.Costa de Java.
Al llegar a nuestro apartamento Elsa no deja de sonreírme y de abrazarme, es como si quisiera estar así el resto del día y la verdad, no me molesta en lo absoluto. Solo quiero tenerla entre mis brazos sabiendo que va a estar bien, que está bien. Me gusta sentirla contenta, sin miedo a todo esto que pasaba, finalmente podríamos concentrarnos en las bebés, en su embarazo y en los cuidados que tendría durante los primeros tres meses.
Elsa y yo estamos en nuestra cama, ella está recostada mientras yo estoy apoyado de lado, besando sus dulces labios mientras acaricio su vientre pequeño.
— Jack — susurra en mis labios.
— ¿Sí?
— ¿Crees que funcione?
Asiento lentamente y uno nuestros labios una vez más — Sí, al menos la lista de cosas ayudará a mantenerte estable.
— Sí, tienes razón... — suelta una risita — Bésame.
Cumplo lo que me pide, sin duda probarla es una de mis accionas favoritas.
— Jack... — vuelve a llamarme.
Bufo divertidamente — Oye ¿podrías dejar de interrumpirme? — ella se ríe cubriendo sus labios — No, espera — me río y comienzo a besarle el rostro, su frente, sus mejillas sonrojadas de tanto reír, al final descubro su boca y la beso — Podría hacer esto todo el día.
— Yo dejaría que me lo hicieras todo el día — enarco una ceja y le sonrío sugerentemente. Elsa suelta una carcajada — ¡No me refería a eso! ¡Jackson Frost eres un pervertido de primera!
— Como si no quisieras, traviesa — me burlo riéndome.
Ella dude, pero terminan negando con la cabeza — Ahora no campeón, no quiero arriesgarme ante anda.
— Lo sé... ¿qué ibas a decirme?
Su sonrisa se borra poco a poco y se tarda un poco en responder — ¿Iras a Yakarta? Ahora sabes que podría estar bien...
También dejo de sonreír y me concentro en sus ojos — ¿Te preocupa que vaya?
No tarda nada, asiente despacio y aparta la mirada — Escucha Jack... tu temes perderme, pero no sabes que yo sufro ese miedo cada segundo, minuto y hora de mi día desde que salimos de casa... — respira profundo y deja salir el aire poco a poco entrecortadamente — Tu eres policía, vas y qué sé yo si estás a salvo o te está pasando algo... Es injusto que yo deba pasar todos los días esta horrible incertidumbre... sé que es tu trabajo ir a Yakarta, pero... una cosa es tener ese miedo hasta que te veo de nuevo en casa — me mira de nuevo con sus ojos cristalinos — En Yakarta, ¿Qué prueba tendría de que estás bien?
— Te llamaría, Elsa, siempre tendríamos comunicación.
— Sabes que no siempre, Jack... Es que... Tengo miedo de que algo te pase.
— No va a pasarme nada — beso su frente — te lo aseguro.
Ella niega con la cabeza, susurrando casi inaudible — ¿Cómo lo sabes?
La miro detenidamente, apreciando cada fina facción de su rostro, sus ojos de un brillante celeste, su nariz pequeña, sus labios finos y color rojo, las pecas en sus mejillas... — Porque tengo tres motivos para volver a salvo.
— ¿Qué pasa con nuestra boda?
Presiono los labios antes de hablar — Debemos alargarlo un poco.
— ¿Tardarás mucho?
Lo pienso un poco antes de contestarle escogiendo bien mis palabras — No lo creo, en una misión así, los jefes y Aster no permitirían arriesgar a oficiales dejándolos mucho tiempo.
Me mira por unos eternos segundos, seguramente haciéndose una historia en su cabeza, pero finalmente solo se acurruca su cuerpo muy pegado al mío, reposando su cabeza sobre mi pecho — No te hagas el héroe, ¿sí? Si pasa algo... solo corre, dispara, que se yo, pero no te pongas en peligro. Odiaría quedarme sola.
La abrazo rodeando sus hombros con mis brazos y beso su sedoso cabello — Lo prometo.
Al menos trataría hacerlo.
*********
Base general, Yakarta
Cuatro meses después
Aturdido, así me siento exactamente después de que no he dormido casi nada en tres semanas. Al ser uno de los agentes de apoyo, estamos a cargo de interrumpir los grandes barcos llenos de mercadería ilegal y personas completamente drogadas por sus captores. Para esta fecha hemos rescatado a más de cinco barcos. No es tan sencillo tratar de detener eso, sin importar que la policía inglesa e indonesia estén unidos, es más o menos como intentar parar el narcotráfico en Latinoamérica, casi imposible. Sin embargo, no íbamos descansar ante esa situación, no se trataba solo de la droga, eran personas inocentes en riesgo, personas que tenían la esperanza de volver a casa.
La base de Yakarta está bajo tierra, la recepción de señal no era nada mala ahí, sin importar la condición. Cuando tengo tiempo, que es casi nunca, hablo con Elsa y ella me informa sobre su avance en el embarazo. Saber que cumple cuatro meses y medio era una total satisfacción, puede continuar con esto, me preocupa la reacción que vaya a tener la quimioterapia con las bebés. Me cuenta como luce a este punto y trata fuertemente no llorar. Me extraña tanto como yo a ella. Hace casi un mes no había tenido el tiempo para hablarle.
— Frost — Aster me saca de mis pensamientos — Debemos salir lo antes posible, no es nada bueno lo que dejé. Necesito más gente.
— ¿Qué fue lo que sucedió?
Un suspiro sale con pesar de su boca — Cuatro chicas fueron violadas antes de llevarlas a una embarcación hacia México, los agentes encubierto dijeron en esa posición no pudieron hacer nada, quisieron abogar por ellas, pero se vieron en una situación bastante desfavorable...
Eso es bastante malo — ¿Qué pasó con la embarcación? — pregunto poniéndome de pie.
— Están llenándola de narcóticos, las personas son pocas esta vez.
— ¿Cuántas?
— Casi cien, casi doscientos creo, es menos en comparación a otras veces. No todos son residentes de acá, muchos los trasladaron de Singapur y Australia para llevarlos a México y que sirvan de mulas a la frontera de Estados Unidos. Tienen trato con los narcotraficantes de la zona, según informaron los agentes encubierto — tensa un poco la mandíbula al mencionar su país natal — Esperamos que esto acabe o cese de una forma u otra. La alta comandancia quiere arriesgarlo todo en esta ocasión.
— ¿Qué me dices de la seguridad en el barco? — pregunto cruzando los brazos.
— Mucha, ahora aumentó por los rehenes de otros países.
— Explícate con lo último que dijiste... con lo de arriesgarlo todo.
De nuevo suspira — Quiero decir que para detener esto, vamos a arriesgar vidas, cuantas sean necesarias... Vinimos hasta aquí para descontinuar esto y lo haremos, al menos parar lo que se hace aquí en Yakarta, estos malditos están por todos lados, incluso en territorio latino, pero no tenemos el alcancé hasta esas bases. ¿Estás listo?
— ¿En una situación de correr o morir? Pues sí, si estoy listo.
— De acuerdo, hagámoslo. ¡Listos para partir! — anuncia al resto de los agentes preparándose.
El sonido de pesadas botas de cuero se escucha golpeando al piso, muchos de los que estaban ahí se han retirado por miedo, porque sus familias los necesitan o han salido lastimados en alguna operación de salvamento o ataque. No saber lo que exactamente nos espera me da incertidumbre, no obstante, quiero hacerlo.
Los autos corren a toda velocidad a la costa de Java que es la principal vía para sus barcos.
En el camino pienso en lo que nos enfrentaríamos y en lo que le prometí a mi Elsa hace cuatro meses. Debía mantener esa promesa, más que nada ahora que ella no sabía absolutamente nada de mí.
La última vez hace casi una semana fue cuando me llevaron a liberar esas embarcaciones. No las interceptamos en la costa, eso sería estúpido, lo hacemos justo cuando se han alejado lo suficiente de la zona en la que podrían comunicarse fácilmente y decir lo que sucede, si pasara corremos el riesgo de que asesinen a todo testigo en la tripulación. Pero la última vez que fui fue más complicado, ya que a los lugares que se supone que deben llegar los barcos, avisan el problema y, por lo que sé, hace que la seguridad aumente.
Llegamos a la zona apartada de la costa de Java, estamos a dos kilómetros de los traficantes para no ponernos en evidencia. Comenzamos a ponernos los chalecos anti balas, cargas armas y máscaras de gas militares que son más sutiles que las normales y permiten ver mejor, para comenzar a subir a los botes espaciosos para llevar a las víctimas en ellos.
Gogo va en el bote en el que estoy, se mueve un poco incómoda y luego me mira — ¿No tienes miedo?
Entonces recuerdo que ella recién ha llegado a Indonesia — Lo he hecho antes. Pero estarás bien.
Simplemente asiente y cruza sus brazos para cubrirse del frío viento de la noche en el mar.
Después de unos minutos, logro ver el gran barco negro a medida que nos acercamos apagando lentamente el motor ruidoso, aunque no más que el de aquella imponente máquina, nos acercamos.
— Prepárense para el asalto — ordena Aster revisando que su arma este bien cargada — No será sencillo, nunca lo fue, pero la seguridad aumenta por ambas partes del barco y también dentro, por lo que nos informan. Las victimas están hasta el último nivel de la embarcación y una sola persona tiene la llave de ese contenedor.
— ¿Cómo dónde estaría? — pregunta Gogo frunciendo su entrecejo.
— Con los prisioneros. Si pone resistencia de ser necesario, disparen.
— Sí, señor.
— De acuerdo.
En la noche nuestros uniformes negros no se ven en lo absoluto, así que abordamos a estribor para mantener discreción. La mayoría de seguridad está en amura de babor y proa, así que llevamos ventaja en eso.
Al terminar de subir escuchamos a muchos de los hombres hablar y reír a lo lejos, como si todo aquello fuera nada más que un día de trabajo.
Aster nos da unas bombas de gas lacrimógeno a mí y a otros dos agentes — Ahora.
Al dar la orden activamos las bombas y las deslizamos por el suelo, estas ruedan por si mismas hasta llegar lo suficientemente cerca de ellos. Estás comienzan a sacar su humo y varios comienzan a quejarse y a gritar, maldiciendo cubriéndose los ojos hablando por un radio diciendo lo que pasaba. Es cuando nos acercamos a los traficantes, unos que tratan de vanamente defenderse son rápidamente sometidos por algún agente que al hacerlo los colocan contra el suelo. Uno de ellos trata de sacar su arma mientras se cubre los ojos, muy seguramente para disparar sin medida. Tomo su cabeza y estampo su rostro desorientado en mi rodilla rompiéndole algunos huesos de su cara. Dispara dos veces, pero esto cae justo en mi chaleco. Aunque no quiere decir que no duela una mierda. Lo tiro al suelo aplastando su muñeca con mi pie le quito su arma para luego golpearlo con el mango de esta.
Cuando la mayoría de los que están en guardia en proa están inmovilizados en el suelo, los sonidos de balas llegaron desde las escaleras. Eran los hombres que estaban en el segundo nivel. Tratamos de protegernos con las cajas que estaban puestas en el lugar al mismo tiempo que regresamos los disparos. Apunto afinando la vista contra la niebla que había dejado las bombas dando a algunos de aquellos traficantes. Escuchó el quejido de los suyos, y lamentablemente de nuestro equipo también, esperaba que no fuera grabe.
Gogo se tiró a mi lado con una mueca de dolor. Grita por sobre el ensordecedor ruido de armas — Aster dice que nos encarguemos de la gente de abajo, bajaran otros en un momento también.
— ¿Estás bien? — grito de la misma forma que ella.
— Un disparo — señaló la zona de su abdomen — ¿Tu?
— Estaré bien, andando — me pongo de pie junto con ella y corremos hacia las escaleras abajo tras ese tiroteo, logrando que casi nos alcance más de una bala.
Al llegar abajo tengo que patear la puerta con fuerza, parece que la bloquean con cajas de madera.
Mi compañera apunta por encima de nosotros y dispara a unos que estaban a punto de enterrar su bala en nuestro cráneo.
Al golpear la puerta con suficiente fuerza la puerta se abre, me agaché al escuchar el tronante sonido de un disparo. Otros cinco agentes bajaron con nosotros, empujamos la puerta completamente y al entrar lo que recibo es un profundo corte en el brazo, cerca del hombro con un cuchillo de carnicero, pudo haber sido en el cuello. Siseando entre dientes ante al agónico dolor y suelto mi arma casi instantáneamente, pateo lejos al quien me hizo el corte y con mi otra mano saco mi otra pistola tratando de olvidar el dolor existente y la sangre chorreando de mi brazo. Disparo matando al de cuchillo de carnicero dejándolo retorciéndose en su dolor.
El tiroteo empieza por segunda vez en el barco, tanto como ellos y nosotros nos defendemos. Los contenedores de metal grandes con nuestros muros de defensa, algunos de ellos lanzan cuchillos que se entierran en la carne de algunos desafortunados agentes que se arriesgan de más en la situación. Y yo apenas puedo sostener el arma con una mano, no puedo levantar el otro brazo.
Los traficantes de ahí son pocos a comparación a los que estaban arriba, cerca de veinticinco, estos tienen armas de fuego y cuchillos. No me importa tirar a matar, todas esas personas son una basura.
Escuchamos a los traficantes gritar incoherencias desesperados. Se quedan sin balas y hay varios de ellos muertos.
Corremos atravesando los contenedores persiguiendo hasta las escaleras del barco a aquellos que salen huyendo. Tres disparos, tres muertos.
La respiración se hace pesada y vacilante a la pérdida de sangre en mi brazo, casi no puedo sentirlo.
Cuando el lugar está vacío arranco tela de una de las camisas de los cadáveres y Gogo la amarra en mi brazo para contener la sangre.
— ¿Cómo están las cosas allá arriba? — pregunto acomodándome el chaleco.
— Perdimos a diez agentes y cinco están muy lastimados, en tierra las cosas están peor, pero lo controlan. En proa la mayoría están muertos, los que quedaron irán a prisión.
— Bajemos.
Al bajar no se hizo tan difícil abrir la puerta, ya que esta se encontraba abierta. No obstante, al entrar ahí estaba un chico de no más unos veintitrés años de apariencia americana, apuntando con un arma a la cabeza de una niña indefensa de casi cuatro años llorando incontrolablemente. Escuchamos los ruegos de su madre desde adentro del contenedor.
— Aléjense, o la mato — amenaza jalando el cabello de la niña haciendo que ella lleve sus manitas a la zona afectada — Sus armas al suelo.
— De todos modos, estás solo en esto niño — espeta Aster con desdén — tus colegas están muertos o irán a prisión. Así que suelta a esa niña.
El rostro de le drena en pánico sabiendo que realmente no está apoyado en nadie — En ese caso, todos nos iremos al infierno.
Deja a la niña y dispara a un filtro de gas metano a la pared del otro extremo haciendo que explote tirándonos a todos hacia abajo dejándonos aturdidos, el fuego se propaga con rapidez a las cajas inmensas hechas de madera. Un disparo a mi derecha me hace reaccionar, Gogo dispara al tipo desde el suelo fallando.
Todos nos levantamos para disparar al matón que se ha echado a correr y sacar a aquellas personas. veo a aquella niña correr hacia algún lugar para esconderse. La sigo, temiendo que el fuego le haga daño.
Al llegar a ella la veo acurrucada en una esquina llorando, cuando me ve, trata de hacerse para atrás, aunque le es imposible.
— Tranquila, no te haré daño — prometo agachándome a su altura, me quito la máscara de gas y parpadeo para verla bien. Un escalofrío recorre mi cuerpo cuando noto el parecido extraordinario que tiene con Emma — Voy a sacarte de aquí, ¿entiendes?
Ella asiente con la cabeza mientras sus ojos marrones me miran con algo de desconfianza. El chirriante sonido de una puerta de metal abriéndose se adueña del caluroso lugar en llamas. Volteo a ver y varias personas corren hacia la salida, siendo guiados por los agentes disponibles.
— Te pondré esto — trato de ser tranquilizador para no asustarla más de lo que ya está, le pongo la máscara para protegerla del humo y luego me quito el chaleco para ponérselo, le sonrió — Ya estás.
— ¿Mi mami?
— Ella está bien.
La niña mira hacia un lado y su rostro de llena de horror. Grita — ¡Atrás!
Cuando volteo un dolor punzante de instala en el lado derecho de mi abdomen, luego otro ajustando el cuchillo en el mismo lugar, enterrando hasta el que el mango del cuchillo de carnicero es lo único visible.
— Hijo de puta — murmura el moribundo, antes de que insertaran una bala en su cráneo.
Caigo sobre mis rodillas respirando profundo antes de sacarme ese maldito cuchillo de mierda. Maldita sea, eso duele y arde como el infierno, no puedo sacarlo y estoy perdiendo demasiada sangre.
Veo a Aster corriendo hacia mí después de disparar — Debemos salir de aquí — tose por el humo en el ambiente ardiente — trata de levantarte amigo.
— Llévate a la niña — le pido con la voz ronca, escupiendo algo de sangre. El fuego está devorando el lugar y él debe llevársela — Voy a salir, pero llévatela.
Un momento de indecisión llena su rostro, lo cual me exaspera — ¡Maldita sea Aster, llévate a la niña!
Asiente y carga a la niña — Volveré por ti — se va corriendo esquivando el fuego.
Gruño de puro dolor y con mucho esfuerzo trato de ponerme de pie, pero fallo unas veces esta hacerlo apoyándome en la pared del barco. Tomo el mango del insoportable cuchillo y lo jalo hacia afuera, solo sale unos centímetros y es pura agonía para mí, más sangre sale de mi cuerpo y me siento mucho más débil. Debes volver a casa se repite en mi mente una y otra vez, pero ahora esa frase es un simple eco ahora de mi futuro incierto. El fuego se propaga, la sangre brota de mí. Veo como a mi amigo corre para auxiliarme. Pero no puedo más... me dejo caer.
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