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Capítulo 13

La luz del día aún no entraba por el ventanuco de la habitación cuando Bellatrix se despertó. Calculó que serían las cinco de la mañana. Era domingo, no tenía que madrugar, pero como se había acostado pronto ya no tenía sueño. Meditó si levantarse cuando recordó que no estaba sola. En la penumbra descubrió que su posición se había invertido: ahora era ella la que estrechaba el cuerpo de Nellie junto al suyo. A pesar de que ya era verano y odiaba esa época, el calor del cuerpo de la muggle era agradable. Le acarició el estómago sobre el camisón de forma casi inconsciente. La pastelera no tardó en responder pegándose más a ella y frotándose contra su cuerpo.

Bellatrix juntó los muslos nerviosa. Entonces sospechó que no era la única que estaba despierta. El patrón de respiración de Nellie había cambiado: era más rápida y agitada que minutos antes. ¿Estaba fingiendo? La bruja decidió averiguarlo. Deslizó al muslo la mano que tenía en su cintura y empezó a aricarlo. Sin ser consciente de lo que hacía, le subió el camisón con lentitud hasta casi alcanzar sus bragas. Notó entonces cómo su respiración se entrecortaba: estaba despierta. Pero seguía sin reaccionar. Despacio, recreándose en cada curva, abandonó el muslo y dejó que su mano trepara por su cuerpo. Cuando llegó al hombro, se lo acarició con delicadeza y seguidamente le bajó el tirante. Pasó a su clavícula, perfectamente marcada. Acarició su pecho, llegando al impresionante escote en el que muchas veces, sin poder evitarlo, su vista se perdía.

Y hasta ahí llegó el fingimiento. Nellie se giró con rapidez y sin darle tiempo a reaccionar, la besó. Cuando se dio cuenta de lo que acababa de hacer, se apartó avergonzada. Movimiento innecesario: Bellatrix la atrajo de nuevo y le devolvió el gesto. Empezó también con timidez, pero enseguida escaló en intensidad. Entrechocaron sus lenguas con ansiedad, recorriendo sus bocas y atesorando cada nueva sensación. Ninguna de las dos había sentido nunca algo tan fuerte, tan acalorado, salvaje y a la vez casi poético.

-Joder –susurró la bruja casi sin voz cuando se separaron.

Pero su compañera no pensaba parar ahí. Se tumbó sobre Bellatrix y volvió a besarla mientras acariciaba su rostro. A su vez, la mortífaga deslizó de nuevo la mano a su muslo y le subió el camisón hasta la cintura. Le manoseó el trasero con menos delicadeza y más ansiedad de la que le hubiese gustado. Pero ya era tarde para detenerse. Sin necesidad de mediar palabra, Nellie se sentó sobre su cintura y se quitó el camisón (que no recordaba haberse puesto). Al instante Bellatrix se incorporó y se metió uno de sus pechos en la boca.

-Mmm... -gimió la muggle cerrando los ojos con placer.

Con una mano la bruja apretó su espalda para poder devorarla mejor y con la otra empezó a pellizcar el pecho que quedaba desatendido. Alternó ambas acciones durante unos minutos en los que la muggle no paró de gemir ni de frotarse contra ella. Cuando logró ser dueña de sus actos de nuevo, Nellie murmuró:

-Es de mala educación que tú me estés sobando y yo no pueda, amor –informó.

-Joder... -masculló la bruja intentando recuperar el aliento- Nunca había hecho esto pero te me pienso comer entera.

Nellie rió complacida y respondió:

-Lo mismo digo, cielo. Solo que tú me estás sobando las tetas y yo aún no he visto las tuyas. Vamos, enséñamelas, es lo justo – murmuró mientras le quitaba el camisón a su compañera.

A pesar de la escasa iluminación, la muggle pudo vislumbrar que aquella mujer tenía el cuerpo de una diosa, con curvas perfectas y abdominales marcados. No tenía ni idea de qué ejercicio haría para mantenerse así, pero estaba muy a favor. También lucía algunas cicatrices casi invisibles y en su trastornada mente aún la excitaron más. Se volvió a tumbar sobre ella y la besó llevando ambas manos a sus pechos. Pronto comprendió que los hombres estuvieran tan obsesionados con sus tetas, eran realmente agradables de sobar. Notó cómo los pezones de la bruja se endurecían entre sus dedos y disfrutó de los suaves gemidos que le arrancaba a su compañera. A pesar de que nunca había disfrutado así, Nellie estaba bastante nerviosa. No tenía ni idea de cómo hacer aquello y le daba miedo equivocarse. Aún así decidió intentarlo.

-¿Te... te las puedo quitar? –preguntó un poco nerviosa acariciándole las caderas.

La mortífaga asintió incapaz de decir nada ante aquella situación tan extraña y a la vez placentera. Nellie le quitó las bragas y las tiró al suelo. Empezó acariciándole la cara interna de los muslos y notó cómo Bellatrix intentaba contener su excitación. La bruja jamás había tenido problemas para ello: con sus amantes jamás mostraba emoción ni daba signos de estar disfrutando, no lo valían. Pero con esa mujer le estaba siendo imposible controlarse. Y más cuando notó cómo le empezaba a acariciar su zona más sensible. Entonces, el diminuto sentido de la moral que pudiera tener, salió a flote.

-Escucha –jadeó Bellatrix-, no creo que quieras hacer esto. No soy exactamente quien te he contado...

-Yo tampoco –respondió la castaña besándole el pecho.

-Ya... Pero me refiero a que...

-Me enternece que necesites justificarte para no defraudarme –murmuró la muggle frotándole el clítoris con curiosidad-, pero ahora mismo me importa una mierda que seas una princesa o una asesina en serie. Solo quiero estar contigo.

-Ah bueno –respondió la bruja pensando que esa mezcla la definía bien-, entonces adelante.

Se tumbó de nuevo e intentó relajarse, permitiendo que la pastelera disfrutara de su cuerpo. Y así lo hizo. Empezó introduciéndole un dedo, cuando vio que funcionaba, añadió otro y fue alternando con su lengua. Bellatrix notó cómo un remolino de placer se formaba en su pecho e invadía todo su cuerpo. Se retorció, gimió y jadeó de placer. Al poco, notó que no era capaz de aguantar más.

-Creo que me voy a correr –susurró.

-¿Crees? –preguntó Nellie bastante crecida porque parecía que iba bien.

-Sí. ¡Joder! Yo nunca he.. había... –añadió apretando los ojos con fuerza- Joder... Con mi marido es mucho peor –terminó entre jadeos.

La muggle lo tomó como el mejor cumplido que le habían hecho nunca. Así que con renovada energía, siguió embistiendo con sus dedos y frotándo el clítoris siguiendo el ritmo. Efectivamente, la bruja alcanzó el orgasmo más sobresaliente de su vida. Mientras ella se deshacía creyendo que iba a morir (de placer, de vergüenza, de horror o de lo que fuese), Nellie lamió con alegría. Aquello era incluso mejor de lo que había supuesto. Cuando terminó, se tumbó junto a la bruja.

-¿Qué tal? –preguntó sonriente.

-Bien –respondió Bellatrix jugando con sus pechos-, creo que te pago poco de alquiler.

La pastelera soltó una carcajada que se convirtió en un gemido cuando Bellatrix retorció sus pezones con energía. La duelista se entretuvo con eso hasta que se vio capaz de volver a moverse. Entonces se incorporó y comentó:

-Esas bragas son mías, creo que deberías devolvérmelas.

-¡Ah, se llaman así! –exclamó Nellie contenta por aprender una nueva palabra- Yo creo que no, están empapadas. Casi me corro solo con verte a ti –confesó alegremente.

La morena sacudió la cabeza intentando no sonreír. Nellie era todo lo contrario a los hombres con los que había estado, que solo buscaban su propio placer. Aquello era completamente nuevo para ella y por desgracia le estaba gustando demasiado.

-Aún así son mías –repuso la bruja con seriedad-, así que...

Le arañó las caderas con suavidad y deslizó la prenda lentamente por sus muslos hasta liberarla del todo. Nellie no mentía: estaban empapadas.

-Date la vuelta, quiero sobarte el culo. Tus tetas también merecen ser manoseadas, pero las tengo muy vistas, igual que el resto de tus clientes porque te encanta exhibirte.

-En realidad solo lo hago cuando estás tú, porque sé que te encantan –respondió la castaña obedeciendo.

Ambas sonrieron por su mutua perversión y Bellatrix procedió a pellizcarle y azotarle el trasero con suavidad. Nellie retorció las piernas con temor de correrse sin que le hubiese metido un solo dedo. La bruja comprobó que sus continuas bajadas al sótano le habían garantizado un culo al nivel de su perfecto escote. Esa muggle era una maldita provocación. Y no aguantó más. Se tumbó sobre ella clavándole los pezones en la espalda y mordisqueándole los hombros. Sin previo aviso, le introdujo un dedo y empezó a explorar su interior.

-¡Ah, joer! –gimió la muggle extasiada por la mezcla de sensaciones- ¡Mete otro, trátame como si fuese tu puta!

-Lo eres –aseguró la morena añadiendo otro dedo-, pero una puta de lujo y solo mía.

Nellie había olvidado hasta cómo respirar. En cuanto su amante introdujo con dificultad un tercer dedo, alcanzó el clímax gritando su nombre. Se giró y se quedó mirando al techo con los ojos en blanco y aún gimiendo de la intensidad del momento. Bellatrix aprovechó para limpiarla con la lengua y darle un último apretón a sus tetas. Tras el agotamiento físico y emocional que aquello les había supuesto, se quedaron dormidas al instante.

Fue la bruja de nuevo la que despertó primero unas horas después. "Por favor, por favor, ¡que haya sido un sueño!" pensó con horror. No le hizo falta abrir los ojos para saber que no: notaba el cuerpo de Nellie pegado al suyo y el olor a coco y vainilla de su cabello. Intentó levantarse para huir pero fue imposible: su amante la tenía abrazada por la cintura y si se movía, la despertaría. No quería eso. No quería tener que mirarla a la cara y hablar de lo que habían hecho. Era una muggle, lo que ella más despreciaba. Había viajado un siglo para garantizarle a su maestro tiempo para acabar con toda su raza. ¿¡Cómo había podido cometer semejante estupidez!?

-Y lo peor es que nunca había disfrutado así con nadie –susurró para sí misma intentando no llorar del agobio.

No le quedaba otra que largase, como hacía siempre que algo amenazaba con alterar sus misiones. Se mudaría a otro distrito y reabriría ahí su negocio. Le daba rabia porque se había adaptado bien a Fleet Street y su apartamento estaba perfectamente adecuado a sus necesidades. Pero el riesgo era demasiado grande. Se giró hacia la pastelera que dormía con expresión dulce. Bellatrix no era consciente cuándo había empezado a preocuparse por ella, lo que sí sabía era que no podía permitírselo. Media hora después, Nellie despertó con lentitud.

-Mmm –murmuró satisfecha mientras se desperezaba.

Tenía la sensación de haber dormido muy a gusto y se sentía extraordinariamente bien. Hasta que notó que su brazo rodeaba una cintura que no era la suya. Abrió los ojos con espanto y notó cómo la morena evitaba su mirada. "¡Mierda, qué he hecho!" pensó angustiada. Se había acostado con una mujer. Con una mujer casada. Con una mujer casada que era su inquilina. La realidad la golpeó de inmediato. Si cualquiera se enteraba las encerrarían en el manicomio o las ajusticiarían como a las brujas. La homosexualidad era un crimen duramente castigado. Y aún resultaría más grave dado que la gente creía que Isabelle era su prima. A Nellie no se le ocurría forma de empeorar la situación.

-Buenos días –susurró avergonzada-, me voy a... abrir la tienda.

Bellatrix asintió al instante. Era domingo, ese día no abría, pero ambas agradecieron la mentira. La muggle salió de la cama y buscó su ropa. La encontró sobre la cómoda, la morena se la había dejado doblada la tarde anterior mientras ella se duchaba. La cogió y salió al pasillo a vestirse. Se puso el vestido y las botas a toda prisa y bajó a su tienda. En cuanto llegó se metió a la ducha. Le dio pena porque su cuerpo olía a sándalo y frambuesa -el perfume de su inquilina- y le encantaba ese olor, pero desde luego lo necesitaba. Después hizo la colada como cada domingo y se preparó para ir a la iglesia. Por primera vez no avisó a Isabelle. Siempre habían ido juntas, pero en esta ocasión no parecía apropiado.

-Diré que no se encuentra bien –murmuró mientras se arreglaba el pelo-, mentira no es...

Y eso contó a los parroquianos que le preguntaron por su prima la vidente. Por supuesto fue incapaz de prestar atención durante toda la misa. Su mente maquinaba a toda velocidad decidiendo qué hacer. Nellie no se engañaba: por muy antinatural que resultase, le gustaba esa mujer. Era inteligente, muy atractiva, irónica, se preocupaba por ella y la ayudaba con...

-¡Joer! –exclamó sin poder evitarlo.

Varios feligreses se giraron ante la blasfemia en plena homilía. Ella giró la cabeza distraída como si la maldición no hubiese salido de sus labios. Pero acababa de ser consciente de que la crema que le había aplicado la morena había funcionado: se sentía mejor que nunca. Había atribuido el júbilo y el bienestar al sexo alucinante de la madrugada, pero no era solo eso. Sentía en sus piernas, su espalda y todos sus músculos una ligereza y un vigor que no experimentaba desde los quince años. Sin duda aquella mujer sabía lo que hacía con los ungüentos. Debía darle las gracias... o quizá no, quizá era mejor no volver a hablar.

Bellatrix lo tenía claro: se marchaba. En cuanto la muggle abandonó la habitación, corrió a la ducha como si frotando su piel hasta enrojecerla fuese a eliminar lo vivido horas antes. Después, buscó el mapa de Londres y lo desplegó sobre la mesa. Cogió un cuaderno con notas que había tomado sobre la situación de cada barrio en ese siglo. Estudió ambos documentos para ver a dónde sería más conveniente mudarse. El proceso fue lento y desesperante porque confirmó que realmente la situación actual era la mejor. Pero necesitaba otra.

-Si al final da igual –masculló con rabia-, aquí todo el mundo vive de forma sucia y miserable...

Así era. La época victoriana estaba sin duda muy idealizada. Ya que tenía que abandonar aquel lugar que -por primera vez- había considerado un hogar, decidió no ir a peor. Eligió la zona de Hyde Park, donde damas con elegantes vestidos e intrincadas sombrillas paseaban del brazo de caballeros con chistera. No eran el tipo de gente que visitaban a videntes ni tampoco fabricaban pociones, luego era peor para su misión. Pero como ahora tenía más nombre, quizá podría conseguir aumentar la clientela y desplazarse si necesitaba hablar con otros vendedores de filtros. Pasó el día dándole vueltas y al final decidió que era la única opción.

-¡Y ahora dónde está mi maleta, joder! –maldijo en voz alta dándole una patada al armario.

Como con eso no se tranquilizó, sacó su varita e hizo arder las cortinas y lanzó crucios contra el mobiliario hasta que se quedó sin fuerzas. Lloró sentada en el suelo en medio del caos durante varios minutos. "Yo no quiero irme" susurró entre hipidos con la cabeza hundida entre los brazos. Se permitió mantener la actitud derrotista durante media hora. Después, tras la catarsis física y emocional llegó la estabilidad. Se levantó, reparó con su varita todo lo que había destrozado, se lavó la cara y empezó a hacer el equipaje. Estaba guardando las pociones que tenía a la venta cuando alguien llamó a la puerta.

-Mierda –masculló.

Nellie no le había subido la comida porque el shock era demasiado reciente, pero ahí estaba con la cena. Había decidido que lo mejor era limitarse a la relación casera-inquilina y así sería todo más sencillo. Iba a decírselo cuando descubrió que la bruja estaba guardando cuidadosamente sus productos. Lo entendió al instante.

-¿Te... te vas? –preguntó sintiendo como su corazón se encogía.

Bellatrix la miró avergonzada como un niño pillado en falta. Odiaba las despedidas. Aunque sabía que era cruel, su idea era marcharse esa misma noche sin decir nada (al igual que hizo el maldito barbero) y dejarle un sobre con dinero por las molestias ocasionadas. Pero ya no era posible. Optó por no dar detalles, seguro que si le contaba que debía buscar un hotel porque aún no tenía otro apartamento insistiría en que se quedase.

-Sí... -respondió- Siento no haberte avisado con más tiempo pero me ha surgido algo.

-Ah... Vale... -respondió Nellie intentando no sonar triste.

-Había pensado en darte como una fianza o algo así por las molestias, ¿cuánto te parecería bien?

-Eh... Yo... No sé... No hace falta que me des nada, con lo de estos meses he podido ahorrar algo. Te dejo la cena por si te da tiempo a comer algo antes de irte.

-Gracias –respondió la bruja con un nudo en la garganta-. Por todo, he... he estado bien aquí.

Nellie asintió, forzó una sonrisa y salió de la tienda a punto de llorar de nuevo. 

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