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Epilogo

Seis años después

Debo levantarme... debo levantarme.

No, en realidad no debo. El trabajo fue una mierda el día anterior, también el día anterior a ese, y básicamente, todos los días han sido la descripción perfecta de la palabra mierda, y no puedo simplemente levantarme después de eso.

Sin embargo, escucho unos pequeños pasos en mi habitación seguido de unas risitas cómplices.

— Shh cállate tonta, lo despertarás.

— ¡No me digas tonta, babotas!

— ¡Shhh! — susurra Michael, y hago un esfuerzo sobre humano por no reírme — Silencio.

Escucho como uno de ellos rodea la cama y ambos suben a ella. Mi hijo comienza a contar — Uno... dos... ¡Tres!

— ¡Feliz cumpleaños! — grita Emma haciendo que me ría a carcajadas mientras la atrapo en mis brazos.

— ¡Lo arruinas todo Emma! — rezonga Michael cruzando los brazos y frunciendo mucho su entrecejo — ¡Es el día del padre no su cumpleaños!

— ¡Ven aquí, mocoso malhumorado! — lo atrapo antes de que baje de la cama — La intención es lo que cuenta, ¿lo olvidas? — beso el cabello de cada uno.

Emma suelta una risilla tapando su boca — Ups, perdón papi. Feliz día del padre.

— Ahora de qué sirve — refunfuña mi hijo muy enfadado con Emma... supongo que eso del carácter lo heredó mucho de mí.

Sonrío de lado mirándolo, luego veo a mi niña — Princesa, déjame un rato con tu hermano, ¿sí?

— Sipi — dice sacudiendo su cabello tan platinado como el de Elsa. Se acerca a mi y antes de irse besa mi mejilla.

— Ahora tu campeón, ¿por qué estás tan molesto?

— ¡Es que Emma...!

Suspiro — Se equivocó porque... no sé, se emocionó mucho, ¿no crees?

El ladeo la cabeza y todo su cabello se fue de lado. Le he dicho a Elsa que corte su cabello, pero ella ama como se le ve algo largo.

— ¿Se emocionó mucho? — se ríe, cambiando su humor bastante rápido — Ella es un poco bobita.

Sacudo su cabello — Ve a jugar con ella, ¿te parece?

— Sip — se pone de pie en la cama y me da un abrazo, el cual correspondo haciéndole cosquillas — ¡NO, ESO NO SE VALE!

Se suelta bruscamente de mis brazos y sale corriendo soltando carcajadas.

Me estiro un poco sentándome en el borde de la cama. Veo el reloj y apenas son las siete de la mañana, me doy cuenta que solo he dormido seis horas.

Me pongo de pie, y al darme la vuelta Elsa salta hacia mí haciendo que reaccione demasiado rápido para atraparla. Maldita sea, si ni siquiera la he escuchado entrar. Aplasta mis mejillas y estampa velozmente sus labios contra los míos.

— ¡Feliz día señor papá número uno! — dice sonriente ajustando sus piernas a mi cadera.

— Me sorprendiste.

— Esa era la idea, bobo — se ríe y me da otro beso que puedo responderle bien esta vez — No te tengo regalo, pero seguramente está noche se me ocurra algo.

Enarco una ceja pasando mis manos de sus piernas a sus azotables posaderas — ¿Y qué tal si te lo pido ya?

— Nop, los niños están despiertos.

— No dijiste eso el otro día — me burlo dejándola caer sobre la cama para ponerme entre sus piernas.

Su rostro se pone colorado — Eso es diferente, no te había visto por una semana. Además, ellos estaban casi dormidos viendo la televisión.

Paso mi nariz por su cuello respirando su delicioso perfume, luego voy dejando varios besos suaves y cadenciosos solo para despertar aquella fiera que sé que lleva dentro. Su pecho se levanta con ritmo pausado y estremecedor al mismo tiempo que sus piernas rodean nuevamente ni cadera.

— Debemos ir a un lugar hoy y... — no termina de hablar cuando llego casi a sus pechos — Oh Dios... ¡No! Espera, espera.

Me río de ella y me separo de sus voluptuosos pechos — ¿A dónde planeas ir?

— ¿Ah? — sacude su cabeza para concentrarse y jadea — Es una sorpresa — tira su cabeza para atrás y suspira — Jack, vas a dejarme sin conciencia.

— Esa es mi idea, muñeca.

Hace seis años, cuando recién llegaba de Yakarta un mes después Elsa estuvo muy mal, un tiempo donde su cáncer se desniveló un poco y los bebés llegaron a ser una carga demasiado pesada para ella. Diagnosticaron que el parto se adelantaría un mes antes de los nueves. Cuando Elsa estuvo mucho mejor pensamos que pasaría lo contrario, lo hubiera deseado, pero no fue así. Tuvo a nuestros hijos por cesárea, donde tuvo un exceso de pérdida de sangre y su sistema inmunológico falló. Estuvo casi dos semanas en un coma inducido, la doctora dijo que sería mucho más fácil hacerle una sesión de quimioterapia intensa y que para que ella se recuperara rápido.

Estaba espantado, no sabía qué hacer, el miedo me comía vivo. Los mellizos permanecieron en una incubadora desde que salieron de Elsa, los veía siempre, mi vida pasó a estar en un hospital. Lucían increíblemente vulnerables, demasiado pequeños y algo delgados. No sabía si podían sobrevivir, de hecho, pensaba que no iban a hacerlo. Me dolía el hecho que desde que habían nacido no había podido cargarlos ni una vez, tampoco el hecho que Elsa estuviera en coma ayudaba.

Después de eso, cuando Elsa despertó comencé a sentir alivio porque claramente no podía hacer eso solo. Una semana después dejaron que cargáramos a nuestros hijos por primera vez. Salimos de ese hospital más o menos dos semanas después, Elsa solía sentirse débil por la herida de la cesárea y las quimios, eso y tener que alimentar a los bebés al mismo tiempo cuando tenían hambre, la ayudaba muy difícilmente con eso a cargar a uno de los dos mientra los amamantaba.

Cuando nos acostumbramos a ese ritmo... casi seis meses después, Elsa se recuperó del todo y se dispuso mucho a su salud personal. Hacía ejercicio, comía saludable y recibía semanalmente su tratamiento. Cuando los niños cumplieron un año, nos dieron la noticia que Elsa pudo vencer el cáncer. ¿Sí eso me hice sentir infinitamente aliviado? Sí, infiernos sí. Ella estaba eufórica, su familia entera estaba eufórica. Esa euforia nos llevó a lo que sería nuestra boda, por fin lo haríamos.

Prácticamente ya estábamos más que casados, digo, tener mellizos era prueba suficiente. Pero aun así en el momento que ella dijo: Acepto. Fue uno de los momentos memorables de mí vida. Cuando ella pasó a ser la señora Frost.

Compramos nuestra casa, la arreglamos hasta que finalmente se sentía como un hogar para nosotros y nuestros hijos. Así había sido, con altos y muchos bajos, pero sabemos salir adelante.

— Iremos... no sé si deba decirte — lo piensa un momento — Mejor no. Dúchate, a-apestas.

— Solo lo dices para que te deje, sé que quieres — me pongo de pie y me meto al baño.

— Cállate... en la noche hablamos — me giña un ojo antes de caminar y salir por la puerta.

Me doy una ducha para después ponerme ropa más casual y cómoda. Cuando bajo a la sala encuentro a Mike persiguiendo a Emma por todo el espacio. Escucho en la cocina las voces de tres mujeres.

— Niños, ¿quién ha venido?

Emma deja de correr y se detiene frente a mí — Es la tía Lía — entonces sigo corriendo lanzando una risotada — ¡No me atrapas Mike!

— Te atraparé Emi — ahora mi hijo se detuvo — También es la tía Sofi — sigue jugando con su hermanita.

Lía había estado deprimida por mucho tiempo, pero hace unos años comenzó a salir con una chica llamada Sofía, cuando me di cuenta, ya estaba enamorada de nuevo. Seguramente nunca superando a Sara, pero ella me había dicho que, no sería fácil nunca, pero el tiempo lo hacía más fácil. Difícil de entender, pero muy lógico. Me alegro por ella.

— ¡Papi cárgame! — me pide mi princesita estirando sus brazos hacia mí. Lo hago, aunque cada vez cuesta más, ya que cada año se vuelve más pesadita — Papi, ¿algún día podría pintarme el cabello de rosa como mi mami?

— Ah... sí, ¿por qué no? Te verás muy linda, bebita.

Sus ojos brillaron y se sonroja con rapidez — ¿lo crees papi?

— Lo sé, princesa — beso su mejilla, para después devorar su pequeño y dulce rostro a besos.

— ¡Eso no es nada! — reniega Mike cruzando sus brazos con una sonrisa de suficiencia en su rostro— Cuando sea grande tendré muchos dibujos en los brazos con mi papá.

Lía contiene una carcajada cuando salen todas juntos de la cocina — ¡El padre del año!

— Shhh. ¿Qué haces aquí?

— Cuidaré de tus retoños esta tarde — aclara sentándose en el sofá.

Miro a Elsa, y ella simplemente asiente — Le pedí que viniera para que lo hiciera, quiero llevarte a un lugar. Yo conduzco.

Estoy confundido, pero de todos modos me dejo llevar. Incluso dejo que ella conduzca, aunque temo por mi vida por un segundo, ya que ella apenas está aprendiendo. Cuando siento el camino casi eterno, le pregunto, pero recibo la misma respuesta: Ya llegaremos.

Después de casi una hora y media de viaje comienzo a recordar el lugar, y simplemente me hace sentir escalofríos. Elsa se adentra en el pequeño pueblo y se detiene frente a un cementerio memorial.

Trago en seco. Sabiendo lo que viene — He estado evitando este lugar por años, lo sabes.

— Sí, lo sé... — su delicada mano toma la mía — Creo que ya es tiempo, ¿no?

Baja del auto, después de soltar un respiro salgo detrás de ella. Caminamos en silencio hasta aquel lugar que por años evité. Se sentía... extraño, sin importar los años, la culpa siempre me oprime.

Sharon, Nicolas y Emma.

Familia Frost.

Ángeles que siempre nos cuidaran.

— No puedo evitar preguntar, ¿qué hubiese sido si nada les hubiera pasado? — me aclaro la garganta — Supongo que... no lo sé. ¿Sería mejor persona?

— Jack, eres una excelente persona... — dice Elsa entrelazando nuestros dedos — te traje aquí para que dejaras todo lo que crees haber hecho mal. No fue tu culpa... a veces, las cosas muy malas nos pasan a las personas buenas. La vida es así.

Sonrío, aunque no digo nada.

— Sé que, donde quiera que ellos estén, se sienten orgullosos del hombre en el que te convertiste. El que supo prevalecer en todo lo que vivió, el que se volvió el mejor padre de todos, y un perfecto esposo — su mano se coloca en mi rostro y sus ojos brillantes me miran con rebosante amor

Tomo su cintura acercándola a mí, besándola como si fuera la última vez que fuera hacerlo en mi vida — Yo de verdad espero eso.

— Yo sé que es así — me sonríe, una que podría iluminar cada día de mi vida. Y lo hace —porque yo me siento así, y me hace amarte mucho y a nuestros hijos, como nunca lo haré con nadie.

— Eres lo mejor que me ha pasado, ¿sabes eso, verdad?

— Yo espero eso.

— Lo eres — la beso. Beso aquellos labios a los que pertenezco — Sin importar lo que yo hiciera, e hice para alejarte al principio... siempre te quedaste.

Se ríe, una risa suave y tierna, aquella tímida que me enloquecía — Y hasta ahora no tengo la más mínima intención de irme.

— No lo hagas, solo quédate conmigo para siempre — junte nuestras frentes, rosando sus labios.

Sin importar qué dura fue mi vida al inicio, si aquí es donde debería estar. Lo sufriría una y otra vez para estar con ella. Con la mujer que me cambio la vida.

— Me quedaré contigo, Jack. Para toda la vida.

Fin

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