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Levi Ackerman


Otra vez.

Otro día más.

Otro sueño roto.

Otra decepción.

Otro trabajo esclavizante.

Otra noche sola.

-Por fin, ¡ya estoy en casa!! -grito como si hubiera alguien para recibirme.

Tengo 22 años, un apartamento en New York y un muy bien remunerado empleo. ¡Quién no quisiera ser yo! ; precisamente yo.

Entro arrastrando los pies visiblemente cansada, después de cerrar la puerta y colocar cuidadosamente los 12 seguros y candados, me dejo caer boca abajo en un sofá. Aún con la cara enterrada en los cojines, busco a tientas el control remoto de la TV sobre la mesa de centro, pero lo único que consigo es tirarlo.

-Mmmmmm -gruño molesta, no pienso moverme.

Al cabo de unos 30 minutos, desentierro el rostro de los cojines y giro quedando boca arriba. Contemplo el techo descascarado, antes, solía mirar las estrellas recostada sobre el techo de la casa de mis padres, solo con una bolsa para dormir y repelente de insectos, recordar esos maravillosos días cuando la vida era simple, me hace sonreír. Un sonido estridente me devuelve a la realidad sacándome de mi ensoñación, en automático y de un brinco me puse de pie y revuelvo el interior de mi bolsa para localizar la fuente del sonido.

-Bueno, si, no, entiendo señor, ssssi, mañana lo tendrá a primera hora -Trato de seguir el hilo de quién me grita al otro lado de la línea-. ¡¡Hoy!! pero, acabo de... si, entiendo, muy bien, salgo para allá.

Termino la llamada y boto el celular sobre la mesa. Mi jefe adelantó la junta programada para dentro de 3 días a mañana, lo que significa que debo trabajar toda la noche para tener listo lo necesario para tan importante reunión.

No hay tiempo de ducharse, me cambiaré de zapatos por unos más cómodos; como algo que caliento en el microondas y salgo de vuelta a esa oficina en donde ahora paso más tiempo que en mi propia casa.

Por la mañana, todo está listo, mi jefe inspecciona los documentos y afina los últimos detalles.

-Te ves terrible -dice sin más el hombre causante de mis desvelos, y no es en sentido romántico-. Será mejor que te tomes el día.

Por un instante me sentí realmente valorada, que alguien se preocupaba por mi, y entonces...

-No puedo permitir que te enfermes, la productividad de esta compañía depende de que todos mis empleados den el 200%. Ve a casa, te llamaré si es necesario.

Solo suspiro, agradezco y me retiro. Ese no era el trabajo que yo quería, no era la vida que había planeado, pero papá hizo que entrara a esa empresa para "garantizar mi futuro". Haber dejado que otros decidieran por mi...

-¡¡Ahhhhh!! -suspiro al sentirme frustrada, otra vez.

De vuelta en casa, me dirijo a la recámara, aviento mis zapatos a un rincón, me quito la falda y las medias tirándolas junto a la cama, sólo dejo caer mi peso en el centro del colchón dispuesta a descansar mientras halo el cobertor envolviéndome con el, hacía calor, así que termino por quitarme también la blusa y el sujetador, quedando solo con unos bikers de encaje.

Justo cuando comenzaba a conciliar el sueño ¡¡¡¡ESE MALDITO SONIDO!!!! retumba desde el interior de mi bolsa, me hago un ovillo con las cobijas tratando de ignorarlo, ¡pero no puedo!, finalmente me levanto, tomo mi bolsa y molesta vacío su contenido en el piso para localizar más rápido aquel aparatito.

-Bueno, ¡¡¡Hola... Hola!!!

Nadie contestó, miro la pantalla y no conocía el número, suspiro fastidiada, miro las cosas tiradas y noto un libro que no es mío, estaba abierto y boca abajo, tal vez alguna de mis compañeras de trabajo se había equivocado de bolso. Lo tomo para revisarlo, esperando encontrar el nombre de su propietario para poder devolverlo, más bien parece un diario, pero todas sus páginas estaban en blanco, bueno, casi todas.

-Capitán Levi Ackerman. -Leo en voz alta en una de las páginas-, ¿Quién será?, mmmm. -Comienzo a caminar de vuelta a la cama-. No conozco a nadie con ese nombre. ¡Ahhhhh! -bostezo sonoramente.

-Mejor aprovechó mi descanso -me digo a mi misma, dejo el libro y el "apatatito infernal" en la mesita de noche-. Ya pensare después... como encontrar... a ... ese... Leví.

Y caigo rendida en brazos de morfeo.

-Bien, ya era hora de que despertaras. O acaso piensas dormir todo el día.

Escucho una voz aún adormilada, o tal vez sigo dormida porque veo un muchacho en mi habitación, me está llamando, ¿que dice?. Mis sentidos reaccionan súbitamente, ¡no estoy soñando, sí es un muchacho en mi habitación! Está sentado en la silla de mi tocador, lleva puesto una especie de uniforme militar. Antes me veía directamente, ahora ha ladeado la cara y trata de no mirarme. Ya estoy bien despierta, sentada en la cama, entonces le pregunté:

-¿Quién eres tu? Y más importante, ¿cómo entraste?

Ahora me dirige una breve mirada por el rabillo del ojo, pero no me responde, solo se levanta y comienza a caminar tranquilamente hacia la puerta de mi habitación, gira la perilla dispuesto a salir...

-Mi nombre, es Leví. Vine aquí porque tú lo pediste -habla con una voz sumamente tranquila, sale de mi cuarto y antes de cerrar dice- Será mejor que te pongas algo de ropa, esperaré afuera.

¿Ropa?, ¡¡No puede seeerr!! ¡¡Había olvidado que me encontraba semidesnuda!! Al caer en cuenta cubro mis pechos con los brazos. ¡Ay, que caso tiene! Él ya salió, con razón desvió la mirada en cuanto me levanté. Estoy apenada y confundida, ¡por Dios, me vio semidesnuda!, por otro lado, se portó como todo un caballero. Y ahora, ¿que va a pasar?, más bien ¿qué está pasando? Trato de no pensar mucho mientras revuelvo mis cajones en busca de algo que ponerme. Finalmente me coloco unos jeans azules y una blusa tipo polo de color lila además de unos cómodos zapatos deportivos. Al salir de mi habitación lo veo sentado en el comedor, tiene cruzada una pierna con el tobillo sobre la rodilla, los brazos abiertos y la cabeza echada hacia atrás. Se ve tan... ¡tranquilo!

-Bien, saliste -Gira la cabeza para verme y después se levanta-. Manos a la obra, tenemos mucho que hacer.

-¿Eh? ¡Espera! ¿A qué te refieres?

-Tu casa es un desastre, con razón estas deprimida. Lo primero que haremos será asear este lugar.

¡¡¿¿Cómo?!! ¡Apenas lleva unos minutos y ya está dándome ordenes! Pero que grosero, cómo se atreve a insultarme diciendo que mi casa...

Estaba a punto de gritarle cuando observo a mi alrededor, platos sucios, ropa amontonada, papeles en desorden, creo que tiene razón, he descuidado mucho mi casa. Sin decir más, puso en mis brazos cubeta, escoba, guantes y el tomó otras tantas cosas se puso un delantal y un pañuelo sobre la cabeza.

-Manos a la obra -ordenó.

Fue todo lo que dijo y entonces pasamos el resto de la tarde limpiando cada rincón de mi apartamento. Parecía una mucama limpiando aquí y allá, pero el título de capitán se lo ganó a pulso, 'has esto, has aquello, limpia aquí, allá, etc'.

Apenas voltea a verme, en realidad, soy yo la que no quiere verlo, apenas sus ojos se cruzaron con los mios, me sonroje hasta las orejas, es muy guapo, creo.

-¡¡Por fin terminamos!! -grité mientras me dejo caer en el sofá, estoy cansada pero a diferencia de otras veces satisfecha y feliz.

Siento que algo bloquea la luz, abro los ojos y veo que él esta parado frente a mi con una expresión que me da escalofríos.

-Aún falta algo por asear. -Se inclina y se me queda viendo fijamente, su cara está muy cerca de la mía-. ¡Tú! -aclara finalmente y se va rumbo a mi habitación.

Me levanto y voy tras él, me tira una toalla limpia y mis sandalias a los brazos. No se que decir, solo acato la orden y me meto a duchar.

¡Uf!, que día, no habla mucho y se ve que tiene obsesión por la limpieza.

Abro la llave y dejo que salga el agua, cuando tiene buena temperatura me introduzco en las cortinas, ¡¡ahhhh!! Se siente tan bien. Estoy allí disfrutando de el correr del agua sobre mi piel, cuando escucho que abren la puerta del cuarto de baño. A través de las cortinas distingo claramente su silueta, ¡es Leví!, ¿a qué vino?"

-Ya me estoy aseando, como pediste -grito aparentando estar enfadada-. ¿Vienes a supervisarme? O...

Viene caminando hacia la cortina.

-Yo también necesitó asearme.

Toma con su mano el extremo de la cortina y la corre, está desnudo, lo sé, pero no quiero comprobarlo, tengo los ojos cerrados y le doy la espalda.

-¡Entonces puedes bañarte cuando yo termine! -digo casi ordenándole, entonces siento su mano sobre mi hombro.

-Es que -susurra a mí oído-, no me gusta desperdiciar recursos, es mejor si compartimos.

Su voz se ha tornado un poco dulce, aunque sigue siendo solemne. Por alguna razón me relajo un poco. Giro la cabeza y puedo verlo parado detrás de mi, su cabello esta totalmente mojado y su cuerpo justo debajo de la caída del agua. Doy media vuelta quedando frente a el y extiendo mi brazo pasándolo por un costado suyo.

-Si dejas abierta la cortina salpicarás afuera -Fue lo único que se me ocurrió decir.

Cojo la cortina y la cierro, esa acción me hizo quedar frente a frente, con su piel a solo unos centímetros de la mía. Tengo una mano sobre mi pecho con la que sujeto la esponja de baño, mantengo la cara ladeada, siento el rubor en mis mejillas y los latidos de mi corazón, ahora que lo tengo así de cerca me doy cuenta que no es muy alto, prácticamente tenemos la misma estatura. No puedo evitarlo y le miro por el rabillo del ojo, su cuerpo es delgado, pero muy bien trabajado, cada uno de los músculos de su pecho y abdomen están perfectamente definidos, "¡no quiero ver mas abajo!" aprieto los ojos con fuerza y entonces siento sus manos, con una toma mi rostro para que lo mire y con la otra mi mano en donde tengo la esponja. Estoy como hipnotizada por esos ojos verde oliva.

-¿Puedo? -pregunta mostrándome la esponja enjabonada.

Estoy anonadada, solo atino a asentir levemente con la cabeza, entonces él me gira y comienza a tallar mis hombros y mi espalda, deteniéndose justo donde comienzan mis nalgas, mi corazón palpita muy fuerte.

-Ahora tú -dice poniendo la esponja sobre mi mano.

Cuando giro, él está dándome la espalda, entonces comienzo a tallar sus hombros y su espalda, me detengo en su espalda baja, pero no puedo evitar contemplarle, sus piernas también están bien definidas y sus glúteos....'glup' tango saliva y sigo con su espalda, pero yo no me detengo allí, comienzo a frotar sus brazos y su costado, pasando mi mano por un lado casi llego a su abdomen, entonces él sujeta mi mano y se da vuelta.

-Mi turno -dice y coloca un poco más de jabón en la esponja.

Ahora comienza en mi mano y sube por mi brazo hasta mi cuello, lo hace de una forma tan delicada como si estuviera limpiando un fino cristal. Continúa por mi cuello y baja hasta mi otro brazo, entonces me da la esponja, mientras me mira fijamente a los ojos, "¿¡y ahora!?" pienso y me quedo quieta un instante, yo ya lavé sus brazos así que sigue su torso, lo que significa...

Con manos temblorosas comienzo a lavar su pecho, "es hermoso" pienso mientras lo contemplo, paso la esponja por sus pectorales, su abdomen, me detengo, y miro hacia un lado, estoy muy nerviosa, si le doy la esponja...

Él vuelve a tomar mi mentón y hace que lo mire, pero esta vez su mirada es dulce, se acerca a mi y puedo sentir su aliento contra mis labios, se queda así unos segundos, tal vez esperando a ver si lo rechazo, para mí fueron eternos, finalmente me besa. Un beso dulce, profundo pero tranquilo, con su otra mano me quita la esponja y comienza a frotarla en mi abdomen mientras sigue basándome, sube poco a poco, al llegar a mis senos, dibuja el contorno de éstos con la esponja, mi respiración comienza a agitarse, por su cercanía, por su beso, por sus manos... me separo de sus labios y abro los ojos, él sonríe y pasa la esponja sobre mis senos, no suelta mi mentón, y entonces vuelve a besarme, baja la esponja nuevamente por mi abdomen y la pasa por un costado llegando a mi espalda, entonces frota con ella mis nalgas, provocando de mi parte un gemido y que la distancia entre nuestros cuerpos se acorte aun más.

Estoy comenzando a temblar, no es por frío, son éstas sensaciones que me provoca con sus manos, esas que jamás había experimentado.

Se separa de mis labios, yo aún tengo los ojos cerrados y entonces siento su respiración en mi abdomen, siento como pasa la esponja por mi cadera izquierda, mi muslo, rodilla, pantorrilla. Se detiene, bajo la vista y él está mirándome.

-Sostente -pide mientras sujeta mi tobillo y yo me apoyo en sus hombros.

Levanta mi pie, no puedo evitar reírme pues me hace cosquillas.

-Ahora el otro -vuelve a pedir, siento esas cosquillas en mis dedos y después continúa subiendo por mi pierna derecha.

Se levanta al llegar a mi muslo y siento como una de sus manos roza mi intimidad, a lo que doy un respingo. Ahora supongo va a darme la esponja, ¡pero no! No se si agradecer o sentirme decepcionada.

Él tomó la botella de shampoo y colocó un poco sobre su cabeza y sobre la mía, yo me tardé en reaccionar, él se dio media vuelta y terminó de asearse. Lave mi cabello y lo enjuague bien bajo la caída de agua, cuando sequé mis ojos y los abrí, él estaba sujetando una botella pequeña.

-Aún falta un lugar -Su voz era suave y un poco pícara.

Al reconocer la botella me puse nerviosa y nuevamente sentí mi corazón a mil por hora (era un gel íntimo, para esa zona delicada) Se acercó a mí, serio, mientras colocaba un poco en su mano, y otro poco en la mía; me abrazó tomándome por la cintura y metió su mano entre mis piernas, al tener su cuerpo contra el mío pude sentir su erección, la suave espuma en su mano acariciaba mi clítoris y mis labios allá abajo. Apreté los ojos y mordí mi labo inferior ¡dios, se siente tan bien!. Llevé mi mano lentamente hasta su hombría y lo tomé, primero la punta, bajando suavemente, mi cuerpo lo deseaba mientras con la espuma mi mano subía y bajaba, la caída del agua se encargó de lo demás, yo estaba perdida en las sensaciones, con la cabeza recargada en su hombro.
De pronto, el agua dejó de caer y él se separó de mí, abrió la cortina y tomo una toalla, caminó hacía la puerta del baño mientras se secaba la cabeza. Yo no sabía que pensar, me quedé quieta, es decir ¡¡¡¡eso es todo!!!!.

-Toma -dijo arrojándo una toalla antes de salir-. Vas a resfriarte si te quedas allí

-Pe...pero -balbucéo con torpeza.

-Ya te dije. -Giró la cabeza y me dirigió una mirada muy seria-. No me gusta desperdiciar.

Dicho eso salió y cerró la puerta, rápidamente seque mi cabello y lo cepille, enredé la toalla a mi alrededor y salí. Él estaba sentado en mi cama, aún desnudo, con una pierna flexionada y su brazo sobre ella. Me senté en la orilla y esperé que se acercara, lo cual no tardó mucho, comenzó a besarme y a recostarme en la cama, yo lo abrase cuando estuvo sobre mi, retiró la toalla que llevaba sobre mi cuerpo y separo mis piernas ligeramente mientras no dejaba de besarme, nuevamente sentí su mano, pero esta vez no solo acarició la superficie también se adentró en mi arrancándome gemidos de placer y excitación. Una vez lista dirigió su miembro a la entrada, me miro a los ojos.

-¿Puedo? -me pregunto, asentí con una sonrisa y volví a besarlo, todo mi cuerpo se estremeció y un gemido ahogado por su beso se escapo de mi garganta al sentir cómo nos fundimos en uno.

Lo demás... ¡mmmmm! fue exquisito.

Era como media noche, no habíamos comido así que me levanté para preparar algo; iba a llevarselo a la cama pero dijo que la habitación no era lugar para comer, así que salimos al comedor. Ya de vuelta en la recámara yo delineaba sus músculos con mis dedos mientras me abrazaba.

-Todos esos papeles que estaban en desorden, ¿de qué eran? -Su pregunta me agarró por sorpresa, pero le respondí.

-Son de mi trabajo.

-Debe gustarte mucho tu trabajo para que lo traigas a casa.

-En realidad -respondí con molestia-, lo detesto.

-Y porqué lo haces entonces.

-Mi padre decidió que esto era lo mejor para mi futuro, yo quería seguir mi sueño -me quedé callada, un militar como él no sabe de sueños, solo de deber, pensé.

-¿Y cual es?

-Pues, bueno, yo siempre quise estudiar astronomía, iba a ser becaria en un observatorio y trabajar medio tiempo para seguir con mis estudios los fines de semana. Me apasiona la astronomía, ¿sabias que cada día se descubren nuevas galaxias? Y las estrellas...

Comencé a hablar sin parar sobre todo lo que sabía y no sabía de universo, él solo me miraba sin decir una palabra, al cabo de un rato me sentí mal por ser la única que hablaba.

-Sabes, oírte hablar con tanto entusiasmo sobre ese universo titánico y desconocido me hizo recordar a una amiga -dijo cuando finalmente cerré la boca-, la jefa de investigaciones, la mayor Hanji, a veces creí que se entusiasmaba de más y algunos la consideran un bicho raro, pero la verdad es que su sed de conocimiento no tiene limites. Deberías ser como ella y dedicarte a lo que te apasiona.

-Eso no es posible -negué con tristeza-. Mi padre...

-¡Vas a ir por la vida dejando que otros decidan por ti! -increpó-. No podemos saber cuál será el resultado de las decisiones que tomamos, por eso debes pensar bien antes de tomar una, para que así no te arrepientas.

-Si decido dejar mi empleo y seguir mi sueño. Tal vez mi familia deje de apoyarme y entonces...

-¿Debes tener ahorros o no? Úsalos y alcanza lo que te propones. Si algo sale mal, tendrás la certeza de que fueron tus decisiones las que te llevaron ese lugar y no las de alguien más. Decide y actúa, no permitas que otros decidan por ti.

Sus palabras me hicieron comprender la razón de porqué estoy deprimida, de porqué cada día se ha vuelto un infierno, sí, es porque alguien mas decidió por mí. Tal vez sea difícil el camino para ser una investigadora astrónoma pero estoy segura que sería mas satisfactorio que tenerlo todo y nada al mismo tiempo.

-Muy bien -suspiré- ya me he decidido, llamaré al observatorio a primera hora para saber si aún hay una plaza y entonces renunciaré.

Él me dirigió una ligera sonrisa, como aquella que haces cuando te sales con la tuya. Por el momento vamos a dormir unas horas, no sé cuanto tiempo se quedará con migo, le pido que me acompañe al día siguiente para dejar todo arreglado a lo que él asiente.

Ya por la mañana, lo primero que hice fue bañarme antes que él o estoy segura perderíamos mucho tiempo, llamé al trabajo reportándome enferma y después al observatorio, cuando me dijeron que estarían gustosos de recibirme, no pude ocultar mi alegría y salte sobre Leví para besarlo.

Envíe una carta de renuncia a mi trabajo y ya solo faltaba un empleo de medio tiempo, conseguí uno en un supermercado como asistente del gerente, más de lo que esperaba. Leví me acompañó todo el tiempo, pero conforme mi felicidad aumentaba él se volvía mas distante y serio. De vuelta en casa, yo estaba preparando la cena cuando él me abrazo por detrás.

-Bien hecho -susurró en mi oído y me dio un beso en la mejilla, eso lo sentí como un adiós.

Apagué el fuego y me giré para verlo, su mirada era sombría,

-¿Que ocurre, te iras? -pregunté temiendo la respuesta. El solo me abrazó sin responder.

-Por favor, ¡quédate a mi lado! -supliqué al borde de las lágrimas.

Tomó mi rostro y me besó, un beso cargado de sentimiento, las lágrimas corrieron por mis mejillas al sentir que era el adiós. Sentí como se alejó de mí, cuando abrí los ojos, ya no estaba.

-¿Leví? ¡¡Leví!!" -llamé y le busqué por toda la casa, se había marchado como llegó.

Sólo el libro rojo estaba en mi tocador, cuando lo abrí decía: "Asegurate de tomar decisiones de las que no te arrepientas". Una de mis lágrimas mojó el papel borrando lo escrito, entonces escuché un eco:

-Esa lágrima se ha vuelto tinta. Tu historia, su historia, ahora son mías y se quedaran a mi lado, por siempre.

El libro ahora tenía dos capítulos y uno de ellos es mí historia, tu historia...

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