Capítulo 24
Había entrado febrero y con la llegada de San Valentín la venta de filtros amorosos se disparó.
-Me iré de aquí sin cumplir la misión –se decía Bellatrix-. Pero habiéndome hecho rica con un negocio muggle.
Resultaba irónico, era la palabra que mejor definía su vida últimamente. Estaba cansada. Había empezado a usar técnicas de investigación más agresivas. Hasta ese momento ninguno de los magos ni muggles investigadores con los que había tratado le había facilitado la poción que buscaba. Sospechó que si alguien realmente poseía la fórmula de la eterna juventud, la guardaría con recelo y no lo comentaría con nadie. Pero aún así seguro que necesitaba ingredientes. Había hecho una lista con los más raros y los que era más probable que requiriera la poción en cuestión. Así, cada vez que algún cliente le compraba alguno de ellos, le lanzaba un hechizo localizador. Después lo vigilaba durante unos días, allanaba su casa y tomaba muestras de cualquier brebaje que poseyera. Todo ello intentando no dejar rastro ni alterar nada.
Había conseguido media docena de filtros por ese método, pero al analizarlos tampoco resultaron ser eficaces. Así que a dos meses de la fecha límite seguía con las manos vacías. De hecho, ya había empezado a madurar excusas para cuando se encontrase ante Voldemort. Confió en que no la matara pese al fracaso: la necesitaba para la guerra. La torturaría, sin duda, pero no sería mortal... O en eso confiaba.
-¿Madame? Tenía hora a las once... -murmuró un caballero entrando en su tienda con precaución.
-Ah sí, pase Gideon, estaba ordenando un poco –respondió la bruja forzando una sonrisa.
Ese cliente no le caía mal, era uno de sus habituales, siempre educado y dejándole generosas propinas. Estaba un poco enamorado de ella –como tantos otros-, pero sobre todo se sentía solo. Recordó que al principio de su viaje, cuando le contó a Nellie el negocio que pensaba regentar, la muggle le reveló que mucha gente tenía necesidad de hablar de sus problemas y preferiría pagarle a ella que a un psicólogo. Y así era.
El hombre se sentó frente a ella y la bruja le echó las cartas como cada semana. Al terminar, él le confesó el verdadero motivo de su visita:
-Verá, sé que le interesa a usted la elaboración de pociones y todo eso... -murmuró.
La morena asintió.
-Pues resulta que Lord Oscar Algernon, conde de Beverley, es buen amigo mío. A él también le interesa el estudio sobre los filtros de vida eterna y toda esa rama, pero por su destacada posición no... Digamos que no puede... -empezó el hombre sin saber cómo expresarlo con amabilidad.
-No puede ser visto visitando a una charlatana de barrio como yo o se burlarían de él, lo comprendo –le interrumpió Bellatrix.
-¡Oh, no, Madame, por favor! No quería decir...
-No se preocupe, no me ofende –aseguró ella-. Prosiga, por favor.
El hombre asintió y retomó su relato una vez superado el bochorno:
-La cuestión es que el viernes por la noche él y su prometida dan una fiesta en su mansión para celebrar su compromiso. Le he hablado mucho de usted –reconoció con rubor- y le encantaría conocerla y conversar con usted. De asuntos puramente profesionales, por supuesto, no interprete que...
-Le entiendo, caballero, le entiendo –le cortó de nuevo la bruja un poco harta de sus circunloquios.
-¿Le gustaría pues asistir y conocerlo? Con su esposo, por supuesto. Lo pasarán bien, no lo dude. Sus fiestas son célebres por la abundancia de la comida, la calidad del vino y la elegancia de sus bailes.
-Claro, nos encantará ir –respondió Bellatrix mientras maldecía a Sirius por haber aparecido.
Pensó en alegar que a su marido no le interesaban esos eventos, pero en ese siglo la mirarían muy mal si acudía sin su consorte. Además le venía bien para espantar a los varones que la pretendían. Así que aceptó para alegría de su cliente y este le aseguró que se lo comunicaría al conde. La mortífaga le dio las gracias, cualquier progreso en el campo de la poción era bienvenido. Después se despidió de él y continuó con su jornada.
Al día siguiente recibió la invitación. A Sirius al principio la idea le desagradó. Sonaba como una de las tediosas fiestas de los Black a las que les obligaban a ir de pequeños. Luego recordó que estaba entre muggles y ya era adulto: podía beber y comer hasta vomitar. Podía ser divertido, así cambiaba de aires.
-Nell, ¿tú quieres venir? –le preguntó a su novia- Seguro que no habrá problema.
-¿Una fiesta con toa esa gente estirada que me mira como si fuese una vagabunda solo porque necesito trabajar pa vivir? No, gracias –aseguró la pastelera-. Prefiero mil veces quedarme aquí leyendo.
-Muy bien. Volveremos enseguida. Solo quiero hablar con el duque y...
-¿De qué quieres hablar con él? –intervino Sirius con suspicacia sin entender por qué su prima deseaba festejar con muggles.
-De si se plantearía quedarse a mi marido a cambio de dinero –le espetó la bruja.
El animago sacudió la cabeza sabiendo que no le iba a sonsacar la verdad. Una cosa era que hubiesen alcanzado una tregua bastante estable y otra que Bellatrix fuese a confiarle sus planes.
La semana fue entretenida. Nellie y Bellatrix celebraron San Valentín pese a que hasta entonces siempre se burlaron de quienes lo hacían. Conforme más se acercaba la fecha de su separación, más motivos de celebración encontraban y procuraban que cada día resultase inolvidable. Y lo conseguían. Se querían como Voldemort quería la inmortalidad o como Lucius quería a su cabello: de forma absoluta e incondicional. Se comprendían y se apoyaban siempre. A veces la bruja deseaba que algo saliese mal, que hubiese alguna disputa o algún conflicto entre ellas: así le resultaría más fácil separarse. Pero no sucedía.
Empezaba a lamentar incluso tener que separarse de Sirius. Cuando la pastelera salía a comprar tras cerrar la tienda, los Black habían adquirido la costumbre de conversar.
-¿Y si te quedas con ella? –preguntó Bellatrix- No puedes volver, lo sabes. En el año al que viajo tú ya estás muerto, te sería igual de imposible que a Nellie.
La bruja le había revelado cómo pensaba volver a su tiempo gracias al armario evanescente del Ministerio. Sirius lo había comprendido. Sabía que no podía –ni debía- boicotearla o afectaría a la historia. Debía permitirle regresar con Voldemort, por mucha rabia que le diera... Le animaba la sospecha de que su prima no había cumplido su misión, el Señor Tenebroso no contaría con nuevas armas.
-Lo sé. Pero tampoco pertenezco aquí –le recordó el mago-. La Magia nos ha juntado a los dos y tiene sentido mientras estés tú, después ya...
Bellatrix asintió con tristeza. Estaban tumbados en su cama mirando al techo y sus melenas oscuras se mezclaban sobre la almohada en un tono azabache casi uniforme.
-Me da tanta pena que se quede sola... -confesó la bruja- Te tiene cariño, si al menos te tuviera a ti... Pero tienes razón, sería peligroso. ¿Qué harás?
-Creo que lo más rápido será que haga el viaje contigo. Utilizo el armario en el mismo viaje que tú: entraremos los dos y saldrás solo tú.
-Sí... Tú no dejaste cadáver así que no lo habrá. El viaje programado en el armario es a 1998 y en cuanto pasemos de 1995, desaparecerás.
Sirius asintió sabiendo que así sería. En su interior Bellatrix sintió el pequeño consuelo de que al menos durante la primera parte del viaje estaría acompañada.
-¿Me echarás de menos? –preguntó él burlón.
-Por supuesto que no.
-¡Vamos! ¡Un poquito! –protestó Sirius con tono dramático.
Bellatrix negó con la cabeza intentando mantener el gesto altivo. Al final se rieron juntos por el absurdo devenir de sus vidas. Se sumieron entonces en un agradable silencio meditativo. Antes de darse cuenta, el mago se quedó dormido abrazándola. A la bruja le molestó, pero se dio cuenta de que Sirius necesitaba aferrarse a algo mientras lo tuviera. Le quedaban muy poco del tiempo extra de vida, así que decidió permitirle esa licencia unos minutos más. Cuando Nellie volvió, los encontró así. Bellatrix le sonrió e hizo ademán de despertar a su primo para que le cediera el sitio. Pero Nellie la detuvo.
-Déjalo –susurró ella-. Lleva semanas sin dormir porque le da rabia tener que volver a morir. Parece que ahora está a gusto. Ya duermo yo en tu apartamento.
Bellatrix alzó las cejas sorprendida por la confianza que tenía Sirius en Nellie al confesarle sentimientos tan personales. Le pareció bien pero le dio angustia desperdiciar una noche sin su muggle...
-Espera, te hago un hueco –murmuró empujando a Sirius hacia el otro lado.
-¡Pero si la cama es pequeña! –rió Nellie.
"Cabemos los tres" aseguró Bellatrix. El animago se movió más hacia la esquina pero ni despertó ni apartó el brazo de la cintura de su prima. Nellie se puso el camisón y se tumbó a su otro lado abrazándola también. Aunque durmieron bastante apretados, los tres renunciaron a su espacio a cambio de desterrar la soledad.
Cuando amaneció, Nellie se levantó la primera para encender el horno y preparar las empanadas. Decidió dejar dormir a su ayudante un poco más. Dos horas después, Bellatrix debía levantarse para abrir su negocio. Empezó a revolverse en la cama para librarse de su primo pero era imposible, tenía demasiada fuerza.
-Chucho traidor, ¡despierta, tengo cosas que hacer!
La respuesta fue un gruñido de protesta. La presión sobre ella no disminuyó, de hecho, Sirius hundió la cara en su cuello y ella empezó a sentir cosquillas.
-Sirius, estamos muy cerca del incesto de los Black que tanto aborreces.
La respuesta fue otro gruñido. Sin duda el patronus de Sirius era un perro; un perro bastante molesto y dependiente pese a su agresiva forma. Así que Bellatrix pensó en algo que le hiciera reaccionar:
-Severus Snape es el mejor mago que he conocido nunca.
-Una mierda Snivellius es... -masculló el moreno despertando por fin.
La mortífaga logró liberarse. Se levantó, se quedó junto a la cama y le miró con los brazos cruzados sobre el pecho.
-Has dormido diez horas abrazado a la que consideras que dejó de ser tu prima porque es una loca peligrosa.
-Eres una loca peligrosa –confirmó Sirius incorporándose también-, pero hueles muy bien y da tranquilidad tenerte cerca, hasta los dementores te temían. No hay nada más peligroso que tú y yo siempre he abrazado el peligro.
Cuando iba a protestar, su primo le dio un beso en la mejilla y susurró: "Gracias". Sin más explicación, anunció que se iba a duchar para bajar a ayudar a Nellie. Bellatrix tardó un poco en reaccionar. Entendía su gratitud por haberle permitido dormir junto a ella, pero ¿por qué lo expresaba? ¡Si se odiaban y eran enemigos mortales! Su maestro estaba de su parte y jamás le agradecía nada... Sacudió la cabeza desterrando el pensamiento. Se apareció en la habitación de Nellie donde tenía sus cosas y se preparó también para su trabajo.
-Perdona, Eleanor, me quedé dormido y te quité el hueco en la cama –se disculpó Sirius cuando llegó a la pastelería.
-Na, no te preocupes, dormí con vosotros.
-¿En serio? –inquirió Sirius que no se había enterado de nada- ¡He hecho un trío y ni siquiera me acuerdo, qué me está pasando!
La muggle rió mientras le entregaba las primeras empanadas para que las sirviera. Tanto en la pastelería como en la tienda de Bellatrix tuvieron una jornada rutinaria; los tres agradecían los días así, ya estaba bien de sobresaltos. En cuanto cerró, la bruja empezó a arreglarse para la fiesta. Puso especial énfasis en disimular con hechizos y maquillaje los vestigios que Azkaban había dejado en su físico. Sirius prestaba menos atención a esos detalles, pero Nellie no pensaba consentirlo:
-No puedes ir con esos pelos, querido. No te he comprao un traje súper elegante para que vayas con ese aspecto de rebelde marginal. Nadie se creerá que una mujer tan impresionante como Bella se haya casao contigo.
-¿Disculpa? –inquirió el mago perplejo.
-Sí, sí, te disculpo –murmuró ella distraída-, pero vamos al baño a ver qué podemos hacer con esas greñas.
-¡Oye, que Jesucristo también llevaba el pelo largo y es el puto amo!
Por mucho que protestó, nadie conseguía imponerse a Eleanor Lovett. Así que ahí se vio, sentado en la banqueta del baño mientras la pastelera examinaba su aspecto con aire profesional. A Sirius hacía bastante que había dejado de preocuparle su aspecto, así que le permitió hacer comentarios y pruebas para decidir cómo quedaría mejor. Era incluso agradable sentir sus caricias y cuidados. Hasta que la vio acercarse con una navaja de plata terriblemente afilada, ahí estableció el límite:
-Eleanor, entre tus muchas aptitudes dudo mucho que se incluya la de saber usar una cuchilla de afeitar.
-¡Pos claro que sé, pasé décadas viendo cómo lo hacía Mr. Todd!
-Ya, pero...
-¿Qué? ¿Tienes miedo de que te corte el cuello? ¡Pero si ya estás muerto, si no tiene sentido que andes por aquí!
El mago abrió la boca para replicar, pero ante semejante lógica no supo qué objetar. Así que suspiró y le permitió usar todos los objetos afilados que quiso. Se notaba que Nellie disfrutaba cuidando a los demás, sin duda había soñado durante mucho tiempo hacerlo con Sweeney... Y para su sorpresa, sí que se le daba bien. Le afeitó sin provocarle heridas y le cortó el pelo con bastante eficacia. Cuando decidió que estaba satisfecha con su obra, decidió:
-Vamos a dejarlo así, sigue largo porque te da ese rollo misterioso y seductor pero sin parecer un vagabundo que se ha tirao doce años en la cárcel. Mírate, ¿qué te parece? - preguntó Nellie colocándole frente al espejo.
De nuevo para su sorpresa, Sirius se encontró tremendamente atractivo. El cabello oscuro le caía por el rostro de forma elegante y natural y sus rasgos aristocráticos quedaban más resaltados. No se veía tan bien desde antes de la cárcel. Su piel seguía pálida, algo tirante y con pequeñas arrugas por los años de desidia, pero solo de cerca se notaba. Así que felicitó a la muggle por su trabajo.
-De nada, querido, ya te he dicho que sé lo que hago. Ah y ponte esto –murmuró pasándole un frasco-, es el maquillaje que usa Bella para taparse el tatuaje.
Sirius se cubrió bien su número de Azkaban y tras eso por fin la muggle le indicó que se vistiera. Comprobaron que los trajes de ese siglo también le sentaban estupendamente.
-¡Joder, Siri, estás hasta bueno! –exclamó Bellatrix sorprendida- Casi pareces un Black.
-Tú tampoco estás mal, primita.
No lo estaba en absoluto. La mortífaga llevaba un vestido verde oscuro con un escote bajo que dejaba a la vista la espalda y parte de los brazos. El contraste de su piel pálida con el terciopelo esmeralda que además hacía juego con sus ojos era exquisito. Su novia le aseguró al momento que no existía nadie más preciosa en el mundo y la bruja la besó agradecida. Hasta que conoció a Nellie nunca le había prestado atención a su apariencia ni pensó que fuese nada llamativo; era más feliz consigo misma desde que su novia le había enseñado a apreciarlo.
-¿Estás segura de que no quieres venir?
-Completamente –aseguró la muggle sonriente-. Tengo una novela nueva y por fin la cama para mí sola.
Los dos Black se avergonzaron al recordar la noche que habían compartido los tres. Pero viendo que Nellie estaba convencida, se despidieron de ella y se aparecieron en las proximidades de la mansión donde se celebraba la fiesta.
-Venga, coge del brazo a tu traidor favorito o la gente creerá que hay problemas en nuestro matrimonio –ironizó Sirius.
-Hay un problema enorme en nuestro matrimonio: tú –sentenció la bruja aceptando su brazo.
Les costó poco localizar la Mansión donde el conde de Beverley festejaba su compromiso: su tamaño la hacía comparable a la residencia de cualquier monarca. Cruzaron la verja de entrada y observaron los jardines repletos de estatuas de mármol y flores exóticas. Al fondo se perfilaba una enorme mansión de estilo europeo que mezclaba cemento y piedra con detalles en terracota. Contaba con decenas de balcones y se notaba que había sido restaurada recientemente. A los Black no les causó impresión, su familia los había acostumbrado a residencias de ese estilo. Así que Sirius prosiguió el debate mientras recorrían el camino empedrado.
-Yo creo que nos habría ido bien juntos. Las chicas con las que salía odiaban mi desinterés por el compromiso, mi repulsa ante la idea de tener hijos, mi amor por el whisky y por meterme en peleas y duelos sin sentido... ¿A ti te incomodaría algo de eso?
Bellatrix le miró entre el odio y la sorpresa.
-¡Y por qué diablos me casaron con el idiota de Rodolphus pudiendo haber hecho un matrimonio perfecto con un Black! –exclamó la bruja al comprender que compartían aficiones- Tuviste que entrar en Gryffindor solo para joderme, ¿verdad, maldito idiota?
-No, incordiarte fue un aliciente más. Pero... reconozco que muchas veces me he planteado cómo habría sido de haber elegido Slytherin. Quizá los Potter seguirían vivos y...
-¿Elegido? –le interrumpió Bellatrix- No se puede elegir, el sombrero...
Se interrumpió al ver el gesto de fastidio en el rostro de su primo.
-¡Tuvo dudas contigo! No supo si...
De nuevo se frenó. Se dio cuenta de que sabía leer las emociones de Sirius sin necesidad de legilimancia.
-¡Ni siquiera tuvo dudas! –se corrigió a sí misma- ¡Quiso ponerte en Slytherin pero tú suplicaste que no! ¡Lo sabía! Por mucho que te engañes, en el fondo siempre serás uno de los nuestros.
El animago tenía diez réplicas preparadas y estaba dispuesto a soltarlas todas a la vez. Pero cuando vio la felicidad en el rostro de Bellatrix y lo guapa que estaba cuando sonreía, le permitió esa pequeña victoria. Además había acertado.
Alcanzaron por fin la puerta principal donde un mayordomo les dio la bienvenida y les invitó a pasar. En cuanto Gideon descubrió a su vidente de cabecera corrió a saludarla:
-¡Madame Lenoir, qué alegría que haya venido! –exclamó besándole la mano- Y supongo que usted es el afortunado caballero que se casó con tan deslumbrante dama.
-Todos los días doy gracias al Altísimo de que así sea –respondió Sirius engolando la voz mientras estrechaba su mano.
Desde que iba a la iglesia y conocía a Dios y a Jesucristo, Sirius había desterrado a Merlín y a Morgana de sus maldiciones. Bellatrix cerró los ojos con fastidio aguantando la rabia. Sin duda iba a ser una noche larga.
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