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5, Una sorpresa en martes.

V

Una sorpresa en martes. 

Para Hisirdoux no existía peor día que los martes. Todos odian los lunes, y como es el comienzo de la semana, en el bar había mas movimiento de personas. Sin embargo, el día siguiente, todo se tornaba tan lento, que hasta tenía tiempo para oír sus propios pensamientos.

Y no, no deseaba oír sus pensamientos. Porque estos tenían su propia voz, y la mayor parte del tiempo se quejaba. Cuando no era así, se preguntaba por personas que hacia mucho tiempo no veía, y como resultado se ponía de mal humor por andar tan nostálgico.

Era un poco mas de media mañana, cuando imagino que ya no llegaría más comensales hasta la hora del almuerzo. Hasta ese momento, atendió a tres personas solas, e iba a tomar el pedido de la segunda pareja que aparecía.

Escuchó el tintineo de la campanilla de la entrada, y en cuanto alzo la vista para ver de quien se trataba, el mundo se detuvo por unos segundos. Tan largos, por los años que habían dejado de verse, y la forma en que su corazón lograba extrañarla cuando menos se lo pensaba.

El aire se tiño de rosa, y se perfumó con el dulce aroma de los sueños. Era vainilla en realidad, pero Hisirdoux siempre creyó que ese era el aroma de las imágenes de ensueño.

Cuando la vio, lento acercándose a él, pensó que era una mala jugada de su cerebro. Una que vestía un hermoso vestido rosa y traía el cabello rubio atado en un moño a juego.

Era la mala jugada, mas hermosa que alguna presencio. Ralentizando aun mas el encuentro. Hasta que la tuvo tan cerca, que se dejo embriagar por su perfume, por la tibieza de ese abrazo tan sorpresivo.

Supo que no era una mala jugada, ni una alucinación, o estaba dormido.

—Magnifico sea el destino que te puso al fin en mi camino —exclamo ella con alegría.

Entonces todo se volvió tan azucarado, que se hizo rápido, trabándole la lengua.

—Estas, estas aquí —logro formular, y la abrazo con fuerza.

Entre sus brazos se aseguro que fuera real y no un producto de su cansada mente. Nunca se imaginó que la encontraría en un lugar tan X en el mapa de California.

Que se ella al fin que fuera por él.

Ella se desprendió del abrazo, creyendo que un abismo se hizo entre ambos, hasta que la vio sonreír. Tan radiante como la tarde en que le negó haberle robado algo a su maestro. No quería volver a perderse esa sonrisa, nunca más. Las quería guardar todas, porque era lo que hacia el martes tan poco martes.

Pero el rosa se disipo, y el aroma del café volvió a ocupar el aire cuando los comensales le llamaron la atención.

—Oh si —dijo y dio una sonrisa nerviosa—. Espérame en la barra.

Ella asintió, y se alejó, llevándose las miradas del público. Él también lo haría, pensó al notarlo, no la dejaría de ver en todo el día.

Verlo allí, tan cerca y lejos a la vez, hizo que su corazón se volviera loco, y nublada por completo su mente. Sin pensarlo dos veces, sin bajar la energía que corría bajo su piel clara, se metió al bar.

Las campanillas anunciaron su entrada, y se detuvo cuando sus miradas se encontraron luego de décadas sin verse por un solo segundo. Arabella estaba segura que la sonrisa dibujada era la mas amplia que nunca antes tuvo. Verlo, le sacaba las muecas mas cargadas de alegría que alguna vez alguien le produjo.

Se apuro, tanto que no le dio tiempo a nada, y se abrazo a él. Se regodeo en su calor, en los acelerados latidos de su corazón. Creyó que se desmayaría entre sus brazos, cuando al fin el abrazo le fue correspondido.

Besarlo allí mismo no se le hacia mala idea, sin importarle el público. Ni gritar lo mucho que lo extrañaba,  ni lo contenta que estaba al verlo allí, sin haberlo planificado.

Pero el carraspeo de los comensales la trajeron a la realidad del momento, de la historia. No lo podía besar, sin importar el deseo, si hacia décadas que no se veían.

—Oh si —dijo Hisirdoux, dándole una sonrisa nerviosa—. Espérame en la barra.

Arabella asintió, y se alejó. No quería, pero tampoco deseaba dar un espectáculo tan de pronto.

Se acerco a la barra, y volvió a llevar la vista al frente. No iba a negar que se veía mejor que en cualquier otra ocasión. Quizás un poco más alto, pero estaba segura que era por las botas que usaba. Más trigueño, y algo fornido. Más de lo que recordaba de la última vez que se vieron.

La moda del momento le sentaba bien, y agradecía tanto el estilo de chico malo, misterioso (que tan poco tenía que ver con él) que llevaba. Un jean negro, con una rodilla rota, y una remera a juego, era algo básico. Pero el cinturón, las pulseras, los aros, el par de tatuaje que logro ver, y el cabello negro teñido de azul, lo alejaba de aquello y lo volvían único. Mas aun ante sus ojos.

Mas aun al lado de ella.

Siempre fue consciente de la diferencia de estilos. Arabella había adoptado el rosa en todas sus versiones. Desde vestidos hasta blusas y zapatos. Mientras que Hisirdoux se inclinaba por los azules, y si eran oscuros, mejor. Entonces verlos era algo que llamaba la atención.

Como en ese momento, en que él se acercó a la barra, y el pequeño público los veía con atención. Pues fue ver a una princesa abrazarse con un punk, y ahora hablaban como si tuvieran un mundo en común que poco tenía que ver con sus estilos.

Antes de sentarse a su lado, y después de avisarle a su compañero que lo cubra, la observó con atención.

El cabello rubio le llegaba hasta la cintura, y quizás no lucía tan delgada como aquella última noche en que se vieron, pero mantenía su figura. Y como siempre, sin importar las circunstancias, aquella sonrisa. Tan rosa y brillante. Tan cálida y atrapante. Quitaba el sueño, y la vez la podía ver allí mismo cuando caías en la oscuridad.

—Wuau, si eres tú —dijo con asombro.

—Así es, la de siempre —respondió ella —. Bueno, casi la de siempre. La ultima vez que nos vimos yo me disfrazaba de un cadete escuálido.

—Bueno, engañaste a todo el mundo —dijo él, y se sentó a su lado—. De verdad, no puedo creer que este aquí, en Arcadia, ¿Segura de que no te perdiste?

Arabella rio, y se guardo la parte en que Circe le dijo que le iba a gustar Arcadia con justa razón.

—No, pero ya sabes —se encogió de hombros—. Tengo mis métodos para lucir perdida sin estarlo.

—¿Qué te trae a Arcadia? ¿Quieres tomar algo?, la casa invita —pregunto, y ella se negó.

—Estoy bien ahora —dijo, y su sonrisa se borró—. No se que me trae Arcadia, pero creo que encontré una razón para quedarme.

Hisirdoux la vio con atención y sorpresa. Quedo boquiabierto, aunque no quería hacerse cargo de lo que ella dijo, pero lo hizo rápido sin darse cuenta de eso.

—Si, ya sabes —siguió—, me he mudado mucho, y siento que Arcadia es el lugar para vivir mas que un par de años. White y yo necesitamos un hogar, rodearnos de los nuestros.

—Esa es una muy buena razón, de verdad —dijo él, tratando de no sonar decepcionado.

—Así que, estoy en busca de un trabajo, lo más humano posible —dijo—. He sido mesera los últimos años.

—Vaya, ¿Sirviendo a otro? —dijo Hisirdoux con asombro—. Creo que podemos hacer algo por acá. Siempre hace falta personal. ¿Tienes dónde quedarte?

Arabella negó, y pronto se imagino todo un escenario trabajo con él a la par, como si fueran dos jóvenes adultos del montón.

—Si, aunque no lo creas, muchos aman que los sirva —dijo—. Y no, aun no tengo donde quedarme. Mis planes cambiaron por completo en cuanto te vi.

Hisirdoux quiso gritar de la emoción. Pero mantuvo la fachada de mago maduro, frente a la bruja que quería ser una chica normal.

—Yo, mmmm, puedes quedarte conmigo —hablo rápido—. Digo, hasta que encuentres donde quedarte.

—No suena mal, pero no quiero ser inoportuna —dijo, dando una sonrisa tranquila.

No se le hacía una mala idea, ya habían compartido un techo antes. Pero ahora esperaba ir despacio, y estaba segura que no lo iba a lograr si compartían un mismo espacio.

—No lo haces, nunca, es cierto —dijo Hisirdoux—, pero está bien, creo que se donde puedes quedarte, hasta que ...

No sabia como continuar la oración, porque pronto cayó en cuenta que Arabella buscaba quedarse en un mismo lugar, y no por unos días, sino hasta hacer un hogar. Se le hacia una locura pensarla como alguien que ya no buscaba irse cuando todo se tornaba quieto, tranquilo, monótono.

—Hasta que encuentres un hogar —añadió, y sonrió.

—Un hogar —dijo saboreando la idea—. Eso es lo que busco. Entonces dime, ¿Con quién me puedo quedar?

—La respuesta esta, en la disquera acá al frente —dijo, y le guiño un ojo—. Y ven mas tarde, esta el gerente, creo que se puede hacer algo con lo de trabajo mundano.

—Y aburrido.

—No es aburrido —señalo Hisirdoux.

La tos de un cliente de fondo, y el poco movimiento del momento, hizo que Arabella riera por eso.

—Bueno, es martes —se defendió—. Hasta ahora eres lo único bueno que paso —añadió en un susurro.

Arabella sonrió, negando con la cabeza, divertida. Le dio un fugaz beso en la mejilla y se marchó, prometiendo que volvería mas tarde. Hisirdoux no quiso ilusionarse, pero esa sensación que le provocaba la rubia fue más rápida que la razón, y en minutos creyó cada palabra que le dijo.

Todo salía según lo planeado. Iba tranquila, y esperaba mantenerse así. Pero algo en el aire, en un grupo de adolescentes le hizo cuestionarse aquello. Se veían más perturbados que cualquier otra persona de su edad, y fue la chica que iba con ellos que más llamó su atención.

Una extraña energía, pero que a la vez le era tan conocida le atravesó el pecho.

—No, Arabella —se dijo—. Debes enfocarte en lo nuevo, basta de los fantasmas.

Les dio una ultima mirada, y tras un soplido, cruzo la calle para ir a donde Hisirdoux le indico. 

★★★

Capitulo de martes, en miércoles 😤

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