10
La tarde en el café estaba tranquila. En contra de lo que Hisirdoux le pidió, Arabella uso un par de veces su encanto para que las propinas no fueran tan pobres. Sentía que hacia muy bien su trabajo, siendo tan servicial como podía, para recibir aquello.
—Esta justificado.— se decía a si misma tras encantar a la clientela.
Durante el descanso del primer turno, ella y el mago se fueron a la parte atrás para comer algo, y darle a sus familiares que recién volvían de sobrevolar Arcadia.
Aprovechaban el momento para hablar de cualquier otro tema, y dejarse llevar por las ganas de volver al departamento antes de tiempo.
—Que mala influencia eres —murmuro Hisirdoux, en sus labios.
—Sigo teniendo el toque —sonrió, y dejo un rápido beso en los labios—. No vemos luego, primor.
—Hasta el próximo descanso, señorita. — dijo, caminando sin dejarla de ver.
La rubia quería gritarle lo mucho que le gustaba que viera de esa forma, lo mucho que lo amaba a pesar del tiempo, y toda la historia detras de ellos.
—Ya lo haré —dijo, ante la mirada de White.
•
La noche caía de lo más normal. Empezó a haber mas movimiento. Cuando el sol se terminó de poner, y aún quedaba una suave estela anaranjada en lo oscuro, Clara y compañía ocuparon un espacio a las afueras del bar.
Arabella fue a tomar sus órdenes, y esta se percató de que la chica no se veía bien físicamente. Apenas se sentó, tomo su cabeza e hizo una expresión de dolor. Eso y la tos que no la dejaba hablar con tranquilidad.
—Lo siento, voy al baño y vuelvo. — se disculpo y se fue.
—Mientras, ¿Les tomo sus órdenes?—propuso Arabella con la libreta lista en mano.
Al cabo de unos minutos, entre charlas, y que se decidían a pedir, Clara volvió, sin una pisca de aquella gripe. Fue ahí, justo en el segundo en que apareció que Arabella sintió la presencia de Morgana.
—Hola criada.— saludo con una voz que le causaba escalofríos.—Tanto tiempo, Arabella de Pericles.
La sonrisa que le dió, le causó unos fuertes escalofríos. Era algo que solo veía en sus pesadillas, y estaba lejos a las bellas muecas que si madre le hizo alguna vez.
Como pudo, entre nervios y miedo, tomo las ordenes de los cuatros y se retiro, sintiendo un par de ojos clavados en su nuca.
—Enseguida vuelvo con sus pedidos.— dio una sonrisa forzada.
—Te espero aquí sentada.— murmuró Clara.
Cuando entro toda temblorosa, tomo a Hisirdoux del brazo, y lo llevó atrás.
—¿Qué ocurre? Falta para el descanso.— preguntó extrañado.
—Ella esta aquí, y tiene a Clara.— susurró Arabella.
Sus manos temblaban del miedo. El mago se las tomo para calmarla, y la miro serio y fijo a los ojos asustados de la bruja.
—Actúa normal, yo les llevo lo que pidieron, y en cuanto se vayan los sigues.— ordeno.—No podemos dejarla mucho tiempo con Clara, si no será muy difícil traerla de vuelta.
Arabella solo se limitó a asentir con la cabeza. A punto de dar un paso lejos de él, Hisirdoux la tomo de la mano para detenerla. Con la libre, la tomo de la mejilla, y dejo un corto beso en sus labios.
—Estaremos bien —murmuro, juntando sus frentes.
Arabella respirar su mismo aire por un momento, y aunque tenía ganas de llorar, logro controlarse.
—Lo se —respondió, dando una sonrisa poco segura.
Enfrentarse con Morgana no era lo mas cuerdo que hizo en su mas de novecientos años. Y no recordaba algún momento en su vida en donde haya tenido la astucia y valentía para hacerlo.
Aunque la hechicera fue bondadosa la mayor parte del tiempo, debes en cuando le daba razones para enojarse con ella, y siempre le faltaban las agallas necesarias para hacerle frente.
Ahora estaba segura que las agallas que tenía, huyeron en cuando la sintieron.
•
Una hora más tarde, el grupo abandonó sus lugares, y Arabella fingió que se sentía mal para que la dejen ir. Se despidió de Hisirdoux, y le pidió a la piedra que colgaba de su cuello que no la abandoné esa noche.
Iba detrás de ellos, un poco mas lento, el grupo se había dividido, ella obviamente siguió a Clara y a Jim, que se lo notaba nervioso. Luego de una larga e incómoda caminata, llegaron a la casa de la adolescente. Arabella decidió esperar afuera, para ver que pasaba, pero el caos no se hizo esperar.
No iba a negar que le era extraño estar fuera de la casa de un adolescente, y que este no sea cualquier adolescente. Todavía se preguntaba en que pensaba Merlín al haberlo elegido a él.
Jim no parecía el joven más atleta. Bastante delgado, y con una mirada azul que supo ver temblar alguna vez.
—Quizas si es muy valiente —dijo Arabella—, tanto para seguir con una responsabilidad sagrada.
A la medía hora, la presencia de Morgana se hizo mas intensa, lo que obligó a la bruja a entrar a la casa sin pedir permiso.
—Jim —exclamo, llevándose la mirada de ambos.
—Ah, justo a quien quería ver —gruño Clara.
El adolescente no sabia como detener a Clara, tampoco quien era la muchacha que entró a la casa, y porque la novia ansiaba verla. La había visto antes, no era la primera vez que se la cruzaba.
Solo no esperaba verla ahí.
Pero sin importarle nada, le pidió ayuda. Sin miedo a que sepa quien es, Arabella recitó un hechizo de contención, que mas que contenerla, durmió a Clara.
—¿La moza del café?— preguntó sin creerlo Jim.
—¿Sorpresa?— bromeo, nerviosa.—Escucha, no tenemos tiempo de asombro, debemos rescatar a Clara de las sombras.— dijo con seriedad. —Vamos a necesitar ayuda, niño.
—Pero …
—Lo se, es raro —dijo Arabella, y dió un soplido—, solo te pido que confíes en mí. Se lo que hago.
Jim sonrió, y tomo la mano que Arabella le ofrecía.
—Nunca imagine que fueras una bruja —confeso.
—Lo se, nadie lo hace, y eso es una gran ventaja —dijo con entusiasmo—. Hay una gran variedad, tenlo por hecho.
•
En el cuarto de Clara, con ella aún dormida, llegaron Toby, un regordete pelirrojo de brillantes ojos verdes, quien se presento como el mejor amigo de Jim. También un troll de muchos brazos y ojos, y aquel hombre que supo ver en alguna ocasión.
—Maese Jim.—saludo preocupado Blinky.— oh y ¿Señorita de Pericles?— se sorprendió tras ver a la bruja fortaleciendo el encantamiento de sueño.
—Oh, Blinky.— se levanto para saludar con un fuerte abrazo al troll.—¿Cómo estas? Te he extrañado todo este tiempo.
—No esperaba verla por aquí, joven hechicera.
—Joven puede ser, pero hechicera jamás, prefiero bruja.— corrigió.
—Vaya, a donde hemos llegado para recibir la ayuda de una bruja.—dijo por lo bajo Strickler.
Arabella lo ignoro, y prosiguió a tomar un libro que traían con ellos. Leyó la hoja que el troll traía marcada, y la expresión que hizo fue suficiente para mostrar su desacuerdo.
Ella sabía que era la única opción. Sin embargo, imaginarse yendo a ese lugar para rescatar a su joven amiga, le daba miedo, y provocaba escalofríos.
—Bueno, niños.— giro en dirección a Jim y Toby.—En simples palabras, deben entrar al plano de las sombras, buscar a Clara, y traerla, lo antes posible.
—¿Cómo? —pregunto confundido Toby.
—Ya saben —sonrió nerviosa—, entran, la busca, y con el ancla emocional, la despiertan, y salen. Simple, nada que cualquier adolescente pueda hacer.
Ambos la vieron con cierta sospecha, pues notaron en su postura que no estaba tan segura de aquella solución.
—Si es tan simple ¿Por qué no va usted, mesera que no es mesera?— pregunto el chico regordete, poniendo nerviosa a Arabella.
—Lo siento, simplemente no puedo.— respondió pobremente.
—¿Hay algo que debemos saber?— pregunto Jim.
—Exacto bruja Pericles, ¿Por qué no puede ir usted? ¿Acaso va a arriesgar la vida de estos dos jóvenes?— pregunto elevando el tono de voz Strickler.
Arabella quería ignorar que aquel hombre ahora lucía como troll alto y delgado. No quería ser como el resto que sentía disgusto por los impuros, sin embargo, la historia con ella, no la dejaba confiar con tranquilidad. Eran tramposos, y podía jugar más y de peores maneras.
El señor Strickler se paró frente a ella, quien dió un paso atras, y alzó la vista para verlo mejor. No dejaba de causarle cierto miedo la presencia de un seguidor de Morgana allí. Sus brillantes ojos amarillos, y aquel collar de pinchos, le arrebataban el alimento de una forma poco amigable.
—¿Por qué no se arriesga usted a cruzar a las sombras?— volvió a preguntar Strickler.
Ella tomo aire, e inflo el pecho.
—¡Porque soy una maldita bruja de vasija señor Strickler!— grito sin tener vergüenza.—Si entro ahí, Morgana es capaz de tomarme sin que lo notemos, y eso sería muy peligroso.
Se hizo hacia atrás, y vio a los dos jóvenes que se iban a arriesgar.
—Paso una vez, puede pasar otra vez, y nadie lo notaría —les dijo—. No me gusta hacer alarde de eso, pero puedo ser un peligro con la magia equivocada.
—Yo si confío —hablo Jim—, estás aquí, porque quieres ayudar a Clara.
La misión no era fácil, ni para los que entraban ni para los que se quedaban afuera. Pero sin titubear le entrego su collar de piedra de Avalon a Jim, como una garantía de que volverían a salvo.
—Este collar me ha protegido por años, lo hará con ustedes también.— dijo con un poco más de calma.—Solo no tarden mucho ahí dentro.
Tomaron un objeto que les sirviera de ancla emocional; Arabella recito un hechizo en una lengua que no usaba hace mucho, forzando aun mas su magia, y abrió un portal al mundo de las sombras. Los dos amigos se metieron dentro.
Arabella los vio perderse dentro de la oscuridad, y sintió una gran opresión crecer en su pecho.
•
—Que ridículos se ven.— dijo Morgana al despertar del sueño inducido.— Y tu Arabella, ¿Tan mal te crie? Nunca imaginé este grado de traición, unirte a la magia de Merlín.
—Por todos los brujos, menos mal que me marché antes de conocer esta parte tuya.— dijo la rubia dándole la espalda.
—Si, menos más hija, huir es lo que mejor te sale.
Y fue eso lo que hizo que Arabella volviera la vista a ella. Solo pudo darle una cara de disgusto, sin embargo, luego le sonrió.
—Pero no más, aún sigo acá madre.— dijo, y paso un dedo sobre su boca para sellarla.—Ahora tu aprendé a guardar silencio.
Clara se quito la cinta al instante, y no paro de hablar, pero Arabella aprendió a ignorarla.
•
La intensidad de la magia de la hechicera se hacia cada vez mas fuerte, lo que a todos preocupaba, ya que nadie daba señal de querer salir del allí. Strickler propuso matar el cuerpo de la adolescente para evitar que Morgana lo tomara y saliera. Lo que provoco que Arabella se pusiera en posición de defensa frente a la poseída ante la estúpida idea.
Un brillo rosado empezó a brotar de sus manos. El cambiante no la vio como una amenaza, lentamente se acerco a ella.
—¿Qué vas hacer bruja? ¿Tirarme un hechizo de flores?— dijo burlón.
—No, pero te quitare hasta tu ultima gota de magia, y te hare cenizas.— respondió a la burla, formando su arco y flecha, con el cual apunto al corazón del cambia forma.
—Aaagh, asquerosa bruja, las de tu especie se extinguieron hace mucho.
—Pues acá hay una que sobrevivió.— exclamó haciendo que la flecha brillara aun mas.
Tenso la cuerda del arco para lanzar la primer flecha hasta que Jim y Toby salieron del portal, cayendo sobre la bruja, y consigo la presencia de Morgana se diluyó.
Clara volvió a su cuerpo.
—Oh, por las barbas de Merlín.— dijo mientras se abalanzaba a abrazar a la adolescente.—Que susto nos diste Clara María Nuñez.
Jim junto con Toby se unieron al abrazo.
—Estoy bien.— dijo Clara.—Ya estoy en casa.
Arabella se aparto, y dio un respiro de alivio. Haciendo un movimiento con sus dedos, recupero su collar. Clara le agradeció con la mirada, Arabella se limito a sonreír, y se retiro del lugar.
Ella también quería volver a casa.
•
Camino por la fresca noche, recordando un poco sus días de servicio. Era algo que no se le olvidaba con facilidad. Pero que estaba segura de no querer volver a hacerlo. Cazar personas para robarle su magia o los exorcismos ya no era algo que podría soportar.
—Bruja.— llamo Strickler, haciendo que ella se diera vuelta.—Eres fuerte y valiente, pero ten cuidado cuando todo esto estalle. Serás lo que quieras ser, pero aún tienes algo que te juega en contra.
Ella lo vio, y frunció el ceño.
—¿De que hablas?
—Los sentimientos por tu madre, está claro que son ambiguos.— respondió.
—Gracias por la opinión, pero estoy muy agotada para tener esta charla con un desconocido.
—Solo ten cuidado.— dijo y se retiro.
La bruja le sonrió, y siguió su camino. Estaba cansada, no quería pelear, solo deseaba meterse en su cama y dormir un día entero.
—¿La llevo mi lady?— la sorprendió el mago quien se acercaba en moto.
Ella giro en dirección a su voz, y le sonrió con dulzura. Era como si lo hubiese llamado con la mente, y le agradaba que fuera capaz de aparecer en el momento justo.
—Vamos a casa, chico malo.— dijo y se subió, descansando su cabeza sobre el hombro del mago.
—Ahora si sabes de lo que hablas.— dijo este haciéndola reír.
•
Aun el sol no salía, y la bruja no dormía. Lo que dijo el señor Strickler le hizo pensar. Quizás tenia razón, quizás no, fuera lo que fuese no la dejaba dormir.
No dejaba de ver sus manos ¿Cómo dos extensiones suyas pueden causar tanto daño? ¿Cómo los sentimientos por su madre podrían hacer tanto daño? Era como si todo en su vida sirviera para ocasionar malestar.
Hasta que Hisirdoux le habló, y sus dudas se disiparon por un momento.
—¿Qué ocurre mi lady?— pregunto Hisirdoux que se encontraba medio dormido a su lado.— ¿Problemas para conciliar el sueño?
Él era esa parte de su vida que no le causaba malestar, y que siempre agradecía tenerlo pese a la distancia.
—No, solo que lo de hoy me dejo un poco nerviosa.— respondió sin ser directa con su problema.
—¡¿Qué puedo hacer por usted, hermosa dama de cabellera dorada?!— exclamó Douxie haciendo que ella se riera.
—Oh, noble caballero, abrázame hasta que no sienta los brazos, y quizás así pueda dormir —dijo, tomándose el pecho.
Comenzó a reír cuando Hisirdoux se abalanzó para abrazarla, y solo pudo pensar que no todo lo que ella tenía podía causar daño. Se quedaron dormidos entre sus brazos, y sonrisas de tranquilidad.
En la mañana siguiente se despertó por la luz natural del cuarto, y en el lugar del mago había una nota.
"Hermosa dama de cabellos color sol, surgió algo de ultimo momento. Te busco cuando todo pase. Disfruta de tus días francos, te los mereces. Te quiere de manera muy estúpida, yo, Hisirdoux."
Arabella se estiro en la cama, viendo en dirección a la ventana, donde había una flor que la noche anterior no estaba ahí.
—Tonto.— murmuro tras levantarse para tomarla, y ver que el pelinegro se la dejo ahí.
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