Capítulo 27
Asomé la cabeza de la estación donde me encontraba. Ya casi anochecía y por fin había llegado a mi destino.
Había transbordado varios autobuses, y no había comido nada. Solo un paquete de galletas, pero mi estomago exigía una comida decente.
Tomé mis dos maletas con ruedas y mi bolso y comencé a caminar a la salida, donde tomaría un taxi a casa de mis padres. Estaba muy nerviosa, no sabía cómo reaccionarían y que me dirían.
Por primera vez en cinco años iba a dar la cara, pero no como la Elena que se fue, sino como una mujer realizada y fuerte. Si no me querían en su vida, buscaría otra salida.
-¿A dónde la llevo, señorita?- preguntó el joven taxista cuando me subí al vehículo.
Le dije la dirección de mis padres y comenzamos el trayecto. Ellos no vivían muy lejos de ahí, pues en 10 minutos, ya estábamos en mi destino.
-Muchas gracias- dije extendiéndole el billete.
Aquel joven me ayudo a bajar las maletas del auto, y me dejo ahí.
Miré la pequeña casa color rosa. Se vía exactamente igual que cuando me había ido, igual de colorida, llena de flores y llena de miles de recuerdos. Los ojos se me llenaron de lágrimas.
Aquí había crecido junto a mis hermanos, y aunque la casa no era muy grande, tenía lo necesario. En las noches me gustaba salir al patio trasero y observar las estrellas, mientras agradecía a la vida por la bonita familia que me había dado.
Mi familia no era mala, solo tenían un problema: no veían más allá de las cuatro paredes. No veían que yo quería salir adelante y que quería ser feliz, que no me podía quedar a esperar que algo bueno me pasara. Y tiempo después comprendí que lo que habían hecho era para "protegerme", pero yo sentía que protegían su imagen y su orgullo.
Tomé aire y me armé de valor.
Comencé a caminar hacia la puerta. Pasos firmes, ya no me echaría para atrás, pues había crecido como persona y como mujer, ya no era la misma joven de 18 años que había salido de esa puerta, y que miro para atrás, viendo como sus sueños y metas se caían lentamente.
Di dos golpes a esa puerta. Nadie respondió del otro lado. Volví a tocar y lo que oí después, me lleno el corazón.
-Ya van- gritaron del otro lado. La voz de mi hermana sonaba igual, esa misma voz me había aconsejado en mi dura infancia. Esa voz me cantaba en las noches y me decía que todo estaría bien.
Abrieron la puerta, y ni si quiera pudo emitir una palabra. Me miró por un momento, ella intentaba descifrar si realmente era yo o le estaban jugando una mala broma.
-¿Elena?- preguntó con los ojos llenos de lágrimas. Se veía igual de hermosa que cuando me había ido.
-Hola- dije de la misma manera. Las dos rompimos en llanto y nos abrazamos como lo hacíamos todas las noches.
Sentir su calor y su amor, me hizo llorar más.
Definitivamente necesitaba a mi familia.
-Regresaste- dijo separándose de mí. Ella no se creía que yo estuviera parada frente a ella -Te hemos extrañado mucho-
Esa frase me relajo. Mi familia me extrañaba tanto como yo a ellos.
-¿Puedo pasar?- pregunté tímidamente. A pesar de que yo había crecido aquí, no sentía que era mi hogar.
-Claro que puedes pasar, esta también es tu casa- dijo haciendo a un lado. Tomé mis maletas y entré. Me quedé parada en la puerta, pues no quería ir más allá.
-Voy por mamá, estará feliz de verte- habló mi hermana, ella caminó a la cocina mientras yo seguía ahí, sin poder dar un paso.
Miré a mi alrededor, y todo seguía igual. Las paredes de color marfil seguían intactas, el piso de madera seguía brillando como siempre y las fotos de la familia estaban colgadas por todos lados, hasta las mías.
-Hija mía- hablaron desde la puerta de la cocina. Miré hacia la dirección de la voz, y estaba mi mamá mirándome con los ojos llenos de lágrimas -Haz vuelto-
Sin pensarlo, dejé mis maletas y abracé a mi mamá como nunca lo había hecho. Su presencia me había hecho mucha falta en los últimos años.
-Te extrañe mucho- dije desconsolada.
-Perdóname por haberte hecho tanto daño- dijo de la misma manera -Perdóname por haber sido una mala madre-
-Nunca has sido una mala madre- respondí mirándola a los ojos -Entendí porque lo hiciste y no te culpo, yo también cometí errores-
Me miró por un momento, en sus ojos vi reflejado el amor que veía cuando era una niña.
-¿Tienes hambre? Porque es hora de cenar- dijo tomando mano y guiándome a aquella cocina.
Había vuelto a mi primer hogar.
El plato estaba vacío. Extrañaba demasiado la comida de mí mamá, pues llevaba 5 años comiendo enlatados o comida rápida, y aunque si cocinaba un poco, nada se comparaba a la comida de mi madre. Me hacían falta muchas cosas en la vida, pero tenia la esperanza de llenar esos vacíos.
-En unas semanas será tu cumpleaños, ¿has pensado algo? – preguntó mi mamá.
-No he pensado nada, he estado ocupada estos últimos días- respondí tímida.
-Entonces pensaremos en algo- comentó mi hermana.
La puerta de la entrada se escuchó abrirse. Nos quedamos calladas esperando averiguar quién era.
-No había manzanas verdes, entonces traje rojas- dijo mi padre entrado a la cocina. Traía una bolsa de supermercado y su típico abrigo color gris. Levantó la cabeza y me miró, no tuvo palabras.
-¿Elena?- preguntó.
Sonreí, pues estaba viendo a mi miembro favorito de la familia.
-Aquí estoy- dije levantándome a abrazarlo.
Su olor me invadió. Ese olor me calmaba por las noches y me alegraba todos los días. Perder a mi papá fue lo más duro de irme de casa, porque yo sabia que el me amaba, y me dolía saber que no apoyaba. Mi mamá y papá siempre fueron mis pilares, pero cuando me cerraron las puertas, me sentía tan sola y destruida.
-¿Por qué no nos avisaste que vendrías? Pudimos haber preparado algo mejor- dijo separándose.
-No lo tenia presente, solo surgió- comenté sin darle tanta importancia.
-Entonces ¿Qué te trajo aquí? - preguntó mi madre. Sabía que querían preguntar sobre mi "prometido empresario", pero no lo hacían por vergüenza.
-De eso quiero hablar- dije sentándome frente a ellos -Es obvio que sabían que me iba a casar, pero eso se acabó. Nunca fue real, mi jefe necesitaba una esposa y yo dinero, entonces decidimos hacer un trato. No salió como queríamos, porque yo me enamoré perdidamente de él, pero él no siente lo mismo por mi-
-¿Y por eso viniste aquí? porque te rompió el corazón- sentenció mi hermana.
Asentí con la cabeza.
-Ni siquiera tendría que decirles esto, por lo tanto, ustedes no pueden decir nada de esto. Firmé un contrato de confidencialidad-
-¿Y no vas a luchar por él?- preguntó mi mamá.
-No valdría la pena, al final no recibiría nada-
-¿Y por qué estas tan segura?-
-Porque lo conozco, él no dejaría la vida que tiene por atarse a una sola persona-
Y todo se volvió a quedar en silencio.
-Me da mucho gusto que hayas regresado a casa, y créeme, ese hombre algún día se dará cuenta de lo que perdió y se va a arrepentir por toda la vida- mencionó mi papá.
-Eso espero- dije.
No sabía si alguna vez Alexander se arrepentiría o no, pero estaba segura de algo: Nadie lo querría como yo lo había hecho. Porque yo no me había enamorado de su dinero ni de lo que tenía, yo me había enamorado de su alma, de su carácter, de sus virtudes y de sus defectos. Él no encontraría a alguien mejor que yo, y si lo hacía, solo había un problema: no iba a ser yo.
Nota de la autora:
¡Hola gente bonita! Sé que es domingo y que la actualización era ayer, pero estuve ocupada y se me olvido.
Nos leemos la próxima semana.
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