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Capítulo 28

Habían pasado dos semanas desde que había llegado a casa de mi familia. En las mañanas despertaba y disfrutaba el día con mis padres y a veces venían mis hermanos, pues ellos ya tenían un hogar aparte, pero al final del día llegaban los recuerdos. Por las noches cuando me acostaba en la cama y me inundaba la soledad, recordaba a Alexander. Ya había avanzado mucho en este proceso de corazón roto. A pesar de que aun dolía, ya no quemaba como antes, y mi familia me había ayudado en ese avance. Me daban ánimos y me hacían sentir mejor. Y al fin había comprendido que la culpa no había sido solo mía, sino de los dos.

-En una semana es tu cumpleaños- dijo mi hermano sacándome de mis pensamientos.

-¿Tienes algo en mente?- preguntó mi hermana.

Estábamos los tres en el patio trasero. Solo estábamos sentados en una mesita de jardín, como lo hacíamos cuando éramos niños.

-No lo creo, no tenemos invitados- respondí tranquilamente.

-No necesitábamos invitados, soló nosotros-

-Lo voy a pensar- contesté sin darle importancia.

Nos volvimos a quedar en silencio. Tomamos de la lata de cerveza que teníamos cada uno. Cuando éramos pequeños nos sentábamos a tomar jugo de manzana, mientras platicábamos de nuestro día.

-Mi esposa dice que eres un amor de persona- exclamó mi hermano.

-Siempre lo fui- respondí divertida. Aun me sorprendía que estuviera casado, pues cuando yo me fui, él no tenía novia.

-Y mi esposo cree que eres una persona super divertida- dijo mi hermana.

Solo sonreí.

Pensé lo mucho que las cosas habían cambiado ahora. Ellos habían hecho mucho de sus vidas en los últimos cinco años, y yo no había hecho nada.

-Ya no somos los mismos adolescentes que éramos cuando me fui- dije nostálgica -La vida era más fácil cuando la única preocupación era llegar a temprano a casa-

-Aunque no lo creas, tu partida nos hizo mucho bien. Si te hubieras quedado, jamás ibas a crecer y te quedarías aquí esperando algún milagro- comentó mi hermana Stefany.

-Ella tiene razón. Sé que tu separación de nosotros, fue difícil, pero todos aprendimos algo y hoy en día somos adultos fuertes y maduros- siguió mi hermano Tom.

-Estoy feliz de volver a casa- respondí tomando sus manos.

Había tomado la mejor decisión de mi vida: Regresar a mi hogar. Y aunque Alexander aún dolía, sabía que podía salir adelante.



POV. ALEXANDER AMBROSETTI

Quince días.

Quince malditos días habían pasado desde la última vez que había visto a Elena y parecían una eternidad.

Los días se habían vuelto tan monótonos y torturantes, ya estaba harto de lo mismo: Ir a la empresa, pensar en ella, almorzar, recordarla, regresar al trabajo, tenerla en mi mente, volver a casa y al final del día, ella estaba otra vez en mi cabeza.

Me dolía aceptarlo, pero estaba jodidamente enamorado, y lo peor era que la había perdido.

No sabía dónde estaba ni como estaba, y eso me frustraba mucho.

Quería abrazarla, besarla y hacerla sentir amada, pero había un problema: No estaba listo para eso. Cuando pensaba en estar a su lado, me sentía tan feliz, pero esa felicidad desaparecía a los pocos segundos, pues estaba aterrado de lo que pasara después.

Mi consumo de alcohol había aumentado y mis horas de sueño se habían reducido. No comía y trabajaba mucho. Mi día a día era de mi casa a la oficina y de regreso.

Hablaba solo con Aarón, ya no había buscado a ninguna mujer, pues comprendí que era inútil intentar sacarla de mi mente, porque ella ya formaba parte de mí. Kendra solía llamarme todas las tardes, pero rechazaba sus llamadas, incluso estaba pensando en demandarla para que me dejará en paz.

Aún no les decía a mis padres sobre Elena, ellos pensaban que estaba de viaje por cuestiones familiares, pero no reunía el valor para decirles, porque no quería perder lo que había construido con tanto empeño, pero tampoco quería seguir con esta mentira.

-Ya es hora del almuerzo- me notificó Aarón mientras entraba a mi oficina.

-Quiero seguir trabajando- dije sin prestarle atención.

Él suspiró.

-No puedes seguir así- contestó preocupado -Si querías que ella se fuera, ¿por qué te atormentas de esta manera? El que no quería nada eras tu-

-No lo sé, si lo supiera, ya hubiera encontrado una solución- exclamé desesperado.

-Ve a casa, duerme un poco y come bien-

-Tengo trabajo-

La puerta sonó. Ya no tenía secretaria, por lo tanto, me hacía cargo de mis visitas directamente, aunque tampoco había querido buscar a uno, yo solo quería a Elena.

-Adelante- dije.

Mi padre entró.

Lo único que me faltaba.

-Señor Ambrosetti, buenos días- saludó Aarón -Los dejo solos, con permiso-

-Gracias Aarón- mencionó mi padre. La última persona con la que quería hablar era con él.

Nos quedamos solo los dos en la oficina. Él tomo asiento frente a mí.

-¿A qué debo tu visita?- pregunté mirándolo.

-Sabes perfectamente a que vengo- respondió.

Me quede callado. Obviamente sabía que venía, pero quería darle vueltas al asunto.

-Desconozco tu propósito, pero puedes explicármelo- respondí sin darle importancia al tema.

-Quiero saber que está pasando con Elena- dijo directamente.

-¿Con Elena? No pasa nada- mentí.

-¡Por favor Alexander!- exclamó -Ella no está aquí desde hace semanas, no sabemos nada de ella. Dime la verdad Alexander. Aún estas a tiempo de no echar todo a perder-

No dije nada.

-Si ella no está aquí en una semana, todo pasará a manos de Leandro- dijo amenazante.

-¿Quieres que todo pase a manos de él?- pregunté de la misma manera.

-No, pero si vas a seguir mintiendo, no tengo opción- respondió y acto seguido, se levantó y se fue. No se despidió ni mencionó algo más, solo se fue.

Entré en desesperación.

Me levanté y tiré todo lo que estaba a mi alrededor.

Nadie me iba a quitar lo que era mío, pero tampoco me iba a atar a una persona.

Me senté bruscamente en mi silla nuevamente y respiré varias veces. Ya no tenía nada bajo control y eso me enojaba mucho.

Aún podía decirle a mi padre que mi compromiso fue falso y tal vez el me ayudaría a sacar a Leandro del camino, pero si lo hacía, no me dejaría la empresa.

¿Qué había que hacer?

Para empezar, me tenía que calmar y pensar en soluciones, porque no resolvería nada si solo me quejaba.

Me senté nuevamente en mi silla y comencé a trabajar, se me ocurriría algo y esperaba que fuera rápido.




La noche empezaba a caer. Las labores de la empresa habían terminado hace dos horas, pero yo seguía aquí, esperando una idea.

Aarón me había venido a ver en la tarde, pero no lo escuché. Yo sabía que él buscaba lo mejor para mí, pero no me gustaba que intentará decirme que hacer.

Sinceramente, me había hecho tan adicto al trabajo que ya no tenía nada que hacer, y solo lo tomaba como excusa y distracción para sacar a esa mujer de mi cabeza.

Me abrumaba estar aquí, ya estaba harto de estar encerrado.

Tomé mis cosas y salí de mi oficina. El lugar de Elena se veía tan vacío y triste. No había dejado que nadie moviera las cosas de ese escritorio, pues sentía que algún día al llegar a la empresa, ahí estaría sentada ella con esa perfecta sonrisa y ese hermoso cuerpo.

Solo se encontraba el personal de seguridad, ya no quedaba nadie. La mayoría de luces estaban apagadas y solo alumbraban unas cuantas, eso hacía que el lugar diera miedo. No era la primera vez que era el último en salir, pero esta noche se sentía diferente. Sentía que ya nada era igual y que no volvería a ser igual.

Me subí a mi coche y comencé a conducir sin un rumbo. No quería llegar a mi casa, porque me sentía solo y sus recuerdos me atacaban.

Pero, ¿a dónde iría?

No tenía ganas de salir de fiesta, tampoco quería ir a casa de mis padres, ya no tenía opciones.

Entonces recordé un pequeño parque alejado de la ciudad. Cuando era pequeño, mis padres me llevaban ahí, tiempo después, llevaban a  mis hermanas. Me gustaba mucho ese lugar, pero era extraño, porque tenía años que no iba y que no pensaba en ese lugar.

Después de manejar un buen tiempo, llegué ahí. Era justo como lo recordaba.

No se veía nadie, y era obvio. Eran casi las 9 de la noche, ninguna persona iría a un parque alejado de la ciudad a esa hora.

Solo era alumbrado por algunas lámparas. No hacia frío, no corría aire, no había ningún auto, era un lugar perfecto para pensar.

Me senté en las bancas y suspiré.

Me daba miedo buscar a Elena y atarme a ella, no me sentía listo. Pero tampoco quería perder todo lo que había construido con esfuerzo en los últimos 3 años.

No quería perder de mi vida a Elena, ni a mi empresa, pero no sabía que debía hacer o quien debería elegir.

Probablemente lo mejor sería luchar por mi empresa y con el tiempo, olvidar a Elena. No sabía si me arrepentiría, pero necesitaba una solución rápido.

En este momento necesitaba que me cayera un milagro del cielo.

Después de unos minutos ahí, ya había tomado una decisión, entonces me puse de pie y me preparé para irme de ahí, pero un sonido me hice detenerme.

Se escuchaban pasos, como si alguien caminará cerca de ahí. Miré el lugar de donde provenía el ruido y lograba ver una silueta. Se me hacía muy raro que una persona caminara hacia mí, pues antes no estaba, ni siquiera la había visto llegar.

Cuando por fin logré ver y distinguir bien, me di cuenta que era una mujer. Llevaba ropa deportiva y parecía que acaba de hacer ejercicio. Sus ojos me enfocaron y me sonrió. No como me sonreían las mujeres normalmente, sino como si nos conociéramos desde hace mucho, su sonrisa inspiraba confianza.

Por alguna razón, no me moví. Me quedé ahí, esperando que llegara a mi lugar.

Algo en ella me llamó la atención, pero no sabía que era.

-Hola- saludó cuando estuvo frente a mí.

-Hola- regresé el saludo.

-Es muy raro ver a un hombre de traje en un parque a las 9 de la noche- mencionó ella.

-Vine a pensar unas cosas- dije sin darle tanta importancia.

Ella se quedó callada. Se sentó en la misma banca donde yo había estado antes.

-¿Qué cosas puede pensar alguien en un parque en medio de la nada?- preguntó la mujer.

-Te sorprendería mucho-

-Entonces cuéntame, tenemos tiempo- dijo haciéndome un lugar en la banca. Dio unos golpecitos en ella, dándome a entender que me sentara.

Me senté junto a ella y por alguna extraña razón, me dieron ganas de contarle mi historia. Tal vez necesitaba que alguien me escuchara y me aconsejara.

Comencé a contarle todo. Desde que conocí a Elena, hasta lo que mi padre me había dicho hoy. Se lo dije todo, incluso que estaba enamorado. Ella me escuchó, no me interrumpió en ningún momento, solo me prestó atención.

Me sorprendí yo mismo cuando acabé de decirle todo. Pues no iba por la vida, confiando en personas que me encontraba por la calle. Para mí era nuevo hablar con alguien desconocido.

-Por eso me encuentro aquí- terminé de hablar.

Ella seguía callada, pensaba en que decirme.

-¿De verdad te gusta Elena?- me preguntó.

-Me gusta mucho- afirmé.

-¿Y la amas?-

Me quede en silencio.

¿La amaba? Aceptaba que me gustaba y me volvía loco, pero no sabía si la amaba.

-Si, con todo el alma- respondí.

-¿Y por qué no vas por ella?-

-¿Acaso no escuchaste toda la historia? No es tan fácil- dije algo ofendido.

-Tú lo hiciste difícil- comentó -Es obvio que te causa miedo estar con ella, pero complicaste mucho las cosas-

-¿Y cómo lo resuelvo?- pregunté mirándola.

Ella soltó una risa.

¿Se estaba burlando de mí?

-¡Es muy fácil!- exclamó -Si eliges tu orgullo, vas a estar sólo, y si eliges a Elena, escoges el amor de una persona. Cualquier cosa que elijas te va a dejar sin empresa. El dinero va y viene, pero el amor no. Elena no se enamoró de lo que tienes o de tu trabajo, ella se enamoró de quien eres y de lo que vales. ¿Cuándo volverás a encontrar a alguien así? Pero lo peor es que si te tardas demasiado, ella encontrará a alguien más-

-Pero, ¿Qué tal si ella no me acepta en su vida? La lastimé y ahora me odia- dije desesperado.

Ella se levantó algo molesta y me tomó de la camisa. Me agitaba bruscamente, como si quisiera hacerme entender.

-No seas tonto- expresó enojada -No sabes las ganas intensas que tengo de golpearte-

La separé de mi cuerpo y la obligué a sentarse, antes de que me hiciera daño. Aunque a veces yo también tenia ganas de golpearme.

-¿Y qué hago para recuperarla?-

-Búscala y muéstrale interés, no puedes vivir toda tu vida siendo un cobarde y escondiéndote de lo que te aterra. Tienes que aprender a superar y seguir. Aprender a ponerle el pecho a las balas, pero tiene que ser algo que tu quieras. ¿Qué quieres para tu vida?- preguntó ella.

¿Qué quería para mi vida?

Ella tenia razón, cualquier cosa que escogiera haría que me quedará sin empresa. Pero no me quería quedar solo, yo anhelaba sentirme amado. A pesar de que me daba miedo el amar a alguien, tenia que superarlo, pues me negaba a ser un mujeriego para siempre, eso no era vida.

En los últimos días me había sentido tan solo y mi vida se estaba hiendo en picada. Elena me había dolido más que Alexa, y tal vez eso era una señal.

Elena no se podía ir de mi vida.

-¿Ya sabes que vas a hacer?- cuestionó.

-Si- dije decidido -Voy a perder el miedo y voy a dejar mi orgullo de lado- Me puse de pie y la miré. Ella seguía sentada tranquilamente.

-Me alegro que hayas tomado la decisión correcta- comentó la mujer.

-Muchísimas gracias por ayudarme- agradecí y sin esperar, di media vuelta y antes de caminar a mi carro, su voz me detuvo.

-Fue un placer, Alexander-

Yo nunca le dije mi nombre, y ella nunca me dijo su nombre.

Di otra vez media vuelta para preguntarle como sabia mi nombre, pero al hacerlo, ella ya no estaba.

¿A dónde se había ido?

Intenté buscarla con la mirada, pero no había rastro de ella. Era como si se hubiera esfumado con aquel viento frío que había empezado a correr.

Sonreí.

Tal vez ella era el milagro que necesitaba.

Me alejé rápidamente y me subí al coche.

No importaría cuanto me costara, encontraría a Elena y la recuperaría. Costara lo que costara.



Nota de la autora:

¡Hola gente bonita! Tengo que aceptar que este ha sido de mis capítulos favoritos, por eso me tome el tiempo de escribirlo. Intenté reponer el capítulo de la semana pasada, por ende, es mucho más largo.

Nos leemos la siguiente semana.

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