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P r ó l o g o

13 de septiembre, 2016.

Las nubes oscuras reemplazaban el cálido color azul del cielo haciendo que todo se viera un poco más sombrío y triste, similar al estado de ánimo en el que se encontraba una chica en una cafetería de la ciudad. Lucía triste, solitaria y con unas lágrimas amenazando con salir, aunque la dueña parecía poner toda su voluntad por retenerlas.

En sus manos sostenía un papel que parecía leerlo una y otra vez como si no le encontrara sentido a las letras que estaban plasmadas en ella. Su fuerza de voluntad terminó cediendo ante los sentimientos que embargaban todo su cuerpo y la primera lágrima salió deslizándose suavemente por su mejilla hasta caer sobre el papel arrugado debido a la fuerza con la que esta lo estaba sosteniendo.

Esa lágrima fue una de las tantas que empezaron a salir de manera interminable. Las personas a su alrededor empezaron a mirarla con curiosidad pues estaba interrumpiendo sus actividades al punto que a más de alguno comenzaba a molestar, pero a otros conmovió su corazón, pues la chica lloraba con tal sentimiento que era imposible no sentir un poco de empatía y lástima por ella al mismo tiempo.

Pasó un largo tiempo llorando y gimoteando hasta que las lágrimas fueron disminuyendo poco a poco y solo quedaban esos suspiros involuntarios que demostraban cuán profundo era el sentimiento que aquel papel le había provocado. Tomó su bolso enganchándolo a su hombro, limpió los rastros de lágrimas en sus ojos y se puso en pie volviendo a llamar la atención de los clientes cuando la silla hizo ruido al ser arrastrada para poder levantarse.

—Lo siento —murmuró por lo bajo escabulléndose rápidamente hacia la salida con la intención de correr, pero el torrencial de lluvia que caía sobre la ciudad le detuvo el impulso a medio andar.

Extendió su mano para calcular cuan fuerte era la lluvia y ver si podía caminar bajo ella hasta llegar a la parada de buses, pero desechó rápidamente la idea al ver su brazo mojado en cuestión de segundos. Las personas en la cafetería cuchicheaban entre ellos, sobre la mala suerte e infortunio que cargaba la chica ese día, era como si todas las lágrimas que había derramado se reflejaran en la lluvia y por ello en vez de disminuir aumentaban con más fuerza.

—¡Aish! —Se quejó pisando con fuerza el suelo— ¿Es enserio? ¿Tiene que pasarme esto justo hoy?

Mordió su labio con fuerza sopesando la idea de correr bajo la lluvia por unos segundos. ¿De que servía ser quisquillosa con ello? El día iba de mal en peor así que, el que se mojara de pies en cabeza solo era algo más que agregar a la lista. Se encogió de hombros y colocando el bolsón sobre su cabeza se preparó para correr y cuando dio el impulso en lugar de avanzar sintió como alguien la cogía por el brazo y retrocedía.

Cuando se giró por inercia para ver quien la había tomado del brazo un enorme abrigo fue puesto sobre su cabeza cubriéndole de paso el rostro y con ello su vista. Con suma desesperación trató de quitarse el abrigo pues se sintió agobiada y al mismo tiempo asustada pues el destino parecía ser tan cruel con ella ese día que a su lista de cosas malas podía añadirse el intento de secuestro y eso sería la gota que derramaría el vaso.

Cuando consiguió quitarse el abrigo, vio la espalda de un chico alto con el cabello más negro que había visto en su vida, llevaba un jean negro del cual colgaban algunas cadenas junto con una camiseta blanca. Quiso ver un poco más su rostro, pero apenas pudo distinguir un arete en la oreja derecha y unas gafas que cubrían sus ojos.

—Pero ¿qué...? —La confusión era más que evidente en el rostro de la chica, ¿por qué un desconocido le estaba dando su abrigo?

—Sea lo que sea lo que te haya pasado —murmuró el chico, con una suave voz profunda y varonil— recuerda que no todo es eterno. Y al igual que la lluvia, los problemas pueden ser una autentica molestia, pero luego termina y reluce el sol —Acomodó sus gafas oscuras y se quitó su mochila para colocarla por sobre su cabeza—. Así que después de enfrentar el problema, es seguro que encontrarás la solución. —Y diciendo eso el chico dio un ligero asentimiento y se echó a correr bajo la lluvia.

—¡Espera! —gritó la chica haciendo un amago por detenerlo, pero ya era tarde, las largas piernas del chico le proporcionaban una velocidad que la chica no podría igualar—. Al menos déjame saber quién eres —susurró viéndolo alejarse. Dio un suspiro y observó el abrigo, bueno, no estaba tan mal después de todo. Se encogió de hombros y cuando se lo colocó por sobre su cabeza un broche que provenía del interior de la prenda cayó al suelo.

Cuando se agachó para recogerlo vio que era el logo del instituto al cual ella asistía. Ah, así que el dueño del abrigo estudiaba en su mismo colegio, lo cual significaba que algún día podrían encontrarse, pero ahora el problema era ¿Cómo reconocer a alguien a quien solo has escuchado su voz más no su rostro en un lugar donde los chicos con cabello negro abundan por montones?

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