10| Las consecuencias de mis actos.
Capítulo 10: Las consecuencias de mis actos.
15 de marzo, 2017.
—Bien, entonces dime, según todo lo que hemos estudiado, ¿cómo se organiza la tabla periódica? —pregunto restregando mi ojo por enésima vez pues lo que sea que esté molestándome dentro parece no querer dejarme en paz.
Asher mordisquea la punta de la tapa del lapicero meditando la respuesta, al mismo tiempo que mantiene su vista sobre los apuntes en su cuaderno.
—Se organizan de mayor a menor.
Niego con mi cabeza.
—¡Al revés! —Señala hacia la nada con su lapicero.
Asiento, ocultando una risa.
—¿Y qué es el número atómico?
Intenta mirar nuevamente hacia su cuaderno, pero antes de que lo haga lo tomo para cerrarlo y colocar mi codo sobre la cubierta. Trato de pasar por alto la mirada de decepción e indignación que me lanza, y solo me limito a tratar de arquear mi ceja, fallando en el intento, para que me responda.
—Es la cantidad de neu… protones —Se corrige cuando ve mi cara de espanto ante su respuesta—, que hay en… ¿el átomo?
—En los átomos que tiene el elemento —digo en medio de un suspiro. Miro el reloj en mi muñeca dándome cuenta que ya casi son las seis de la tarde por lo que empiezo a guardar mis cosas pues las horas de asesoría con Asher han terminado.
El chico de los ojos grises parece percatarse de la hora también pues empieza a meter a lo loco los libros y cuadernos en su bolsón.
—¿Crees que voy mejorando? —pregunta abrazando la mochila.
—No vas tan mal como creí, pero… —Me pongo en pie tratando de no hacer mucho ruido con la silla pues estamos en la biblioteca—, lo ideal es que no solo memorices las cosas, sino que puedas retenerlas a largo plazo.
—¿Con la química? Imposible —bufa poniéndose en pie también—. Es horrible, mi cabeza duele cada vez que la recuerdo.
Ambos empezamos a caminar al mismo ritmo, él quejándose entre susurros sobre porqué fue descubierta la química y yo tratando de reír lo más bajo posible ante sus ocurrencias. Lo cierto es que Asher no es un chico desagradable, puede que tenga algunas actitudes un poco turbias con algunas personas, pero… si lo veo desde el punto de vista positivo, es un tanto encantador, aunque en algunas ocasiones un poco ¿intenso?
Luego de lo ocurrido el otro día, creí que iba a actuar de manera desinteresada o muy probablemente huiría de mí, pero en realidad no lo hizo. De hecho, me sorprendió cuando llegó a mi pupitre a recordarme lo de las asesorías con una gran sonrisa en su rostro.
Si era fingida o no, creo que nunca lo sabré, pero en definitiva no me esperaba esa reacción de su parte. Por supuesto tampoco le presioné para que hablara del tema, sé que tiene miedo a los fuegos artificiales por su reacción ese día, sé que muy probablemente eso tenga su origen, pero si él no quiere hablar de ello está bien y lo entiendo.
Solo recuerdo sus palabras cuando terminamos la asesoría ese día.
—Gracias por lo del fin de semana, creo que en poco tiempo te he mostrado más de mí de lo que pretendía.
—¡Asher llamando a Rizzia! —Una mano que se agita frente a mis ojos me trae de nuevo a la realidad—. ¿En qué estás pensando? ¡Me dejaste hablando solito! —Lloriquea.
—Perdón —Sonrío mostrándole mis dientes—. Me distraje un poco.
Enfoco mi vista y mi mente cuando empezamos a bajar las escaleras del edificio ya en busca de la salida del colegio porque digamos que no me apetece distraerme, caerme y quebrarme cualquier parte del cuerpo.
—Al menos deberías de tratar de mentir —refunfuña cruzándose de brazos.
—La verdad duele, pero es lo mejor —Le doy leves palmaditas en su espalda en un intento de consuelo. Intenta seguir mostrándose enfadado pero la comisura de sus labios alzada me demuestra lo contrario.
Salimos del colegio y una leve ventisca de aire frío se hace presente causándome escalofríos. ¡Ah! El invierno ha finalizado, pero parece que aún quedan rastros de él.
—Bueno, gracias por lo de hoy. —dice jugando con las tiras que sobran de la correa de su bolsón.
—Estudia lo que vimos hoy para que no lo olvides —Le recuerdo sintiendo nuevamente el estorbo en el ojo.
—Trataré —Ladea su cabeza, sonriendo de manera traviesa.
—Eres un caso perdido —murmuro despidiéndome con un gesto de manos.
El chico solo ríe suavemente antes de comenzar a alejarse en sentido contrario al mío. Suelto un suspiro y emprendo mi camino hacia la academia donde recibo mis tutorías, está como a diez minutos del colegio así que trato de tomarme mi tiempo.
A veces pienso que el recibir tutorías es solo una carga más, el fin de ello según mi madre es para que entre a la Universidad de la capital en el primer intento, pero no le encuentro sentido el intentar ingresar pues aún no tengo claro lo que quiero estudiar, aunque para mi madre… es un caso diferente, ella si tiene claro lo que quiere que estudie.
Las dos horas pasan rápido y cuando menos lo espero, las tutorías han finalizado. Me despido de mi tutor y de mi grupo de compañeros para luego caminar en dirección a la salida. La molestia en el ojo aún me persiste y me lo he restregado tanto al punto que veo empañado porque me ha empezado a lagrimear, y por más que me lo he lavado y restregado sigue ahí.
Voy así por todo el camino a mi casa, el sol empieza a ocultarse y suelto un suspiro mientras pienso en todo lo que tengo que hacer hoy. Creo que debería empezar a estudiar pues las primeras pruebas evaluativas se llevarán a cabo la última semana de marzo y necesito salir bien para empezar el año con pie derecho.
Un leve aroma a café invade mis fosas nasales, y como si fuera hipnotizada por ello dejo que mi nariz y mis pies me guíen hacia la fuente del olor. Creo que ahora me veo y me siento como los niños pequeños con el rostro pegado a la vitrina viendo la juguetería o la tienda de dulces, solo que, en mi lugar, es la cafetería. Miro el reloj en mi muñeca dándome cuenta que ya son las 8:15 p.m., a esta hora ya debería estar llegando a mi casa, pero creo que he caminado con más lentitud de la que debería.
Me pienso si entrar a comprar café o no.
Si entro significa llegar tarde a mi casa, pero satisfecha por la cafeína en mi cuerpo.
Si no entro, no pasa nada, solo no gastaré dinero y el café lo puedo hacer en casa.
Aunque no sabe igual…
¡Ay! ¿Qué más da? La campanita que anuncia la llegada de los clientes suena cuando abro la puerta. Una chica con una amable sonrisa toma mi pedido, y mientras lo hace me voy hacia una de las mesas a esperar pacientemente a que este me sea entregado. Para matar el tiempo saco el móvil y entro a WhatsApp viendo con curiosidad que tengo más mensajes de lo normal.
HistoryTeam🥥
Suki🦊💕: [19:40 p.m.]
—No más entro a avisar que la exposición es en tres días y no hemos hecho ¡NADAAAAAAAAA!
Lely🦔💕: [19:45 p.m.]
—Pero déjame llegar a casa primero🤧😭😭
Suki🦊💕: [19:46 p.m.]
—¡Tuvimos un mes para hacerla!
Lely🦔💕: [19:50 p.m.]
—Nada que no lo podamos hacer en dos días y dos noches.
Creo que Suki ha de estar sumida en la desesperación pues ya no le ha respondido. Echo mi cabeza hacia atrás, masajeándome el cuello con la mano libre. ¡Joder! No recordaba esa tarea, y ni siquiera quiero ver mi agenda porque sé que ahí ha de estar marcada, pero por alguna razón la he pasado por alto. Suelto un suspiro y al mismo tiempo me sobresalto cuando la alarma sobre la mesa empieza a vibrar anunciando que mi café ya está listo.
Acomodo mi bolsón y tecleo rápidamente:
[20:28 p.m.]
—Aún no llego a casa, pero para mientras vayan buscando información. Luego nos dividimos lo del reporte y arreglamos la presentación para la expo.
Le doy las gracias a la barista por mi café y tengo que hacer malabares entre sostenerlo bien con una mano y no dejar que mi teléfono caiga con la otra. Y antes de llegar a la puerta, intento guardar el móvil en el bolsillo de mi falda, lográndolo con éxito. Reanudo mi camino sintiendo la molestia nuevamente en mi ojo, lo restriego por enésima vez y apresuro el paso al ver que alguien más está abriendo la puerta.
—¡Espera! —susurro para mí misma.
La puerta es abierta, y mi ojo decide que es buen momento para empezar a cubrirse de lágrimas. La puerta comienza a cerrarse con lentitud cuando la persona ya ha salido y creo que doy un pequeño grito antes de lograr detenerla con una mano y poder abrirla por completo.
Creo que hoy me he excedido al restregarme el ojo pues no veo casi nada con él y es por ello que cuando termino de salir por completo no distingo el bulto frente a mí y termino chocando con lo que parece ser la espalda de una persona. El vaso de café en mi mano se sacude con brusquedad haciendo que la tapa se mueva de su sitio y veo incrédula como otra vez me vuelve a suceder una desgracia con el café.
No puedo evitar quejarme cuando el líquido cae sobre mis manos y también en mis tenis blancos, pero, no es solo eso, sino que también he salpicado el pantalón de la persona frente a mí.
—Perdón —exclamo asegurando la tapa del vaso y sacudiendo mis dedos en un intento de aliviar el dolor.
Una breve risa masculina llega hasta mis oídos y cuando alzo mi mirada ya no me encuentro con la espalda de la persona, sino que con su cuerpo de frente y creo que el alma se me va hacia los pies cuando veo de quién se trata.
—Parece que tienes una ligera manía por bañarme con café, ¿no?
Trago saliva ante sus palabras.
—Espero esta vez haya sido un accidente y no algo adrede que te haya mandado a hacer Asher.
Toda la vergüenza que sentía se ha esfumado con rapidez al escuchar lo último.
—¿Disculpa? —inquiero atónita—. ¿Qué quieres decir con eso?
Kian revolea sus ojos soltando un leve bufido, al tiempo en el que se agacha para sacudir el dobladillo de su pantalón que se mojó por el café.
—Ya sabes, soy el blanco de odio por parte de Kane y no me sorprendería que mandara a sus amigos a seguirme fastidiando en mi lugar de trabajo —rechista—. Como si no fuera suficiente en…
Mis dientes rechinan ante sus palabras, y ni siquiera lo dejo terminar pues la rabia que me invade es tal que mi cuerpo actúa antes que mi cerebro y el vaso de café pasa de mis manos a su cuerpo, bañándolo por completo. ¡Por favor!, sé que hemos hablado poco, pero al menos ha de saber por los tres miserables años que llevamos siendo compañeros que no soy el tipo de persona que se está imaginando.
—Deberías aprender a distinguir cuando es un accidente y cuando es adrede —Suelto con rabia mientras que él parece procesar lo que acaba de ocurrir—. Y no solo porque sea su amiga significa que haré todo lo que él me diga o mande.
¡Imbécil!
Me doy la vuelta sin esperar respuesta de su parte y me echo a correr. Siento como la sangre se acumula en mis mejillas y empiezan a arder al igual que mi cuerpo, ya ni siquiera me importa la molestia en el ojo o el escozor por lo caliente del café en mi mano. Lo único que quiero es olvidar todo lo que acabo de escuchar.
Es que, no entiendo a qué ha venido eso. Desde que le devolví su chaqueta por el incidente del otro día parecía que todo marchaba bien, pero de pronto su actitud conmigo cambió y lo noté cuando le pedí que hiciéramos equipos, ¡sí! Ahora recuerdo el comentario mordaz que lanzó ese día.
¡Ja! Insinuando que yo me aprovecharía de él. ¿Pero quién se cree que es? ¿Y ahora? ¿Qué yo soy una bullie? ¡Que se joda!
—¡Ya llegué, iré a estudiar! —grito una vez he llegado a casa para que mi padre no entre a molestarme. Ni siquiera quiero cenar, la rabia que aun persiste en mi ser ha hecho que se me cierre el estómago.
Una vez en mi cuarto, dejo el bolsón en el suelo y me lanzo de cara hacia la cama. El cerebro me está trabajando a mil por hora, reproduciendo una y otra vez lo que acaba de suceder con Kian y lo que más me mortifica es que ahora cuando ya ha pasado todo, se me ocurren frases más ingeniosas con las que me pude haber defendido.
¡Ah!
Pasan varios minutos para que mi respiración se ralentice, mi cuerpo ya no se siente tan caliente y poco a poco empiezo a sentir el dolor en mi mano. Me doy la vuelta viendo hacia el techo y coloco mis manos sobre mi estómago.
Cuando era pequeña siempre quise tener sobre mi cabeza la galaxia entera, pero mamá decía que eso era imposible y que empezara a pensar como una niña con madurez y raciocinio. Así que el deseo de tener el techo de mi habitación pintado con estrellas se quedó en eso, en un simple deseo. Lo único que se asemeja a una estrella… bueno no, más bien al sol es la luz que emite el foco, la cual me quedo viendo como si fuese lo más interesante.
Poco a poco la luz se va haciendo tenue, a medida entrecierro mis ojos.
Río suavemente.
Es divertido ver cómo cambia la iluminación al hacer eso. También el color blanco de la pared parece ir desapareciendo. A lo lejos siento como algo vibra en mi cama, pero lo dejo estar, tener entrecerrados los ojos es cómodo.
Estaré así cinco minutos más y luego veré de que trata todo ello.
16 de marzo, 2018.
El olor a café recién hecho llega hasta mi habitación. Inconscientemente doy un profundo respiro queriendo inhalar lo más que pueda el aroma. Me remuevo en la cama y cuando mis manos rozan la sabana siento un dolor.
¿Por qué?...
El olor a café me trae un recuerdo de lo que parece ser un sueño.
Yo, un vaso de café en la mano. Un accidente. Una quemadura. Kian. Y el café sobre Kian.
Abro los ojos, incorporándome de un salto.
—¡No! —Llevo mis manos hacia la boca queriendo acallar el grito que he dado.
Azorada miro mi ropa y aun sigo con el uniforme, busco mi celular por toda la cama hasta que logro encontrarlo y veo la hora.
Las seis de la mañana.
Engrandezco mis ojos viendo la cantidad de mensajes que tengo en el grupo y parece que empiezo a recordarlo todo. ¡No puede ser, me quedé dormida!
¡Y no avancé en la tarea! ¡Tampoco estudié!
—Y lo peor de todo —Trago saliva—. Es que no fue el recuerdo de un sueño —susurro—. ¡Fue real! Le lancé adrede el café a Kian ayer, pero, ¡qué rayos hice! ¡Por qué actué de manera tan impulsiva! —Restriego mi cabello con desesperación.
¿Por qué no acudí al dialogo? Dialogando se solucionan las cosas, ¡¿por qué no lo hice en el momento?!
—¡Rizzia! —La voz de mi padre y el golpe en la puerta me sobresaltan—. ¡Arréglate y baja a desayunar! Ayer no cenaste.
—¿Cómo puedo hacer eso, papá? —murmuro bajito—. ¿Cómo puedo después de lo que hice ayer? —Refriego mi rostro—. Cómo me vea ese chico ahora me mata.
—¿Rizzia? —Percibo un tono de preocupación en su voz.
—¡Sí, ya voy! —Logro hablar.
Escucho sus pasos alejarse y yo caigo sobre la cama envolviéndome con la cobija.
Bien, así como fui impulsiva el día de ayer, así tengo que tomar coraje y enfrentarme a las consecuencias de mis —imprudentes— actos el día de hoy.
Con pesar me levanto y voy directo al baño a asearme. Una vez hecho, me coloco un poco de crema en la quemadura de mi mano y voy a por el uniforme, cuando estoy colocando las calcetas me doy cuenta que los tenis están manchados con café por lo que decido ir en busca de otros.
Tomo mi desayuno y una vez terminado, me despido de mi padre y me apresuro a salir de casa.
En el camino, voy maquinando mil formas de cómo acercarme al chico y disculparme, aunque, él también tuvo culpa…
Sacudo mi cabeza.
Puede que la haya tenido, pero yo sobrepasé los límites.
—¡Mira mamá, ella también se come las uñas! ¿Por qué yo no puedo? —exclama una voz infantil que me saca de mi letargo.
¿Las uñas? ¿De qué habla?
Guío mi vista hacia abajo, y todo tiene sentido. Inconscientemente he empezado a morderme las uñas y ahora el infante me señala con su dedo acusatorio y su madre le regaña al mismo tiempo en que me pide disculpas. Le doy una sonrisa alejando mis manos de la boca y apresuro el paso por la vergüenza que siento.
Llego al colegio un tanto agitada por el ritmo de mi caminar y me detengo un momento a recuperar el aliento. Mientras lo hago miro a mi alrededor viendo como a pesar de que aún hay rastros de nieve, las flores ya están surgiendo y algunos árboles de cerezo empiezan a tener sus características flores rosáceas.
Pero en medio de tan hermoso paisaje mis ojos detectan una peculiar figura que hace que mi cuerpo se tense. Ya no trae puesto el uniforme que se usa para el invierno, sino que el de mangas cortas ideal para la primavera y el verano. Lleva el flequillo de su cabeza hacia adelante y camina desinteresadamente viendo los árboles a su alrededor.
No sé como ni por qué, se supone que debería enfrentar el problema, pero ahora me he acobardado y dejo de recuperar el aliento para correr hacia el portón principal. Doy gracias al cielo que hoy no se encuentra el coordinador pues he pasado corriendo como alma que lleva el diablo.
Soy consciente de que no lo podré evitar para toda la vida, pero con qué cara llego a dirigirle la palabra.
Hay una expresión que Lely suele usar cuando ve a chicos guapos en la calle, es la misma que usa para referirse a los personajes literarios guapos e irresistibles que lee, o para giros inesperados en las tramas, así que hoy me permito usarla para otro contexto diferente.
El miedo.
Porque siento que Kian Dankworth será el causante de que se me baje el azúcar.
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¡Buenaaaaaaaaaaas! ¿Cómo están?💕
Hoy seré breve😂 tenía una cosa planeada para este capítulo pero me resultó otra🤧😂 creo que el pobre Kian ya está harto del café.
En fin, ¿qué les pareció el capítulo de hoy?
¿Qué creen que pase más adelante?
¡Muchas gracias por todo su apoyo!❤ Las amo mucho🤧
Recuerden seguirme en IG para avisos y otras cositas.
¡Feliz inicio de semana!
Baaaiiii❤
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