Capítulo 3
Yo había tenido toda la razón. Fue un día largo y cansado, y eso que solo era el primero.
Ya estaba a punto de irme, cuando mi jefe me llamó.
-¿Qué se le ofrece?- pregunté entrando a su oficina.
-Cancela mis juntas la mañana. Voy a llegar un poco tarde, ya que tengo un desayuno con mi padre, así que tienes derecho de llegar a las diez- dijo mirándome serio.
Era mucho mejor cuando sonreía.
-Gracias señor Ambrosetti- respondí con una sonrisa de boca cerrada. El sonrió ante mi respuesta.
Definitivamente era mejor cuando sonreía.
-Puedes retirarte-
Y no lo tuvo que pedir dos veces, ya que yo ya estaba lista para llegar a mi dulce hogar. Salí de ahí y tomé mi bolso, me dirigí al ascensor.
-Hasta mañana Claudia-
-Hasta mañana Elena-
Cuando llegué al primer piso, empezó a llover.
Genial
No tenía automóvil, ni nada de nada. Lo único que podía hacer era esperar un maldito taxi, pero al ver que la calle estaba desierta, tenía que esperar a que parara de llover. Me detuve abajo del pequeño techo que ofrecía la entrada del edificio. ¡Nada peor podía pasar!
Y pasó.
La lluvia cayó más fuerte provocando una tormenta eléctrica.
Me resigné a regresar a mi casa con esta lluvia, tenía que darme prisa, ya que el horario no ayudaba mucho. La luz del día empezaba a desaparecer, haciendo que todo se oscureciera.
Y justo cuando estaba a punto de salir de aquel techo, una mano tomo mi brazo haciéndome retroceder. Miré detrás de mí y era el Adonis que tenía como jefe: Alexander Ambrosetti.
-Señorita Hells ¿Planea salir con esta lluvia?- preguntó mirando mis ojos.
-No hay de otra- respondí encogiendo los hombros.
-¿Y que se resfrié dejándome sin secretaria? No, no. Usted viene conmigo- dijo jalándome del brazo, adentrándome en el edificio. Todos nos miraban raro, ya que suponía que el jefe no hacía estas cosas con sus empleadas.
Se dirigió al ascensor "PRESIDENCIAL" y nos metió ahí. Presiono el botón que tenía la letra E, el cual suponía que era algún estacionamiento subterráneo, ya que sentí como bajaba.
Salió de aquel ascensor y comenzó a caminar hacia el lado izquierdo de aquel lugar. El estacionamiento no era pequeño, y solo algunos autos se veían "lujosos", pero solo uno derrochaba dinero. Y claro que era de mi jefe.
¡WOW!
Supe que era un Ferrari por la marca inconfundible del caballo. El color negro mate era realmente impresionante. Una altura baja, pero era normal en este tipos de coches. Era obvio que no cualquiera se podía subir y hoy yo tenia ese privilegio.
Él abrió la puerta del copiloto dándome una señal para que yo subiera. Pero me quedé parada ahí.
-De verdad esto no es necesario Señor Ambrosetti- dije apenada, porque realmente lo estaba. No tenía que hacer esto por mí. No me gustaba recibir ayuda de los demás.
-No la voy a dejar mojarse- respondió dándome otra señal para entrar. Supe que no iba a convencerlo, así que entré.
El cerró la puerta y se dirigió al lado del piloto. Y así fue el camino a mi casa, en un silencio cómodo y tranquilo mientras veía caer las gotas de lluvia.
Se había detenido afuera de mi edificio, ya que yo le había dado las indicaciones de como llegar.
La lluvia seguía cayendo a cantaros, tal vez había sido buena idea que él me trajera. Miré afuera y lo miré a él. No sabía que decir.
-Gracias por traerme- agradecí mirándolo.
-No es nada Señorita Hells- dijo con una diminuta sonrisa.
-Llámeme Elena, estamos fuera del trabajo- dije apenada, ya que era extraño que me llamara por mi apellido cuando no estábamos laborando.
-Solo si tú me llamas Alexander-
-Está bien- respondí avergonzada mientras sentía la sangre subir a mis mejillas.
Y nadie dijo nada más, era como si no quisiéramos separarnos, lo cual era demasiado extraño, pues llevábamos dos días de conocernos. Él tomó un pequeño paraguas de la parte de atrás y se bajó del auto para abrir mi puerta. Tapándonos con el paraguas, llegamos a la puerta de mi edificio.
-Era más fácil si solo me hubiera prestado el paraguas, así usted no hubiera venido hasta acá- dije mirándolo separándome de él, ya que estaba protegida.
-Pero no hubiera sido un caballero- dijo sonriente.
Otro silencio que parecía eterno.
-Hasta mañana Alexander-
-Hasta mañana Elena-
Y así lo vi regresar, montarse a su carro y arrancar por las desiertas calles.
¡Carajo!
Eran las 7:55 y yo corría salvajemente por la acera para llegar puntual a mi trabajo. Y milagrosamente, lo logré.
-Elena, ¿Qué haces a esta hora aquí?- preguntó Claudia
-Pues es mi hora de entrada- respondí lo más obvia.
-Hoy el Señor Ambrosetti tiene un compromiso y llegará tarde, pensé que te había notificado-
Oh si...
-Cierto- dije en un susurro
Él me había dado permiso de llegar hasta las 10 y yo no lo recordaba, aunque bastaba decir que las cosas se me olvidaban muy rápido.
-Bueno, iré a aprovechar mi tiempo, nos vemos luego- me despedí de la rubia y salí de aquel edificio.
¿Ahora que haría?
Entonces me di cuenta de que no tenía a quien visitar, porque no tenía amigos, novio y familia, bueno, si la tenía, pero no sabía nada de ellos, ni ellos de mi.
Pero hay comida, y un desayuno no le hacía mal a nadie.
Llegué a uno de mis restaurantes favoritos, porque era un buffet accesible con estilo. Me serví un poco de fruta picada con yogurt natural, jugo de naranja y un omelette.
Tomé asiento en esos lugares acolchonados que siempre se encuentran junto a las ventanas, dejé mis cosas y empecé a desayunar. Minutos fueron los que pasaron cuando vi pasar a mi jefe junto un señor.
Él no se había percatado de mi presencia, y solo tomaron asiento algunos lugares frente a mi. Él me daba la espalda y el señor estaba frente a él. Pidieron la carta, ya que ellos si podían pagar comida a la carta, pero cuando eres pobre, te adaptas a lo que hay.
Y literalmente comieron en un silencio sepulcral. Ninguno dijo nada, y lo sé porque los espié.
Miré el reloj y me di cuenta de que era hora de irme, así que tomé mis cosas y pagué. Ellos aún no se percataban de mí, y fue cuando escuche algunas palabras de su mesa, por fin estaban hablando.
Unas ganas de ir al baño me invadieron, el baño estaba a unos metros de su mesa, tenía que pasar por ahí sí o sí. Pensé en aguantarme pero no podía, así que tenía que arriesgarme.
Logré pasar sin ser vista o reconocida ya que procure solo dar la espalda, pero de regreso era obvio que me verían, a menos de que ya hubieran pagado su cuenta. Pero para mi mala suerte todavía estaban ahí, tomé aire y salí con toda la valentía del mundo.
Sus hermosos ojos se encontraron con los míos y frunció su ceño. Yo solo me quedé ahí parada, intentando saber que estaba pasando.
Mala idea.
Se levantó y a se acercó a mi, dejando solo a aquel hombre. Sin decir nada me tomó de la mano y me jaló hasta su mesa.
-Padre, ella es Elena, mi novia-
Espera... ¿¡QUE!?
Nota de la autora:
¡Hola gente bonita!
Les deseo lo mejor este año gente bonita y que todos sus deseos se cumplan...
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