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Capítulo 31

Alexander no solo nos había acompañado en la comida, sino también en la cena.

Mi familia no lo había dejado ir, y platicaban con él con tanta euforia, que él se quedó escuchándolos.

Finalmente lo estaban despidiendo porque yo los había hecho conscientes de que ya era tarde para Alexander y todos teníamos que descansar. Ellos aceptaron, con la condición de regresar al día siguiente para seguir intercambiando risas, temas de conversación y halagos.

-Ellos te adoran- comenté cuando estábamos afuera.

-Es un don- respondió burlón.

-No eras así cuando te conocí. Solo mandabas y te enojabas- dije recordándolo.

Él se reía.

-Y lo sigo siendo así con todos. Tú has ganado mi corazón- Respondió tomando mis manos.

Nos quedamos en silencio.

No era incomodo, solo éramos el y yo. Volvíamos a conectar como la primera vez. No se podía negar la química que había entre el y yo, pero no quería volver a la misma vida de antes.

-Tengo que regresar en 3 días a la ciudad- dijo Alexander -Mi padre me espera con una respuesta-

-¿Y cuál es la respuesta?- pregunté.

-Renunciar a mi cargo y dejarlo en manos de Leandro- respondió.

-¿De verdad vas a hacer eso?-

-Por ti, renunciaría a mi propia vida- dijo -Sé que tal vez dudas de mi o no quieres estar a mi lado, pero te juro que no soy el mismo Alexander que comenzó esto-

-Nos vemos mañana- dije evitando el tema.

Me acerqué y besé su mejilla. Él no se enojó o recriminó, solo acepto mi beso y subió a su lujoso auto.

Tenía menos de tres días para pensar que quería hacer con mi vida.




Las luces ya habían sido apagadas, las puertas cerradas y las camas ocupadas. No había ningún sonido, pero no podía dormir, porque había un profundo ruido que me lo impedía: mis pensamientos.

¿Quería volver junto a Alexander?

Sinceramente, si extrañaba los momentos que había pasado junto a él, pero al recordar como había roto mi corazón, no quería volver a pasar por eso.

El juraba que ya había cambiado, y en parte le creía, no era el mismo hombre que conocí que solo me daba ordenes y era mi jefe. Aunque esto fue una mentira, siempre fuimos más que un acuerdo. A pesar de nunca haber tenido algo carnal, había una química entre nosotros, y nuca necesitamos del sexo para querer estar juntos.

Pero ya había algo más en juego: La empresa de su padre.

Yo era consciente de todo lo que Alexander había hecho por esa empresa, y sabia que Leandro la llevaría a la quiebra, pero él deseaba dejarla por mí. Él dejaría su patrimonio y su esfuerzo para que yo viviera junto a él.

Me daba mucha pena que renunciara a todo por mí, incluso a ser desheredado.

Cerré los ojos y lloré en silencio.

No lloraba de dolor o tristeza, sino de confusión. Porque de verdad no sabia que hacer con mi vida.

¿Alexander o una vida normal?

Porque estar con Alexander implicaba no tener una vida normal. Éramos totalmente diferentes, y adaptarme a su ritmo y estilo de vida, me era difícil.

Intenté dormir y aclarar mis dudas, pero esa noche sólo obtuve ojeras y más preguntas en la cabeza.




Todos desayunaban muy felices en la mesa familiar. Ellos si habían dormido toda la noche y nada los atormentaba.

Mis hermanos solían visitar todos los días a mis padres, pero mi hermana parecía vivir. Aprovechaba que su esposo trabajaba en el día y por ello, estaba aquí.

-¿No tienes hambre?- preguntó mi hermana.

-No- respondí.

Ellos siguieron platicando. Hablaban de la comida que harían en la tarde para recibir a Alexander.

-Si saben que rompió mi corazón, ¿no?- dije mirándolos. Habían olvidado todo el dolor que había pasado.

-No es un mal muchacho, solo cometió errores- comentó mi padre, que ahora era su fan #1.

-Además, se nota que se muere por ti- aclaró mi mamá.

-Eso no es cierto- dije a la defensiva.

-Es obvio. La manera en que te mira y como habla de ti- dijo mi hermana.

-Están viendo cosas donde no las hay- mencioné. Me levanté y dejé mi plato a un lado.

-Tienes que sanar, Elena- me dijo mi mamá cuando iba a salir de la cocina.

Los miré y sonreí.

-Eso estoy haciendo- sentencié antes de subir a mi habitación.




Ya era hora de la comida, y todos estaban esperando la llegada de Alexander, hasta yo. Me gustaba verlo tan sonriente y despreocupado, aunque en el fondo sabia que tenia una preocupación: su empresa.

El timbre sonó, y todos tomaron sus respectivos lugares.

Reí ante su comportamiento.

-Hola- saludé.

Alexander se encontraba del otro lado del umbral. Traía unos pequeños ramos de flores en una mano y unas cajas de regalo en la otra.

-Hola- saludó con toda la alegría del mundo.

-¿Quieres que te ayude?- pregunté mirándolo.

-No- respondió -Este es tuyo-

Me ofreció uno de los ramos que traía. Lo miré con una sonrisa.

-Gracias- agradecí -Adelante, todos te esperan-

Los dos caminamos al comedor y ahí estaba mi familia con una sonrisa en la cara.

-¡Bienvenido!- dijo mi madre feliz.

Todos lo saludaron, y el se encargó de repartir los presentes que traía. Los ramos habían sido para mi madre, hermana y cuñada, y las cajas de regalo eran para mi padre, hermano y cuñado. Las cajas trían relojes, todos diferentes, pero se veían igual de caros.

-No tenias que molestarte- dije apenada.

-No es molestia, ellos se ganaron mi afecto- respondió de manera amable.

Lo miré confundida.

-¿Qué?- preguntó al darse cuenta como lo observaba.

-¿Qué le has hecho a mi jefe?- pregunté burlona.

-Lo han enamorado- respondió.

Mis mejillas se tornaron rojas y calientes.

-Ya pueden comer- comentó mi madre. Intenté calmarme y evitar que se diera cuenta.

Todos comenzaron a platicar de una manera alegre. Yo solo comía en silencio y a veces opinaba del tema. Pero mi cabeza no estaba ahí, mi cabeza estaba en un mundo donde no sabían que hacer con su vida.

Él lucia tan relajado y feliz, que automáticamente me lo transmitía. No quería que perdiera su empresa, pero al parecer el ya estaba más que decidido.

Alexander realmente iba a renunciar a todo por mí.

-Pasado mañana será el cumpleaños de Elena- mencionó mi hermano.

Volví a la realidad.

-Y pensábamos hacer una reunión- dijo mi hermana. Ellos lo pensaban, yo no quería nada.

Justamente mi cumpleaños era el día en el que Alexander se iría de regreso a la ciudad.

-Estas cordialmente invitado- dijo mi padre. Ellos de verdad estaban más alegres que yo.

-Muchas gracias- agradeció él -Pero ese día tengo que irme temprano de regreso. Tengo algunos asuntos pendientes y no puedo retrasarlos-

Yo sabia cuales eran esos asuntos pendientes.

-Es una pena, pero pueden salir a cenar mañana- recomendó mi madre.

Ellos querían que estuviéramos solos y poder arreglar las cosas.

-Eso es una buena idea- dije. Aunque no quisiera, necesitaba hablar con él a solas, tenía que convencerme a mi misma de lo que realmente quería.

-Estoy de acuerdo- respondió Alexander con una sonrisa.

Tenia dos opciones: Iniciar nuevamente con Alexander y arriesgarme, o quedarme aquí y seguir con mi vida.

Ambas opciones me gustaban, pero tenia que darle una solución a esto. Y tenia que ser rápido...

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