Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

10, ¿Dónde estas Morgana?

X

¿Dónde estas Morgana?

El día que Morgana le pidió aquella piedra, no supo para que la quería. En ese pedazo de Avalon no sintió nada que antes no. No lo creyó especial, ni más mágico que cualquier otro objeto que alguna vez tocó.

Sin embargo, cuando Morgana le obsequió el collar, con la piedra trabajada. Labrada, y brillante. Hermosa y poderosa. Era una joya con magia que antes no sintió cuando la tuvo en sus manos.

—Esta joya te ayudara con la magia que llevas —dijo Morgana—. La hice para que haga mi trabajo, cuando no este.

Arabella giró para verla, y sonreírle. Mostrándole la joya como si fuera mas importante y hermosa que la corona que llevaba sobre la cabeza. Aun así, lo que le dijo su madre, le hizo pensar.

—¿Cuándo no estes? —pregunto.

Morgana se puso a la altura de su mirada. En sus ojos marrones encontraba tanta vida, magia, poder, que le costaba creer que estuviera centrado en una niña como ella. En una criatura que no tenia idea de lo que se escondía, y solo veía a la magia como un canal para la diversión.

—Algún día no estaré, niña —dijo, y le sonrió con pena—, pero tu seguirás donde yo me quede, y cuando eso suceda, este collar te va a respaldar. Te protegerá de la magia que tomes, y la magia que te toque. Promete que nunca te lo vas a quitar.

Arabella asintió, y la abrazó, tomando por sorpresa a la hechicera. Pasarón un par de años desde que la acogió, y cada día que transcurría algo despertaba en ella, que le era contradictorio con los planes que tenía.

Un día le dijo madre, y Morgana la reconoció como su hija, su mas perfecta creación. Aquella que labró hasta hacerla relucir, y que fuera la mas hermosa entre todas las brujas. La tomó y moldeó, para que fuera poderosa. Arabella fue el pedazo de carbón que transformó en un diamante.

Y Arabella hacia todo lo posible para brillar y demostrarle que podía ser esa joya que tanto profetizaba la hechicera.

A pesar de los jarrones rotos, y que no siempre actuaba con la altura que se esperaba, y veía la decepción reflejada en su mirada verde.

A pesar de no siempre dar con el potencial mágico, y tratar de sacar energías de lugares inhóspitos.

A pesar que a veces Morgana le exigía hasta las lágrimas, y ella se las daba para verla sonreír, para tener esa pizca de aprobación que le hacia seguir adelante.

Y, sobre todo, por haberse enamorado del aprendiz de Merlín.

Si ella alguna vez le causó contradicciones a la hechicera, Morgana tomaba todo y producía un caos de dudas. Era la madre mas dulce, y la mentora más exigente. Y aun cuando ella desapareció, Arabella trató de hacer el camino que se tenia hablado. Sin desviarse, hasta que lo hacia y volvía, mas enojada y con miedo de alejarse, pese a que no la tenía al lado, ni mucho menos presente.

Ser la hija de Morgana, quizás para la hechicera significó una garantía de que alguna vez su legado continuaría, pero para Arabella fue una cruz, una marca, imposible de sacarse de encima. Por más miedo que causara su magia; por mas hermoso que fuera su rostro, aun lastimado; por mas que hiciera lo que hiciera, lastimara a quien fuera, destruido cualquier reino, maldecido hasta a los seres más tenebrosos, tenía ese título.

Nada era hecho por ella, todo era gracias a su madre. La última bruja de vasija, siempre sería la hija de Morgana.

—¿Qué acaba de suceder? —se preguntó.

Veía la piedra en su mano, esta no emitía ni un brillo. Fría, como un cubo de hielo. Sin nada de magia, como si fuera algo que encontró en un jardín cualquiera.

Le lanzó uno, dos, tres hechizos que pudieran despertar la magia del objeto que juró que no se sacaría nunca. Y así como no sucedió nada, Arabella comenzaba a perder la calma. Con ello, la voz desconocida una vez más repitió su nombre.

Morgana.

Miró a todos lados buscando su fuente, pero solo se encontró con el vació del departamento. Nada, su presencia, la de White, y esa voz que no dejaba de murmurar el nombre de su madre. Como una maldición, una pesadilla despierta.

El miedo se apoderó de ella, alejándola de la falsa calma en la que estaba sumergida, provocándole más que unos simples temblores. El pánico la tomó por completo. Su corazón daba fuerte palpitaciones y no podía ver con claridad a causa de las lágrimas.

—Debo, debo pedir ayuda —murmuro— White, debemos ir por ayuda.

La gata asintió frente a ella, y juntas salieron de allí.

No hizo más que correr. Siguiendo su instinto, creyendo que allí encontraría la solución, que la voz que no se callaba lo haría, que la piedra volvería a brillar y darle esa sensación de bienestar que perdió.

Pese a que eran las únicas en la oscura calle, Arabella estaba segura que en cada esquina que no alcazaba la luz de los faros, se ocultaban criaturas de todo tipo. Y no estaba dispuesta a averiguar cuáles eran.

Se podía oír su agitada respiración, y sus pasos desesperados. Era una carrera contra algo que no podía ver. Hacía todo lo posible para contener las lágrimas que provocaba que su mirada cansada ardiera. No podía recordar cuando fue la última que se sintió así, en peligro y a la vez en total desventaja.

—Esto no es cierto, no está pasando —repetía, al borde del llanto.

Y aun en el silencio pudo oír alguien decir una y otra vez el nombre de su madre. Así como le sucedió tiempo atrás, todo se volvía una escena ya vivida. Y no había nadie a su alrededor. Nadie la perseguía, nadie recitaba cerca suyo que tenía un propósito que llevar a cabo, un legado que cumplir.

—Morgana —murmuraba alguien en su oído—. Hija de Morgana.

Aquello le hizo frenarse de repente.

—Arabella, hija mía —murmuro.

El suelo giraba bajo sus pies, y la voz de su madre, ahora tan clara como el miedo, se hacía eco en su mente. Le quitaba el valor, y las fuerzas. Aquello que la movilizó por años. Lo que le permitió mantenerse en pie en un mundo hostil para ella como bruja, como mujer.

Le absorbía la poca cordura que le quedaba, y atravesaba su corazón como una de sus flechas. Era de nuevo esa bruja desorientada de los años veinte.

—Por favor, detente —suplicó.

Y en cuestión de segundos, todo se tornó oscuro. No podía ver nada, ni a su gata, ni una pizca de luz. Buscó lo que sea, una salida, y solo se topó con un abrumador abismo. Uno que se abrió frente a ella, y le mostró aquel lugar que le daba tanta curiosidad como miedo.

—No, no, no debo estar acá —exclamo.

Pronto, una sombra densa, que brillaba con una tenue luz dorada, la rodeó. La tiró al suelo, y cubrió por completo, como si la estuviera aplastando, devorando su cuerpo por completo.

—¡No! —gritó con fuerza.

Aquel grito retumbó, y alguien logró traerla de vuelta a la luz. Nunca antes el pasillo de un viejo edificio le fue tan gratificante como hasta se momento. Cuando halló su mirada ámbar, sintió que su vida volvía a correr en paz.

—Eres tú —murmuro al verlo—. Hisirdoux.

Un momento atrás.

Hisirdoux junto con Zoé se juntaron a ver una película. Arabella había desistido de la idea de acompañarlos. Los días se le hacían muy largos, y aunque más que nada deseaba pasar tiempo con ellos, no poder dormir bien de noche no le ayuda a ser muy social. Algo que ambos vivieron en carne propia muchas décadas atrás.

Estaban tranquilos, comentando una película que ya habían visto muchas veces. Hasta que de pronto comenzaron a sentir una energía extraña. Estaba perturbada de alguna manera, y eso los puso en estado de alerta.

Un grito los obligó a salir del departamento, y en cuanto abrieron la puerta, encontraron a la bruja de vasija a centímetros del suelo, cubierta con un aura oscura. No podían hallar su mirada, estaba ennegrecida.

Desesperado al verla, a Hisirdoux no se le ocurrió mejor idea, que tomarla. No pensó si podría tener alguna consecuencia, o el nivel de peligrosidad, pero tampoco podía dejar que Arabella estuviera en ese estado. Inmersa en la oscuridad.

La agarró del brazo, y estando más cerca de ella, la abrazo. Un chispazo le recorrió el cuerpo de tan solo tocarla. Aun así, no la soltó, no estaba dispuesto a dejarla sola en una especie de crisis. Terminó sentado en el suelo, con ella en el regazo. De sus ojos cerrados, aun caían un par de lágrimas, que se encargó de secar.

—Vamos Arabella —murmuró.

La tomó de la mejilla. Otra vez esa electricidad. Una sensación que le recorría el cuerpo cada vez que la tocaba. Cada vez que sus magias entraban en contacto, después de tantos años.

—Por favor, vuelve a mí —murmuró.

Fue ahí que sintió como la respiración de la rubia volvía a la normalidad.

—Eres tú —dijo ella con una leve sonrisa—, Hisirdoux.

Sus miradas se encontraron. Ella halló paz en los preocupados ojos ámbar de Hisirdoux. Y él se topó con todo el caos que conllevaba aquellos cálidos ojos marrones teñidos de rosa.

Arabella se desmayó en sus brazos.

—¿Qué fue todo eso? —pregunto preocupado.

—Algo está pasando con Morgana —dijo Zoé.

A la única conclusión que llegó Zoé, fue que el collar le trataba de avisar algo.

—¿De verdad crees que es por Morgana? —pregunto Hisirdoux—. ¿Por qué me entero ahora?

—Porque no es mi deber decirte lo que a ella le pasa —dijo Zoé y se cruzó de brazos—. Hasta ella hace de cuenta que no pasa nada. Y esta pasando de todo, como sucedió en ...

Hizo una pausa ante un recuerdo que creía olvidado, pero que con Arabella cerca le era imposible sacar de su mente.

—Si, y nada nos aseguró que no volvería a pasar —murmuro Hisirdoux—. Acá en Arcadia ¿Cómo puede ser posible?

El mago vio a la bruja reposar en su cama, y corrió un mechón que se colaba en su rostro. Sonrió con cierta pena al recordar lo que paso aquella noche en 1920.

—Ella no recuerda tanto de ese día —añadió—. Mejor, nadie quiere recordar que un grupo de locos la querían para que Morgana tomara su cuerpo.

—Bien, como sea, ahora no vamos hacer nada. Hay que dejarla descansar —dijo Zoé—. Hablaremos cuando despierte.

—Zoé —la llamo.

Se puso de pie, y la tomó del brazo.

—Deja que yo hable con ella.

—Policía bueno serás —sonrió—. Que tome ese té cuando cobre la conciencia.

Arabella sintió un peso crecer sobre su estómago. No quería abrir los ojos, no estaba muy segura con lo que se iba a encontrar. Hasta que alguien le dijo algo. Su voz era tan clara y dulce, a la vez no la dejaba de recriminar por seguir fingiendo que estaba dormida.

—Ya, abre tus perezosos ojo —refunfuño.

—Oh White, tu voz es tan preciosa —sonrió y abrió los ojos—. Como la extrañaba.

—Me asustaste, bruja tonta —dijo ronroneando—. Nos han tomado por sorpresa.

—Eso parece —dijo Hisirdoux.

Arabella se reincorporó, y sonrió con algo de pena al verlo entrar a la habitación con una bandeja de desayuno. Lo apreció amanecido como las pocas veces tuvo la oportunidad de hacerlo. Aunque prefería otras circunstancias que no fueran casi morir en una crisis mágica, se alegraba de verlo así.

—Buenos días a las dos —saludó.

Se sentó a su lado, dejando a un costado la charola con el desayuno.

—Hola —saludó, apenada.

Ella sonrió al verlo, y él tomo su rostro son cuidado. Lo examinó, buscando algo, lo que sea, pero solo se encontró con su belleza cansada, la cicatriz bajo su ojo, y mucha pena.

—Hola —murmuró él.

—Hola —repitió, con voz quebradiza—. Lo siento, lo siento tanto.

No aguantó, y lo abrazó con fuerza, y como si ya no tuviera miedo a que la vieran como la mujer más débil de todas, lloró en su pecho.

—Estoy tan cansada —balbuceo—. Son tantos años, son muchos recuerdos, y yo solo quería estar en paz. Volver a empezar de cero, una vez más, la última de todas, a tu lado.

Se apartó y dejó al descubierto su lado más frágil y vulnerable. Aquel que pocas veces se atrevía a sacar.

—No te preocupes —dijo el mago tomándole el rostro—. Lo vas a poder hacer.

Lo miró por un instante, y decidió no ocultar lo que en verdad sucedía.

—Es Morgana, creo que otra vez me necesita —explicó, cerrando los ojos con dolor.

—Lo sé, imaginaba que algo podría suceder. Pero ¿Por qué ahora?

—No lo sé —murmuro—. Pero estoy aterrada.

Al oírla, su miedo se lo contagió. La abrazó con fuerza, como si eso fuera a solucionar lo que sea. Era lo único que se le ocurría en ese preciso momento.

—Ya no estás sola —murmuro—. Esta vez la vamos enfrentar juntos.

Arabella sonrió aliviada al oírlo. Era la primera vez en tantos años que esa frase se volvía a hacer presente en su vida. Se apartó, secó sus lágrimas y volvió a tomar el collar que seguía apagado.

—Por favor, vuelve a mí. Ayúdame, lo necesito mas que nunca —murmuro.

Pronto la piedra de Avalon brilló como si la hubiese invocado y Arabella gritó de la felicidad al verla recuperar sus colores de nuevo.

—Bien, esto es un paso —sonrió un poco más tranquila—. Gracias por esto, Douxie.

El mago se acercó a ella y le dio un suave beso en la frente. Arabella suspiró ante aquella delicada muestra de cariño. Se apartó y la vio con la misma dulzura que lo hacía en cada encuentro en el tiempo.

—Para servirte, dama de cabellos color sol —dijo y le dio una sonrisa. 

★★★

Arabella tiene se frase, pero Douxie también 😭✨

Ah sí, cambie la portada. Para no perder la costumbre.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro