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Capítulo 13

Toda la noche había sido un martirio, no pude pegar el ojo. Y todo por el maldito de Alexander.

No me lamentaba de nada, pero todo se había complicado. Si quería ignorarlo, ahora sería imposible. Pero la pregunta detonante era ¿Cómo me trataría él? 

¿Se olvidaría del beso y seguiría como si nada o lo recordaría como yo lo hacía?

No creía que Alexander fuera de "noviecitas", y yo tampoco tenía relaciones serias, entonces, ¿Qué era lo nuestro? Ya había sobrepasado los límites de un contrato.

Era un milagro que el espejo no se estrellara al verme, pues aparte de un moretón, había dos grandes bolsas negras debajo de mis ojos.

Todo daba vueltas dentro de mí, nada estaba bien. Solo me quedaba salir y dar lo mejor de mí, cómo siempre.

Ya estaba lista para irme. Quería llegar antes de lo normal, porque quería hablar con Alexander.

Salí de mi edificio y me encaminé a mi lugar de trabajo. La rutina era la de siempre: Saludar al guardia de la entrada, subir al ascensor, esperar que se vacié, quedarme sola hasta mi piso y finalmente saludar a Claudia.

-Buenos días- saludé

-Buenos días. ¿Qué te ha pasado? Ayer no regresaste después de tu hora de comida- dijo ella.

-Surgieron unos problemas personales y tuve que irme antes- respondí. No era mentira, pero tampoco era toda la verdad.

-¿Pero estas bien?- dijo ella preocupada

No

-Si- respondí.

-El jefe ya está en su oficina- me avisó.

-Muchas gracias-

Caminé hacia mi escritorio y deje mis cosas. Me coloqué enfrente de la puerta de madera y tomé aire. Toqué dos veces.

-Adelante- dijo esa voz tan varonil.

Giré el pomo con toda la valentía posible. Y ahí estaba él: Trabajando en su computador, con un aire de poder y esos labios.

¡Maldita sea! Esos labios habían sido creados por los Dioses.

-Elena- su voz me saco de mis pensamientos –Toma asiento- 

Obedecí y tome mi respectivo lugar.

-Quiero hablar contigo- hablé. No te eches para atrás ahora Elena.

-Te escucho- respondió mirándome.

-¿Qué haremos con lo que paso ayer?- pregunté.

Una risa salió de su boca. ¿Se estaba burlando?

-Somos personas mayores Elena y no hicimos nada malo- me dijo.

-Pero eres mi jefe- comencé a alterarme –No voy a ser una cualquiera-

-Y no lo eres. Nadie tiene porque enterarse de esto-

Me intenté tranquilizar, pues si me alteraba no resolveríamos nada.

-Lo mejor es que nos alejemos y hagamos como si nada- ofrecí.

-No- respondió Alexander inmediatamente.

-¿No?-

-No Elena. No voy a hacer eso- dije ahora con una voz más fría.

-¿Por qué no?- pregunté.

Y se quedó callado, intentando darme una respuesta.

-Porque no puedo- finalmente habló.

-¿Qué no puedes hacer?-

-Hay algo que no me deja alejarme- respondió.

-¿Cómo qué?- pregunté con un poco de esperanza.

-El contrato- respondió.

Mis ilusiones se derrumbaron. Él solo me mantenía aquí por su maldita herencia, y lo peor era que yo no podía hacer nada.

No sabía que estaba sintiendo. Tristeza, desilusión, enojo o dolor.

-Bien- fue toda mi respuesta.

Un silencio incomodo se formó en la habitación.

-El trabajo que tienes que hacer se encuentra sobre tu escritorio, y algunos pendientes están en el computador- me ordenó él.

-Está bien- dije levantándome de mi asiento.




Mi trabajo ya estaba listo. Solo había cruzado algunas palabras con Alexander en el transcurso del día.

Al parecer el también había decidió ignorarme, pues había asistido a una junta, a la cual ya había decidido faltar, pero, de ultima hora, decidió ir. Dijo que iría sin mi, pues yo tenía cosas que hacer. No reclamé y solo obedecí.

Alexander había regresado hace una hora.

Claudia se había ido a su hora de comida y yo seguía aquí sentada mirando a la nada. No tenía hambre, aparte de que no quería salir de aquí.

El sonido del elevador me distrajo. Debido a que yo no lo podía ver, no sabía quién era. Claudia no era, porque no tenía ni 5 minutos que se había ido, y nadie más entraba a este piso.

Un chico castaño de tez blanca apareció en mi visión. Era alto y tenía buen cuerpo, aparte de que traje le favorecía mucho. Tenía unos pequeños chinos, haciendo que su cabello se viera tan acariciable.

Se plantó frente a mi escritorio.

-Hola. ¿Se encuentra el jefe?- preguntó mirándome.

-Sí, ¿desea verlo?- dije yo.

Solo asintió con la cabeza.

Tome el teléfono y me comuniqué a su oficina. A los tres tonos contestó.

-Dime, Elena-

-Alguien desea verlo- dije.

-¿Quién?- preguntó él.

Tapé la bocina y dirigí mi mirada a aquel chico rubio.

-¿Nombre?-

-Noah Salvatore- respondió.

-Noah Salvatore- le comuniqué a mi jefe.

-Hazlo pasar- fue la respuesta de Alexander antes de colgar.

-Puede pasar señor Salvatore- le informé al castaño.

-Gracias- dijo con una voz ronca, eso le hacía ver un poco más sexy.

Me volví a quedar sola en aquel espacio.

No sabía que sentía dentro de mi ser, acaso ¿Un corazón roto?

Que estúpido. Eso era imposible, porque yo no amaba a Alexander. No negaba que tenía lo suyo y que era un caballero, pero mi corazón no era de él, sinceramente no era de nadie. Después de Dylan prometí que no volvería amar, pero, ¿Qué me sucedía con Alexander?

Había algo que no me dejaba alejarme, aparte de sus amenazas.

¿Tenía que quedarme o huir de aquí?

Mis pensamientos fueron interrumpidos por la puerta abriéndose, dejándome ver a Noah y Alexander.

-Señorita Hells debería ir a comer- dijo mi jefe.

-No tengo hambre-

-Estoy de acuerdo con el señor Ambrosetti- dijo ahora Noah, metiéndose en nuestra conversación.

¿Acaso esto era una conspiración?

-Vamos señorita Hells, yo también iré a comer. Puede venir conmigo- se ofreció Noah.

Dudé un poco.

-Está bien- dije tomando mis cosas de mala gana.

Antes de avanzar con Noah miré a Alexander, y vi algo en sus ojos: Rabia. Tenía la mandíbula tensa y los puños cerrados.

¿Acaso estaba celoso? Que tonta idea, él jamás estaría celoso de algo que concierne a mí.

Y esa idea hizo que mi corazón doliera un poquito más.




Me encontraba sentada enfrente de Noah. Ninguno había dicho una palabra, y para ser sincera, eso me incomodaba un poco.

-Así que tú eres la famosa Elena- dijo él.

-¿Famosa?- pregunté confundida. Apenas llevaba casi 2 semanas trabajando ahí y ya era famosa. Un nuevo record.

-Algunas personas te han visto salir más veces de lo normal con el jefe- respondió.

Mierda

-Eso no me hace diferente. Solo soy su secretaria- dije, intentando restarle importancia.

-Si cómo no- expresó de una manera sarcástica.

¿A caso ellos sospechaban algo?

-¿Cuál es tu labor en la empresa?- pregunté cambiando de tema.

Él pensó un poco antes de hablar.

-Trabajo en el área de diseño. Me encargó de la imagen de la empresa- respondió.

-Eso es interesante-

-A pesar de que soy bueno haciéndolo, creo que puedo a avanzar más- mencionó.

-Esa suena como una buena idea-

Una mesera de figura rellenita se acercó a nosotros. Tenía un aspecto demasiado tierno.

-¿Qué desean ordenar?- preguntó sacando un pequeño cuaderno y un lapicero.

-Dos especiales del día con dos malteadas de fresa grandes- habló él.

-En un momento se los traigo- dijo la mesera mientras se alejaba de la mesa.

-¿No tengo opinión sobre mi almuerzo?- pregunté un poco irritada.

-No, o al menos hasta que me digas la verdad-

-¿Cuál verdad?-

-Acepta que eres más que la secretaria del jefe- dijo él.

Esto era un grave problema.

Tomé mi cabeza entre mis manos. Estaba estresada e irritada.

-No soy nada más que su secretaria- respondí tratando de tranquilizarme.

-Demuéstralo- exclamó Noah.

-No tengo porque demostrarte nada- espeté.

-¿Sabes que no me voy a rendir?- preguntó con orgullo.

-Pues no vas a encontrar nada- respondí de la manera más segura posible.

Mentirosa

Sabía que él iba a encontrar eso y mucho más.




Acababa de entrar al piso que me correspondía. Claudia aún no había llegado, pues aún era temprano y era el momento perfecto para hablar con Alexander acerca de las sospechas de todos.

Caminaba lo más rápido posible hacia su oficina, pero se me hacía el trayecto más lento del mundo.

Dejé mis cosas en mi escritorio y sin tocar la puerta, entré a la oficina.

Mala idea.

Una mujer semidesnuda estaba en las piernas de Alexander. Los dos notaron mi presencia y dejaron de hacer lo que estaban haciendo.

Esto había sobrepasado mis límites...

Otra vez...



Nota de la autora:

¡Hola gente bonita! Por fin he regresado de mi largo descanso. Si soy sincera no tenia nada de inspiración, pero milagrosamente regresó a mi. 

Tenga un hermoso fin de semana y nos leemos hasta la próxima.


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