Capítulo 3: el nuevo Takemicchi.
Mantener la compostura le estaba costando más de lo que imaginó. La parte difícil después de haber abandonado las oficinas de Taiju era pasar tiempo a solas con Takemichi, mismo que le sonreía como si estuviera con un viejo amigo y no justamente con él, ¿cómo debía llamarse a sí mismo? ¿Un exnovio? Se removió incómodo en el asiento de plástico, tratando de no apoyar parte de su peso en la mesa. Mikey estaba intentando ignorar la punzada en su pecho, No estaba teniendo cualquier conversación o encuentro casual, el chico frente a él fue uno de los que marcó su vida y, no parecía muy afectado por ello.
—Entonces... ¿Cómo has estado, Mikey-kun? —Una pregunta completamente normal, no debería afectar.
Levantó la mirada, esbozando la mejor de sus sonrisas. Si la pequeña línea en su rostro puede llamarse sonrisa, claro.
—Todo de maravilla, ¿y tú?
—No me quejo, es decir, tengo un buen trabajo y un lindo apartamento.
—Lo del buen trabajo lo reconozco, la empresa de Taiju es exitosa, ¿no es cierto? —inquirió—, me alegra que te vaya tan bien —agregó sincero. No había rencores contra Takemichi, al contrario; le deseaba lo mejor.
—Lo es, soy afortunado —respondió con orgullo—. Te ves bien, Mikey-kun. No has cambiado mucho que digamos y ya han pasado, ¿cinco años? —Los ojos de Takemichi brillaron con algo parecido al reconocimiento.
Mikey luchó con todas sus fuerzas para no sonrojarse, porque mierda, Takemichi lo veía con tal intensidad que era difícil ignorarlo, como si estuviera tratando de meterse bajo su piel y descubrir sus secretos. Sus manos sostenían con fuerza la taza de chocolate que tomaba, hundiéndose un poco en el vapor que emanaba para animarse a sí mismo. Podía fingir que se sonrojaba por el calor de la bebida.
—No tienes que ser tan amable, Takemicchi. —Algo de lo que dijo afectó al chico, puesto que abrió al tope sus ojos y por un momento pareció descolocado. Mikey no entendió porque su mirada se apagó de repente y tampoco preguntó.
—No lo soy, no estoy siendo amable —dijo Takemichi por lo bajo, enderezándose para empezar a trabajar—, terminemos la documentación y luego podemos seguir con la charla.
—Estoy de acuerdo —mencionó para no darle más vueltas al asunto.
Y los siguientes minutos solo hablaron de trabajo. Las importaciones y exportaciones, productos, ganancias, posibles pérdidas y todo lo relacionado a la distribución. Mikey descubrió el profesionalismo de Takemichi en primera mano, actuaba acorde a su papel. Era un buen abogado, incluso usó términos que Mikey podía entender, cosa que agradecía profundamente, porque con su nivel en el tema era capaz de salir embaucado. Al final era satisfactorio ver a Takemichi hablar, su voz seguía tan comprensiva y amable como la recordaba, aunque firme cuando era necesario que comprendiera. Mikey se quedó más tiempo del que debería viendo sus gestos gráciles: los movimientos suaves de sus labios o los ojos que iban y venían entre un documento a otro, párrafo por párrafo, eso le costó un momento de distracción.
—¿Y qué opinas? —cuestionó Takemichi, cerrando la carpeta de golpe.
Mikey se sobresaltó y esbozó una sonrisa nerviosa que no pasó desapercibida para Takemichi.
—Lo siento, ¿qué decías?
—Estaba explicando los... —Takemichi se detuvo y apoyó los codos en la mesa, seguido de su mejilla en su palma, la cual se hundió con gracia. Lo miraba, divertido, como si lo hubiera atrapado en una travesura y lejos no estaba de ello—, olvídalo, ¿estás cansado? ¿quieres qué nos detengamos por hoy?
—No es necesario, puedo con eso, además, terminaremos más rápido, entre más rápido trabajemos.
—El tema legal es aburrido, no te culpo si no quieres continuar. Trabajo en esto a diario, sé de qué hablo.
—De verdad estoy bien, no me trates como un bebé, maduré, creo. —Mikey resopló cuando la risa de Takemichi se hizo más sonora. Y aunque trató de actuar como si estuviera indignado, la realidad era que le gustaba y mucho esa risa. Por alguna razón, la presencia del chico desentrañaba en los recuerdos que tanto se había esmerado en ocultar, sobre todo cuando Takemichi actuaba como si nada hubiera pasado entre los dos. Le sonreía, lo miraba con soltura y luego bromeaba. Mikey no estaba preparado para enfrentar al nuevo Takemichi, pensó con pesadumbre.
—Tendremos tiempo de reunirnos luego. Es un tema largo y delicado, ¿no querrás que tu empresa esté mal asesorada, verdad?
—No, no quiero eso —titubeó, sintiéndose un poco más pequeño de lo que ya era, ¿desde cuándo Takemichi tenía tanta presencia? ¿Qué había pasado en esos años?
Mikey estaba y no estaba en sincronía con el momento, porque aunque estaba confundido, se sentía extrañamente cómodo.
—Vamos, llévame a casa. No tengo que volver a la empresa hasta mañana. Es lo bueno de tener un trabajo como este, puedes avanzar desde la comodidad de la cama —lo dijo de una forma tan sugerente que Mikey creyó que empezaría a echar chispas por la boca.
De repente sintió la ropa más apretada y la respiración más agitada. Debería ser ilegal que Takemichi actúe de forma tan descarada en horas laborales y cuando apenas se estaban reencontrando, tenía que decir que su nueva personalidad le estaba poniendo la piel de gallina.. Sintió un ligero apretón en el hombro y se estremeció, el chico se había levantado y ahora lo estaba invitando a seguirlo, el toque había calado muy profundo, y no había duda que de continuar así, tendrían que recoger su cuerpo derrito con una pala. Dejó un par de billetes en la mesa y como si estuviera en automático, caminó tras Takemichi, qué más podía hacer cuando la dulce tentación lo estaba persiguiendo.
—¿Te confieso algo? Hace mucho no subo a una motocicleta —tarareó Takemichi, contento.
—Deberías comprarte una, son muy cómodas —se las arregló Mikey para hablar sin tartamudear, sacando la llave del bolsillo. Su motocicleta estaba aparcada en una zona segura, por lo que no tardaron en llegar a ella.
Takemichi se adelantó un par de pasos y tomó el casco que descansaba en uno de los laterales para acercarse a Mikey y ponérselo; la proximidad lo volvió a poner nervioso, las piernas le temblaron y el aire se atascó en sus pulmones. El perfume de Takemichi lo inundó casi al instante, y qué decir de esa sonrisa que lo mostró a centímetros de su rostro, un poco más y podría tocarlo. Tenían casi la misma estatura, no había forma de no perderse en esa expresión burlona y coqueta.
—La seguridad es lo primero —susurró Takemichi, dejando con su aliento acaramelado golpeara directamente sus fosas nasales.
Y maldita sea, su cordura pendió de un hilo cuando el calor se asentó en la parte baja de su estómago, cosquillas inconfundibles.
—Supongo. —Mikey retrocedió muy a su pesar, con un poco de suerte podría volver a la normalidad pronto. Subió a la motocicleta y sacudió sin gracia la excitación de su piel.
Takemichi lo siguió, abrazándose a su cintura como si fuera lo más normal del mundo y una parte de él sabía que solo estaba jugando, porque ni en sus sueños más locos, hubiera pasado en realidad. Tal vez solo estaba alucinando, en medio de una dimensión desconocida. Tenía ganas de reírse.
—¿Tienes novia... O novio, Mikey-kun?
Había avanzado lo suficiente para estar concentrado en el camino, por eso la pregunta le cayó como un balde de agua, ¿cómo se atrevía Takemichi a jugar con su cordura? Se sujetó con fuerza al manubrio de la motocicleta, esperando que el aire menguara su ansiedad.
—No, yo... no tengo tiempo para eso —se encogió de hombros y siguió con lo suyo: la mirada al frente, su concentración en las tranquilas calles de Tokio—, ¿y tú?
—Tampoco, no es tan sencillo, sobre todo cuando el trabajo es primero.
—Lo sé —murmuró un tanto vacilante. Solo había tenido un par de citas a lo largo de los años, uno que otro encuentro casual, pero siempre terminaban diciéndole que no estaba hecho para las relaciones. Cuando lo dejó de intentar se concentró solo en el trabajo.
Se quedaron en silencio cómodo el resto del camino. Takemichi de vez en cuando se presionaba en su espalda y Mikey lo dejaba ser porque tal vez estaba nervioso por el viaje. Por más seguro que se viera ahora, seguía siendo un poco torpe. Mikey se sintió como un joven de diecinueve años que juega al primer amor. Sonrió para sí mismo, creyéndose un ridículo por creer que todo era como antes.
Cuando llegaron, Takemichi fue el primero en bajarse. Vivía en un edificio, que si bien no tenía pinta de ser el mejor, era adecuado para un hombre soltero para él. Tenía las escaleras en el exterior, podía ver el avance tranquilo del chico, quien se detuvo a mitad y lo miró con una ceja enarcada, era gracioso desde su perspectiva, porque lucía como si Mikey lo hubiera tomado con la guardia baja.
Mikey iba a preguntar si algo ocurría, pero el que fue tomado con la guardia baja fue él cuando le preguntaron:
—¿No vienes?
¡Santo cielo! ¿Debería rechazar esa oferta?
La parte racional le dijo que tomara la motocicleta y arrancara, se fuera tan lejos como pudiera hasta ponerse a salvo; pero la otra, la que siempre lo ha dominado, lo obligó a mover su cabeza afirmativamente y seguir a Takemichi, tal cual fuera una luz incandescente y Mikey un bicho raro que lo necesitara.
Sin comentarios, jé.
Besitos en las nalgas, gracias por leerme.
Quejas, solicitudes y sugerencias aquí, saben que pueden decirme cuando algo está mal y lo corregiré.
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