana tenía razón en algo, esta vez él debería despedirse. Repetía una y otra vez lo que diría, lo practicó al estar sobre su motocicleta, incluso mientras subía las escaleras, pero cuando estaba frente al apartamento de Takemichi y tocó, su mente quedó en blanco, había un ruido estático que le impedía recordar todo lo que había planeado decir.
No le fue mejor cuando Takemichi abrió la puerta y se puso tenso.
—¿Qué haces aquí, Mikey? —preguntó el chico entre dientes.
—En realidad no lo sé.
Al ver que el rostro de Takemichi se contrajo, supuso que no era la mejor respuesta.
—Entonces vete, no tenemos nada que hablar. —El chico intentó cerrarle la puerta en la cara, pero Mikey metió el pie.
—¡Espera, Takemicchi! ¡Yo quiero que seas feliz! —dijo alto y claro, esperando algún movimiento.
Takemichi soltó la puerta y lo miró con pena, mientras mordisqueaba su labio inferior. Esta vez Mikey lo había tomado desprevenido, supuso que podía seguir adelante.
»—Lo siento mucho, no quería lastimarte, solo... por favor sé feliz.
—¿Por qué me dices esto ahora? — preguntó, pareciendo a punto de ponerse a llorar.
Mikey cerró los ojos y suspiró, deseando de corazón que lo que estuviera a punto de hacer diera resultados, porque no estaba seguro de poder vivir con la culpa, Takemichi no se lo merecía.
—Déjame intentarlo, Takemicchi, por favor, déjame hacerte feliz.
Se formó un silencio entre ellos, la expectación y los nervios estaban allí, entre los dos, flotando como una nube tensa en la que podría haber una tormenta si querían, solo bastaba una palabra, un gesto, para romper la esperanza de Mikey por siempre o para recuperarla. Cuando Takemichi se hizo a un lado y lo dejó entrar, fue como si de repente pudiera respirar de nuevo.
—Es un poco tarde y hace frío —dijo el dueño de casa.
—Tienes razón, no me había dado cuenta de la hora —agregó Mikey, nervioso.
—Hablemos de esto mañana, ¿sí? —Takemichi cerró la puerta cuando Mikey entró—. No creo que pueda tomar una buena decisión con sueño —continuó, pero no parecía hablar muy en serio.
Mikey no tenía ganas de replicar, también estaba cansado. Eran muchas emociones por ese día.
—Lo siento, Takemicchi.
—No pasa nada.
Mikey se sintió cálido cuando Takemichi tomó su mano y lo llevó a la habitación, fue demasiado normal verlo rebuscar en su armario una manta extra. Luego le señalaron un lado de la cama y no tuvo reparo en acomodarse allí. Fiel a la palabra, no hablaron de nada acerca de la relación, ni una disculpa más, se acurrucaron juntos, se acariciaron sobre la ropa y permanecieron juntos, como si fuera lo único que necesitaran. Mikey durmió mejor de lo que esperaba, incluso cuando había preguntas entre ellos que aún no tenían respuesta.
. . .
A la mañana siguiente, Takemichi se estiró en la cama y giró hacia uno de los costados, cuando sus manos tocaron el lado de Mikey, se dio cuenta que el lugar estaba vacío. Abrió los ojos con pánico, llevando sus manos a su pecho para tranquilizarse, no debía pensar mal, ¿cierto? Su apartamento estaba silencioso, le dio escalofríos.
Mikey no pudo haberle hecho lo mismo que en el pasado, era ridículo. Chifuyu le había dicho que cabía la posibilidad de que le rompieran el corazón de nuevo, y, aunque parte de él lo sabía, no estaba listo.
Sus ojos se llenaron de lágrimas cuando vio en su buró una nota y, sabiendo lo que pasaría, no la tomó, se acurrucó en la cama, abrazando sus piernas como si con ello fuese a salvarse del dolor. Nadie podría consolarlo de nuevo, estuvo perdido la primera vez, no lo superó durante años y ahora...
En medio de los sollozos, no se dio cuenta cuando la puerta se abrió, solo notó cuando un par de brazos lo rodearon y lo acunaron como un niño.
—¡Takemicchi, ¿qué pasó?! —exclamó Mikey, alarmado.
—Me abandonaste de nuevo —respondió, ahogado por las lágrimas.
—¿Qué?
—¡Me abandonaste! —Takemichi empujó a Mikey y lo golpeó repetidas veces en el pecho, reclamándole por cosas sin sentido, incluso por la vez que se fue de la fiesta o porque estuvo celoso de Chifuyu—, eres un idiota, abandonador y muy cínico, te odio tanto.
—¿No es buen momento para decir que fui a la tienda? ¡Te lo puse en la nota! No tenías nada para el desayuno —murmuró Mikey, soportando los golpes.
Takemichi sólo se detuvo cuando se cansó de llorar.
—No hay excusas, Mikey.
—Lo siento, Takemicchi, no lo haré más.
En ese punto, ambos eran un desastre. Incluso Mikey estaba con la cara roja y los ojos aguados, con el sentimiento de culpa floreciendo de nuevo.
—Tenemos una conversación pendiente, Mikey.
—Lo sé.
—Que quede claro que no te perdonaré tan fácil, tendrás que hacer mucho para recompensarme por todos los años que me hiciste sufrir, solo entonces, tal vez, vuelva a enamorarme de ti.
—Estoy dispuesto a luchar por ti, haré lo que sea, Takemicchi.
Takemichi se acercó de nuevo a Mikey, quien cerró los ojos esperando un nuevo golpe, pero nada de eso ocurrió. Fue sorprendido con un beso en la cama, luego fue lanzado a la cama, con Takemichi sobre él.
—¿En serio harás lo que sea? —preguntó Takemichi con picardía.
Mikey asintió, inclinándose hacia el chico por otro beso, pero esta vez no tuvo suerte. Takemichi lo dejó, saltando de la cama con una sonrisa de suficiencia.
—Entonces vamos a desayunar, tengo hambre.
—Eres malvado.
Takemichi se echó a reír y salió de la habitación sin esperarlo. Mikey se levantó, sintiendo que estaba soñando, pero no era un mal sueño, solo uno lleno de esperanzas y consideración. Esta vez haría las cosas bien, era una promesa.
—¡Date prisa, Mikey!
—Ya voy —susurró, yendo tras Takemichi, no quería hacerlo esperar ni un minuto más. Ya habían estado separados durante mucho tiempo.
¿Fin?
¡Buenas noches!
¿Qué puedo decir? Ha sido muy satisfactorio recorrer este camino con ustedes, muchas gracias por leerme.
Quiero decir que este final me encantó, felices por siempre. Besitos en la cola. Y de nuevo muchas gracias.
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