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Prólogo ❤

Complacer. Es una palabra que resuena con un profundo significado, especialmente cuando se trata de la intimidad y el deseo. En este delicado universo, a menudo se dice que las mujeres pueden experimentar un apetito sexual tan fuerte, si no más, que el de los hombres. Mientras ellos pueden alcanzar el clímax tres veces al día, nosotras, en la intimidad de nuestros pensamientos y deseos, podemos anhelar ese momento hasta seis veces sin que el mundo lo note. Esto se debe a que nuestro orgasmo no solo es una culminación, sino una experiencia que se prolonga, envolviéndonos en una ola de sensaciones.

En medio de este torbellino de emociones, solo una persona ha sido capaz de hacerme sentir plena en cada uno de mis sentidos. Con él, cada roce se transforma en un susurro, cada beso se convierte en un canto de amor. Su presencia me envuelve, y en su compañía, no solo encuentro el placer físico, sino también la conexión emocional que tanto anhelo.

El amor que compartimos es un viaje tranquilo, donde los momentos de pasión se entrelazan con instantes de ternura. En sus brazos, el tiempo se detiene y el mundo exterior se desdibuja. Es un espacio donde puedo ser completamente yo misma, donde mis deseos y anhelos son escuchados y correspondidos. La combinación de amor y deseo se convierte en una danza sutil, en la que ambos nos movemos al unísono, disfrutando de cada nota, de cada latido.

Así, en este bello relato de placer y conexión, el acto de complacer se transforma en una celebración de lo que significa ser plenamente humano: sentir, amar y entregarse sin reservas.

— Fue el mejor sexo de mi vida.— suelta, el chico aún acostado en su cama.

— No puedo decir lo mismo..— me quejo, mientras arreglo mis zapatos de tacón para dirigirme a la puerta.

No puedo dejar que el alcohol en mi sistema me haga cometer de nuevo tal eventualidad. Estaba tan ebria que decidí acostarme con el primer chico que vi pasarme por al frente.

"El mejor sexo de mi vida"... ¡¿ Este imbecil no a follado nunca o que!?.

Estaba completamente histérica.

Este "hombre" si es que se puede llamar así. No se limitó a moverse lo suficiente aún sabiendo que su miembro era demasiado pequeño.

— No vuelvas buscarme chico, ambos obtuvimos lo que queríamos.—me atrevo a decir con la cabeza en alto, aunque verdaderamente lo que quería era evitarlo.

— Federiko..— me dice su nombre al notar que no lo recuerdo... — Y tranquila wapa, no pasará.

Es que tenía nombre.

Lastima que solo será de adorno, porque se que mas de uno le dirán micro pene o tequeño de fiesta.

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