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Capítulo 2

¡Gracias Dios!

Saqué los tacones de mis pies al llegar a mi sofá. Estaba tan cansada.

No había pasado nada del otro mundo después de la entrevista, solo llamó a un trabajador, que para mi sorpresa, no era rubio .Él me había guiado por toda la empresa, y noté que la mayoría de mujeres que trabajaban ahí eran de un pelo rubio natural, demasiado hermosas, lo que me hacía pensar: ¿Mi jefe tendría algún trauma con las cabezas amarillas?

Si no dejaba de pensar en esas cabelleras, yo también tendría un trauma con ellas.

Mañana mi jornada empezaría a las 8 de mañana y estaba algo nerviosa y emocionada, aunque no entendía porque mi cabeza castaña había sido aceptada entre tanta mancha amarilla; pero sinceramente no importaba. 

¡Tenía el trabajo!

Cumplí una de las cosas que mi madre juro que no haría: que mi pasado me perseguiría y nadie querría relacionarse conmigo; y aunque todavía dolía, tenía que dejar las cosas atrás para sanar. Se trataba de ser mejor, no de pudrirse.

Decidí que saldría al centro comercial para comprar algo de comida y algunas cosas que faltaban para la casa. Corrí a mi habitación y me cambié por algo más casual y cómodo: un pantalón de mezclilla negro roto, con una playera básica gris, mi chaqueta negra y tenis blancos.

Tomé mi cartera y bajé al primer piso. Comencé a caminar al centro comercial más cercano.




Cargaba unas pocas bolsas cuando a lo lejos divisé una tienda con un maniquí que vestía un vestido largo color verde obscuro y una ola de recuerdos atacaron a mi mente.

...

Había salido para despejar mi mente. Esto no podía estar pasando, él era el amor de mi vida, pero al parecer, yo no era el suyo.

Caminé sin rumbo hasta toparme con un callejón donde lloré sin consuelo, quería estar sola y pensar muchas cosas.

A partir de ahí, solo recuerdo las voces.

Los gritos

Las suplicas

Y el frio que mi cuerpo sentía cuando le arrancaron el vestido color verde.

...

Tenía que salir de aquí. Tanto me costaba olvidar ese día y era muy fácil de recordar. Tomé las bolsas y salí rápidamente. No iba a llorar, era hora de empezar a sanar esa herida, pero me era difícil.  Era complicado cuando nadie te saca de ese agujero tan profundo. 

Saldría yo sola de ahí, como siempre lo había hecho.

Llegué a mi departamento y organicé las pocas cosas que había comprado. Tomé mi pijama, hice mi rutina nocturna que consistía en lavar mi cara, dientas, aplicar una crema "Mágica" que parecía ser una buena inversión.

Estaba tan cansada mental y físicamente, que no tarde mucho tiempo en caer dormida.




Maldita alarma del demonio

Estaba a punto de tirarla contra la pared, pero recordé que era la alarma de mi teléfono y no estaba en condiciones de comprar uno nuevo.

Tomé una ducha rápida y me vestí con lo más formal que tenía: un vestido ajustado color crema con un saco negro, mis zapatos de tacón del mismo color y unos accesorios.

Me maquillé y tomé algo de desayunar, no era mucho desayuno, pero al menos me llenaba y me rendía de aquí a mi almuerzo.

Salí corriendo, ya que solo tenía 20 minutos.

Caminar tenía sus ventajas: te distraías, respirabas aire fresco, no contaminabas y lo más importante: Ahorrabas.

Después de caminar y terminar un poco cansada, llegué. La misma mujer de ayer estaba en la recepción.

-¿Elena Hells?- preguntó sin mirarme, solo tecleaba algo en su computador.

-Emm, si soy yo- dije sin saber que estaba pasando.

Y en respuesta solo me tendió un gafete como el de ayer, con la diferencia que este decía mi nombre, una foto que, suponía que la habían sacado de mi curriculum y una inscripción que decía "EMPLEADA".

-Ese es tuyo, cuídalo porque no te daremos otro. Sube al mismo piso de ayer y ahí te dirán todo lo demás- dijo mirándome a los ojos.

Yo solo asentí y me encamine al elevador gris.

Ya adentro esperé que dejara a los demás empleados en su piso, los nervios empezaron a atacarme; y era normal, pues era mi primer día de trabajo con un hombre guapísimo como jefe.

Un sonido me informó que ya estábamos en el último piso, así que solo salí y vi a la misma recepcionista de ayer, ella parecía más sincera.

-¿Eres Elena Hells?- preguntó con una sonrisa amable

-Si-

-Me presento, soy Claudia Gómez, recepcionista de este piso y de las únicas dos oficinas que hay. Por lo que sé, tu eres la nueva secretaria del señor Ambrosetti. Toma el pasillo de la izquierda y la única puerta del fondo es tu destino- Me dijo amablemente. Esta chica me caía bien.

-Gracias- empecé a caminar hacia donde ella me había dicho, pero regresé -Una pregunta más. ¿Cuál es la diferencia entre recepcionista y secretaria?-

Ella solo sonrió

-Yo solo recibo a las personas y sonrió, tú tienes que hacer papeleo, cancelar o llevar a cabo juntas, avisar a todos los socios algo importante, atender al jefe, aguantarlo, dar ideas y más- respondió alegre.

Mierda

Solo sonreí asustada y caminé hacia la puerta del pasillo.

Había un escritorio decente junto a la puerta y supuse que era mío. El día de ayer los nervios habían sido tantos, que no me había dado cuenta de michas cosas.

Me armé de valor y toqué la puerta.

-Adelante- dijo esa voz tan sexy que podía mojar media cuadra.

Tomé aire y abrí la puerta de madera. Él se encontraba revisando unos papeles, al escuchar mis pasos levantó la mirada. Una sonrisa apenas visible apareció en sus labios. Yo solo me limité a quedarme ahí para esperando a que el hablara primero.

-Señorita Hells, bienvenida. Tome asiento- dijo amable señalando las silla que se encontraban frente a él. Como ayer.

-Dígame para que soy buena- mencioné más calmada.

-Yo también quiero saberlo, pero primero el trabajo- respondió en un susurro, sin embargo, lo escuché. La sangre subió a mis mejillas.

¿Qué me estaba pasando?

-Planifica en tu agenda las reuniones de hoy y cuando estén listas, me las notificas, a las 11 quiero mi almuerzo por el cual saldrás a la cafetería de la esquina, lo pedirás a nombre de Alexander Ambrosetti. Revisa que eventos tengo el día de hoy y envíamelos. Tu agenda se encuentra en tu escritorio y por ultimo, quiero un café descafeinado con dos cucharaditas de azúcar. Puedes retirarte- dijo tecleando algo en su computador.

¿Qué?

Mi cerebro de ardilla intentaba recordar y creo que lo estaba haciendo bien.

-Claro- dije en un susurro y salí de ahí.

Dejé mi bolso en el escritorio y caminé nuevamente al escritorio de Claudia.

-Creo que ya conociste al jefe- comentó mirando mi cara.

-¿Dónde preparo un café?- solo pregunté intentando no olvidar nada.

-En la puerta junto al ascensor- señalo una puerta que no me había dado cuenta que estaba ahí.

Caminé y preparé un café. Tampoco era tan inútil. 

Ya listo, regresé a la oficina de mi jefe. Toqué; su bella y hermosa voz respondió, pasé y deje el café en su escritorio. Espere un gracias o algo parecido, pero nada.

-Puedes retirarte- mencionó indiferente.

Salí de ahí un poco enfadada. ¿A caso no tenía modales? Alguien le tenía que enseñar a decir "gracias"

Solo respiré y me calmé, tenía que hacerlo. 

Hoy sería un día demasiado largo... 



Nota de la autora:

¡Hola gente bonita!

Aquí esta el segundo capítulo de esta historia; de verdad esperó que les guste.

Les deseo una buena noche...

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