CAPÍTULO 31:
Mi madre salió a las dos, justo a tiempo (yo diría al límite) para tomar el avión...la despedida fue rápida porque simplemente no hubo oportunidad. La voy a extrañar, está claro, pero al menos no tendré que preocuparme por dar explicaciones rebuscadas.
Ahora vamos camino al departamento de Ambar (y papá), todos montados en la furgoneta (lo que incluye al babotas de Henry, que me recibió con toda su carrocería como muestra de afecto).
Papá se preocupó mucho cuando me quejé ante su abrazo, y cuando digo quejarme hago referencia a un salto de dolor por tocar mi nueva zona sensible (la espalda). Tuve que decirle la verdad...casi.
Abre la puerta del departamento y exactamente enfrente está Ambar con gesto crítico.
–Sí, amor...tenemos una chica grave–. Al enterarse de mi "accidente" la llamó para que le diera indicaciones, no creo que fueran tan malas porque estoy aquí.
Cuando alguien se lastima papá se cree una cruza entre Doctor House, Bones y Yoda. Una vez pensó que colocar cinta adhesiva con papel higiénico podría parar un corte de cuchilla en su brazo con cinco centímetros de largo y dos de profundidad (consecuencias de permitirle a un soltero inexperto cocinar solo). Pero bueno, al menos hizo algo.
Ambar me toma de la mano y me lleva a mi cuarto, papá nos sigue pero le cierra la puerta en la cara.
–Momento de chicas–. Se excusa.
Me siento en la cama y ahora la contrariada soy yo, ¿por qué si alguien tiene un golpe la gente enloquece?, ni que me haya crecido otro brazo.
Ve mi cuerpo desde varios ángulos con desaprobación:
–Querida, quítate la camiseta.
Tanto Kevin como yo abrimos los ojos en grande.
<<Ok, mejor me retiro. >>Se va un tanto extrañado pero canturreando, lo que significa que no va a ayudarme a salir de esto, genial.
– ¿Por qué?
Pone los brazos en jarras y mira hacia arriba con impaciencia, esa pose le da un aspecto infantil. Pero luego la cambia para darme una sonrisa algo comprensiva.
–Te curaré lo que sea que tengas en la espalda, aunque no lo creas me considero una sanadora experta, modestia aparte –. Lanza una risa suave y hace una pausa para agregar–Ahora, si no te molesta, déjame hacer mi trabajo.
Se remanga la blusa suelta e indica darme la vuelta, lo cual hago. Por último me quito la ropa superior dejando mi frágil espalda en sus supuestas capaces manos (si la toca un poco de más podría quedar incapacitada).
Escucho abrir un frasco y en pocos segundos su extraño aroma invade el lugar con oleadas de menta, alcohol y otras cosas que no conozco.
Esparce lo que parece una pasta por la zona de la columna sobre todo. El contacto helado de aquello me produce espasmos irregulares, pero debo admitir que es mágico. El dolor disminuyó un..., ¿noventa por ciento?, bah, es perfecto. Venda mi torso hábilmente y me visto otra vez.
–Ay Juliet, deberías tener más cuidado con éstos asuntos espirituales, ¡mira cómo quedaste!
Todos mis músculos se tensionan, ¿cómo supo?, es imposible.
– ¿Cómo tú?...–. Pregunto incrédula mientras me doy la vuelta a ciento ochenta grados.
Ella casi que hasta lo ve obvio:
–Pensé que ya lo sabías...bien. Yo veo a los muertos, y debo decirte que sé si un espectro estuvo cerca de alguien, además, esos golpes no se producen con una caída simple –. Sacude la cabeza en negación.
Tenía mis sospechas, pero nunca imaginé que me lo diría tan...así.
– ¿Desde cuándo?
– ¿Qué, verlos?–asiento–Desde que era pequeña, muy claramente. Mis padres lo consideraban un don, pero con la sociedad es otra historia. Digamos que fui ingenua y pensé que me aceptarían, pero ya viste que no –. Se encoge de hombros– Me obligaron a tomar antidepresivos creyendo que mi inestabilidad mental se había disparado con...la pérdida del bebé–. Su gesto se oscurece considerablemente y hasta noto un halo de tristeza.
–Lo siento–. Así que después de todo, esos medicamentos en el baño sí eran suyos.
Trata de restarle importancia:
–Fue hace tiempo...sería mayor que tú ahora–una sonrisa nostálgica de deslizó a su boca– Jeremy iba a ser su nombre.
Mi cuerpo se estremece involuntariamente en respuesta. Rechazo, lo primero que me viene a la mente es rechazo, odio. Pero tengo que controlarme, existen millones de Jeremy en el mundo...aunque la sensación permanece.
Obtengo la fuerza suficiente como para ocultar mis sentimientos con una leve curvatura de empatía. Después de todo no puede tratarse del mismo...y si así fuera, significa que no forma parte de nuestras vidas.
–Entonces, ¿tú ves a Kevin?–. Lo mejor que encuentro es cambiar de tema y funciona, porque Ambar transforma su rostro en uno un tanto divertido:
–Oh sí...muy apuesto tu chico, además su vibra es preciosa. Linda, muy linda pareja–. Asiente en una risa nerviosa. La cual yo comparto para liberar tensión y porque creo que tiene razón, "mi chico" es precioso.
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<<Así que..., ¿tú recuerdas todo?>> Estamos en mi mente, sentados a la orilla del muelle en el lago (aquel de las vacaciones de otoño), viendo el glorioso atardecer. Dijimos que íbamos a discutir todo esto para aclarar las cosas, pero si los que conforman el diálogo tienen el cerebro revuelto, no sé si sirva de algo.
–Pues...era Juliet Dankworth, festejé mi decimosexto cumpleaños el 12 de agosto de 1850, todos morimos allí, tú, yo y ese tal Jeremy.
<<Él me hizo odiarlo al punto de retarlo a un duelo, pero no recuerdo porqué. >>
– ¿No tendrá que ver con...–todavía encuentro difícil mencionarlo–¿la violación?
Se me queda mirando anonadado, luego enrojecido y por último anonadado otra vez (raro si me lo preguntan).
<<Perdón pero...creo que estás confundida, no te pasó nada. >>
El recuerdo de aquel hombre en mi habitación me estremece.
–Un tipo entró a mi cuarto, me desvistió y allí no recuerdo más, ¿algo que aportar?–. La verdad no quiero rememorarlo, pero es necesario.
<<Tu nana puso algo en mi bebida para que no llegara a tiempo y quedé inconsciente, desperté y estaba encerrado. Te oí gritar, salí de allí y entré a tu cuarto para evitar que te tocara, él huyó por la ventana y desapareció. Luego nosotros...bueno...>>Desvía la mirada presionando sus labios.
Ah no, no ocultará información ahora. Me le acerco lentamente pasando el dedo pulgar por su nuca, jugueteo con su camisa metiendo la mano en la curva del cuello, tiene una piel tan irresistiblemente tibia cuando está en mis sueños.
<< ¿Quieres dejarme aún más muerto de lo que estoy?>>Sonríe de ojos cerrados disfrutando la caricia.
De un salto me coloco entre sus piernas, lo encierro con las mías como con un lazo y le veo a los ojos. Me besa con suavidad lo cual acepto como una niña a la que le regalaron lo que quería. Abro levemente la boca, solo un poco para ver qué se siente, él avanza sin pensar y definitivamente toda yo se va al demonio. Acaricio su cabello mientras desvía sus labios a mi cuello, da un toque leve por todo el trayecto hasta que decide ir por mi boca otra vez, pero con más fuerza y atrevimiento, cosa que me encanta, aunque provoque en mí algo de sonrojo. Resulta que somos dos chicos de siglo viejo aprendiendo a amarse en forma moderna. En ese entonces nada de arrumacos desmedidos, pero..., ¡al diablo la etiqueta!
Deslizo mi boca hasta su oreja, acariciando cada parte en un susurro cálido:
–No seas malo, dime qué pasó–. Antes de que pueda decir nada arremeto contra sus labios y lo beso de golpe. Es tan dulce, tan único, ¿es esto el amor? ¿Una droga inevitable?, deseo más, enloquece, y creo que lo peor es que me importa un comino el hecho de que me afecte.
Meto mis manos dentro de su camisa y le acaricio a lo largo. Él se mueve hacia adelante en respuesta y lleva sus manos a mis hombros para luego arrastrarlas en una caricia eterna a mi rostro. El calor me sube por los poros precipitadamente, juro que podría salir vapor por allí.
<<Nosotros...hicimos el amor. >>Habla finalmente contra mis labios restándole total importancia, ya que está más que metido en esto. Pero para mí fue como un balde de agua helada, lo aparto de un empujón con ojos abiertos de par en par:
– ¡¿Cómo?!, ¡pero si apenas tenía dieciséis!
Los suyos también se ampliaron con sorpresa, pero no por lo que dije, sino porque corté con todo tan rápidamente que no pudo ni quejarse. Una vez lo asimila me esquiva algo incómodo:
<<Pues...tenías dieciséis, es cierto. Pero las cosas eran diferentes, ya sabes– tuerce la boca buscando mejor sus palabras– el siglo XIX y todo eso. >>
Me levanto y doy unos pasos para relajarme...genial, perdí mi virginidad hace siglos y ni me había enterado...espera, no, digo, es otro cuerpo, éste está intacto.
Pero tal vez él piense como antes y...diablos.
Giro sobre mis talones y le hablo:
–Kevin, no quiero hacerlo, no todavía–. Estoy roja, roja, muy roja.
Sonríe con algo de vergüenza acumulándose en sus pómulos y se acerca para abrazarme por la cintura con dulzura:
<<No tienes que hacer nada que tú no quieras –me besa por un momento en los labios y luego en la punta de la nariz haciéndome reír como idiota–. Además...yo tampoco quiero. >>
Ambos reímos por un rato más hasta que todo desaparece.
Es igual a la otra vez, mi cuarto de 1850, el hombre entre la oscuridad tratando de dañarme. Atada de manos y liberando un último grito desesperado para que no me toque, está intentando arrancarme el resto de la ropa.
–Eres tan inservible, tan vulnerable–. Gruñe con una voz desagradable. La puerta es golpeada una y otra vez. El tipo alarmado huye por la ventana y apertura se abre con estrépito dejando pasar más luz. Kevin ingresa hecho una furia, se asoma por el borde, jura por lo bajo y corre a desatarme sin dejar de preguntar si me encuentro bien.
Asiento llorando.
–Voy a atrapar al bastardo que te hizo esto–. Asegura apretando los puños y dientes. Se va diciéndome que me quede allí. Y obedezco, sin mover ni un músculo. Un buen tiempo después regresa con frustración en los ojos. Cuando termina de verme y se da cuenta de que solamente llevo puesto mis pololos* y corsé, (lo cual supone una gran vergüenza) toma su abrigo para cubrirme y lo acepto. Se sienta a un lado de la cama y la habitación permanece en silencio... Retiro lentamente la tela de mis hombros mientras le veo con nueva determinación por la idea que acabo de tener:
–Hazme tuya...por favor–. Suena como un susurro, un rastro de voz.
Comprende lo que digo pero tarda un poco en captarlo:
–Esto no está bien, lo sabes–. Todavía refleja furia y frustración...tal vez suene egoísta, pero lo necesito.
–Hazlo antes de que sea tarde, necesito tener una parte de ti, necesito la certeza de que siempre te he pertenecido y que tú a mí. Afianzar ese lazo que nos une para no perderte nunca. Te lo pido...–. Cerró mis palabras con un cándido beso.
Esta noche descanso en sus cálidos brazos, su cuerpo desnudo contra el mío. Siento como su pecho se expande y contrae de forma uniforme contra mi espalda. No me ha soltado ni por un momento, estoy libre de cualquier mal. Ahora sé que no importa que tantas barreras existan, que tantas trampas nos tiendan, las sortearemos todas, porque somos y seremos dos. Lo amo, y ésta es solo parte de mi ofrenda.
El sol está saliendo, él se coloca la camisa a la orilla de la cama, debe irse antes de que mis padres y nana vuelvan...no lo aprecian solo porque su padre quebró por culpa del alcohol y él debe arreglárselas solo. Hipócritas, el dinero o las acciones te hacen merecedor de su estima, no los valores en los que el individuo se basa.
Nos despedimos y sale apresurado por la ventana. El tiempo que queda lo utilizo en vestirme adecuadamente...
El resto son retazos de recuerdos que pasan rápidamente, como una recopilación de escenas en una película:
-La noche en que festejo mi cumpleaños, padre diciéndome que me comprometió con Jeremy. Enfurezco y voy a hablar con él para que me ayude a hacerlo recapacitar.
-Jeremy reteniéndome contra la pared al decirle que amo a Kevin. Dice con una voz desagradable que piensa terminar lo de la noche anterior. Descubro que fue él quien quiso violarme.
-Kevin apareciendo y separándolo de mí, enterándose de lo que intentó hacerme y retándolo a un duelo esa misma noche en la costa este del río. Él ignora mis súplicas.
-Yo escuchando a escondidas en la puerta de la cocina como Jeremy piensa alterar el arma de Kevin para que ésta no se dispare y sobornar al Juez para que no haga nada al respecto.
-Yo queriendo advertirle y siendo atrapada por Jeremy, quien me encierra en mi habitación para así evitar que asista.
-Yo forzando la ventana y bajando por los rosales, tomando prestado uno de los caballos del carruaje de un trabajador en la calle y yendo a toda prisa.
-Dejando el animal atrás debido a la zona frondosa y corriendo hasta la orilla del río que se encuentra en el claro.
-Allí se da la muerte de los tres.
*Era la ropa interior femenina de aquella época.
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