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Capítulo 24

Había llegado a mi casa. Nadie me había traído. Tomé un taxi y llegué hasta aquí, no quería interrumpir a Claudia, quien bailaba felizmente con Aarón.

No había querido llorar en el taxi, pues no quería quedar en ridículo.

Aunque ya había perdido toda la dignidad.

Me senté en mi sillón y me puse a llorar. Lloraba por todo, porque extrañaba a mi familia, porque Alexander no estaba enamorado de mí y porque me tendría que ir de su vida, y no quería hacer eso. Lamentablemente no podía atar a Alexander a mi lado, no era justo para los dos.

El dolor en mi pecho cada vez dolía más, y recordé la manera más fácil de quitarlo: Alcohol.

Caminé al cajón donde tenia guardadas unas cuantas botellas para una emergencia, y esta era una emergencia. Las destapé y levanté la botella en forma de brindis.

-Esta va por ti Alexander- dije y tomé directamente de la botella.

Sentí como el tequila quemaba mi garganta, pero no se compara con el ardor de mi pecho.

Conforme fui tomando, me acostumbré a como se sentía.

Pasó el tiempo y yo seguía sentada en el piso de mi cocina, con una botella a medias en mi mano y con otra llena junto a mí.

Lloraba y lloraba desconsoladamente. Por primera vez en cinco años había abierto mi corazón y me había enamorado, pero tristemente, no había recibido lo mismo.

Cerré los ojos y en mi mente apareció Alexander, sus ojos, su sonrisa tan hermosa, su cuerpo tan perfecto, su carácter, su manera de hablar.

Estaba enamorada hasta los huesos.




Eran como las 2 de la mañana, había dormido unos cuantos minutos en el suelo de mi cocina, después desperté y volví a ver la botella y volví a tomar unos cuantos tragos.

Me sentía mejor, estaba borracha, pero ya no dolía tanto. Incluso hasta me sentía valiente.

Como pude me arrastré hasta la sala, donde con mucho trabajo, agarré mi bolso. Busqué mi teléfono a obscuras, pues solo había luz en la cocina.

Marqué el teléfono de Alexander. Primer tono, segundo tono, tercer tono y buzón. No respondía mi llamada.

Volví a intentar y otra vez nada. No me quedaría callada.

Volví a llamar y entonces respondió adormilado.

-Alexander Ambrosetti- dijo desconcertado.

-Ya no me quiero casar contigo- dije con una voz demasiado distorsionada. En mi cabeza mi voz sonaba bien, pero cuando hablaba, sonaba muy borracha.

-¿Elena?- preguntó.

-¿Tan rápido te has olvidado de mí?- pregunté con los ojos llenos de lágrimas.

-¿Estas borracha?- preguntó más despierto.

-Eso no te importa. No me quiero casar contigo- aclaré.

-Dime donde estas, voy por ti-

-No hagas como si yo te importara, nunca lo hice, solo era tu herencia- dije enojada. El alcohol hacia maravillas.

-Elena, escúchame. Dime donde carajo estas- hablo más frustrado.

-Puedes quedarte con todas tus zorras, yo me iré de tu vida- ignoré su pregunta.

-¿Eso quieres? ¿Quieres irte de mi vida? - preguntó Alexander.

Suspiré.

-No, no quiero, pero me obligaste a hacerlo- dije y colgué. Me tiré completamente al suelo.

Me deje ahogar en mis lágrimas y en el maldito dolor que volvía de llenar mi pecho.




Me desperté con un horrible dolor de cabeza. Me quedé un momento en el suelo, intentando calmarme el dolor que sentía en todo el cuerpo. Respiré varias veces y recordé lo que había pasado en la noche de ayer y parte de la madrugada.

Alexander no estaba enamorado de mí.

Cerré los ojos y volvió a aparecer ese dolor en el pecho. Me calmé y decidí ponerme de pie.

Hoy a pesar de sentirme mal, redactaría mi carta de renuncia. No me podía quedar en la empresa esperando que alguna vez esto funcionara.

Tomé un té y desayuné algo ligero, pues mi resaca no ayudaba mucho.

Finalmente, prendí la computadora y comencé a escribir lo necesario. Era mi primera vez escribiendo una carta de renuncia, pues era mi primer trabajo. ¿Lo peor? Trabajar en la empresa de Alexander era un sueño para cualquier egresado y yo la estaba botando a la basura.

Me sentía mal, pues sabia que una vez renunciando, tenia que irme de aquí. No me podía quedar en este lugar. Y aunque sabia que estaba huyendo, no me importaba, lo hacia por mi paz mental.

La carta se tenia que entregar presencialmente en recursos humano y en presidencia, y eso me causaba una preocupación horrible, pues no quería verle la cara a Alexander. Lo único que me calmaba era que esta vez sería la última vez.

Ultima vez.

Cerré los ojos intentando calmar mis lágrimas. Ya no quería llorar, pero me era imposible.

Finalicé la carta y lo imprimí. Preparé todo para mañana. Y realmente quería quedarme y luchar por esto, pero sabia que Alexander no cambiaría, ni aunque yo moviera el mundo por él.

Y es que así eran las personas, nosotros le ofrecíamos nuestra vida, nuestros sueños, las metas, pero al final no recibíamos nada. Nos dejaban rotas, heridas y solas, y solo se marchaban.




Estaba acostada en mi cama. Lo único que había hecho toda la tarde fue mirar el teléfono y esperar una llamada. Esperaba que Alexander llamara y me dijera que sentía lo mismo que yo, pero era inútil. El teléfono jamás sonó y yo seguía como tonta, esperando una llamada que jamás llegaría.

Me cobijé y miré al techo. No quería cerrar los ojos, porque sabía que, si lo hacía, Alexander aparecería en mi mente. Su estúpida sonrisa y su perfectamente maldita sonrisa.

El tiro me había salido por la culata.

Si no hubiera querido darle celos a Alexander, nada de esto hubiera pasado. Seguiría feliz con esta mentira junto a él.

Pero con los ojos cerrados. Porque no me daría cuenta de que él no me quería y de que solo importaba su herencia.

Un sonido me sacó de mis pensamientos: Un teléfono sonando.

Corrí a la sala donde se encontraba mi móvil. Era un numero desconocido. Mi corazón latió más rápido con un poco de esperanza.

-Hola- saludé.

-Hola Elena- respondieron del otro lado.

Esa voz no la reconocía, sin embargo, sabía que no era Alexander.

-¿Quién habla?- pregunté curiosa.

-Soy Aarón-

-Oh, hola Aarón. ¿Sucede algo? -

-Si- suspiro -Necesito que mañana vayas a la empresa- dijo con un tono serio.

-Eso planeaba hacer. Iré a dejar mi carta de renuncia- aclaré.

-Justo por eso solicitaba tu presencia, pero ya hiciste las cosas más fáciles- dijo soltando aire.

-¿Mas fáciles?- pregunté.

-Alexander va a solicitar tu renuncia y necesitaba que tu lo firmaras. Pasarás a mi oficina y haremos el papeleo de tu renuncia-

Una punzada.

-¿Me iba a despedir?- pregunté en voz baja.

-Lo siento mucho Elena, pero no es todo- dijo en modo de lastima -Quiere que firmes un contrato de confidencialidad, donde no puedas dar información sobre el trato que llevaron a cabo-

Otra punzada.

-No iba a decir nada de todas maneras- respondí intentado no llorar.

-Sé que es difícil para los dos. Pero tienes que entender que el tiene una imagen pública-

-¿Y no importa cómo me sienta yo?- pregunté enojada

-Perdóname Elena, pero fuiste tu quien cometió el error de enamorarse. Sabias como era Alexander y aun así caíste en un agujero sin salida- aclaró Aarón defendiendo a su amigo.

-¿Algo más que deba saber?- pregunté ignorando su comentario anterior.

-Si. Tienes que irte de la ciudad, nosotros te daremos el dinero suficiente para que empieces de cero-

-¿Qué?-

-Es por el bien de los dos-

-Si yo me voy de la ciudad, es por mí, no por él. Además, no necesito tu maldito dinero, yo puedo sola- dije furiosa.

No me iban a comprar.

-Mañana hablaremos de eso. A las 10 en mi oficina por favor- dijo y colgó el teléfono.

Los dos estaban cortados con las mismas tijeras.

Estaba segura de que esta vez no me dejaría manipular, pues algo había cambiado dentro de mi, o mejor dicho, algo se había roto...


Nota de la autora:

¡Hola gente bonita!

Nos leemos la próxima semana.

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