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Capítulo 8

POV. ALEXANDER AMBROSETTI

Mierda.

Esto se me estaba saliendo de las manos.

No tenía ni una semana de conocer a Elena y estaba a punto de besarla; y eso no era lo peor: jamás tuve tantas ganas de besar a alguien.

Sonará estúpido, pues solo llevábamos días, pero algo me hacía sentir extraño.

-¿Qué pasa Claudia?- le pregunté, mientras ella salía del shock.

-El señor Miller ha llegado y desea hablar con usted- dijo ella con la amabilidad que tanto la caracteriza.

Aarón Miller: mi mejor amigo.

-Hazlo pasar- dije serio.

Sin decir otra palabra, se retiró. Empecé a desesperarme, pues Elena me desesperaba de una manera buena, era extraño, pero sobre todo, me daba miedo romper mi promesa de no volver a caer.

No pasaron ni 2 minutos y ya tenía a mi amigo entrando por la puerta de madera.

-Wow. Debo decir que tu secretaria esta como Dios manda. ¿Cuál es su nombre? ¿Ema? ¿Magdalena?- dijo el entrando, mientras pensaba.

-Elena- aclaré aún más serio.

-Exacto. ¿Me podrías prestar su curriculum? Ya sabes, solo para asegurarme que sea de confianza- mencionó sentándose en el pequeño sillón. Éramos totalmente diferentes: yo era más reservado y el... pues, era alguien alegre. Pero si teníamos algo en común: Amábamos a las mujeres.

-Es mi novia- hablé fuerte y claro, para que le entrara a su cerebro de ardilla.

-¿Qué?- dijo pasmado.

-Es mi novia, desde hace 3 días- respondí simplemente.

Su cara se distorsionó, y me hubiera reído de él, pero tenía ganas de matarlo.

-¿Qué me escondes Alexander?- preguntó él mirándome con ojos entrecerrados.

-Cierra la puerta con seguro- ordené, era mejor prevenir que lamentar –Mi abuelo pide un heredero con prometida y es obvio que no le daré el puesto a mi primo. Así que mírame, tengo novia-

-¿Solo es por poder? ¿No hay algo más?- preguntó el con una sonrisa inocente en su rostro.

Sabía a lo que se refería: Amor.

-No. Sabes que no creo en eso desde los veintidós. No volveré a caer, pero si tengo algo que confesar- suspiré rendido –Tengo unas ganas inmensas de besarla-

-No eres el único- mencionó el en un susurro.

Le lancé un lapicero que había en mi escritorio. Me molestaban los comentarios que hacía de Elena.

-Tranquilo hermano, sabes que es broma- dijo defendiéndose.

-Más te vale- respondí irritado.

Antes de que Aarón pudiera responder, sonó el teléfono. Sabía que era Elena, ya que el identificador decía que venía por parte de mi secretaria.

-¿Qué pasa?- pregunté en serio

-El señor Ambrosetti quiere verlo- ella dijo con un tono de voz tan baja, que apenas era posible escucharla.

-Hazlo pasar- y colgué.

-¿Esa es la forma de tratar a tu noviecita?- preguntó burlón.

-Cállate y lárgate, tengo que hablar con mi padre- ordené.

-Está bien- mencionó mientras se levantaba y se dirigía a la puerta.

-Nada de coquetear con Elena- dije antes de que él se fuera.

-No te prometo nada- me guiñó el ojo y salió.

Un suspiro pesado salió de mí, justo después entró mi padre.

-Alexander- saludó con un movimiento de cabeza.

-Padre- repliqué.

Tomó lugar donde estaba Aarón.

-Supongo que ya sabes de mi platica con Elena- mencionó él.

-Sí, y debo decir que estoy totalmente es desacuerdo. No tienes derecho a dudar de mi relación y esa no era la manera de tratar a mi novia. Te guste o no mi relación, vas a tener que respetar a Elena- hablé claro.

-Yo sé que algo anda mal aquí- dijo él.

-¿Qué tiene de mal que dos personas se quieran?- pregunté irritado. Era mi padre, pero debido a que teníamos el mismo carácter, siempre había peleas.

-¿Estás seguro de que todo está bien? ¿No me ocultas nada?-

-Ya te dije que no- aclaré.

Él se quedó en silencio, pensando.

-Está bien. ¿Entonces no tienes problema con que su noviazgo anunciado por la prensa?- dijo con una sonrisa en la cara.

-¿Qué?- pregunté impactado.

-Ya sabes, si se quieren tanto ¿por qué no que todo el mundo se entere?-

Ya sabía su técnica: quería presionarme para admitir que algo andaba mal, pero no le daría el gusto ni a él ni a nadie.

-Eso no te corresponde a ti. Es privacidad de Elena. No la voy a exponer de esta manera- respondí serio y enojado; me estaba chantajeando.

-Adelante, pero supongo que no tendrá problema en hacerlo- dijo mientras se levantaba de su silla -No soy tonto Alexander, y sé que algo está mal, pero tranquilo, confió en ti y en que convencerás a tu linda novia para anunciar su noviazgo-

-¿Y si no lo hago?- hablé desafiándolo.

-Adiós empresa- y fueron sus últimas palabras antes de salir por la puerta de mi oficina y cerrándola.

Me quede congelado.

Mi padre me estaba chantajeando para dejar a Elena. No tenía otra opción que decirle a ella, aunque sabía que lo tomaría a mal y que tal vez no aceptaría; pero tal vez con la técnica que había usado mi padre conmigo, esto funcione.

En este vida, hay dos cosas que mueven al mundo: El dinero y el miedo.

Me levante de mi asiento y caminé a la puerta, al momento de abrirla me dieron unas ganas enormes de matar Aarón. Él estaba sentado en el escritorio de Elena mientras ella reía a carcajadas por algo que él había dicho.

Al momento de que vieron mi presencia, se quedaron callados.

-Elena, a mi oficina- dije serio.

Ella asintió con un movimiento de cabeza y entró rápidamente a ella.

-Aarón, a trabajar- ordené irritado.

-Como diga jefecito- respondió alegre. Su felicidad en estos momentos me irritaba más.

Di media vuelta y entré a mi oficina para hablar claro con Elena.

Ella aceptaría si o si...


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