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Capítulo 14

Mis ojos se llenaron de lágrimas y sentía la garganta seca.

-Elena- dijo Alexander acomodándose la camisa. La mujer que tenía encima se hizo a un lado mientras se intentaba cubrir un poco.

-Fue mi error no haber tocado- fue lo único que pudo salir de mi boca.

Di media vuelta e intenté salir de ahí. Una mano me detuvo, obligándome a dar vuelta y mirarlo a los ojos.

-Espera- mencionó Alexander mirándome.

-Deja que se vaya. Es solo una secretaria- dijo aquella mujer. No la había visto bien, y vaya que era hermosa, lo malo, otra rubia.

Su trauma con las rubias seguía.

-Ella tiene razón. Solo soy una secretaria- respondí con toda la rabia guardada. Alejé mi cuerpo del suyo y me fui de ahí.

Tenía que irme de ese lugar. La última vez que los recuerdos me habían controlado, todo había salido mal.

No me importó si aún no era mi hora de salida o si me despedirían, solo necesitaba largarme de ahí. Esto se había convertido en una bomba, y estaba a punto de explotar.

Subí al ascensor y bajé al primer piso, donde choqué con Noah.

-¿Estas bien?- preguntó al verme.

-Sácame de aquí- pedí. Sentía que mis crisis regresarían.

-Está bien- fue toda su respuesta.

Tomó mi mano y me jaló hasta el estacionamiento. Empezamos a caminar hacia un carro azul metálico muy bonito.

-Sube- dijo abriendo la puerta para mí. No dude dos veces su propuesta.

-¿A dónde vamos?- preguntó Noah cuando empezamos a avanzar.

-No lo sé- suspire cansada.

-¿Quieres hablar de lo que pasó ahí arriba?-

-No- respondí.

Estaba cansada de todo esto. Yo había huido de mi casa para que no controlaran mi vida, y había regresado a lo mismo con Alexander.

Pero, ¿Por qué me sentía así? Él y yo no teníamos nada, así que podíamos hacer lo que quisiéramos. Él no me debía explicaciones y yo no tenía porque pedirlas.

Pero merecía respeto, no tenía que ser humillada o denigrada de esa manera.

Siempre había tratado de controlar a mi mente, y lo estaba logrando; pero el maldito Alexander lo arruinaba todo. Yo sabía que en la vida no era todo de color rosa, pero en los últimos años, todo se había convertido un túnel sin salida.

Mi mente repetía una y otra vez que me tranquilizara.

Sin darme cuenta, habíamos llegado a un pequeño parque. Estaba vacío y era lo mejor.

-¿Quieres estar sola?- preguntó Noah.

No contesté. Solo asentí con la cabeza.

Acto seguido me baje del auto. No dije una sola palabra. Caminé dentro del parque y me senté en sus pequeñas bancas. Cerré los ojos y recordé los buenos momentos.

Mi infancia había sido la mejor del mundo. Disfruté demasiado siendo la más pequeña de mis hermanos ,pues siempre fui la consentida de mis padres. Crecí en una familia pequeña, pero amorosa. Solíamos ser unidos y siempre salíamos adelante sin importar las adversidades. Y mi adolescencia también había sido buena, conocí a unos bueno amigos que me enseñaron lo bueno de la vida. Todo cambió cuando conocí a Dylan.

Abrí los ojos.

Los buenos momentos habían acabado.




Después del parque, Noah me había traído a mi departamento. Tenía todo el día libre, pero sinceramente estaba cansada y rota. Solo quería dormir y llorar, pero el llanto era signo de debilidad, por lo tanto, solo dormiría.

Pero había algo que no me dejaba descansar.

¿Qué iba a pasar ahora?

Quería renunciar, pero sabía que con Alexander no sería fácil. Tenía que planear mis palabras y  acciones, pues yo ya no quería estar ahí, o al menos mi salud mental ya no quería.

Me recosté en mi cama y revisé mi instagram, probablemente había algo bueno ahí.

Una notificación llamo mi atención. Era un artículo acerca de Alexander. Estaba a punto de abrirla cuando mi teléfono recibió miles de ellas, al punto de trabarse.

¿Qué estaba pasando? ¿Qué había hecho Alexander?

Corrí a la sala de mi casa y prendí la pequeña televisión que tenía. Lo que estaba viendo no podía ser posible.

-Por fin el exitoso empresario Alexander Ambrosetti ha dado de que hablar. Su vida privada siempre fue un secreto, o al menos, hasta hoy- dijo que presentadora.

¿Hasta hoy?

-Después de no haber sido captado con nadie por años, el día de hoy ha revelado que tiene novia, y no solo eso, también comentó que pronto va a casarse con ella. El motivo de su felicidad tiene nombre y apellido: Elena Hells. Su secretaria. Vaya que a estos chicos les gusta el cliché- comentó.

Apagué la televisión.

Esto no estaba pasando. Alexander había sido capaz de revelarlo todo.

Grité. Grité de enojo y rabia. Alexander estaba controlando mi vida, y yo no podía hacer nada.

Estaba a punto de estampar el florero contra la pared, pero un ruido me detuvo. Asomé mi cabeza a la ventana y descubrí el origen del ruido. Un montón de fotógrafos se encontraban frente a la puerta del edificio, y todos luchaban por entrar. Se aventaban, gritaban y buscaban otras entradas. Nada los pararía.

Un auto deportivo rojo frenó justo en la entrada, tres camionetas negras le siguieron. Un Alexander rodeado de guardaespaldas se bajó del auto. Los fotógrafos desviaron su atención de la puerta hacia él. Los gritos se intensificaron y rodearon a Alexander. Intentaban llegar a él de cualquier manera. Creían que contestaría tan solo una pregunta.

Al llegar a la puerta, lo perdí de vista. Todos los guardaespaldas hicieron una muralla, evitando que cualquiera pasara. Y en cuestión de segundos, mas paparazis se hicieron presentes.

Todos ellos querían saber que estaba pasando, tanto como yo.

Un minuto después el timbre de mi departamento sonó. Me levante corriendo a abrir la pequeña puerta, y por obvias razones era Alexander.

-¿Puedo pasar?- preguntó neutro.

-Haz lo que quieras, total, siempre lo haces- respondí enojada.

Di media vuelta y regrese a la pequeña sala, como si nada me importara. Tenía las inmensas ganas de matarlo y acabar con todo este teatrito. Mi adulta interna tenía que salir para no hacer ninguna estupidez.

-¿Cómo te encuentras?- preguntó él. Parecía estar muy tranquilo, como si no me hubiera arruinado la vida.

-¿Cómo quieres qué me encuentre? Me siento traicionada, enojada y tengo unas grandes ganas de estrangularte- respondí.

No dijo nada. Tomó asiento enfrente de mí e intentó que lo mirara a los ojos, pero yo no lo quería ver. Cuando me armé de valor, lo miré.

-Se acabó- pronuncié.

-¿Qué se acabó?- preguntó él.

-Esto. Lo que sea que tenemos- dije.

Una sonrisa burlona se asomó en su rostro. ¿A caso se estaba burlando de mí?

-No- respondió Alexander –Esto no se acaba hasta que yo lo diga-

-Entonces le diré la verdad a todos, y tú le dirás adiós a tu herencia- amenacé.

Su sonrisa se borró, y me causo un poco de satisfacción. Por fin yo tenía un poco de control ante esta situación. Lamentablemente sabía que no duraría mucho.

-Pequeña Elena, no vas a zafarte tan fácil de esto- Alexander se puso de pie.

-Claro que sí. A ti solo te importa tu herencia, y voy a destruir eso- hablé lo más firme que pude.

-¿Y si yo destruyo lo que más te importa?- preguntó seguro. Él creía que podía ganar, y eso me asustaba un poco.

-No tengo nada que perder- respondí.

Alexander se acercó a la ventana, y miro lo que pasaba afuera. No decía nada, hasta que lanzó la bomba.

-¿Ni si quiera a tu querida madre?-

¿Mi madre?

Esto se empezaba a salir de control, y con solo mencionar a mi madre, me temblaba todo.

-¿Qué tiene que ver mi madre en todo esto?- pregunté acercándome a él.

Dio la vuelta para mirarme.

-Tu mamá nada, pero no me dejas otra opción- comenzó a caminar a la puerta lentamente –Lamento que tu madre tenga hemocromatosis, pero lamentó más que apenas pagar sus tratamientos-

-¿Cómo sabes que está enferma?-

Le habían diagnosticado hemocromatosis antes de que yo me fuera de la casa. Cuando me fui me costó mucho dejarla, pues sabía que su tratamiento era caro, y eso para todos en mi familia era difícil.

-Eso es lo de menos. Lo que importa es que si no sigues en esto, no podrá pagar más su tratamiento, y matarías a la mujer que te dio la vida- dijo.

Mi cuerpo sudó frio. Él quería que yo me quedara callada, a cambio de la vida mi madre. Era un bastardo, igual que su padre.

-Seguirás con el maldito plan, y prepárate para nuestra boda- dijo casi llegando a la puerta.

Un nudo se formó en mi garganta. Caminé frente a él y lo detuve. Se soltó de mi agarre, pero se quedó quieto en su lugar.

-No te atreverías- dije con lágrimas en los ojos.

-Sabes que por poder hago lo que sea y si eso implica atarte a mí, lo voy a hacer- contestó él mirándome fríamente.

Después de esto salió de mi casa, dejándome ahí con el alma rota, como me habían dejado hace años...


Nota de la autora:

He regresado con uno de mis capítulos favoritos. Estas dos semanas son de exámenes y espero que me entiendan. Comenta que crees que pasará.

Bye gente bonita...

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