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Capítulo 32

Tenía tres horas para arreglarme, pues Alexander vendría por mi para cenar.

Miré mi pequeño closet y nada me convencía. Ningún vestido me parecía apropiado para ir a cenar.

Alexander había hecho una reservación el es restaurante más exclusivo de aquí, aunque a comparación de los de la ciudad, no era nada. A ese lugar solo iba la gente que tenia dinero o que eran reconocidos en el pueblo. Yo jamás había ido o había hecho algún esfuerzo por hacer alguna reservación ahí, pues no podía pagarla.

Pero obviamente, Alexander era lo más importante que se podría sentar en sus sillas, por ende, no dudaron en darle una mesa.

Mi hermana decía que el negro era el color más elegante y sobrio. En mi closet solo había dos vestidos negros: el de mi cumpleaños de hace dos años y el de una fiesta que no tenía ni idea de la fecha, que era el mismo vestido que había usado en la rueda de presa hace unas semanas.

Tomé el de mi cumpleaños. Era bonito y atrevido para mi gusto. Llegaba por arriba de mis rodillas y tenía un escote pronunciado enfrente. La falda era suelta de la cintura para abajo, y en la parte de arriba, se acoplaba al cuerpo que lo modelara.

Unos tacones de mismo color, pero con algunos detalles en dorado, que combinarían con mi collar y aretes. El cabello era el tema que menos me preocupaba, pues mi hermana me había hecho unas ondulaciones, que lo hacían lucir con más volumen y más brillante.

Me miré al espejo y me gustó el resultado.

Hacia mucho tiempo que no me veía así. Pero toda esa belleza no ocultaba mis nervios.

Esta noche escucharía a Alexander, y tomaría una decisión sobre lo que tenía que hacer.

-Ya esta aquí- notificó mi madre. Salió de la habitación junto a mi hermana, dejándome sola.

Respiré varias veces e intenté calmarme.

¡Por favor Elena! No es la primera vez que cenas con él.

Tomé mi pequeño bolso y bajé a la sala. Ahí estaban todos, pero la presencia de Alexander era la que más imponía.

Ese traje color gris le quedaba a la medida. La camina blanca y esos zapatos tan brillantes como su ego. Y ese cabello tan perfectamente arreglado. Ni un cabello rebelde salía y lucía tan brillante y sedoso; en definitiva, él se veía mejor que yo.

-Te ves preciosa- comentó en cuanto me vio.

-No más que tú- respondí.

El sonrió y tomó mis manos. Nos veíamos y analizábamos uno al otro, sin importarnos que toda mi familia estuviera detrás de mí.

-Se les hará tarde- dijo mi papá rompiendo nuestro contacto.

-Tiene razón- Mencionó Alexander -Vámonos ahora-

Me despedí de mi familia y caminé hacia afuera. Él me abrió la puerta del copiloto y eso me sorprendió bastante.

-¿Y tú chofer?- pregunté cuando los dos estábamos adentro.

-Le he dado el día- respondió encendiendo el auto.

Durante el camino al restaurante, solo intercambiamos algunas palabras, pues al parecer no queríamos gastar ese tema de conversación que tanto esperábamos. Él preguntaba por mi familia y yo preguntaba por su estadía aquí. Al parecer se estaba quedando en un hotel no muy lejos de mi casa y decía que era un lugar agradable.

-Listo- dijo mientras estacionaba el auto.

Este lugar de verdad se veía caro, pero probablemente no tan caro como los lugares donde solía ir Alexander.

Bajamos del auto y caminamos hacia las puertas de cristal que nos daban la bienvenida.

-A nombre de Alexander Ambrosetti- dijo en la entrada. Automáticamente nos dejaron pasar y nos dieron una de sus mejores mesas.

No había tantas personas, pero no me sentía sola con él. La mesa estaba alejada de los demás, por lo tanto, no escucharían nuestra platica.

Pude darme cuenta que a lo lejos estaba aquel hombre que me había rechazado en mi entrevista de trabajo, y se encontraba con un señor. Ambos vestían de traje y eran acompañados por un par de mujeres bien vestidas. No me preocupé por él, así que solo me enfoqué a lo mío.

Pedimos nuestra cena y seguimos hablando como si apenas nos conociéramos. Nadie tocó el tema de la empresa, su padre o nuestros sentimientos. Solo compartíamos una cena con una amena platica de conocidos. Yo sentía que estaba hablando con mi jefe, pues no nos metíamos en asuntos tan privados.

Los platos fueron desocupados y los vasos vacíos, pero esta cena aun no acababa.

-Creo que ha llegado el momento que tanto hemos estado esperando- mencionó dando el ultimo sorbo a su vino.

Yo solo asentí con la cabeza y lo dejé hablar.

-Mañana a las 8 de mañana tomaré un vuelo de vuelta a la ciudad- comenzó a hablar -A las 10 tengo una reunión con mi padre en la empresa. Redactaré mi renuncia y daré la noticia de que todo siempre fue una mentira-

-¿Aun no lo saben?- pregunté sorprendida. Ya había pasado unas semanas desde que me había ido y que no lo supieran era toda una maravilla.

-No- respondió -Ellos creen que estas fuera por problemas familiares y que pronto regresarías-

Nos quedamos callados, y ambos esperábamos una respuesta por mi parte.

-Te seré sincera, Alexander- dije -No sé si quiero volver a tu lado. No voy a negarte que te quiero muchísimo, y a pesar del daño que me hiciste, el amor sigue ahí. Pero no quiero volver a pasar por lo mismo. Al principio todo estará bien, pero, ¿Qué pasará después? Cuando te des cuenta de que no soy la mujer que quieres para el resto de tu vida y que hay mejores que yo. En tu mundo hay muchas mujeres más hermosas, inteligentes y con mucho más dinero que yo, y tal vez eso necesites a tu lado. Yo solo fui tu secretaria-

Él negó con la cabeza.

-No, tu eres mucho mejor que todas ellas. Tu eres tan natural, tan simple y tan hermosa, que no te enamoraste de mi dinero o de mi trabajo, sino de lo que soy, y eso es un milagro, porque sé que soy alguien difícil. No prometo cambiar por ti, porque las promesas se van. Tu misma vas a ver lo que estoy dispuesto a hacer por ti-

-Aún no lo sé- dije confundida.

-Sabía que esto pasaría- mencionó él -Y sé que, si te doy tiempo, nunca vas a tomar una decisión y solo le vas a dar vueltas al tema. Por eso tengo una solución rápida. Si mañana no estas a las 8 en el aeropuerto, sabré que no quieres nada conmigo y me iré y jamás te volveré a buscar. En cambio, si estas ahí, comenzaremos una vida juntos, sin empresa, sin mi padre, sin Leandro, solo tu y yo-

-Pero si no aparezco ahí, no tendrías porque renunciar a tu empresa- aclaré.

-La empresa no solo la estoy dejando solo por ti, sino también por mí. De que me sirve tener tanto dinero si estoy solo-

-No quiero hacer esto- pedí -Es una decisión muy difícil-

-Pero no tenemos tiempo, además, yo necesito saber si debo esperar una vida contigo o no- dijo.

Tenia que tomar una decisión en unas cuantas horas, y no sabía si estaba lista para tal cosa.

-Vamos, es hora de irnos- mencioné con una sonrisa triste. No sabia que pensar.

Nos pusimos de pie, y tomamos nuestras respectivas cosas, pues la cena ya estaba pagada. Cuando quisimos irnos, una presencia nos detuvo.

-Señor Ambrosetti, me han hablado de su trabajo. Es un placer encontrarme con usted- comentó el joven que me había corrido de aquella entrevista. Al parecer estaba tan enfocado en adorar a Alexander, que no se había dado cuenta de mi presencia.

-Gracias por el halago- respondió Alexander haciéndose un poco para atrás, pues no quería que el hombre se le acercara tanto.

-Buenas noches- saludé al joven, y así llamar su atención.

-¿Que hace aquí?- preguntó sorprendido.

-Es mi acompañante- aclaró Alexander.

Él se sentía de la misma manera en la que me había hecho sentir al decirme que no era suficiente para su empresa.

-Nosotros nos retiramos, pues no tenemos nada que hacer aquí- mencioné y comencé a caminar. Alexander solo se despidió con un movimiento de cabeza y salió detrás de mi.

Una satisfacción me recorrió completamente. 

-Tiene la pinta de ser todo un patán- comentó Alexander un poco asqueado.

-Lo es- respondí.

Nos subimos a su auto y comenzamos a avanzar.

Después de algunos minutos en silenció, decidí hablar.

-¿A dónde vamos?- pregunté cuando mi di cuenta que no estábamos yendo a mi casa.

-Te quiero mostrar algo- respondió.

Comenzó a ir hacia la autopista. Estábamos saliendo del pueblo. No tenía miedo, sino curiosidad.

Nos detuvimos en un pequeño mirador que se encontraba ahí, al cual siempre había querido pasar, pero nunca se dio la oportunidad.

Eran pocos los autos que pasaban por aquella carretera, pues no era muy transitada. La noche brillaba como cualquier otra y la tranquilidad que transmitía ese lugar era mágica.

-No quiero que te sientas presionada o que te estoy obligando. Cualquier decisión que tomes, yo la voy a respetar y voy a ser feliz por ti- dijo Alexander mientras veíamos el paisaje del lugar.

-No quiero hacerte daño- mencioné sin mirarlo.

-Y no lo vas a hacer- aclaró.

En silencio miramos ese paisaje que el mirador ofrecía. Cerré los ojos y escuché el poco sonido de autos, pero a lo lejos se oían animales: grillos, búhos. Pero no era el único sonido que estaba presente, sino también, los latidos de Alexander junto con los míos. Ambos tocaban una sinfonía tan hermosa y tan tranquila. Sin pausa, pero sin prisa. Sonaban tan alto que no sabia si era mi imaginación o él también los escuchaba.

Así estuvimos unos minutos. Sin hablar o reír, y no era nada incómodo. Ya nada era incomodo en él.

-Es hora de ir a casa. Tienes que descansar- dijo. Los dos rompimos esa paz y caminamos de regreso al carro.




Nos encontrábamos afuera de mi casa. Las luces estaban apagadas, pues ya pasaba de media noche.

-Feliz cumpleaños- comentó Alexander. Me abrazó.

Al sentir sus brazos, mis ojos se llenaron de lagrimas y me sentí tan llena de vida.

Había esperado ese abrazo por tanto tiempo. Su olor me reconfortaba y su calor me daba paz. Sonreí aun en sus brazos, le devolví el abrazo y nos quedamos así unos segundos más.

De verdad me iba a doler dejarlo ir.

-Gracias- dije separándome de él.

Nos soltamos, pero nuestros cuerpos seguían cerca, y pasó lo inevitable.

Tomó mi rostro y me besó. Me besó como la primera vez, como si hubieran pasado 100 años, como si fuera el ultimo. Le seguí el beso, porque yo también lo extrañaba.

-Lo siento mucho- dijo al soltarme -No quiero confundirte o que pienses que intento hacerte sentir mal-

-Yo sé que no es así- respondí

-Ve a descansar. Mañana será un largo día- mencionó.

-Adiós Alexander- me despedí. Besé su mejilla de manera lenta y amorosa.

-Adiós Elena- dijo él.

Lo vi subirse a su auto e irse. Me metí a mi casa de me dejé caer al piso.

¿Debía quedarme con mi familia o irme con él?...

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