Capítulo 25
No había podido dormir toda la noche. Cada vez que cerraba los ojos, ahí estaba él, recordándome lo mucho que dolía amarlo.
Eran las siete de la mañana y aunque me sentía toda cansada y agotada, no quería seguir acostada. Iría más temprano a la empresa, para poder acabar lo antes posible con este sufrimiento.
Me levanté y vestí lo más decente que pude. Intenté maquillar mis ojeras y ojos hinchados. No era la mejor en maquillaje, pero hacia lo que podía.
Eran un poco más de las 8:30 y creí que era una buena hora para ir a la empresa.
La oficina de Aarón estaba dos pisos abajo que la de Alexander. Ya le había notificado de mi llegada a su secretaria y solo estaba esperando que se desocupara.
-Elena- dijo saliendo de su oficina, sonaba sorprendido -Te esperaba más tarde-
-Quise acabar con esto rápido- dije mirándolo a los ojos.
-Entonces pasa- dijo haciéndose a un lado para que yo pasara.
Hice lo que le me indico. Nos sentamos en los lugares que ya conocía: El asiento de jefe y el asiento de empleado.
-Aquí están mi carta de renuncia- le di los papeles que traía. Aarón los recibió y comenzó a leerlos.
-¿Sabes que si renuncias no recibes indemnización?- me preguntó -Puedes firmas el acta de despido que redactó Alexander- dijo tendiéndome otros papeles.
-No- respondí rechazándolos -No me importa el dinero, además quiero sentir que me fui y no me corrieron-
-También es difícil para él- dijo Aarón.
-Pues no se nota- dije indiferente.
Suspiro cansado.
-Aquí esta el contrato de confidencialidad donde explica que no puedes dar detalles del romance a nadie- explicó.
-¿Y qué pasa si lo hago?-
-Hay una demanda por medio millón de dólares- dijo tranquilamente.
¿Medio millón de dólares?
-Eso no lo puedo pagar, ni con todo lo que tengo- dije asombrada.
-Ese es el chiste. No puedes hablar con la prensa, familia o amigos- respondió ofreciéndome una pluma -Solo fírmalo Elena-
Derrotada tomé la pluma y firmé el apartado indicado.
-¿Eso es todo?- pregunté entregándole las hojas.
-Si, solo te voy a pedir algo- dijo Aarón-No odies a Alexander. Él no está listo para algo tan grande como el amor, pero si te puedo asegurar, que influiste mucho en él. Hizo y dijo cosas que jamás había hecho con otras mujeres. Fuiste especial Elena-
Me reí sin gracia.
-No me hagas ilusiones, Aarón. Ya no quiero seguir con esto, ya no me quiero atormentar más. Jamás cambié a Alexander, la única que cambió fui yo-
Otro suspiro de su parte.
-¿Te iras de la ciudad?- preguntó Aarón.
Me quedé callada.
-Nosotros te podemos dar dinero- comentó.
-No- hablé -Si me voy, me voy por mi cuenta. No necesito su dinero, y si me permites, me retiro-
Me puse de pie y comencé a caminar hacia la puerta. Tomé la perilla y antes de girarlo, alguien más lo hizo del otro lado. La puerta se abrió, obligándome a retroceder un poco.
Ahí estaba él, con su impecable traje y esa presencia imponente, solo había una diferencia: Sus ojos estaban cansados y sus ojeras eran más que evidentes. Al parecer, los dos estábamos en la misma situación.
-Alexander- dije atónita.
-Elena- dijo sorprendido.
Nos miramos a los ojos, y volvimos a conectarnos como lo hacíamos antes. Sus ojos de ese color que tanto me hipnotizaban, ahora estaban apagados. No me transmitían nada, y su semblante era tan apagado, triste y cansado. Tal vez él tampoco dormía o comía, pero si podía asegurar, que él no sentía ese dolor en el pecho cada vez que me acordaba de él.
-Fue un placer atenderte Elena- dijo Aarón, sacándonos de aquel trance en el que los dos estábamos sumergidos.
-Que tengan buen día- dije despidiéndome. Pasé junto a Alexander, y su olor invadió mis fosas nasales.
¿Por qué carajo tenía que ser tan perfecto y tan inalcanzable?
Cuando salí de la oficina y cerré la puerta, dejando atrás a Alexander y Aarón, me encontré una sorpresa.
Kendra estaba sentada en el mismo lugar donde yo había estado. Levantó la mirada y solo veía sus ojos llenos de superficialidad, lo que llamó mi atención, fue la cinta que traía en la nariz, que indicaba lesiones por un golpe. Intenté ignorarla y seguir hacia el ascensor, pero ella no iba a dejar escapar la oportunidad de echarme en cara su presencia.
-¿Tu qué haces aquí? Ya no estas comprometida con Alexander- dijo poniéndose de pie.
-Eso no te importa- dije con la cabeza en alto.
Nadie se iba a burlar de mí.
-Claro que me importa, ya que soy la nueva conquista de Alexander- respondió con una enorme sonrisa en la cara.
Tan rápido se había olvidado de mí.
-¿Nueva?- pregunté con burla -Estas más usada que el ascensor de este edificio-
-Acepta que no fuiste lo suficiente para Alexander, por eso te botó tal cual envoltura- dijo acercándose más a mí.
Tenía tantas ganas de volverle a romper la nariz.
-Y tu acepta que solo eres un acostón. Yo llegué a ser su prometida, ¿y tú? Solo un capricho de cama y siempre te vas a quedar ahí- dije en el mismo tono que ella.
Su semblante cambió. Estaba furiosa.
-Será mejor que te vayas, antes de que tu bonita nariz, acabe igual que la mía- dijo amenazándome.
-No te tengo miedo Kendra- dije.
Las dos cerramos los puños, y estábamos listas para cualquier contacto físico.
Oímos como la puerta se abría, y de ella salía Alexander y Aarón.
-Elena, te acompaño a la salida- dijo Aarón tomándome del brazo y jalándome de ahí.
No dije nada, solo vi como Kendra tomaba de la mano a Alexander y lo besaba, y él se no hacía nada para quitársela de encima.
Aarón me jaló hacia el ascensor.
Ya dentro, no pude contenerme. Comencé a llorar.
Lloraba porque estaba malditamente enamorada, y Alexander estaba como si nada.
-Ya no llores- dijo Aarón abrazándome -Yo sé que Alexander a veces puede ser un idiota, pero es su manera de proteger su ego y su orgullo-
-¿Y cómo carajo me protejo yo?- pregunté llorando.
Aarón no contestó nada, solo me abrazó más fuerte.
-Vas a estar bien Elena, todo va a estar bien- dijo Aarón.
Esto era lo que necesitaba, un abrazo y que me dijeron que iba a estar bien. Siempre necesité esto, incluso cuando mi familia me rechazó.
Cuando el ascensor llegó a la primera planta, nos separamos. Limpié mis lagrimas e intenté reponerme.
-¿Vienes en taxi?- preguntó Aarón cuando vio que no bajamos al estacionamiento.
-Si, pero no te preocupes. Voy a estar bien- dije tranquila.
-¿No quieres que te lleve a tu casa?- me preguntó.
-No, lo mejor será terminar con esto de una buena vez- comenté acercándome a él -Muchas gracias por todo y por favor, cuida de Alexander-
Aunque Alexander era un patán, era un ser humano. No merecía que nada malo le pasara, y yo no podía evitar que mi corazón se preocupara por él.
-No te preocupes, lo voy a cuidar-
Acto seguido, di media vuelta y comencé a caminar hacia la salida de edificio, dejando atrás a Aarón y todo aquello que me recordará a Alexander.
No miraría atrás, era hora de dejar de llorar y llevar la frente en alto. Iba a salir adelante yo sola, como siempre lo había hecho...
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