Capítulo 17
-¿Lista?- preguntó Noah.
Nos encontrábamos frente a un club que se veía demasiado caro. Trague saliva.
-Ustedes van a pagar ¿verdad?- pregunté, mientras veía entrar a hombres adinerados acompañados de mujeres hermosas.
-Si- respondió Claudia.
-Entonces estoy lista- hablé y fui la primera en entrar.
De verdad necesitaba algo de alcohol en mi cuerpo, ya que estaba demasiado tenso. Necesitaba sacar todas las presiones y cosas que me estaban atormentando.
Entramos y de verdad que el ambiente era muy bueno. La música sonaba por todas partes y había un olor estupendo a alcohol. En general, el lugar era muy bonito, con colores cálidos y luces deslumbrando por aquí y por allá. Había un segundo piso, y por lo que observaba, sólo la gente con poder estaba ahí, pues veía hombres con trajes y con mujeres a su alrededor. Esa gente hacia que los demás comieran de la palma de su mano, como Alexander.
-Vamos a la barra- mencionó Noah en mi oído, pues la música estaba algo fuerte. Los tres caminamos a la barra y aproveche que los tragos eran gratis.
Minutos después, mi cuerpo ya estaba relajado. Me encontraba en la etapa "feliz" y me ría de todo lo que me decían.
-Ese hombre es realmente guapo- exclamó Claudia. Giré para verlo, y valla que si era guapo.
-Ve y habla con él- le aconsejé.
-¿Y tú no buscaras a alguien?- me preguntó.
Me reí.
-Se supone que estoy comprometida- dije con tanto sarcasmo.
-Pero todo es mentira. Además él se acuesta con muchas mujeres, ¿por qué tu no?-
Tenía razón, pero como le explicaba que tenía un pasado que me atormentaba. Aún no era tiempo para abrirme, solo quedaba esperar.
-Vamos Elena, diviértete- dijo Claudia.
Y con la idea "Él se acuesta con muchas mujeres" mi cuerpo absorbió más alcohol.
Estaba algo borracha. Claudia estaba bailando con el castaño que había conquistado. Miraba sus movimientos y realmente mi amiga era sexy. Sus caderas bailaban de aquí para allá y el hombre le acompañaba. Y al otro lado de la pista se encontraba Noah con una muchacha de cabellos azules, los dos estaban disfrutando el momento y solo yo estaba sentada y borracha.
-¿Quieres bailar?- dijo un hombre alto y joven. Derrochaba dinero y sensualidad, ¿el único defecto? Que no era Alexander.
-Claro- dije intentando ponerme de pie. Tomó mi mano y me llevo a la gran pista.
Se colocó detrás de mí, y comenzamos a movernos. Nuestras caderas iban de aquí para allá. No lo estaba disfrutando, pues mi mente no estaba allí. Mi mente se enfocaba en aquellos ojos que me gustaban tanto, esos labios que me volvían loca y aquel olor que me ponía el mundo de cabeza. Debía aceptar que aunque Alexander me estresaba, me gustaba mucho su maldito carácter.
Mis pensamientos fueron interrumpidos cuando bruscamente me dieron la vuelta. Era más alto que yo, debía aceptar que era guapo, pero no tanto. Solo nos miramos algunos segundos, no sentía aquella conexión. Se acercó lentamente a mí y me quede paralizada. Él me iba a besar. Justo antes de tocar mis labios giré la cabeza bruscamente haciendo que besara mi mejilla derecha.
-No- fue todo lo que dije.
-Vamos preciosa- y lo intentó otra vez.
Lo intenté empujar, pero me tomó de las caderas, evitando que me hiciera para atrás. Entonces comenzó a ser más agresivo. Decía palabras hirientes y comenzaba a llevarme a la salida de atrás. Mis gritos eran inútiles, pues la música era alta y todo estaba obscuro. Salimos por la salida de emergencia, y daba a un callejón tenebroso.
No otra vez
-Por favor basta- supliqué una y otra vez.
-Cierra la puta boca- digo agresivamente. Me recargó en la pared y comenzó a dar asquerosos besos en mi cuello, sus manos viajaban por todo mi cuerpo. Luchar era inútil, pues no tenía fuerza y mis golpes no le hacían nada. Cerré los ojos, pues no quería ver esto otra vez. Comencé a llorar silenciosamente.
Sentí como alejaron al hombre de mi cuerpo. Abrí los ojos y lo que vi me sorprendió. Alexander tomaba al hombre de la camisa, y en sus ojos había tanta rabia.
-Aleja tus putas manos de ella- mencionó con la mandíbula apretada.
Alexander solo lo miraba, y el hombre aprovecho aquello, pues le soltó un golpe en el pómulo. Me sorprendió tanto, pero no podía moverme, el miedo no me dejaba mover. Ese golpe causo más furia en él, pues comenzó a golpearlo sin compasión. Fue entonces cuando reaccioné, no dejaría que Alexander matará a semejante idiota.
-Basta Alexander- dije tomándolo del brazo. Los golpes se detuvieron, pero la rabia seguía allí.
Se levantó ignorando al hombre casi muerto. Me tomó por lo hombros y me abrazó, entonces me sentí querida y protegida después de tantos años.
Sabía que se había portado como un idiota y que no lo valía, pero, hacia tanto tiempo que nadie me abrazaba o se preocupaba por mi.
-Vamos, te llevo a tu casa- mencionó Alexander. Solo asentí, pues las palabras se habían ido.
Caminamos a la calle, donde se encontraba el carro de él. Había dos hombres, y uno de ellos abrió la puerta para mí. El otro se acercó a mi jefe.
-Encárgate de él- le dijo Alexander. El hombre asintió y camino al callejón. No sentí pena o lastima por aquel hombre, pues se lo merecía. No podía haber violadores sueltos por la calle, y lo peor es que nadie se preocupaba por ello.
Subimos al auto y su chofer nos llevó a mi departamento. En todo el camino hubo un silencio, pero no era incómodo. Alexander estaba respetando mi espacio, mientras yo captaba todo. Entonces lo recordé todo.
...
-Por favor basta- suplique llorando.
-Cállate y gózalo- dijo aquel asqueroso hombre.
Grité para pedir ayudar, pero nadie me escuchó. Supliqué para que se detuviera, pero nadie se detuvo. Peleé para salir de ahí, pero perdí la batalla. Nadie hizo nada por mí y aquel hombre se había aprovechado de mi soledad y debilidad.
...
Lagrimas comenzaron a salir. Mi cuerpo se sentía tan destrozado como aquella vez. Me sentía tan impotente, porque nadie había hecho nada, solo me habían rechazado, me habían hecho a un lado. Me culpaban de algo que yo no había ocasionado y eso dolía hasta el alma.
-Tranquila. Ese hombre jamás te volverá a tocar- aseguró Alexander.
-Yo no merecía eso- susurraba una y otra vez.
Él solo se dedicó a abrazarme y consolarme. Entonces supe que quería confiar en él, supe que él merecía saber la historia.
Nos encontrábamos frente a mi departamento. No quería que él se fuera, porque sabía que si me quedaba sola, todo el mundo se me vendría encima.
Me di cuenta que su pómulo estaba mal. El desgraciado había dañado a Alexander.
-Estas sangrando- toqué la zona enrojecida. Solo hizo un gesto de dolor.
-Voy a estar bien- dijo él.
-Déjate curar. Es lo mínimo que puedo hacer por ti- pedí. Además no quería estar sola.
Pensó un momento en mi oferta. Una sonrisa pequeña se asomó.
-Está bien- mencionó Alexander.
Abrí mi departamento. Él tomó asiento en la pequeña sala mientras yo buscaba el botiquín de emergencias.
-¿Listo para ser curado?- pregunté sentándome frente a él.
-Más que listo- aseguró.
Comencé a curarlo en silencio. Sus facciones eran tan perfectas. Tenía una mandíbula tan marcada que te volvía loca. Una barba que apenas se asomaba, pero le daba ese toque de sensualidad que tanto me gustaba, pero sobre todo, aquellos ojos tan profundos como la noche. Esos ojos tenían un encanto, que te hechizaban a primera vista.
-¿Ya me dejaste de adorar?- preguntó Alexander.
-No estás tan guapo- respondí intentando tapar mi vergüenza.
Una carcajada sonó. Ese sonido era una melodía tocada por los Dioses. Aquel sonido me hizo sonreír.
Alexander era un buen hombre, estaba roto, pero se podía sanar.
Terminé de limpiar. Guardé mis cosas mientras él seguía mis movimientos. Comprendí que había llegado la hora.
-Alexander- hablé llamando su atención
-¿Qué pasa?-
Respiré profundamente. Mi historia merecía ser contada, pero sobre todo, yo merecía dejar a mis fantasmas atrás...
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