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Capítulo 9: Actos.






No hubo una conversación decente después del encuentro. Takemichi había quedado sobre Mikey, ambos exhaustos y sudorosos. El silencio no fue incómodo, al contrario, ayudó a Mikey a reconsiderar lo que estaba sucediendo entre los dos, pero cuando iba a decir algo al respecto, el sonido de su celular llenó el tranquilo espacio. Takemichi se levantó entonces, y recogió su ropa, mientras Mikey se enderezaba para responder: era su hermana. No iba a negar que sintió una oleada de alivio por la interrupción.

—Debo irme, mi hermana sigue insistiendo —mencionó en voz baja. Él no había dado aviso de que estaría fuera por tanto tiempo. Rodó en el asiento y se bajó del sofá para vestirse.

—Está bien, yo debo volver al trabajo.

Mikey abrió la boca para decir algo más, lo que fuera, incluso un agradecimiento; sin embargo, solo se encogió de hombros y terminó de arreglarse en silencio. En su mente, las cosas entre ellos no habían cambiado. Por supuesto, disfrutó del sexo, pero Takemichi y él solo eran amigos, ¿qué más podría esperar?

—Te veré pronto, ¿cierto? —preguntó, tratando que la ansiedad no se filtrara de su voz. No quería que las cosas entre ellos se arruinaran una vez más, no lo soportaría.

Por fortuna, Takemichi le sonrió y le acompañó hasta la salida.

—Todavía tenemos que vernos por trabajo, ¿qué te preocupa?

—Nada —respondió demasiado rápido para sonar sincero—, solo esperaba verte, es todo.

Mikey no terminaba de acostumbrarse a la suave mirada de Takemichi, quien podía sacudir sus entrañas y hacerlas burbujear. Era realmente absurdo lo mucho que quería a ese chico después de tantos años.

—Te llamaré, Mikey. Disfruté mucho la compañía. —Takemichi le guiñó el ojo y lo dejó ir.

Eso fue lo último que dijeron. El sexo había quedado por completo en segundo plano. Y era lo mejor de momento. De igual forma, no pasó mucho para que se volvieran a ver y, muy distinto de lo que esperaba, luego de hacer unos arreglos legales y terminar unos informes juntos, el apartamento de Takemichi se volvió demasiado denso y asfixiante. Cada roce fue picante, las palabras se volvieron un poco más sugerentes.

Takemichi había empujado los papeles lejos de ellos y se cernió sobre Mikey, envolviéndolo en un agradable calor. El nudo de ansiedad que había sentido Mikey, ese miedo de que las cosas cambiaran entre ellos se desvaneció, al ser llevado a la cama y desnudado ante la mirada feroz de su compañero. Takemichi lo estaba besando de tal manera que le robaba el aliento, mientras le abría las piernas y se balanceaba dentro de él. Mikey se dejó llevar, fundiéndose por completo al cuerpo del otro. Era adicto a los toques, era adicto a la polla que lo poseía como si fuera digno del amor incondicional.

Mikey no sabía cómo terminaba siendo víctima de su propio cuerpo, pero por Takemichi perdía todo el pudor. Sin embargo, el momento mágico terminaba cuando llegaban al orgasmo. No hablaban al respecto, ni ponían a colación sus sentimientos. En ese punto, Mikey estaba asumiendo que lo de ellos era solo sexo y, aunque no era malo, parte de él estaba inconforme, era un idiota. Mikey no merecía un mejor trato de Takemichi, él no era suficiente para nadie. Estaba tan confundido, ¿qué debería hacer ahora?

Ojalá hubiera una fórmula mágica para arreglar todos los problemas sin esfuerzo.

—Estás pensando demasiado alto —dijo Draken, sacando a Mikey de su pequeño aturdimiento. Dejó las herramientas de lado, mirando en dirección de su mejor amigo —, Inupi vino a verme, me contó sobre Takemichi.

Mikey maldijo por lo bajo, sin dejar de limpiar el motor de su motocicleta para no ver a Draken y su mirada de reproche. Maldito Inupi, era un chismoso. Debió prever esa conversación, pero había estado tan ocupado teniendo sexo con Takemichi, que las consecuencias de sus actos habían quedado en segundo plano.

—¿Y qué pasa con eso? —preguntó, actuando con fingido desinterés. En algún momento debía hablar del tema, ¿cierto?

—¿Qué diablos crees que haces con ese chico?

—Nada, solo es una relación laboral. —Levantó una mano en el aire y la sacudió con desdén—. No entiendo que te preocupa, no estoy haciendo nada malo.

—¿Debo asumir que no pasa nada entre ustedes? —inquirió Draken, riendo con desgano—, te apareces en casa como si hubieras tenido una pelea, solo que en vez de golpes, hay moretones oscuros en tu cuello; en vez de ropa rasgada, tu cabello luce como si te hubieras revolcado en el pasto. Eres un cínico.

—No estoy seguro de que quieres que te diga, Takemichi y yo no tenemos ninguna relación. Al menos no del tipo que crees. —Una pobre excusa, pero era lo mejor que podía pensar. Estaba demasiado tenso y ofendido por la actitud de su mejor amigo.

—Volverá a suceder de nuevo, romperás su corazón y el tuyo de paso.

—Puede ser lo contrario, ¿sabes? —murmuró, dejando las cosas de lado y levantándose para no tener que seguir con esa absurda reprimenda. Un momento en la bodega y estaría listo para volver a hacer el mantenimiento de su moto—. No estoy tratando de jugar con el corazón de Takemichi, no... yo lo quiero y lamento si estoy siendo un egoísta.

Draken no le respondió, lo dejó ir sin más. A Mikey no le bastaron unos segundos para recuperarse, dejó los arreglos de la motocicleta de lado y salió de allí sin rumbo fijo. Un poco de aire, calmar sus nervios y estaría de vuelta. De todos modos, él no era alguien que le daba muchas vueltas al mismo asunto, ¿cierto?

No supo en qué momento sus pasos lo llevaron al lugar menos imaginado: el apartamento de Takemichi. Estaba allí, con la mirada fija en la puerta, luego de haber tocado. Una parte de él le decía que estaba cometiendo otro grave error, sin embargo, la otra, la menos cuerda, le gritaba que solo tenía que ver al chico para sentirse conforme consigo mismo.

El reproche de Draken tenía sentido. Mikey no estaba siendo sincero ni con él, ni con Takemichi.  

Buenas noches, ¿qué tal?
Actualización rápida, jé, se las debía.
Gracias por leerme.

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