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Capítulo 39

POVS ELENA HELLS

Los ojos me pesaban. Parecía como si quisieran seguir cerrados, pero la luz que entraba por la habitación no se los permitía.

Me obligué a abrirlos lentamente, evitando lastimarme.

Cuando por fin me adapté a la luz de la habitación, miré lo que ya conocía desde hace un mes: La habitación de Alexander, sin Alexander.

Llevamos un mes de relación y todas las mañanas era la misma pelea: Alexander levantándose a las 6 de la mañana para empezar su día, mientras yo lo iniciaba unas horas después. Aunque era la rutina de diario, hoy era un día totalmente diferente.

Hoy era mi boda.

Lamentablemente solo me casaría por el civil, pues por el tiempo que teníamos, habíamos decidido que la boda por la iglesia podría esperar un poco más.

En estas semanas habían pasado muchas cosas: Habíamos hecho oficial nuestra relación ante todo el mundo, incluida mi familia, quien había aceptado muy bien a Alexander. Además, pasaba la mayor parte del tiempo en casa de él, a pesar de tener mi departamento. Pero a partir de hoy, viviría aquí, y eso realmente me emocionaba.

-Buenos días preciosa- saludó Alexander en cuanto entró a la habitación.

-Buenos días hermoso- respondí.

-¿Lista para casarte conmigo?- preguntó mientras me abrazaba. Yo sonreí.

-¿Aún me puedo arrepentir?- cuestioné divertida.

Alexander soltó una carcajada.

-No, no puedes- respondió.

-Entonces si estoy lista-

Nos quedamos unos minutos abrazados en la cama, disfrutando de la paz que nos rodeaba.

-Lamento que no tuvieras la boda de tus sueños- dijo rompiendo el silencio.

-No tienes que lamentar nada- dije -Solo quiero casarme contigo. No importaría si nos casáramos en una iglesia o en las Vegas, mientras tu estés conmigo-

-Te amo-

-Yo te amo más-




Me miré al espejo, y sonreí.

Mi vestido no era largo y blanco, pero era muy bonito. Llegaba a mis rodillas y la falda con brillos caía como gotas de lluvia sobre mis piernas. La parte de arriba era más discreta, pues la manga era larga, pero dejaba al descubierto mis hombros. Mi cabello en un recogido elegante y un maquillaje natural con unos labios rojos.

Giré para mirar al hombre que se estaba poniendo la corbata.

-¿Qué tal?- pregunté sonriente.

-Estas hermosa- respondió maravillado -No puedo creer que vayas a ser mi esposa-

Sonreí.

-Ese traje también te sienta muy bien- comenté coqueta.

-A mi todo me sienta bien- dijo orgulloso.

Rodé los ojos.

-Nunca se te va a quitar lo engreído, ¿o sí?-

-Jamás- contestó.

Un ruido en la puerta nos interrumpió.

-Adelante- dijo en su tono serio.

Cuando estábamos los dos solos, era un hombre tierno, amoroso y frágil, pero cuando alguien mas estaba cerca, regresaba el hombre frío, calculador y mandón. Sabía que quería mantener su imagen de empresario empoderado enfrente de todos, aunque a mi ya no me impresionaba o intimidaba.

-Ya es hora- anunció una empleada abriendo la puerta.

-En un momento bajamos- dije.

Nos volvimos a quedar solos.

-Estoy muy feliz por casarme contigo. Eres lo mejor que me pudo pasar en la vida- mencionó mientras tomaba mi mano.

-Yo también estoy feliz de casarme contigo, eres el amor de mi vida- respondí.

Nos dimos un pequeño beso y bajamos al jardín trasero.

La boda sería aquí, y realmente era muy pequeña: su familia, mi familia, algunos amigos de él y solo un periodista. Alexander y yo solo le habíamos vendido la exclusiva a una de las revistas mas grandes del país, pues queríamos que se difundiera la noticia, pero no queríamos a todos los paparazis aquí. Curiosamente, era el periodista que antes nos había entrevistado cuando comenzamos esto, el periodista que logró poner celoso a Alexander.

Cuando bajamos, las sillas ya estaban ocupadas y la gente solo esperaba nuestra llegada.

-¿Están listos?- preguntó la madre de Alexander.

Su familia me amaba, menos su padre, quien creía que esto era una farsa.

-Listos-

Tomamos nuestros lugares y comenzó la boda con las palabras del juez.

-Después de todo lo dicho, procederemos a la parte más importante- dijo el juez -Alexander Ambrosetti, ¿aceptas a Elena Hells en matrimonio, para amarla y respetarla, estar juntos en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, en las buenas y en las malas?-

-Si, acepto- respondió Alexander.

-Elena Hells, ¿aceptas a Alexander Ambrosetti en matrimonio, para amarlo y respetarlo, estar juntos en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, en las buenas y en las malas?-

-Si, acepto- dije sonriente.

-Necesito que firmen el acta- mencionó.

Ambos tomamos el lapicero y firmamos en nuestro respectivo nombre. Estaba tan emocionada que el lapicero se resbalaba de mis manos, haciendo más larga la espera.

-Los declaró marido y mujer, puede besar a la novia- finalizó.

Alexander y yo nos acercamos lentamente y unimos nuestro amor con un beso. Ya no teníamos miedo, ni inseguridades, ahora éramos solo él y yo, y el gran amor que nos teníamos.




La comida también había sido aquí. Una fiesta de jardín.

Mientras estábamos sentados mirando como todos se divertían, se nos acercó el periodista.

-Buenas tardes- saludó -Es un placer verlos de nuevo-

-Muchas gracias- respondí sonriente.

El hombre no me parecía desagradable, pero sabía que a Alexander si.

-Estoy aquí para hacerles unas preguntas acerca de su matrimonio-

Ambos asentimos en manera de respuesta.

-Señor Ambrosetti, ¿por qué ha sentado cabeza?- preguntó el joven.

-Elena es una mujer hermosa, increíble e inteligente. Cualquiera hubiera caído rendido a sus pies- respondió.

Sonreí.

-Señora Ambrosetti, ¿por qué se ha desaparecido un tiempo?-

-Han surgido algunos problemas familiares y tuve que salir de la ciudad por unos días- contesté.

Y así comenzó a hacer preguntas de nuestra relación y como nos sentíamos. Las preguntas ya eran fáciles de contestar, pues realmente ya sentíamos lo que hablábamos. Ya no nos ponían incómodos o nerviosos.

Pasó un buen rato de preguntas, pues como era la única revista que tendría la noticia, quería tener todos los detalles.

-Eso es todo, les deseo lo mejor- dijo finalmente.

-Gracias- contestó Alexander.

Se dio la media vuelta y avanzó unos cuantos pasos, pero se detuvo y giró nuevamente.

-Sigues igual de hermosa Elena- mencionó y siguió con su camino. Ni siquiera me dio tiempo de agradecer o preguntar.

-Y él sigue siendo un idiota- comentó Alexander molesto.

Reí.

-Solo tengo ojos para ti- dije tomándolo de la mano.

-Yo también, pero todos ponen sus ojos en ti-

-Lo dice el hombre al que le coquetean en cada restaurante o tienda- respondí burlona.

-No importan los ojos que nos miren, siempre seremos tu y yo- mencionó.

Me acerqué a su rostro y lo besé. Alexander siempre me hacia sentir protegida y amada.




-¿Ya me vas a dar trabajo?- pregunté.

-¿Enserio vas a hablar de eso ahora?-

Nos encontrábamos desnudos y abrazados en su habitación. Habíamos decidido no tener luna de miel, pues últimamente la empresa estaba creciendo y eso implicaba mucho trabajo.

Alexander me dejaba ayudarle en algunas cosas, pero no tenía trabajo aún.

-Ya quiero trabajar, no quiero ser una mantenida para siempre, además no tienes secretaria- mencioné mirándolo.

-¿Y quieres ser mi secretaria? Puedo darte algo mejor- respondió.

-Si, no dejaré que cualquier mujer sea tu secretaria- mencioné.

Alexander soltó una carcajada.

-Esta bien, puedes ser mi secretaria a partir del lunes-

-Muchas gracias-

Nos dimos un beso y volvimos a acomodarnos.

-Ahora duerme, porque mañana hay que hacer muchas cosas- comentó él.

-Buenas noches esposo-

-Buenas noches esposa-

Y esa noche dormí sabiendo que pasaría toda mi vida junto al hombre que amaba, y que por fin la vida me permitía ser feliz...

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